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Telescope

10.- Telescope


No importaba el tiempo que transcurriera durante la noche. Ella seguía allí, sentada en lo más alto de la torre Stark, con la vista al cielo, observando las estrellas en su máximo esplendor.

Me causaba curiosidad verla pues, muchas veces me cuestioné si era normal su forma de ser. Era bastante tranquila, no opinaba mucho en el equipo, acataba las ordenes de Rogers sin quejarse de nada. Sonreía muy rara vez. Algunas veces parecía que no estaba, pero, en realidad estaba allí, en medio de nosotros, sin hacer ningún ruido posible. Por un momento, pensé que solo era yo el que realmente la podía ver. Pero no era así. Al igual que yo, los demás vengadores, se hacían la misma pregunta.

Desde la ventana de mi habitación, la contemplaba durante horas. No me aburría. Al igual que ella observando las estrellas, yo podía estar contemplándola de igual forma.

Era dueña de unos hermosos ojos color avellana, que relucían con el brillo del sol. Sus mejillas eran blanca y pecosas. Labios gruesos de color carmín, y su cabello rojo, era lava ardiente. Era atractiva, demasiado. Y aquello no lo pude mantener en secreto por mucho tiempo. Rogers, mi confidente y mejor amigo, me hizo saber algunas cosas sobre ella.

-Tiene algunos problemas para socializar –Aclaró. –Desde pequeña sus padres no la aceptaron tal como es. Su poder, aterró a su familia sin querer. Desde ahí, la mantuvieron al margen del núcleo familiar. Hasta que cumplió la edad suficiente para poder irse y dejar una historia atrás. –Dijo Steve, con cierta pena en su tono de voz. Como si pudiese sentir el mal que vivió la joven.

Él era bastante comprensivo con la chica. De todos los integrantes, Steve era el que la incluía o, simplemente acompañaba algunos minutos sobre el techo de la torre, contemplando las estrellas al igual que ella.

-Quisiera acercarme –Confesé, avergonzado. Aquella situación me hacía ver como un adolescente enamorado, sin saber cómo confesarle mi amor a la chica que nublaba mis sentidos. – Pero no sé cómo hacerlo.

Steve soltó una risita. Posó su mano en mi hombro y sonriendo, me sugirió que no pensara demasiado sobre aquello. Que me acercara, me tumbara en el techo junto a ella y conversara lo que se me viniese a la mente.

-Estoy seguro que le agradarás. – Dijo Steve, alentándome a acercarme a la muchacha.

Esa noche, hurgueteé en las habitaciones que Tony había construido en su torre, con el fin de encontrar algo que a ella le gustase. Con decisión me acerqué hasta lo más alto de la torre Stark. Con un telescopio en mano y una sonrisa en mi rostro, ya imaginando su reacción al ver el instrumento que le facilitaría poder observar las estrellas y la luna mucho más de cerca.

Podía entender su fascinación al querer permanecer horas mirando el cielo. Allí, sobre el techo, todo era inexplicable. Las luces de la ciudad se hacían cada vez más pequeñas desde las alturas, mientras que, las luces que emitían las estrellas sobre el cielo, eran cada vez más brillantes. Al igual que la luna, redonda e inefable sobre nosotros.

Me acerqué a ella a paso firme. Observando su cuerpo atento a las constelaciones formadas sobre ella. Mis pisadas la alertaron de inmediato, por lo que no dudó en voltear y ponerse de pie de forma inmediata.

- ¿Bucky? –Frunció el ceño, confundida. – T-tú... ¿qué haces aquí? –Interrogó, seria.

-Necesitaba ver las estrellas –Me encogí de hombros, mintiendo claramente pues, mi objetivo era verla sólo a ella.

Lucía hermosa bajo la luz de la luna. Espléndidamente hermosa. Su cabello se movía suave tras la leve brisa que se sentía a nuestro alrededor, brillando en su color natural bajo la luz que nos otorgaba el sinfín de lucecitas sobre nosotros. Y, así mismo, su aroma a vainilla, llegaba a mi sentido del olfato, inundándome de sensaciones jamás experimentadas.

Sus labios, formaron una hermosa sonrisa que decoró su rostro, dejándome totalmente encantado. Me acerqué a ella sin miedo alguno y, haciéndole entrega del telescopio que había encontrado en una de las habitaciones, nos dispusimos a mirar ambos el cielo estrellado.

- ¿No te has preguntado si desde la luna, hay seres con el mismo interés que nosotros? –Preguntó, observando desde el telescopio. –Ya sabes, observándonos, pero con tecnología mucho más avanzada. –Soltó una risita.

-Jamás me había preguntado eso –Confesé. Y es que la luna hace tiempo atrás, no era de mi importancia. Jamás lo fue sino más bien desde el día en que la vi por primera vez sobre el techo. Ese día, el cielo me había llenado de curiosidad. Quería saber qué era lo que observaba exactamente. ¡Sí! las estrellas y la luna, pero, ¿y qué tal si tenía la capacidad de observar más allá de lo que yo podía observar?

