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You're not a monster, you're my boyfriend.

11.- You're not a monster, you're my boyfriend.


Con una sonrisa frente al espejo, terminé de arreglar los últimos detalles del vestuario que utilizaría para nuestra salida nocturna.

Había esperado bastante tiempo a que se dignara aceptar mi invitación a algún bar, con el propósito de disfrutar algunas copas. Hablando de sus misiones, de su historia o cualquier cosa que se nos ocurriese hablar. Pero como siempre, tenía una excusa para decir que no y quedarse en casa, mirando televisión o, simplemente rumiando sus pensamientos en la habitación.

Quería sacarlo de allí. Quería que conociera el mundo moderno en todo su esplendor. Pero bien sabía yo que aquello le aterraba enormemente. Encontrarse en una era de la historia totalmente diferente a la que vivió él, le causaba cierto pavor pues, ya nada era igual a lo que él había visto y conocido en algún momento de su vida.

Salí de la habitación en dirección al living. Allí, sentado sobre el sofá estaba Bucky, esperando paciente. Parpadeó un par de veces, decorando su semblante serio con una leve sonrisa que duró pocos segundos.

- ¿Listo? -Pregunté, demostrando entusiasmo.

-No -Contestó, más yo solté una risita divertida. Estaba segura que este nuevo mundo le iba a gustar. Tenía mucho que aprender y, mucho que conocer sobre esta nueva era. Le tendí mi mano para que la tomara y, una vez logró hacerlo, lo jalé a mi lado. Atreviéndome a depositar un beso en sus labios, tratando de que al menos así, lograra calmarse un poco.

-Entiendo que tengas miedo, Buck -Asentí un par de veces, comprendiendo su miedo. -Pero conmigo a tu lado no te sucederá nada. -Aseguré, volviendo a besarle, esta vez, en su frente.

En variadas ocasiones, Rogers, ya inmerso en la sociedad como un civil más, lo invitaba a salir a algún lugar no muy lejos de casa. Algunas veces Romanoff se le unía, u otras veces Sam. Pero de todas esas veces que Bucky recibió invitación, él, simplemente argumentaba alguna excusa para no ir.

Tomé su mano, entrelazando nuestros dedos. Caminamos por las calles nocturnas de New York, a paso lento. Disfrutando de la caminata hasta encontrar algún lugar que nos convenciera. A lo lejos, divisé el que solía visitar junto a Romanoff con el fin de distraernos de los quehaceres hogareños. Las luces características del lugar y la música que emitían, era digno de un ambiente ameno, donde sabía perfectamente que, nada alteraría a Bucky.

Entramos al local, buscando una mesa que estuviese liberada. Más no encontramos ninguna. Nos dirigimos a la barra y allí nos acomodamos, ordenándole al barman la cerveza que cada uno había elegido.

- ¿Y esto es? -Preguntó Bucky, analizando el lugar cuidadosamente.

-Es un bar. -Respondí -Aquí, la gente viene a socializar, a pasar algún rato agradable con sus amigos, o parejas. Así como nosotros. -Sonreí. - ¿Te gusta?

-No está mal -Se encogió de hombros, resignándose a que, de igual forma, independiente de su excusa, tendría que quedarse conmigo hasta que yo me aburriera.

-Bien, porque después, iremos a bailar -Informé, a lo que bucky frunció el ceño, negando levemente. El barman llegó con lo que habíamos pedido. El alcohol que reposaba en nuestros respectivos vasos, hidrató nuestros cuerpos acalorados en cosa de segundos.

Entre risas, carisias y besos, nos acercamos a la pista de baile, uniéndonos a la masa que disfrutaba la canción que sonaba de fondo.

La melodía era lenta. De un momento a otro, el ambiente había cambiado totalmente. Por un momento creí que Bucky no sabría cómo moverse al ritmo de la música suave. Pero me había equivocado en sacar tal conclusión. Él, como si fuese un maestro, tomó de mi cintura y, apegándola a su cuerpo, comenzó a moverse tan suave que, causó cierto cosquilleo en mi interior.

Nos mecíamos de un lado a otro, susurrándonos al oído lo mucho que nos amábamos. Lo bien que se sentía estar con el otro, y los años de noviazgos que estimábamos vivir. Su aroma inundaba mis fosas nasales en totalidad y, mi cuerpo reaccionaba a ello de forma automática. Leves temblores se adueñaban de mis piernas, el corazón acelerado golpeteando mi pecho y, mi temperatura corporal había subido considerablemente gracias a la excitación y calor sofocante dentro del local.

Fueron las horas más divertidas que pude haber vivido. Me atrevía a decir lo mismo por Bucky pues, él, demostraba una sonrisa bastante amplia y satisfecha.

