His Truth
38.- His Truth
El lienzo reposaba frente a mí, listo para plasmar una de mis obras. Tomé la paleta de colores y, con el pincel comencé a trazar las primeras líneas.
En mi mente yacía la imagen de quien quería retratar hace bastante tiempo atrás; un sujeto que, por cosas de la vida, lo conocí sin querer. Llevaba un pasado oscuro, uno del que no quería hacer mención. Era extraño y bastante misterioso, pero, pese a que sólo llevábamos cinco meses conociéndonos, yo sentía que ya nos habíamos conocido en algún momento. Quizás en alguna vida anterior, en otros tiempos y circunstancias.
El azul de sus ojos reflejaba la aflicción de su alma, pese a que él, como persona fría, tenía un semblante bastante serio e intimidante; sus ojos decían lo contrario. Indagué con preguntas simples, preguntas que, a simple vista parecían indefensas. Más para él no. Supo de inmediato que quería indagar en su vida y se molestó.
Se fue y no volvió más. Lo único que tenía en mente eran sus ojos y sonrisa decorada por una fina capa de barba.
Tracé el boceto de su rostro; sus ojos y labios, seguido de sus pómulos y cabello castaño hasta la altura de sus hombros. Dibujé su anatomía con la vestimenta que siempre le veía. Una polera roja y sobre ésta, una chaqueta café desgastada.
Sus manos. Y suspiré al recordarlas. Nunca se las había visto. Éstas iban cubiertas siempre por guantes. Al principio creí que era normal, pues estábamos presenciando los primeros días de invierno y, era normal utilizar guantes para entrar en calor. Sin embargo, él, jamás se los quitaba. En ningún momento.
Creí la posibilidad de que en sus manos hubiese heridas de las que él no quería que yo las viera. Le insistí que los retirara, pero él no quiso. Nunca quiso.
Tracé otra línea y dibujé sus manos envuelta en aquellas fundas protectoras. Lo extrañaba. Y él no sabía cuánto cariño albergaba en mi alma por él. Parecía estúpido, a decir verdad. Mis amigas comentaban que no era normal pensar tanto en un hombre que apenas había conocido. Y menos en alguien tan misterioso y extraño, como ellas lo veían a él. Pero, ciertamente, era su rareza la que me atraía. Su voz profunda y ojos tristones. Sus manos envueltas en guantes, su cabello castaño y algo desordenado. Él, siendo un total extraño, había logrado cautivarme. Y no sabía si aquello era lo normal. Lo que sí sabía, era que su presencia me hacía completamente feliz.
Suspiré y sonreí ligeramente tras ver los resultados de mi obra. Lo tenía frente a mí y, como si fuese arte de magia, pude también sentir su voz a lo lejos.
—¿Qué me has hecho, Bucky? —Murmuré para mí, sin quitarle los ojos al retrato. —¿Qué escondes? —Y volví a suspirar, dando por hecho que, aquel sujeto extraño pero admirable, jamás me diría lo que escondía en su alma.
Guardé las pinturas en sus respectivos lugares. Saqué mi delantal y lo aventé por ahí, sin percatarme a qué lugar llegó. Tomé el último sorbo del jugo que tenía sobre una mesita y me dispuse a abandonar el sótano. Fue cuando vi una figura sentada en una esquina, en plena oscuridad. Más logré ver sus ojos relucir en las penumbras. No me dio miedo, al contrario, me sentí dichosa por volver a sentir su presencia en mi hogar. Sonreí y me quedé de pie a unos metros de él. Su anatomía se elevó y de a poco se dejó ver.
—¿Cómo haces para ser tan silencioso? —Le pregunté. Parecía un felino en la oscuridad, intentando hacer el menor ruido posible. — ¿Y cómo entraste?
Bucky suspiró, abatido. Supe que algo iba mal con él.
—No es fácil decir esto, ___________. —Dijo. —Pero creo que debes saber la verdad. Mi verdad.
Tomó asiento sobre el sofá a su lado. Dio pequeñas palmaditas sobre la superficie, invitándome a sentarme. Lo hice, con cierto temor ramificándose por mi anatomía. Su misterio y la incertidumbre por saber qué le sucedía, me estremeció ligeramente.
—Me asustas. —Reí nerviosa. —¿Estás bien?
