The past is the past
61.- The past is the past
—¡Nos vemos mañana! —Exclamó mi compañera de trabajo, agitando la mano mientras se alejaba por la acera.
Sujeté mi bolso, tomé mi celular e instalé los audífonos para acompañar mi caminata con algo de música. La noche lucía perfecta; los faroles de la ciudad le daban un ambiente de amenidad a la ciudad, en conjunto con la luna que, perteneciendo a lo más alto del cielo, hacía su trabajo en brillar para nosotros.
¿Habría alguien más que viera la luna en esos momentos? Me pregunté. Brillaba en su máximo esplendor, redonda y blanca, en compañía de las estrellas. Por alguna razón, mirar al cielo cuando se encontraba despejado me llenaba de paz, pero también de añoranza al recordar ciertos episodios en mi vida.
Caminé un buen tramo hasta mi hogar, disfrutando del silencio característico de una noche en Brooklyn.
Mi hogar se encontraba tras el hogar de una anciana que, por bondad me ofreció un lugar luego de haberle ayudado a cruzar la calle. Sí, así de extraño fue el suceso. La anciana, luego de ello, me conversó por unas horas sobre diversos temas que le aquejaban como ciudadana. Le oí atenta, y opiné si era necesario. Mi empatía al parecer fue lo que originó la confianza necesaria para que ese mismo día, la mujer me ofreciera un lugar en la casita que tenía en el patio de su hogar.
Abrí la verja cuidando de no despertar a la mujer que, bien sabía ya se encontraba durmiendo. Saludé al San Bernardo que, juguetón comenzó a olisquear mi vestuario, y caminé con su compañía hasta la puerta de mi casa. Sin embargo, me detuve al percatarme de que la puerta estaba entre abierta.
Miré al san Bernardo y luego la puerta. Era imposible que alguien entrase al recinto sin toparse con el animal que, aunque no hiciera daño alguno, su tamaño era de temer y dudar si entrar o no a la casa.
Empujé ligeramente la puerta. Esta emitió un chillido cuando la moví. Miré con precaución en su interior. Las luces estaban encendidas. Fruncí el ceño y entré sin más, creyendo que había sido un descuido mío al salir con prisa y no procurar dejar las luces apagadas y la puerta cerrada. Pero, grande fue mi sorpresa cuando vi a los dos sujetos que hace años no veía.
—____________ — Saludó la pelirroja cuando me vio entrar. Sus manos portaban un álbum de fotos que había guardado dentro de uno de los libreros que decoraban la habitación. —Tanto tiempo.
Vi a Steve Rogers sentado sobre una silla frente a la mesa. Su escudo reposaba sobre esta, brillando ante la luz que le proporcionaba la luz del living. Realizó un ligero ademán en modo de saludo.
—¿C-cómo han entrado? —Inquirí. —El san Bernardo...
—Es un buen perro. —Dijo Natasha, esbozando una sonrisa. —Ama que le hagan cariño...
Rodeé los ojos.
—No sé qué hacen aquí. —Espeté. — ¿Cómo me encontraron?
Steve miró a Romanoff. La pelirroja se encogió de hombros.
—Lo sabrá igual... —Le dijo la pelirroja.
—Te hemos estado monitoreando... —Confesó Rogers. Alcé mis cejas, sorprendida. —Eres una vengadora, ____________. Tarde o temprano llegaríamos a ti a pedirte ayuda. —Dijo el rubio, con voz cauta y suave. —Te necesitamos...
Negué rápidamente.
—No, no... Yo prometí no volver nunca más. —Les recordé. Natasha refunfuñó. —No quiero volver... Además, para qué me quieren, ¿si hasta el momento han salvado al mundo sin mi ayuda? —Cuestioné.
—Créeme que, si esto no fuese de importancia, no estaríamos aquí, pidiendo tu ayuda. —Espetó Natasha. Rogers la tomó del hombro y le dio una ligera palmadita, tratando de tranquilizarla. —____________, por una vez en tu vida, deja de lado tu orgullo y ayúdanos en esto. —Pidió. —No se trata de Bucky. Se trata del bien de la humanidad; de tu padre, de tu madre, de tus hermanos...colegas de trabajo.
Inhalé y exhalé con pesadez. La espía tenía razón. Muy en el fondo, sabía que lo tenía. Desde que discutí con Bucky rehuí todas las misiones que nos encomendaban juntos. Mi orgullo me impedía dirigirle la palabra. Ni si quiera una mirada podía darle. Me había dañado; me había destruido al decirme que él no proyectaba una vida junto a mía como yo lo hacía con él.
Pero, ciertamente ya habían pasado años desde lo sucedido. Cuatro exactamente. Cuatro años sin saber nada de él. Sólo de los vengadores. Únicamente noticias en la televisión sobre el triunfo realizado al salvar la tierra.
—Deja contarte lo que sucede. —Me propuso Rogers luego de unos minutos en silencio. —Luego, decides si nos ayudas o no.
El capitán me comentó el peligro que corría el planeta ante la amenaza de quien se hacía llamar Thanos. Me explicó lo de las gemas del infinito, y sobre un androide que Tony y Banner habían creado y, que era él quien portaba una de las gemas. Me contó sobre Wakanda y el rey encargado del reino quien, también era un personaje dentro del equipo. Finalmente, me dijo que Bucky se encontraba allí, en compañía de su novia. Luego de la supuesta guerra civil que se desató entre ellos, todo quien fue recluido en la Balza, vivió por un tiempo en Wakanda hasta encontrar un lugar seguro donde poder vivir sin temor a ser atrapados y encerrados nuevamente.
—Tony y yo ya no nos hablamos. —Reveló el rubio. Fruncí la comisura de mi labio. Tal parecía que la historia era realmente larga.
No necesité ninguna historia más para decidir lo que iba a hacer. Me dirigí hasta mi habitación para sacar una caja de madera que yacía guardada bajo mi cama. Dentro de esta, se encontraba mi traje de combate.
Suspiré al verlo nuevamente. Estaba lleno de historias, recuerdos, vivencias.
Me despedí del san Bernardo en cuanto salí de casa. Esta vez me aseguré de dejar todo ordenado. Escribí una carta a la anciana explicándole que me ausentaría por unos días. La dejé en la entrada de la puerta. Sabía que lo iba a ver durante la mañana cuando fuese a retirar las cartas en el buzón de correo.
El Quinjet estaba aparcado en un lugar estratégico, donde ningún transeúnte podía sospechar que, tras un taller de mecánica, entre la densidad de los arboles pertenecientes al área rural, se encontraba lo que nos llevaría, según Rogers, a Wakanda.
Dentro del transporte se encontraba un sujeto llamado Sam, una muchacha llamada Wanda, el androide de quien me habló Steve y Banner, quien ya lo conocía.
—Ella tiene tus mismos poderes. —Me dijo Rogers. — Pero no tiene la facultad de generar un escudo mental...
—Es una niña. —Murmuré.
—Tiene tu edad. —Se encogió de hombros. —Te agradará conocerla.
El quinjet aterrizó, finalmente, en Wakanda. Impresionada vi a mi alrededor cuando bajé. Había tropas preparándose para la guerra que venían en camino; personas preparando las armas que utilizarían las que, me llamaron la atención. No eran las que yo conocía. Una pistola o metralleta. Estas, eran avanzadas.
T'challa nos presentó las tropas que pelearían junto a nosotros. Bucky apareció entre ellos y se dirigió hasta donde nos encontrábamos nosotros.
—¿Cómo estás? — Le preguntó Rogers después de abrazarlo y dar palmaditas amistosas en la espalda del ex soldado.
—Nada mal para ser el fin del mundo. —Respondió el castaño. Su mirada se desvió, topándose con la mía. Mi cuerpo se remeció ligeramente. —______________. —Murmuró.
—Hola Bucky. —Sonreí.
—N-no creí volver a v-verte... —Tragó saliva. —Al menos no cuando el mundo pende de un hilo. —Sonrió.
Miró a Steve, quien, no dudó en alejarse junto a Romanoff y T'challa.
—La vida da muchas vueltas, Bucky. —Dije. —No creí volver. No estaba en mis planes...Pero aquí estoy, lista para combatir una vez más. ¿Tú estás listo?
—Tengo que estarlo. — Asintió ligeramente. Caminamos al interior del palacio, por el pasillo en dirección al laboratorio donde se encontraban todos. Bucky, durante los minutos que duró nuestro andar, permaneció en silencio. Ambos estábamos incómodos, la tensión se podía sentir entre los dos. Pero ninguno, se atrevió a decir palabra alguna hasta antes de entrar al laboratorio.
—Lo siento. —Le dije. Bucky me quedó mirando, extrañado. — Siento todo lo que sucedió entre nosotros. Ya sabes, las peleas, los desacuerdos, los diferentes proyectos de vida... —Me encogí de hombros. —Lo siento.
—_____________. No eres tú quien debe pedir perdón. —Murmuró. —Tú no hiciste nada. Fui yo quien terminó la relación, y te pido perdón por eso. —Suspiró. Permaneció unos minutos en silencio antes de hablar. —Me criogenizaron durante un buen tiempo, hasta que los científicos de Wakanda pudieran sacarme la decodificación que HYDRA implantó en mí. —Contó. Sonrió cabizbajo. —No sé cuánto tiempo estuve congelado exactamente, pero la intervención me ayudó a olvidar, con éxito, todo mi pasado; pero no logré olvidar el daño que te hice.
Contuve mis lágrimas con gran esfuerzo. Finalmente, para calmar mi pesar, sonreí. Ello me ayudó a aminorar las ganas de llorar y a ver todo desde una perspectiva positiva, pese a que el momento, daba a entender lo contrario.
—El pasado es pasado, Buck. —Le dije. —Ya no nos debemos lamentar por lo que sucedió y lo que no sucedió. Por algo suceden las cosas. —Y fue allí, al terminar mis palabras, que me di cuenta que aceptar la misión, fue lo mejor que pude haber hecho.
Me sentía libre.
—Supongo que ahora podremos comenzar de cero, ¿no? —Preguntó Bucky.
—Si vivimos, claro. —Reí. Bucky carcajeó. —¡Claro que podemos comenzar desde cero! ¿Por qué no?
Me acerqué a él y lo abracé. Fue un abrazo fraternal, colmado de afecto propio de una relación de amistad. Nunca creí que la amistad se pudiese dar entre dos personas después de que ambas habían compartido una historia de amor. Sin embargo, ésta se logró dar entre los dos.
—Amor... —Dijo alguien tras nosotros. Me separé rápidamente de Bucky y miré a la mujer que, curiosa observaba la escena. Bucky me presentó a la muchacha como su amiga. La mujer sonrió y saludó animosa, borrando todo rastro de escudriñamiento en su mirada. Era realmente hermosa, y tal parecía que los dos, eran dos almas destinadas a permanecer juntos en el tiempo.
Ambos entraron de la mano. Yo, me limité a observar y sonreí dichosa. Por ellos, y por mí. Pero más por mí.
Había logrado dar vuelta la página y perdonar a quien evité ver por tanto tiempo.
Nota: he subido una nueva historia y esta vez es con bb Evans <3. A quien le interese, se titula Coworker ;)
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