Caminamos de vuelta a nuestro hogar con intenciones de amarnos en la oscuridad de nuestra habitación. Entre risas y pequeñas caricias traviesas por su parte, nos detuvimos al ver un grupo de personas en una de las tantas esquinas de la ciudad. Los gritos burlones por parte de ello no dudaron en hacerse escuchar, comenzando a enfurecer al hombre que, con protección tomaba mi mano.

-Bucky -Murmuré -No prestes atención. Ven, crucemos a la otra calle. -Tomé su brazo con fuerzas, jalándolo a un lado para que siguiera caminando. Podía sentir su puño cerrado, endureciendo cada musculo de su brazo, listo para atacar en cualquier momento si es que uno de ellos se acercaba demasiado.

-Mira esas piernas -Opinó uno de los integrantes del grupo. -Dios, qué no haría con ellas. -Comentó el sujeto con lascivia. Los otros le seguían con risotadas estruendosas.

- ¿No has visto su trasero? -Comentó otro, haciendo reír al grupo. - Con una mujer así, estoy seguro que follaría todas las noches. -Carcajeó el sujeto.

Dicho aquel comentario, sus risas cesaron. Ya no eran risotadas las que escuchaba. No, aquello estaba muy lejos de serlo. Eran golpes y quejidos los que se adueñaron de la noche en aquella esquina de la ciudad.

Miré a mi lado. Bucky no estaba. Había desaparecido en cosas de segundo, sin darme oportunidad de detenerlo.

- ¡Bucky! -Chillé al identificarlo entre el grupo, golpeando a los sujetos que, por sobrevivencia trataban de salir ilesos de allí. Bucky, sin si quiera prestar atención a mi grito, comenzó a derribar a los sujetos uno a uno, mientras otros, simplemente corrían despavoridos del lugar. - ¡Buck! -Grité desesperada. Mas bucky, parecía no escucharme.

- ¡Estás loco! -Gritó uno de los hombres, corriendo lejos del lugar. Me acerqué al ex soldado, pidiendo entre gritos que se detuviera. Pero él, en ningún momento me escuchaba. El sujeto entre sus manos era golpeado una y otra.

Golpe tras golpe, grito tras grito. Lo único que se iluminaba con claridad en aquel momento, era la mano biónica de Bucky aterrizar en el rostro deformado del sujeto quien, sacó completamente de quicio al ex asesino de Hydra.

- ¡Barnes! -Grité desesperada, entre el llanto y las lágrimas que, rápidamente comenzaron a salir. Me acerqué a él, tomando de su brazo. Pero él, furioso, no dudó en alejarme con un empujón. Caí a unos metros de él sobre el suelo, azotando mi cuerpo con fuerzas.

Me levanté nuevamente, brincando sobre su cuerpo. Abrazándolo, pidiendo que volviera en sí y se detuviera. Tomé de su mano con fuerzas, evitando que siguiera golpeando al sujeto que, lo más probable ya estuviese muerto.

Bucky, a los minutos, logró reaccionar, volviendo en sí. Observó la escena con horror, alejándose lentamente de mí.

-No te acerques -Pidió en un gruñido.

-Amor -Gemí. Di un paso, pero él, retrocedió otro. -Bucky ....

-S-soy un monstruo - Susurró, atónito mientras se miraba sus manos ensangrentada. -V-volví a ser él. -Su pecho subía y bajaba, alterado completamente. Me volví a acercar y, aunque él quiso evitar que me acercara, no lo logró. Rodeé su cuerpo tembloroso en un abrazo que buscaba tranquilizarlo. -Vuelvo a ser él cada vez que alguien trata de herirte, ______. - Murmuró. -Soy un monstruo, ______. N-no deberías estar c-conmigo.

-No - negué. - No eres un monstruo, eres mi novio y estaré contigo en todo momento. Donde sea, en el lugar que sea. -Dije. Tenía miedo. No de él, claro que no. El miedo era dirigido a la decisión que tomarían luego de saber lo sucedido durante aquella noche. Los vengadores y S.H.I.E.L.D no dudarían en tomar cartas en el asunto, alejándome de Bucky si era posible. Y aquello, no iba a permitir que sucediera.

Decidida, tomé la mano del hombre que amaba y, dirigiéndonos esta vez a nuestro hogar, arreglamos nuestras pertenecías y decidimos desaparecer del país.

Nos convertiríamos en prófugos. Eso bien lo sabía. Pero, ¿qué importaba si era al lado del hombre que amaba?

No importaba nada. Claro está. A su lado, estaba dispuesta a pasar todo tipo de adversidades. Después de todo, él estaba conmigo y yo con él, para toda una vida. Por los siglos de los siglos.

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