—___________, no soy el tipo que tú crees que soy. —Murmuró. —Ese sujeto tierno, incapaz de hacer daño alguno. S-soy peligroso.
—N-no te entiendo, Buck. —Musité confundida.
—Te diré mi verdad, _________. Pero necesito que me prometas algo. —Pidió, mirándome fijamente a los ojos. Asentí sin titubear. Quería saber su verdad, lo que escondía tras esos ojos melancólicos. —Prométeme que seguiremos siendo amigos. Prométemelo, __________. Pase lo que pase, necesito que estés conmigo. —Suspiró. —Eres la única en quien confío.
—Lo prometo, Bucky. —Dije y sonreí.
Bucky titubeó unos segundos antes de hacer lo que tenía en mente; sus manos se dirigieron hacia la cremallera de su chaqueta, bajándola y desprendiéndose de ella. Quedó con una polera que ceñía su abdomen. Era negra y se le veía bastante bien. Suspiré impaciente, sus movimientos eran lentos e indecisos.
Miró sus manos y suspiró angustiado.
—Bucky. —Le detuve. Su rostro mostraba la ansiedad dominar su anatomía y sentí pena por ello. Su secreto debía ser bastante profundo para él, algo que, seguramente no le dejaba dormir por las noches. No me podía imaginar lo que era, pero no quería que se sintiera presionado a confesármelo. —Sea lo que sea, sabes que tienes mi apoyo. —Le dije. —Sea lo que sea, Buck. Te querré igual.
Esbozó una media sonrisa y respiró profundo, un poco más sosegado. Tomó el guante de su mano izquierda y lo retiró. Con asombro vi lo que parecía ser una perfecta mano de metal. Se levantó del sofá y accedió a sacar su polera, dejando a la vista su tan oscuro secreto: Adherido a su hombro, un brazo de metal complementaba el resto de su anatomía. Le miré y fruncí el ceño un tanto confundida pero no aterrada. Era extraño ver aquello, jamás había visto tal prótesis y jamás creí que Bucky podría haber tenido un accidente de tal magnitud. Me levanté cauta y me acerqué a él.
Alcé mi mano y tomé la suya con delicadeza. Éste se estremeció al ver cómo mi mano acariciaba el metal de su miembro artificial. Obviamente no podía sentir el calor de mi mano, pero deduje que sí se lo podía imaginar.
—¿Qu-qué te pasó? —Murmuré sin quitar mi vista del brazo, recorriéndolo de arriba hacia abajo. —¿Y esa estrella? ¿Qué significa?
—Mi pasado. —Mencionó cabizbajo. —Mi presente y futuro. Es el recuerdo latente de lo que fui y soy, _________. —Me miró fijo a los ojos. —Un asesino.
—¿Asesino? —Abrí los ojos, atónita ante su confesión. —¿Asesino? —Volví a repetir. No podía creerlo. —Es broma, ¿no?
—No, no lo es.
—Me niego a creer que lo fuiste o que lo eres. —Espeté. —¡No es cierto! ¡Tú no eres un asesino!
—¡Si lo soy! —Exclamó frustrado. —Lo soy, ___________. Y aunque no lo creas, corres peligro conmigo. He matado gente con este brazo, centenares de ellos; adultos y niños. Es lo que me ordenaban, no había distinción, yo solo debía obedecer las reglas. —Su puño metálico se tensó y se cerró con fuerzas. —Esa estúpida estrella dibujada en mi brazo se encarga de recordarme los estragos que realicé hace años. Todas las noches sueño lo mismo y no sé cómo detener esto.
La estrella, pensé en mi fuero interno. Y como si tuviese la solución a su problema, tomé su mano y lo acerqué al mesón con todos los pinceles y pintura. Le acerqué una silla y le pedí que se sentara. Bucky vaciló por unos segundos, pero se sentó después de haberle pedido que confiara en mí. Me senté a su lado y preparé todo lo que tenía en mente.
—No sé si esto sirva, Bucky. Pero debo intentarlo. —Bucky me miró extrañado; tomé un pincel y lo unté en la paleta de colores. Comencé a deslizarlo por la estrella que aquejaba a mi visitante, trazando líneas que lograran borrar aquel mal recuerdo. —¿En serio asesinaste gente? —Inquirí desconfiada. Y es que me costaba trabajo creer que él había sido capaz de hacer aquello. Bucky asintió.
