Decisions
58.- Decisions.
Natasha Romanoff junto a Wanda, observaban desde el umbral de mi habitación, el enorme y elegante vestido que llevaba puesto; blanco y muy hermoso, sin ninguna imperfección. Ambas sonrieron y yo les imité, feliz y totalmente ansiosa por comenzar un nuevo ciclo al lado de quien me hacía feliz.
—¿Estás segura de querer hacer esto? —Inquirió Romanoff, un tanto recelosa. Rodeé los ojos. Era la quinta vez que me preguntaba lo mismo, justo horas antes de mi boda con Bucky.
—Te lo volveré a decir. Estoy totalmente segura de querer ser la mujer de Bucky. —Y solté una risita colmada de dicha. —¿Por qué me preguntas tanto, uhm?
Ella se encogió de hombros.
—Hay que estar segura de dar este paso, __________. Quiero saber qué tan convencida estas de todo esto.
—Pues, estoy bastante convencida. ¿No se nota?
—Se nota. —Asintió la joven Maximoff encanta, haciendo brillar sus ojos. —Deberías bajar, la limusina ya está en camino.
Ambas tomaron mi vestido y me ayudaron a salir de la habitación. La limusina llegó a los minutos después con María Hill en su interior, justo en el asiento del copiloto. Se bajó y sonrió amplia.
—Te ves realmente hermosa. —Elogió la mujer. Tomó mi vestido y me ayudó a entrar al interior del auto. Maximoff y Romanoff, como pudieron y, con cuidado de no arrugar mi vestimenta, se sentaron junto a mí.
Estaba nerviosa, muy nerviosa. Cuando creí que jamás me casaría con el hombre indicado, justo lleva James y cambia mi percepción acerca de morir sola y con un centenar de gatos como compañía. No era una mujer a la que se le dieran las relaciones sentimentales; había tenido algunas, pero nunca duraban más de dos años. Por lo general, era yo quien terminaba la relación al ver que todo ya se había convertido en algo monótono y sin sentido. Necesitaba acción, aventura, algo que me hiciera sentir viva y ello. Bucky me lo dio. Él, cada día se encargaba de que fuese uno totalmente diferente al anterior.
Sonreí, enternecida al recordar el día en el que nos conocimos. Si bien era un sujeto bastante serio al principio, con el tiempo, pude conocerlo mejor y darme cuenta que era un ser humano bastante cautivador. Detrás de su fachada de un hombre sufrido y gruñón, se escondía un ser tierno y caballero, algo propio de los nacidos en la época de los cuarenta.
Era feliz, sin duda alguna, y podía decir lo mismo por Bucky.
Cuando llegamos a la iglesia, vi a casi todos nuestros amigos en común fuera de ésta. Entraron de inmediato al interior del recinto sacro cuando vieron que se aproximaba el automóvil; me bajé de la limusina y caminé del brazo con Thor. Era extraño ver a un ser de otro mundo siendo partícipe de la ceremonia terrestre, pero él, siendo uno de mis mejores amigos, casi como un hermano, se ofreció a entregarme oficialmente a Bucky.
Miré al interior, curiosa por encontrar a Bucky en el altar, pero no estaba. Fruncí el entrecejo y miré a Thor con una sonrisa incómoda en mi rostro.
—¿Y Bucky? —Susurré. El rubio sonrió.
—Viene en camino. —Anunció. —De hecho, viene un poco atrasado, dijo que entraras y lo esperaras tranquila.
—Es extraño. —Murmuré.
—¿El qué?
—Entrar y no encontrar al novio, como debería ser.
—¿No es normal hacer eso? —Inquirió el asgardiano.
—Pues, no. En realidad, no sé, en las películas siempre está el hombre esperando a la mujer... —Murmuré. Thor me dio una sonrisa afable y dijo:
—Descuida, ____________. El llegará. —Esbozó una sonrisa afable.
Fueron diez minutos en los que aguanté no morderme las uñas; los nervios me jugaban en contra. Imaginé un sinfín de situaciones por las que Bucky se podría arrepentir a última hora. Quizás lo pensó durante la noche, y decidió no dar el paso por temor a fracasar. Me lo había mencionado un par de veces, se sentía inseguro de poder mantener una familia sin hacer daño alguno. Yo lo trataba de calmar, explicándole que no me importaba su pasado, podía ayudarlo, tal como lo hice durante los años que llevábamos manteniendo la relación.
Suspiré abatida. No, él vendrá, y dirá acepto cuando se le pidiera su consentimiento. Pensé.
Las puertas de la iglesia se abrieron, captando la atención de los presentes. Alcé la mirada y mis ojos ardieron queriendo derramar lágrimas. Bajé algunos escalones para poder recibir a Bucky. Sonreí, apunto de mencionar su nombre para darle la bienvenida, pero mis palabras quedaron estancadas cuando vi a Steve en su lugar.
Se acercó a mí con una expresión que dictaba cierta pena. Negó ligeramente con la cabeza y agachó la mirada. Fue entonces, cuando el capitán me hizo entrega de una nota, que comencé a llorar, ya sabiendo de lo que se trataba la carta.
Miré al rubio, curiosa. Luego la carta, y una punzada se alojó en mi pecho, haciéndome gemir entre dientes.
—Qué dice. —Murmuré.
—No lo sé. —Respondió Rogers.
—¿Te dijo algo cuando te la entregó?
Steve suspiró. A nuestro alrededor, todos nos observaban en silencio.
—Que no tenía otra opción. —Dijo. Gemí en silencio, sujetando la nota entre mis manos temblorosas.
La miré por unos segundos antes de abrirla.
"____________, cariño. Sé que te prometí una vida juntos; llena de amor y aventuras. Hijos, y nietos. Prometí hacerte la mujer más feliz del mundo, y lo quería hacer. Créeme, ello era todo lo que quería hacer por ti, pero, creo que hablé de más cuando acepté ser tu esposo.
Me vi en mi habitación y pensé en el peligro que iba a ser si dormías a mi lado. El sujeto del que te enamoraste se podría convertir en el asesino que tú ayudaste a buscar años atrás. No quiero eso para nuestros futuros hijos. No quiero ser un problema del cual, te podrías arrepentir.
Sé que me amas tanto como yo lo hago contigo. Pero creo, sinceramente, que dar este paso tan importante en nuestras vidas, requiere de más tiempo para pensarlo.
Espero me perdones, aunque sé que no merezco tu perdón después de haberte dejado sola en el altar.
Realmente lo siento mucho.
Bucky J.
Respiré profundo. Miré a los invitados y sonreí como pude.
Cuando creí encontrar el amor eterno en Bucky, éste, decidía en base a sus miedos, dejarme plantada en el altar.
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