Capítulo 10: Baile de máscaras.
Un baile de máscaras…
Nunca había tenido la suerte de asistir a uno, aunque para ser sincera, nunca había asistido a ningún baile, pero eso ya todos lo sabemos…
Según el tema de este baile sería ir vestidos de blanco y negro, y con el accesorio más importante: Una máscara. El objetivo es transmitir misterio, obligar a las personas a que intenten reconocerte y causar una gran impresión solo con la presencia y no con el rostro…
Pero yo soy todo lo contrario…
No soy de las más hermosas que van a asistir a ese baile, ni mucho menos voy a tener de mi lado el factor misterio. Mi cabello rojizo me delataría en el mismo instante en que entre al salón, y luego solo se me acercarían hombres mayores o algún interesado en tenerme como su “Rubí personal” gracias a ese periódico que me dio ese tonto apodo. Necesito averiguar si alguien me invitaría a bailar sin saber que soy la hermana del vizconde Chadburn, o el rubí que bailó con el duque de Fairytale, necesito aprovechar la oportunidad que me está brindando este baile y pasar desapercibida.
—No sé por qué permito que hagas esto —Theon estaba algo inquieto mientras que yo me giré en mi asiento para verlo a los ojos.
—Porque eres mi hermano, me adoras y, al igual que yo, quieres un buen pretendiente para mí.
—Es una locura, Jane. Mary nunca ha ido a ningún baile, ni mucho menos es una chaperona.
—Y por esa razón la hace la candidata perfecta para mi plan. —Sonreí mientras volteaba a ver a Mary, quien estaba hermosa en ese vestido blanco de mangas largas y falda de tul negro, guantes de seda, plumas blancas en la cabeza y una hermosa máscara con pico de ave en sus manos.
—No te preocupes Theon, estará segura conmigo.
—Estás hermosa mi niña —Mi tía Margaret entró en la habitación.
¿Y cómo no estarlo? Si traía puesto un hermoso vestido blanco, con unos sutiles bordados en negro en toda la pieza, un corsé con pedrería de diamantes negros, las mangas vaporosas me caían sutilmente en mis hombros y mis guantes blancos me llegaban hasta los codos.
—¿Trajiste lo que te pedí, tía?
—Aquí está —Me la entregó con cuidado —Confeccionada por un antiguo amigo especialmente para ti, de cabellos naturales en su totalidad, hasta su color negro como el ébano es real.
—No solo me pides que te deje ir sola con Mary al baile… ¿También llevarás peluca? —Theon estaba impactado, o quizás preocupado de que estuviera perdiendo la razón.
—¿Cómo voy a pasar desapercibida si soy la única debutante pelirroja?
Theon suspiró cansado, apretó pensativo el puente de su nariz y se dejó caer en el sofá.
—¿Me ayudas con ella, Beth?
Beth me colocó con cuidado la peluca… era tan suave, brillante y de cabellos tan largos y ondulados como los míos, solo que esta era de color negro, un color de cabello no tan especial, pero el objetivo era ese, pasar desapercibida y ver quién se fijaría en mí. No puedo hacerlo si aparezco con un cabello rubio y despampanante. Luego la aseguró bien con horquillas y llevó unos mechones de ambos lados hacia detrás y los recogió con un adorno en forma de flores de diamantes, para que mi nuevo color de cabello resaltara mientras estuviera suelto. Y para finalizar, coloqué el accesorio principal: mi máscara, la cual era negra y con bordados en forma de ramas.
—Estás hermosa, aunque me gusta más el rojo —Dijo mi tía con una sonrisa genuina en sus labios.
—Por favor, no te separes de Mary —Theon me besó en la mejilla.
—Lo prometo. —Sonreí mientras alzaba mi mano derecha en señal de juramento.
—Mantenla alejada de Lord Benett —Se dirigió a Mary —Él solo busca a alguien que le pague sus deudas.
—No te preocupes mi niño, pude mantenerte a salvo y eras todo un torbellino —Sonrió —Con Jane será más sencillo, además, solo es un baile ¿Qué puede pasar? —Mary se colocó su máscara mientras sonreía.
🥀🥀
La noche de blanco y negro es celebrada por Lord Fisher y Lady Fisher; una peculiar pareja que despiertan en mí toda admiración, ya que ellos pertenecen a las familias de raza negra que el rey y la reina le otorgaron tierras y nobleza hace ya varios años.
Recuerdo haber leído sobre ese acontecimiento. Una de las primeras leyes que el rey puso en práctica en cuanto obtuvo la corona, fue terminar con años de odio y resentimiento hacia los negros. Nos unificó y los incluyó honorablemente en la sociedad. Y hoy, treinta años después, Lord Fisher y Lady Fisher están celebrando un baile de sociedad tan peculiar como lo es el tema de ir vestidos de blanco y negro y con máscaras, y creo que su significado va más allá de la vestimenta.
Se trataba de una hermosa mansión, situada en la parte más alta de la ciudad. Es curioso como nadie quería vivir en esta parte de Londres, ya que solo eran bosques y maleza encima de una inmensa colina. Pero estas fueron las tierras que se les entregaron a los nuevos Lores en aquel entonces. Estoy segura de que el trabajo fue arduo para construir las veinte mansiones que abarcan esta zona, pero todo esfuerzo valió la pena, ya que tienen la mejor vista panorámica de la ciudad.
Toda la decoración era impresionante: Rosas blancas y manteles negros adornaban las mesas del área del buffet. Los candelabros de plata iluminaban toda la mansión. La melodía era agradable, y lo más hermoso era que los músicos unos eran de piel blanca y otros de piel negra, creando así un hermoso contraste con la temática. Los invitados siguieron al pie de la letra el código de vestimenta, y gracias a las máscaras, le daban un toque de misterio a todo el lugar. A este punto ya habían parejas bailando con gracia y esplendor en el centro del salón.
Mary y yo nos posicionamos cerca de la pista de baile, y ahí puse mi tarjeta de baile a la vista, a la espera de peticiones. Permanecimos en silencio por unos pocos minutos y para mi sorpresa, mi primera pareja llegó.
—Milady, está hermosa esta noche ¿Aceptaría bailar conmigo?
Se trataba de un joven vestido de blanco y con camisa negra y botones de oro. Por culpa de la máscara no lograba reconocerlo, o es que nunca lo había visto. No recuerdo haber visto esa sonrisa genuina, ese cabello color miel y esos ojos verdes en mi otro baile…
—Sería un honor, milord. —Hice una reverencia con mi cabeza y el joven colocó su nombre en mi tarjeta.
¡Y qué sorpresa!
Escribió: Príncipe de Inglaterra: Landon Windsor.
¡Voy a bailar con el príncipe de Inglaterra!
Con una reverencia cortés, él me extendió su mano con una sonrisa galante, y yo encantada la acepté mientras lo veía con emoción. Caminamos juntos hacia el centro del salón junto con las otras parejas, y juraría que escuchaba murmullos entre los invitados, probablemente porque no lograban reconocerme, o porque el príncipe había sacado a bailar a una joven desconocida.
Nos colocamos en posición, listos para comenzar. Y la música comienzó a sonar, haciéndome sonreir, ya que era uno de los bailes que más disfrutaba bailar: Una cuadrilla.
Comenzamos a movernos al ritmo de la melodía, con movimientos gráciles y sincronizados. El príncipe me guiaba con delicadeza a través de los giros y los pasos, mientras que yo los seguía con elegancia, diversión y con una sonrisa genuina, la cual se la había contagiado a él.
Lo complicado de este baile, es que es tan movido y requiere de tanta energía que es imposible comunicarnos… las miradas incógnitas y las sonrisas eran mis principales aliadas en ese momento… y deseaba con todo mi corazón que bastara para que él me invitase una segunda vez a bailar.
A medida que el baile llegaba a su fin, el príncipe me hizo una reverencia, y yo le respondí con una delicada inclinación.
En ese instante otro caballero, vestido de negro en su totalidad y con una máscara blanca en forma de oso se acercó cuidadoso a donde estábamos. Hizo una reverencia hacia el príncipe y luego se dirigió a mí.
—¿Milady, acepta bailar conmigo? —No había nada que me permitiera reconocerlo, solo que era de gran tamaño, robusto, de cabello oscuro con algunas canas y unas grandes patillas a los lados.
—Será un honor, milord —El caballero colocó su nombre en mi tarjeta y me dí cuenta que se trataba de Lord Krueger, mismo caballero que esperó pacientemente para ser mi primer cortejo aquel día, pero también fue uno de los tantos que ni volteó a verme en aquel primer baile.
Ya la invitación estaba aceptada, no podía rechazarla pues es de mala educación.
Lord Krueger se retiró sonriente, dejándonos nuevamente solos.
—¿Le gustaría bailar conmigo otra vez, milady? —Preguntó con dulce voz mientras sonreía, mostrando un hoyuelo en su mejilla.
—Sería un honor, su majestad —Hice una corta reverencia.
—Creo que estoy en desventaja, yo no sé quién es usted, milady.
—¿Y aún así invitó a bailar a una desconocida? —Sonreímos.
—Es que eres hermosa… y creo que eres la única que no me ha perseguido por todo el salón.
—Entonces… ¿Sería mucho pedir que siga así? —Le pedí.
—Permitame analizarlo... —Llevó sus dedos a su barbilla —Bailar con una desconocida, o huir de las señoritas por todo el salón —Desvió su mirada hacia mí y yo solté una risita.
—Es una buena oportunidad, su majestad —Agregé con confianza.
—Muy bien, acepto —Sonreí victoriosa —Pero con la condición de que al final del baile me diga quién es.
—Acepto. —El príncipe colocó su nombre nuevamente en mi tarjeta, hizo una corta reverencia y yo le respondí, para luego perderse entre los invitados.
No lo puedo creer…
¡Acabo de bailar con el príncipe!
Pero él no me conoce aún ¿Le gustará saber quién soy?
Para invitarme una segunda vez a bailar es porque en realidad le gustó mi compañía pero, ¿Querría casarse con un rubí y no con un diamante?
Necesito aire fresco, necesito pensar cómo le voy a contar quién soy en realidad.
Busqué a Mary con la mirada, y la vi mirándome sonriente desde lo lejos. Le hice una seña de que iba a por una limonada y me perdí entre los invitados rumbo al balcón.
El aire fresco me sentaba tan bien. El balcón era enorme y tenía privacidad gracias a unas cortinas oscuras que lo separaban de la vista de los invitados. Aquí, solo habían flores, candelabros que iluminaban sutilmente la entrada y una hermosa vista panorámica de todo Londres. Desde aquí veía perfectamente el imponente palacio y eso me recordó que dentro de poco tendría que decirle al príncipe quién era en realidad.
—Lady Chadburn, aquí estás —Una voz conocida me provocó escalofríos, pues no era correcto que él estuviese aquí conmigo, a solas.
—¿Lord Krueger? ¿Qué hace aquí? ¿Cómo me reconoció? —Mi corazón comenzó a palpitar fuerte en cuanto lo vi acercarse más a mí con un vaso de algún licor en sus manos.
—La reconocí en cuanto entró en el salón —Curvó sus labios hacia arriba —Detallé perfectamente su cuerpo, sus labios, su sonrisa —Se acercó más aún, acorralandome en una esquina del balcón.
—¿Qué? —Lo miré asustada y con repulsión —Está usted loco.
—Loco por usted, milady. Desde que la ví, no puedo sacarla de mi mente —Estaba tan cerca de mi cuerpo que incluso podía oler su aliento alcoholizado, tanto, que me causaba terror. Comenzó a intentar quitarme mi cabello falso, al punto de que lo hacía tan fuerte que las horquillas me lo alaban de mi cuero cabelludo.
Temía por lo que me pudiese hacer, temía porque alguien nos viera y eso sería mi fin. Nadie vería a un Lord acorralando a una señorita, solo verían a una señorita mancillando su honor permitiendo estar a solas con un Lord respetado.
—¡Aléjese de mí! —Intenté separarlo empujándolo, pero su cuerpo permaneció firme frente al mío, acorralándome con sus manos a ambos lados míos, sonriendo de forma atemorizante y retorcida, como si en su mente estuviera pensando mil formas de hacerme daño.
—Eres tan hermosa… —Acarició mi rostro con uno de sus fríos dedos.
Y en ese instante ví una sombra aparecer desde la parte más oscura del balcón… Un joven alto, más alto que la escoria que tenía al frente, se posicionó detrás de aquel hombre repulsivo y colocó sus manos con fuerza sobre los hombros de mi agresor.
—La señorita le pidió amablemente que se alejara —El hombre al que llaman Lord Krueger se giró hacia el desconocido probablemente para discutir.
—Yo no se lo voy a pedir amablemente —Repitió mi salvador, y la tenue luz de los candelabros reflejó sus ojos grises detrás de una máscara negra, y una peculiar pero atractiva división en su mentón.
—¿Quién eres tú? —Mi agresor le habló.
—Soy quien te va a destrozar el rostro a golpes si no te largas de aquí en este mismo momento. —El caballero misterioso se colocó en frente de mí de forma protectora, cubriéndome por completo detrás de su espalda.
Lord Krueger tensó su mandíbula y nos miró a ambos furioso, pero de seguro estaba pensando en las pocas posibilidades que tenía en contra de aquel caballero.
—Esto no acaba aquí —Dijo Lord Krueger amenazante mientras lo apuntaba con su dedo.
—Aquí voy a estar esperando… —Respondió el caballero frente a mí con calmada voz, y Lord Krueger desapareció del balcón.
—¿Estás bien? —Se volteó hacia mí, acunó mi rostro en sus manos mientras me miraba con preocupación —¿Te hizo daño?
—Sí… estoy bien —Lo miré a los ojos y sentí unas ganas inmensas de abrazarlo y agradecerle por haberme salvado —Gracias a usted. —Dije con voz temblorosa, y comencé a acomodarme la peluca que el desgraciado había logrado despeinar.
—¿Por qué te ocultas?