—Hace años atrás, cuando Hitler tomó el dominio en Alemania, se creó una organización llamada HYDRA. Querían dominar el mundo a como dé lugar. Obviamente yo no tenía planes de pertenecer a dicha organización... —Le miré con el ceño fruncido, más no dejé de trazar líneas en la estrella roja. —Pero el destino me forzó a hacerlo cuando caí al vacío mientras un tren iba en movimiento. Los de HYDRA me encontraron y me convirtieron en su marioneta; una maquina entrenada para matar. —Suspiró. Su vista permanecía fija en un punto específico de la habitación. No se molestaba en mirar a ninguna parte más, ni si quiera el pincel que pasaba por su brazo, dibujando sobre la estrella, borrándola de su lugar.
—Entonces, ¿lo que me quieres decir es que, tienes más de setenta años? —Interrogué, y su brazo metálico se movió levemente. Fue cuando sus ojos volvieron a mirarme y asintió avergonzado. — N-no sé qué d-decirte. Y-yo...
—No te ves asustada. —Murmuró.
—Estoy sorprendida, a decir verdad. —Tomé otro pincel y lo unté en el color negro. —Aunque no se note. Por dentro tengo miles de preguntar por hacerte. Pero quiero que las respondas después. No quiero hacerte sentir incómodo.
—Gracias. —Musitó. —A decir verdad, venía preparado para desaparecer de tu vida. Creí que tú no me ibas a querer ver más.
—Es difícil que salgas de mi vida, Bucky. —Le sonreí. —Eres parte de ella, y el único ser a quien le tengo confianza. Por alguna extraña razón, no puedo dejarte ir. Debería sentirme asustada y engañada. ¡Me acabas de confesar que eres un asesino y que tienes más de setenta años! —Exclamé y una risa nerviosa se me escapó. Sí, estaba nerviosa. Había sido mucha información en solo minutos. Pero ello no bastaba para aterrarme. Bucky no era un asesino para mí, era una persona en busca de paz mental, la que encontraba cada vez que llegaba a casa a visitarme.
—Pero eso no es suficiente. —Añadí. —Tendrías que hacer algo mayor para que te dejara ir de mi vida.
Bucky frunció el ceño.
—¿Y qué tendría que hacer para que me saques de tu vida?
—Irte sin avisar y no regresar más. —Me levanté del asiento y fui por un trapo para limpiar el resto de pintura sobre su brazo de metal. —Sólo así harás que te olvide y te deje ir, de otra forma, no podrás. —Bucky quedó en silencio, seguramente, analizando mis palabras y la convicción con la que las mencioné.
Le quería, y el hecho de que sea un ex asesino y tenga un brazo de metal, no hacía la diferencia. Creía en su bondad y capacidad de amar, y quería que lo hiciera conmigo. Que me amara como yo comenzaba a hacerlo con él.
La imagen de la estrella se había ido; el lugar del símbolo ahora lo ocupaba las líneas faltantes de un brazo de metal. Estaba restaurado, sin ninguna señal de haber pertenecido a una organización asesina.
—No durará mucho la pintura. —Fruncí la comisura de mis labios y arrugué la nariz también. Toqué la pintura, cerciorándome de que ésta se hubiera secado. —Pero, no tengo problemas en cubrir esa estrella. Si es que eso te hace sentir mejor.
Bucky sonrió y paso las yemas de sus dedos humanos por sobre la pintura nueva.
—Me encanta. —Afirmó. —Pero lo único que me hace sentir mejor, eres tú, ___________.
Sonreí tímida ante su confesión. Tomé los pinceles y los volví a guardar en sus respectivos lugares. Había sido una tarde extraña, pero ello no dejó de ser especial sabiendo que Bucky, después de tiempo se dignó a volver a mi hogar. No podía pedir más que su compañía; le quería, pese a su pasado oscuro. Le quería y no podía explicar bien a qué se debía tanto afecto. Era como si lo quisiera proteger, como si mi vida estuviera vinculada fuertemente con la vida de él.
Era un misterio y, esperaba que éste misterio se clarificara con el tiempo.
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