-Pues, deberías pregúntatelo –Me dijo. –Mira, ven. No verás nada, pero si te lo imaginas, puedes ver pequeñas personas allí, saludándonos. –Y, tomando de mi mano, me invitó a ser partícipe de su imaginación.

Un leve cosquilleo se adueñó de mi cuerpo tras sentir su mano tomar la mía. Tan suave, tan cálida. Tan propio de ella. Me acerqué al telescopio. Observé por el ocular la luna que, esta vez, se mostraba mucho más grande, casi como si estuviese sobre mí. Retrocedí extrañado ante tal cambio. ______, me alentó a que siguiera viendo, y, grande fue mi sorpresa cuando en ella, sobre la luna, vi seres igual que nosotros observándonos con un telescopio.

Retrocedí asustado. ______, no hizo más que reír divertida.

-Debiste haberlos saludado –Rio.

-No puede ser, se supone que en la luna no hay habitantes. –Expliqué casi para mí, con el fin de convencerme de que aquello era imposible.

-Pues, es tu imaginación, bucky. Puedes ver lo que quieras. –Se encogió de hombro. –Yo solo te ayudé a verlo. Debiste saludarlos. Es de mala educación no responder un saludo. –Comentó.

Fruncí el ceño, confuso.

-No entiendo –Suspiré. – es imposible que haya visto personas allí. –Apunté la luna, esperando una explicación lógica. ______, sonrió.

-Tengo un don bastante peculiar. –Comenzó explicando. – Mírame a los ojos –Pidió. –Veas lo que veas, no te asustes, estoy contigo. – y dicho aquello, tomó de mis manos nuevamente, causando un golpe eléctrico que recorrió por todo mi cuerpo, aumentando los latidos de mi corazón.

La miré a los ojos, tal como ella pidió que lo hiciera. Eran realmente hermosos, dignos de contemplar. Sin embargo, poseedores de tal hermosura, nunca pensé que ellos, pertenecientes a un color único, mantuviesen un secreto oculto.

De un momento a otro, en cosas de segundos, había desaparecido del techo de la torre. El cielo oscuro fue remplazado por el cielo de un salón de bailes de color blanco inmaculado, adornado por una gran y elegante lámpara de lágrimas.

Frente a mí, estaba ella con un hermoso vestido color verde oscuro, resaltando su cabello rojizo y sus labios carmesí. Miré asombrado a mi alrededor por tal cambio de escena.

- ¿Estás conmigo? –Preguntó la muchacha, excitada. Sus ojos brillaban mucho más que antes. Asentí. –¡Genial! –celebró, aplaudiendo. –¡Estás conmigo! –Exclamó alegre. Tomó nuevamente mis manos, atreviéndose a acortar la distancia entre ambos. –¿Quisieras bailar conmigo? –Preguntó, un tanto cohibida. Sus mejillas no tardaron en teñirse de rojo, y aquello no hizo más que hacerla ver aún más encantadora. Y, ¿es que cómo me iba a negar a bailar con ella? Era todo lo que quería en ese momento. Ver la escena, y a ella vestida de tal forma, solo aumentaban mis deseos por no separarme nunca más de ella.

Asentí, apegando su cuerpo al mío. Sintiendo así, su corazón latir a la perfección. Su aroma inundó mis sentidos una vez más cuando me atreví a juntar mi rostro a su cabello, y ello sólo logró alterar todo proceso fisiológico en mí.

- ¿Ahora entiendes? –Dijo en un susurro. – Este es mi poder. Puedo hacer que las personas vean lo que yo quiera. –Explicó. –Eso hice contigo hace minutos atrás. ¿No es divertido? –Cuestionó entre risitas suaves. Giramos nuestros cuerpos al compás de la música que increíblemente se escuchaba de fondo. Música lenta de los cuarenta, si no me equivocaba. Ella, se movía como si fuese una profesional en el baile.

-Lo es –confesé, totalmente extasiado.

-Gracias por llevarme el telescopio, Bucky. – Agradeció en un susurro. – Gracias por bajar la luna para mí.

Nos quedamos en silencio por un rato. Yo, cohibido, no sabía qué decir. Pues, su belleza singular me dejaba totalmente sin habla. Presioné su cintura con cuidado. Temía que mi brazo no humano la pudiese lastimar. Pero ella, sin prestarle demasiada atención, seguía bailando y moviéndose junto a mí al ritmo de la melodía sin fin.

Entonces, me atreví a hacer lo que no quería hacer por miedo a su rechazo. Capté sus labios, arriesgándome a llevarme una bofetada de su parte. Me sorprendí al no recibir golpe alguno. Ante ello, ella me deleitó con sus besos suaves, cariñosos y expertos.

Entre risitas de su parte que, denotaban cierta vergüenza, me devolvió a la realidad. Seguíamos en el techo, en lo más alto de la torre y, la luna, seguía brillando para nosotros.

Esa noche, no hicimos más que contemplar el cielo en silencio e imaginar lo que pudiese haber más allá del cosmos. 

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