Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I believe you

64.- I believe you

Chillidos, órdenes, mi respiración, oscuridad. Era todo lo que sentía y podía ver. La soledad se convirtió en mi mejor amiga dentro de un lugar en donde lo único que importaba era sobrevivir para no morir a manos de quienes decían ser los protectores de nuestras vidas. La larga bata inmaculada los caracterizaba como los doctores; los vestidos largos y de la misma tonalidad caracterizaba a las mujeres como enfermeras. Ellas, eran las más crueles en cuanto a trato.

La oscuridad me envolvió durante años o quizás meses. No sabía con exactitud cuánto tiempo estuve encerrada en aquella habitación. Sin visitas, sin ninguna voz que me acompañará más que sólo la mía. Estaba atrapada y al parecer, nadie sabía que, en aquella habitación, alejada de todo, estaba yo, esperando el día en que la muerte, compasiva y benevolente, viniera por mí.

Un sonido estridente se apoderó de todo el recinto, ensordeciéndome. Me quejé, me levanté y golpeé la puerta de metal mientras gritaba improperios que, bien dejaban ver mi ser dominado por la cólera.

—Cuiden el perímetro... —Escuché entre mis gritos desesperados y el sonido de las alarmas del recinto. La voz desapareció en cuanto escuché pasos haciendo eco por el corredor fuera de mi habitación. Se situaron frente a la puerta; la sombra del individuo se proyectaba bajo el pequeño espacio que dejaba la distancia entre la puerta y el suelo. Retrocedí dos pasos, decidida a atacar al siguiente médico que viniese por mí.

Dolor, sufrimiento. Ambas palabras se repetían una y otra vez en conjunto con la sensación de sentir que infligía aquello hacia el exterior, específicamente hasta el sujeto que se encontraba frente a mí.

Un grito ahogado se escapó de la garganta del intruso. Sus rodillas se doblaron, obligándolo a caer al suelo. Se retorció, se quejó y gritó por ayuda. Sus ojos cerrados que, se encontraban cerrados, se abrieron, observando los míos por unos leves segundos. Confundida, le observé detenidamente; claramente no era un doctor. Estaba muy lejos de serlo. Era un sujeto vestido de negro, llevaba consigo un arma que no utilizó al verme de pie en medio de la habitación y, curiosamente, uno de sus brazos era de metal.

Curioso, pensé. Más no me detuve a pensar mucho en quién era él y qué era lo que estaba buscado.

—¡Barnes! —Exclamó la voz de una mujer que, rápidamente se hizo presente. Dirigí mi vista hacia a ella. Aulló de igual forma en cuanto vi sus intenciones.

—Somos los buenos. —Gritó el sujeto a quien herí primero.

—¿Los buenos? —Cuestioné escéptica.

—¡Si! ¡Somos los buenos! —Afirmó quien llevaba por nombre "Barnes". La pelirroja se seguía quejando, y lo siguió haciendo aun cuando dejé de mirarla y repetir las mismas palabras en mi mente que, tenían como fin, ocasionar daño. El hombre corrió a su rescate en cuanto el cuerpo de la mujer cayó al suelo. —Romanoff...

—Sólo llévala con Fury. —Espetó la mujer. El castaño asintió, se acercó a mí y me pidió salir de la habitación. Dudé, pero de igual forma caminé. Un sinfín de médicos y guardias yacían en el suelo, todos inconsciente y otros, muertos. Sonreí, regocijándonos entre los cadáveres. Todos los que algún día me hirieron, ya no existían.

Barnes me llevó a una especie de avión militar. Observé perpleja el lugar, analizando cada rincón. El castaño intercambió unas palabras con el piloto y de un momento a otro, el "avión" despegó hacia su destino.

No sabía hacia donde me llevaban exactamente, pero confié en que no me harían daño. Al menos me daba la impresión de que ellos no eran los enemigos. Aún seguía viva, y eso era una señal clara de que mi destino, iba a ser diferente a estar confinada entre cuatro paredes en plena oscuridad.

A lo lejos, luego de horas viajando, divisé una gran torre en medio de la ciudad. Aterrizamos en la azotea de ésta, donde una vez descendimos pude divisar a dos hombres esperarnos frente al trasporte militar. El castaño me tomó del brazo y me dirigió hacia a ellos. Les miré impasible. Uno de ellos me tendió la mano, sin obtener respuesta de mi parte.

