Besos con sabor a ron
62.- Besos con sabor a ron
La cafetería comenzaba a llenarse de clientela a medida que pasaba el tiempo; el reloj marcaba las 16.30 y me sorprendí que las personas llegaran a esa hora por algo de café. Por lo general, éstos llegaban durante la tarde, después de salir del trabajo. Nunca llegaban antes, y menos un día miércoles. Me llenó de curiosidad, pero ello no me incumbía. Era una cliente más entre los miles que se presentaban con el único fin de poder obtener un café de granos recién salido de la máquina moledora.
Mi vista viajó de un lado a otro, observando a quien encontrara primero. Una pareja de ancianos degustaba lo que el local les ofrecía. Tal parecía que la mujer se servía un Latte y el hombre un café normal. Ambos sonreían, y ante ello, yo me pregunté si podría, algún día, vivir esa experiencia con Bucky.
Difícil, pensé. Considerando que Bucky tenía cien años y lucía como un hombre de treinta y cinco: gallardo y atractivo. Me apenaba saber que en años yo sería quien luciría arrugas por toda mi piel y él, seguiría estando igual; Yo me enfermaría y él seguiría teniendo la musculatura y vitalidad de un joven. Tenía claro lo que conllevaba tener de novio al ex soldado del invierno, pero nunca le había tomado el peso seriamente. No hasta que había visto a la pareja de ancianos, disfrutando de la compañía mutua, viviendo la vejez junto al ser que amaban.
Mi atención se vio interrumpida cuando vi que Wanda se sentaba frente a mí con un Capuccino en mano.
—La fila... —Indicó tras de mí. —Es interminablemente lenta. —Se quejó. Dirigió el vaso que portaba en su mano derecha hacia su boca y dio un sorbo del contenido. Sonrió gustosa. —Romanoff te envía saludos. Quiso asistir, pero le surgió una misión de último momento.
—A Viena, ¿no?
—Exacto. —Afirmó la sokoviana. — Se ha reportado la utilización de armas no identificadas para SHIELD. La misión era si o si para Romanoff. —Rio la muchacha. Tomó otro sorbo de su café y yo hice lo mismo.
Las reuniones que tenía con ambas mujeres se realizaban cada cierto tiempo, cuando todas tuviésemos un día disponible. El local se había vuelto nuestro lugar favorito para realizar nuestras reuniones; era tranquilo, acogedor y quienes atendían eran muy amables. Una recomendación del capitán Rogers, quien cada vez que podía, recurría a degustar un café, dando fe de que eran los mejores que podría haber en New York.
Y no dudábamos de ello.
—Te extraño, ___________. —Dijo la muchacha, con cierta nostalgia en su tono de voz. Sonreí enternecida. —¿Volverás algún día a ser parte del equipo? Me gustaría que volvieras...
—Quizás. —Me encogí de hombros. —A decir verdad, no he pensado en mi regreso aún. —Reí. —Mi vida como ciudadana normal ha sido magnífica. Incluso hemos hablado con Bucky, y ambos creemos que es hora de comenzar a formar una familia.
—Hablan de...
—Tener hijos. —Afirmé. Wanda soltó un gritito y aplaudió como emoción, tal como lo hacía una niña pequeña al estar feliz. —No sé si quiera volver, Wanda. Quiero sentir que mi vida no peligra, al menos por un tiempo.
Wanda comprendió. Ella sabía que mi última misión no había sido una de las mejores. Cuando creí que todo iba a salir bien, una explosión fue lo que, en segundos, logró cambiar mi perspectiva, pese a que, al momento de ver la llamarada, no tenía ni si quiera la certeza de que fuese a vivir. Pero sólo bastaron segundos para darme cuenta que esa, no era la vida que quería vivir durante el resto de mi vida. Afortunadamente logré escapar de la explosión gracias a Pietro. Él, de alguna forma, me dio la oportunidad de elegir mi futuro desde ese día.
Obviamente, no desaproveché la oportunidad. Renuncié al día siguiente, y Bucky estuvo de acuerdo con mi decisión, comentándome que él, también estaba pensando en renunciar y realizar una vida tranquila a mi lado. Pero aún no lo hacía. Más lo comprendía; él aún creía tener que remediar todo el daño que había hecho años atrás, cuando era nombrado soldado del invierno.
La reunión con Wanda terminó cuando nos percatamos de que éramos las únicas en el local, riendo y hablando sobre diversos temas.
Prometimos volver a juntarnos.
Llegar a mi hogar me tomó un par de minutos. Cuando estaba frente a la puerta, ésta se abrió antes de que yo introdujera la llave a la cerradura. Bucky se asomó y rápidamente se abalanzó contra mí para tapar mis ojos con sus manos. Reí, divertida, pero curiosa por su actitud.
