Be Free III
48.- Be Free III
En mis sueños, siempre, pero siempre, aparecía un hombre; uno del cual no tenía conocimiento alguno. Cabello castaño, mirada fría, pero ojos tristones que clamaban piedad. Tenía entendido que estos sueños se presentaban con personas conocidas o, en algunos casos no hacía falta conocerlas totalmente, con tan solo verlas, éstas quedaban grabadas en nuestras retinas, se instalaban en el inconsciente y más tarde se representaría como un sueño, una película mental.
Pero yo estaba segura que, al hombre de mis sueños, jamás lo había visto.
Un ruido estruendoso me hizo saltar de la cama y poner mi anatomía en posición de ataque. Mi corazón galopaba con fuerzas, casi traspasando mi pecho. Incluso me dolía su palpitar, y me desesperaba no poder tener control de mis reacciones fisiológicas en cuanto a amenazas se trataba.
Reacción innata de mi amígdala. Pensé en el área de mi cerebro el cual, me mantuvo por bastante tiempo alerta ante cualquier sonido que fuese altamente peligroso para mí. Muchas veces resultaban ser ruidos provenientes del exterior, autos, el ladrido de un perro, risas de personas a media noche. Todo, absolutamente todo, lo asociaba a peligro.
Caminé, lo más silenciosa posible, hasta la puerta del pequeño departamento que arrendaba. Tuve miedo al acercarme a la madera. Posé con cuidado mi oído, y brinqué al escuchar nuevamente el toqueteo claro de un puño contra la puerta.
Dos, tres, cuatro. El sujeto tras la puerta parecía no rendirse. Al parecer, él tenía claro que, tras el objeto de madera, estaba yo.
—Deberíamos derrumbar la puerta. —Escuché que decían en murmullo. — ¿Segura que vive aquí?
—¡Si! —Exclamó la voz de una mujer, muy conocida para mí. Era la dueña de la casa. —Ayer la vi entrar. Había hecho sus compras diarias. Me saludó como siempre y de ahí, no la he visto más.
—¿Tiene la copia de la llave? —Preguntó esta vez la voz de otro hombre. Dos hombres, pensé. No sería difícil derribarlos, me dije con optimismo.
Me erguí sobre mis talones al escuchar que derribarían la puerta, claro, con la autorización de la dueña quien, al principio no se había mostrado muy convincente. Pero asumí que lo hacía por mi bien, como siempre me decía cada vez que me llamaba a media noche para saber si había llegado a casa o no.
Tomé el pomo de la puerta y la abrí.
—Señora Jones... —Saludé, y fingí sorpresa al ver a los dos hombres que la acompañaban. Ambos eran altos, me sobre pasaban en altura, al igual que a la señora Jones; uno era rubio y el otro castaño. Les escaneé de arriba hacia abajo, y alcé una de mis cejas al no saber quiénes podrían ser.
—¿Estabas durmiendo? —Inquirió la mujer. —¡Si! ¡lo estabas haciendo! yo les dije que vinieran en otro momento. Tu trabajo ha de agotarte mucho. —Ambos hombres le miraban inexpresivos. —¿Has comido? ¿Tienes comida? Tienes que alimentarte, niña. Estás muy delgada... —Me regañó con somera molestia utilizada en su tono de voz.
Sonreí nostálgica. Aquella mujer, su preocupación, me recordaba bastante a mi madre.
—Tengo comida, señora Jones. —Reí. —Y comeré en cuanto sepa quiénes son ellos dos. Porque asumo que es a mí a quien buscan, ¿o no? — Interrogué. La señora Jones asintió cortamente.
Les invité a pasar a mi hogar. Ambos observaban curiosos mi lugar de cobijo. Intercambiaron miradas y pude notar que, el castaño asintió ligeramente.
—__________ Petrov. —Dijo el rubio, y sonrió. —Veo que no me recuerdas...
Fruncí el ceño, confundida.
—No podría. —Reí. —No te conozco. —Afirmé. —Pero, al parecer tú a mí si...
—Nos vimos hace dos años atrás, más o menos. En una fiesta...
Volví a fruncir la frente e indagando entre el baúl de recuerdos una fiesta en donde él estuviese. Estaba segura que un rostro tan terso y atractivo jamás se me habrían ido de la memoria. Pero, lamentablemente no encontré ningún registro de él en mi mente.
Miré a su acompañante, éste estaba en silencio, seguía observando cada rincón de mi hogar. Hasta que volvió su mirada hacia a mí, y pude ver sus ojos. Azules como el océano, mismos colores, misma profundidad. Eran más profundos que los de su acompañante, y mucho más triste. Pude inferir, con tan solo ver sus ojos, que él llevaba en su interior un pasado a mi parecer, bastante trágico.
—¿No me recuerdas? —Me preguntó el sujeto de ojos melancólicamente azules.
—¿Debería? —Fruncí mis labios. —Lo siento, pero no me acuerdo de ti, ni de él. —Indiqué al rubio. Éste, miró a su compañero, un tanto apenado.
—Pero... —Se detuvo de emitir palabra cuando su acompañante le golpeó con disimulo un codazo suave en sus costillas. —Tiene que saberlo... —Masculló entre dientes. Parecía desesperado por querer ser recordado.
—Buck, no creo que sea buena idea que se entere de todo. No de ésta forma... —Le dijo el rubio.
Lancé un suspiro ruidoso, haciéndome presente entre el pequeño intercambio de palabras que tenían ambos.
—¿Enterarme de qué? —Indagué con una ceja en alto. —Da lo mismo, no los conozco. Nunca los he visto, al parecer se equivocaron de muchacha. —Reí nerviosa. —De todas formas, quizás están buscando a la chica del piso de arriba. Ella, tiene un parecido a mí. Al menos eso dicen, cosa que no lo creo así. —Volví a reír. —Tengo cosas que hacer...
—¡Pero _________! —Exclamó el castaño, acercándose a mí tan repentinamente, que me obligó a retroceder un paso y a presionar mis puños ante cualquier ataque o movimiento sospechoso. El sujeto, me miró extrañado, observando mis manos y anatomía en posición. —N-no te quiero hacer daño...
—__________. —Dijo el rubio. —Tranquila, estamos aquí por un propósito. —Suspiró. — Tranquila...
—Estoy tranquila. —Respondí, tratando de no parecer alterada. —Totalmente tranquila...
—__________, soy Bucky. —Musitó el castaño, mirándome directamente a los ojos. — ¿N-no me recuerdas? —Volvió a preguntar y yo, volví a negar en respuesta. —Me salvaste hace dos años...
—¿Que yo hice qué? —Exclamé sorprendida. —Imposible, yo no me dedico a salvar personas. Y menos si no las conozco...
—Lo hiciste. —Afirmó el rubio. —Gracias a ti, pudimos desmantelar algunos asuntos pendientes. —Dijo. Luego suspiró, al parecer bastante abrumado. —Al parecer te han lavado el cerebro... —Dijo, y me miró fijamente. — Soy Steve Rogers, y éste es Bucky Barnes.... —Y volvió a mirarme, esperando que, con aquellos datos, yo recordara algo de ellos.
—Lo siento, pero sus nombres no me suenan. —Volví a insistir. —Lo siento, de verdad lo siento, pero no me interesa saber quiénes son. Ahora... —Tomé a los dos sujetos de sus brazos. —Necesito que se retiren de mi hogar. Antes de que... sólo necesito que se vayan, ¿sí? Por el bien de ambos.
Fue allí cuando el castaño, con rapidez, se zafó de mi agarré; tomó de mis brazos y me pegó contra la pared a mi lado. Mi espalda chocó contra el frio y duro material de mármol, retumbando el impacto en mi interior, a través de mi espina dorsal.
—¡Tienes que recordarme, _________! —Gruñó. —¡Pasé dos años buscándote, no puedes no recordarme!
—¡Pues no lo hago! —Grité. —¡Porque es obvio, no te conozco, idiota!
El castaño gruñó, y el rubio le tomó por los hombros para poder sosegarlo. Pero tal parecía que no quería dar su brazo a torcer. Él, quería que lo recordara a como dé lugar. Y yo, lo único que quería, era que se fuesen de casa.
—Mírame a los ojos, __________. —Me dijo Bucky. —Mírame y dime que no me recuerdas. —Pidió, esta vez con voz calma. —Pero, debes hacerlo. Debes recordar lo que sucedió. Me salvaste de tu padre, de HYDRA. Me devolviste al mundo moderno. —Lanzó un suspiro cargado de aflicción. —Vine con un propósito y ese es darte la libertad y agradecerte por lo que hiciste. —Murmuró.
Fruncí el entrecejo, bastante conmocionada por sus palabras, pero también molesta por que, pese a que él tratara de persuadirme, yo no podía recordar quienes eran. Pensé en que a lo mejor era un broma. Pero la voz del sujeto y la mirada del rubio a su lado, parecían bastante reales como para que fuese un simple show.
Le miré directamente a los ojos, y entre abrí la boca para darle a entender que no le recordaba. Que en mi memoria no existía su rostro, ni tampoco sus ojos, ni su voz, ni nada proveniente de él. Pero, algo extraño sucedió cuando pasaron apenas segundo después de haberme sumido al océano de ambas canicas azuladas. Algo, totalmente fuera de serie, y poco creíble. Algo que, sólo ocurría en las películas y no en la vida real, o, al menos eso creía.