—________ Foster, un gusto en conocerla. —Dijo uno de los hombres. Era moreno y llevaba un parche en su ojo izquierdo. El sujeto que lo acompañaba, sonrió de lado. Ambas manos estaban escondidas en los bolsillos de su pantalón.

—A sí que, ella es la niñita de la que tanto hablan. —dijo está vez el segundo. El moreno le fulminó con la mirada. —Si me permites decirlo ....

—No, no lo digas. —Le advirtió el moreno. —Tony...

—¿Es posible que esta hermosura haya causado tantos estragos? —Cuestionó. Fruncí el entrecejo, molesta.

—¿Qué hago aquí? —Espeté. —¿Quieres son ustedes?

—Barnes, llévala a la sala. —Le ordenó el moreno. Barnes, nuevamente, me sujetó del brazo y me hizo caminar. La torre era enorme y elegante. Poseía grandes ventanales que dejaban ver la ciudad en todo su esplendor; también había habitaciones por doquier. Algunas completamente aisladas de la curiosidad humana y otras en donde las ventanas me permitían ver lo que había dentro de estas. También había un ascensor, pinturas colgadas en las paredes del living y una voz extraña que, repentinamente resonó en todo el lugar. Barnes le contestó con un "no, gracias FRIDAY" y la voz le contestó con un "como diga sargento Barnes".

—¿Y esa voz? —Pregunté curiosa.

—Es FRIDAY. —Respondió, cortante.

—¿Eres un sargento? —Le pregunté. Pero él no respondió. —¿Es un brazo de metal? —Le volví a preguntar, aludiendo al brazo biónico que sujetaba mi brazo.

—Camina, por favor. —Se limitó a decir, no muy agradable.

Barnes empujó la puerta de vidrio de la sala a la que debía llevarme y me guio hasta el centro de ella. Me senté en una de las sillas una vez me pidió que esperara sin intentar escapar. El moreno llegó minutos después, con una carpeta entre sus manos y una sonrisa que a mí me pareció petulante.

—Señorita Foster. Mi nombre es Nick fury. —Se presentó. —Debe tener muchas preguntas. Se las contestaré a su debido tiempo.

—¿Qué rayos hago aquí? —Bramé.

—La hemos tomado prestada. —Contestó al mismo tiempo en el que me mostraba la carpeta. La abrió de par en par y la hojeó. —Así que eres altamente peligrosa, mentirosa y desequilibrada psíquicamente. —Leyó. Levantó levemente su vista y esbozó una sonrisa. Cerro la carpeta y la dejó a un lado. —Tu padre habló bastante mal de ti.

—Ese hombre no es mi papá. —Espeté, agria. —Nunca lo fue.

—Lo es, al menos, biológicamente sí. —Afirmó.

—Mató a mi hermana. —Mascullé entre dientes. —¿Acaso es normal que un padre haga eso? ¿Matar a su propio hijo? ¿Sangre de su sangre?

—Le quebraste un brazo. —Indicó, ignorando lo que le había dicho. Entrecerré los ojos y le miré amenazadora.

—¿Qué quiere de mí, uhm? ¿La verdad? Allí está toda la verdad. En esa jodida carpeta. —Señalé la ficha.

—Quiero la verdad, _________ foster. Y qué te disculpes con Barnes y Romanoff. —Dijo con voz severa, aludiendo a los dos sujetos que me sacaron del hospital psiquiátrico. —Pero primero, comenzaremos con la verdad.

La verdad, pensé y suspiré.

La verdad es que poco recordaba sobre aquella fecha. El fatídico día en el que mi propio padre mató a mi hermana en un arranque de irá descontrolarle. Recordaba mis manos sujetar una pistola en su dirección, justo en su entrecejo. Me acordaba de su expresión; la ira se acumulaba en su semblante. Su actuar colérico me alarmó, y más aún cuando alzó sus manos para poder quitarme el arma. Llena de terror, la solté y huí de su lado. Subí las escaleras y lloré cuando llegué a mi habitación. El cuerpo de mi hermana aún lo podía ver nítidamente si cerraba los ojos.

Podía recordar a mi padre golpear la puerta de mi cuarto. Un golpe tras otros; resonaban en lo más profundo de mi mete. Incluso en medio de la oscuridad de la habitación del hospital psiquiátrico. Durante las noches, podía sentir los golpes en la puerta y sus gritos iracundos.

Recordé su anatomía frente a mí en cuanto logró derribar la puerta de mi habitación. Sabía que ese iba a ser mi fin. Lo sabía, y temía la manera en la que me dañaría. Más, como última posibilidad, me enfoqué en su cuerpo, anhelando, de alguna manera, poder dañarle sin siquiera tocarle.