—Amor... —Me quejé entre risitas. —¿Qué sucede? ¿Qué has hecho?
—Nada malo. —Aseguró el castaño. — Sigue mis pasos, muñeca.
Caminó con lentitud, esperando que yo siguiera sus pasos. Tomé sus manos, con temor a tropezar. Estaba nerviosa, y muy expectante por saber qué era lo que había hecho para que me privara ver cosa alguna. Caminamos poco, a decir verdad. Cuando quitó sus manos de mi vista, pude percibir que el pasillo que conducía hasta el patio trasero de nuestro hogar, se encontraba repleto de pétalos de flores, los cuales, formaban un camino que me indicaba la dirección que debía seguir.
Miré a Bucky, divertida. Caminamos juntos hasta la puerta corrediza del patio. Fuera, una mesa sólo para dos personas nos esperaba. Estaba perfectamente decorada por un mantel rojo, servicios y un par de copas con vino en su interior. En medio, había un pequeño jarrón con una rosa roja.
—¿Olvidé nuestro aniversario? —Pregunté, asustada.
—No. —Carcajeó Bucky. —Es simplemente una sorpresa que quería darte. ¿Te ha gustado?
—Me encanta. —Exclamé. —Pero aún no sé a qué se debe.
—Ya verás. Ven, toma asiento.
Me dirigí hasta le mesa y me senté en una de las sillas. Bucky se sentó frente a mí y me tendió una caja con chocolates en su interior. Tomé uno y sonreí. Ambos nos comimos nuestros chocolates al mismo tiempo. Arrugué la nariz al sentir el sabor del ron invadir mi paladar, más asentí en aprobación. El sabor era exquisito y se incrementó aún más cuando él decidió besar mis labios.
—Estos besos con sabor a ron serán mis favoritos. —Reí.
Tomamos un poco de vino y nos servimos algo de comer. Sin embargo, noté que Bucky estaba incómodo. Trataba de disimularlo con sonrisas y besos que, lograron distraerme por un momento. Más, no lo logró completamente.
—He renunciado a SHIELD. —Me dijo como respuesta a mi pregunta. Mis cejas se alzaron por si solas, impresionada.
—¿Lo has hecho? —Bucky asintió.
—Esta mañana hablé con Fury. ___________, cariño, quiero vivir tranquilo a tu lado. No quiero ir a las misiones y creer que será la última vez que te veré. Te amo, quiero que nos mudemos a un campo, que hagamos nuestras vidas, que tengamos hijos, los criemos como padres normales, que los mimemos, que podamos salir con ellos sin temer a que alguien nos acecha. Yo... simplemente quiero lo mejor para nosotros. Para nuestra familia.
Parpadeé, perpleja.
—¿Te refieres a envejecer juntos? —Pregunté. —¿En un campo, con nuestros hijos? —Bucky asintió entusiasmado, haciendo brillar sus ojos azules, quizás, imaginándose nuestras vidas en ese contexto.
Comencé a llorar y no sabía por qué. Bucky se acercó a mi lado y me abrazó con cuidado; besaba mi rostro y labios con la intención de apaciguar mi llanto.
—Cariño... —Musitó, mirándome a los ojos, tratando de buscar la explicación a mi llanto. —¿Estás bien? —Negué. —¿Dije algo malo? ¿No te gustó la idea? —Cuestionó algo alarmado. Volví a negar.
—Me gusta, Buck. —Le dije mientras secaba mis lágrimas. —Me encanta, a decir verdad. Pero, hablas de envejecer juntos y quien envejecerá aquí seré yo, Buck. —Y volví a llorar con desconsuelo ante mi pesar de ser yo quien viviría la vejez y no él junto a mí. —Me verás arrugada, y sin fuerzas, te aburrirás de mí. Nadie quiere tener a alguien enfermo y postrado en cama...
—Amor... —Suspiró Bucky con pesadez.
—¡Es la verdad! —Chillé. —Y no me digas que no, porque sé que será así.
—Y si te digo que no será así, ¿uhm? —Cuestionó. Negué, empecinada ante la idea de que él se aburriría de mí. Bucky tomó mi rostro entre sus manos y me acercó a él para depositar un beso tierno en mis labios. —Te seguiré amando hasta que los ríos se sequen, hasta que el sol no brille...
Comencé a reír, divertida
—Hasta que los poetas no hagan rimas... —Prosiguió. —Hasta que las montañas se desmoronen, hasta el fin de los tiempos, _____________. — Ambos sonreímos. —En otras palabras, hasta la eternidad.
Ambos reímos y nos volvimos a besar. Bucky me volvió a ofrecer de los chocolates que me dio anteriormente. Degusté uno más, y de paso, un nuevo beso que Bucky me dio con tanta pasión y ternura.
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