—¿De qué habla? —Sonreí apenada —Es un baile de máscaras, todos se ocultan detrás de una máscara.
—No es cierto… —Me sostuvo por los hombros delicadamente, me volteó hacia el salón y sentí cómo acercó solo un poco sus labios a mi oído —Si notas, los caballeros no dejan de hablar sobre quienes son, sobre cuáles son sus apellidos y títulos. Y las señoritas se hicieron un lindo peinado y resaltaron sus labios con un lindo labial, además ¿No reconocería a sus amigos detrás de una pequeña máscara que solo cubre alrededor de sus ojos? —Escuché cómo sonrió con sutileza —Estoy seguro de que si me conocieras, me reconocerías al instante.
—Tiene razón… —Sonreí y voltee a verlo.
—En cambio usted… —Llevó su mano hacia mi peluca, jugando con algunos mechones sueltos sobre mi frente, mostrándome que uno de ellos era de color rojizo, y no podía explicar por qué permitía tal cercanía de ese extraño —Usted está ocultando lo único que habla de su belleza única, lo único que la hace resaltar de entre las demás, lo único que la haría ver como la más hermosa de este salón y de esta fiesta aburrida —Simplemente me quedé sin aliento —Y espero encarecidamente que no esté avergonzada de su belleza, porque es usted imponente e increíblemente hermosa.
—¿Cómo lo sabes, si ni siquiera ha visto mi rostro?
Él sonrió.
—No necesito ver su rostro para saber que usted dejaría sin aliento a más de un hombre en este salón, y no entiendo cómo es que ninguno de ellos se da cuenta de eso, a excepción de Lord Krueger. —Sonrió a boca cerrada, y no pude evitar dejar de ver sus hermosos ojos grises, que hacían un hermoso contraste con la luz tenue que le daba en el rostro y con su máscara negra.
Miró hacia la multitud del salón.
—Debo irme, antes de que nos vean a solas y resulte un problema para su búsqueda de esposo.
Verlo alejarse de esa forma le dio un vuelco a mi corazón, como si necesitase continuar hablando con él, saber su nombre, ver su rostro.
—¿Nos volveremos a ver, milord? —Él miró sobre su hombro y sonrió a boca cerrada.
—Me temo que no, milady. —Y salió del balcón, dejándome así a solas.
¿Quién era él?
Lo seguí con la mirada y al instante lo perdí de vista. Luego noté que el baile que bailaría con Lord Krueger ya se estaba terminando y el príncipe miraba hacia todos lados impaciente como si estuviera buscando algo con la mirada.
¿Me buscará a mí?
Me arreglé la peluca y acomodé mi vestido, para luego salir hacia el salón. En cuanto los ojos verdes del príncipe se encontraron con los míos no pudo evitar sonreír ilusionado.
—Pensé que había escapado de mí —Comentó él en cuanto tomé su mano.
—¿Por qué lo haría? —Sonreí —Le prometí un segundo baile.
La melodía anterior ya había llegado a su final, para dar inicio a nuestro baile. Nos posicionamos en el centro del salón junto con las demás parejas e involuntariamente comencé a buscar con la mirada a mi salvador misterioso…
Él era el único que había visto una belleza genuina en mí. Me había dicho única y no diferente.
—No la vi bailando el baile anterior —Él me miró dudoso.
—No… necesitaba tomar un poco de aire fresco. —Me excusé.
La suave melodía comenzó a sonar, dándole inicio a un vals.
—¿Por qué te ocultas? —Su voz vino a mi mente como si lo estuviera escuchando nuevamente. Y mientras veía el rostro sonriente del príncipe detrás de una máscara, lo único en que estaba pensando era en sus palabras:
—No necesito ver su rostro para saber que usted dejaría sin aliento a más de un hombre en este salón. —Volví a recordar, y me estaba convenciendo de que un rubí también es especial y se merece brillar por sí solo…
Así que hice lo que creía correcto…
Miré al príncipe a los ojos, y luego detuve nuestro baile.
—¿Sucede algo, milady? —Él estaba algo confundido y ya el resto de los invitados comenzaban a notarlo.
—¿Quería saber quién soy? —Él asintió con una sonrisa a boca cerrada.
Entonces quité todas las horquillas que ajustaban la peluca en mi cabello, dejando al descubierto mi melena rojiza y llamativa, causando el orígen de un sin número de comentarios y miradas sorprendidas.
—Mi nombre es Jane Chadburn. —Él volvió a sonreír y tomó mi mano delicado para luego besar el dorso.
—Desde en el instante en que la vi entrar al salón, ya lo sabía, milady.
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Hola, hola.
Simplemente no pude resistirme. Este es uno de mis capítulos favoritos (y les aclaro que tengo muchos más)
Opiniones por aquí.
Por aquí tienen a Jane.
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