Cerré los ojos y mi padre chilló.

—Mató a mi hermana. —Le grité al moreno. —Le quise matar, lo deseé enormemente, ¿sabe? pero no pude.

—Pero le rompiste un brazo... —Repuso. —Sin siquiera tocarlo. ¿Cómo rayos lo hiciste, uhm? Me entusiasma poder saber el misterio que escondes. —Sonrió excitado. No respondí. —Me gustan las adivinanzas, y está, es una muy fácil.

—¿Qué quiere realmente? Ya sabe la verdad. —Me encogí de hombros. —Pensé en herirle y de un momento a otro ese hombre gritaba de dolor. Sólo lo pensé, y sucedió. Pasé años diciéndome a mí misma que yo no había hecho nada. Y es que nunca lo hice, nunca lo toqué.

—Es interesante. —Afirmó. —Tienes una habilidad, pudiste utilizarla contra esos guardias y doctores cuando iban a visitarte. Pudiste haber salido de allí sin ningún problema. Pero preferiste estar encerrada siete años en esa pocilga. ¿Por qué?

—Estoy sola. —Murmuré. —Mi madre murió, mi hermana fue asesinada. ¿Qué más podía hacer? Esa pocilga era lo único que tenía.

Fury suspiro. Asintió y se levantó del asiento.

—Necesito personas con tus habilidades. —Dijo. —Pero también necesito que te insertes en la sociedad. Cinco años encerrada, te hace semejante a un amigo mío que, pronto tendrás el honor de conocer. Claro que éste pasó casi 70 años siendo literalmente, un cubo de hielo. —Dijo y rio. Fruncí el ceño sin entender el sentido de sus palabras. Fury se acercó a la puerta de la sala y la abrió. Más, antes de salir giró sobre sus talones y me miró fijo con su único ojo. —Te ofrezco libertad a cambio de unirte a nosotros.

—¿Unirme a ustedes? ¿Acaso es una secta o algo por el estilo?

—Mejor que eso. —Aseguró. —Te ayudaremos a utilizar tu habilidad, obtendrás protección y lo que siempre has querido. Libertad. Y también amigos. Pero antes, debes disculparte con Barnes y Romanoff.

Y dicho aquello, se retiró de la sala, dejándome completamente sola. ¿Unirme a ellos? ¿Acaso era un sueño? Todo indicaba a que lo era. Pero era bastante real como para que todo fuese parte de mi mundo onírico. Todo era muy nítido y realista. Su voz, los gritos de quienes torturé, el aroma a tostadas que se desprendía de algún lugar de la torre. Todo era real. Estaba libre, fuera de la oscuridad que, misericordiosa, me acunó durante años.

Caminé fuera de la sala, siguiendo el aroma a café y tostadas. Éste me guio hacia los dos sujetos a quienes debía ver. Ambos me miraron fijamente. Suspiré, sin tener aún las palabras correctas con las cuales me disculparía.

—Perdón. —Murmuré. —Perdón por herirlos.

La pelirroja se levantó de su asiento y se acercó a mí a paso firme.

—No creas que por pedir perdón estás perdonada, niñita. —Gruñó entre dientes. Su mirada me examinó por unos segundos. Se alejó de mí y se fue. Miré a Barnes, éste observó la escena sin siquiera inmutarse.

—Supongo que opinas lo mismo que ella, ¿o no, sargento Barnes?

—No. —Respondió. —Y dime Bucky, por favor.

—Ok, Bucky. —Dije, enfatizando en su nombre. —Siento si te he hecho daño. No era mi intención. —Murmuré. Me acerqué a su lado y me senté en la silla que ocupó la mujer anteriormente. —Años socializando con los médicos, me hizo desconfiar de todos.

Barnes parecía entender mi situación. No vi ningún atisbo de hostilidad en él, era como si hubiese pasado por lo mismo. Había algo en él que lo hacía diferente a los demás. Un tipo de sufrimiento, de pasado oscuro que se asemejaba a la de mi alma atormentada.

—Te creo, __________ Foster. —Asintió el castaño. —Supongo que has aceptado unirte al equipo.

—Fury me prometió libertad. —Sonreí. —Siete años después, al fin puedo ser libre.

—Comprendo la situación. —Dijo y suspiró. —Bienvenida al equipo, _________ Foster.

Y fue allí cuando mis sospechas se comenzaban a aclarar. Él, tenía un pasado oscuro. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro