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Wounded Sergeant II

37.- Wounded Sergeant II


 —¿Y qué tal va todo en el campamento? —Me preguntó Peggy, observando un mapa sobre una reducida mesilla de madera. Estábamos en una de las carpas que nos brindaba el lugar; ella verificando puntos estratégicos en los mapas mientras yo observando su trabajo.

Habían enviado a una tropa al campo de batalla las horas anteriores, se estimaba que volvieran todos pues, el Capitán América iba comandando aquel ataque sorpresa. Estábamos preparados para aquellos que llegarían en malas condiciones. Las carpas médicas ya tenían elementos quirúrgicos para actuar en cuanto regresaran de su travesía. Mientras tanto, de alguna forma nos las teníamos que arreglar para no aburrirnos.

—Todo bien. —Contesté.

—¿Alguna novedad? —Inquirió y alzó su mirada con una de sus cejas levantadas. La mujer esbozó una sonrisa y yo de inmediato sentí el rubor subir por mis mejillas. Sabía a lo que se refería.

—Supongo que te han llegado los rumores. —Resoplé molesta. —Es solo un soldado, a quien lamentablemente tengo que soportar. —Y dicho aquello, me crucé de brazos, recordando las veces que llegó Bucky a mi carpa en busca de ayuda, explicando que su herida dolía y necesitaba intervención.

Le creí las primeras veces, aun cuando su herida se mostrará en perfectas condiciones. Supuse que de verdad sentía molestia, pero, me rehusé al percatarme que todo era mentira; él estaba en perfectas condiciones.

—Eres la envidia del campamento. —Soltó Peggy en una risita.

—¡Bah! —Bufé. —Eres tú la afortunada de tener enamorado al capitán. —Reí. Peggy se sonrojó, agachó la mirada y siguió analizando el mapa sobre el mesón. —Aún me falta quitar los puntos. —Suspiré, recordando que, el soldado aún tenía los puntos de sutura adherido a su piel.

—Suerte con eso. —Se burló Peggy y yo desaparecí de la carpa.

Bucky se encontraba apoyado en un árbol mientras hablaba con uno de los soldados con tiempo libre. Se reían a carcajadas. Me pregunté qué podría ser tan divertido estando en medio de una guerra, donde miles de civiles morían a cada segundo. Pero no me di el ánimo de preguntarle directamente, y es que no quería tener ningún tipo de acercamiento a él. Mi anatomía reaccionaba de distinta forma y ello, no hacía más que alterarme al pensar que algo comenzaba a experimentar con su proximidad.

Seguí caminando, rehuyendo su presencia. Sin embargo, a los minutos llegó corriendo a mi lado, saludándome con una gran sonrisa.

—Creo que ya es hora de sacarme estas cosas. —Anunció apuntando los puntos en su hombro protegido por una gaza. Rodeé los ojos y seguí caminando. —¡Si pudiera lo haría solo! —Gritó tras de mí.

—Entonces hazlo. —Respondí de la misma forma. Cómo odiaba comenzar a sentir aquel malestar en mi vientre. Las malditas mariposas que, deseaba vomitarlas allí mismo.

—Lo siento, pero la capacitada eres tú. —Dijo, esta vez a mi lado.

Caminamos hasta la carpa médica. Allí indiqué que se sentara y esperara mientras buscaba los elementos necesarios. Daba la suerte de que nadie estaba en ese momento, por lo tanto, tenía la libertad de poder abofetearlo si seguía comportándose como un adolescente hormonal.

Me posicioné a su lado con todo listo. Bucky se sacó la camisa sin que yo se lo ordenara. Me mordí el labio, reprimiendo el deseo de deslizar mis dedos por los pectorales que formaban su abdomen fornido. Tomé el algodón empapado de alcohol y lo deslicé por su herida ya cicatrizada antes de intervenir.

—Lindas manos. —Dijo, de repente. Mi cuerpo tembló. —Son muy suaves. —Y la tomó entre las suyas, acariciándolas con suavidad. —Bastante suaves.

—Bucky... —Musité con voz endeble.

—Espera. —Dijo y una de sus manos viajó a mi mejilla, recreando las mismas caricias que realizó en el dorso de mi mano. —Tal como me lo imaginaba.

—Detente. —Pedí. Tomé su mano y la alejé de mi rostro. Fruncí el ceño, molesta. Pero, bien sabía que aquello no me había molestado. Claro que no. De alguna u otra forma, mi piel deseaba su tacto y ello quedó demostrado al sentir cómo mi corazón golpeteaba con fuerzas sobre mi pecho ansioso por experimentar más de sus caricias.

—Me gustas. —Murmuró. Mi pecho fue golpeado por mi corazón repetidas veces; sus palabras habían logrado causar estragos a nivel fisiológicos en mi interior. Temí por ello, y el mal que me podría causar. —Sé que arrancando estos puntos no tendré excusa alguna para acercarme a ti. Por lo visto me odias. —Esbozó una media sonrisa con desgano.

—Sí, no te equivocas. —Afirmé — te odio. —Bucky desvió su mirada al suelo y no habló más. Tomé las pinzas y cerciorándome de no causarle dolor, comencé a intervenir en su piel. Uno que otra expresión de malestar se alojó en su rostro, pero ello los supo camuflar en una sonrisa.

—¿De verdad me odias? —Inquirió.

—No. —Reí. —Si te odiara te habría hecho llorar por cada punto arrancado. —Saqué el último punto y volví a limpiar su herida con alcohol.

—Me alegro que no lo hicieras. —Murmuró. —¿Nos volveremos a ver?

—Depende. —Me encogí de hombros. —Si te cuidas y llegas vivo.

La situación se había dado de una manera extraña. Para cuando quise dejar todo en su lugar e irme de su lado, Bucky había sujetado mi brazo y atraído a él. Lo único que alcancé a ver fue su rostro acercarse al mío y sus labios robándome un beso. Era como si mi anatomía lo deseó desde hace tiempo atrás, cuando la guerra aún no se desarrollaba. Ese había sido el tipo de beso que siempre esperé y, que supuse jamás llegaría.

Claramente me había equivocado.

—¿Cómo te puedo agradecer todo lo que hiciste por mí? —Susurró una vez sus labios se separaron centímetros de mi boca.

—No muriéndote. —Murmuré.

—Una cita el día sábado —Propuso.

—Acepto. —Volví a besarlo. —A las ocho. No llegues tarde. 

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