Cuando miré sus ojos, tristes y llenos de desesperación, un remezón se hizo presente en mi anatomía. Un escalofrío que recorrió a lo largo de mi espina dorsal, ramificándose por mis extremidades y, por consiguiente, alterando mis órganos internos, por, sobre todo, mi corazón.
Éste galopó rápido y sin intenciones de detenerse. La mirada del sujeto penetró en la mía y fue como si una cinta de cine pasara frente a mis ojos, dándole el sentido a lo único que en mi vida no lo tenía. El sueño que en mi mente se albergaba, el que se representaba desde hace dos años y, del cual, no había logrado poder extirparlo de mi psiquis.
Fue perturbador saber que él perteneció a alguna parte de mi vida, y que el rubio, cumplía la misma función. La fiesta. La fiesta se presentó y con ello también, personas que, si los hubiese visto en ese mismo momento, no las hubiese reconocido.
Lancé un gemido cuando vi a mi padre, luego un edificio y finalmente a quien pedía que lo recordara. Fruncí el ceño, pues aquella escena fue demasiado rápida, más no la que me recordó estar encerrada en una celda y a mi padre regañándome.
Luces y la sensación de un cuerpo electrificado. Era lo que sentía en aquel momento y perduró hasta que las imágenes se disiparon en mi retina, volviéndose ahora, un recuerdo latente, fresco y perturbador.
Mis piernas se convirtieron en hilos, tambalearon para luego tirarme al suelo. Mis ojos ardían, y el aire en mi pecho, se acumuló sin poder salir de allí. Sentía que mis pulmones explotarían en cualquier momento si no lograba respirar. Hasta que, lo inesperado sucedió. Todo se redujo a oscuridad y yo, me vi sumida en ella; en un agujero sin fin, inmersa en mi propia mente, con nuevos recuerdos y pensamientos que afloraban uno tras otros.
Todo tenía sentido. Absolutamente todo.
Una luz blanca, inmaculada y brillante me cegó por completo. Escuché murmullos a lo lejos. Me sentía como si estuviese sumergida bajo el agua pues, las voces se sentían lejanas, apagadas y sin ritmo alguno.
—¿___________? —Una voz apagada se hizo presente. Adormilada, giré mi vista, encontrándome con un hombre a mi lado, usaba anteojos y se percibía un tanto nervioso. —¿Me escuchas? —Asentí. El sujeto esbozó una sonrisa y lanzó una ligera mirada hacia un punto de la habitación. —¿Recuerdas tu nombre? —Volvió a preguntar. —¿Me lo puedes decir?
—__________ P-petrov. —Musité, esforzando a mis pulmones a tomar el suficiente aire para poder responder. Él, volvió a sonreír.
—¿Recuerdas algo más? —Inquirió. —¿Recuerdas lo que te sucedió?
Al hacer esa pregunta, en mi memoria se alojaron más imágenes, como ráfagas de viento inundar cada fibra de mi cerebro. Mis ojos se llenaron de lágrimas y el sujeto cambió su mirada a una de preocupación.
—Lo recuerdo todo. —Murmuré. —Absolutamente todo.
Suspiré, abatida por tanta imagen inundar mi mente.
—Soy Bruce Banner. —Se presentó. —Y, hay alguien que quiere verte, ____________. —Anunció el hombre con voz apagada y un tanto temblorosa. Hizo una seña con sus manos y se retiró del lugar de inmediato.
Entonces lo vi. Después de tanto tiempo, él estaba allí, de pie junto a mí, con una media sonrisa y ojos azules bastante expresivos. A través de ellos pude deducir que había conseguido al fin su felicidad y libertad.
—B-bucky... —Musité, nuevamente con ganas de llorar. —Al fin nos reencontramos. —Reí.
—Creí que no me ibas a recordar. —Dijo y curvó sus labios en una sonrisa afable. —Ha pasado mucho tiempo... ¿R-recuerdas lo que sucedió? —Preguntó con precaución. El tono de voz utilizado fue suave, denotando ser cauto.
Asentí cortamente. Tragué saliva y con valentía, me digné a narrar lo que quería olvidar para siempre.
—Te ayudé a ser libre, lo recuerdo perfectamente. Recuerdo el libro rojo, recuerdo leerlo y te recuerdo a ti, siendo el sujeto que querían provocar. —Respiré profundo. Nuevas imágenes se me venían a la mente. —Mi padre me encerró después de liberarte... —Noté el ceño de Bucky fruncirse, quizás confuso o molesto. Bien no supe qué era lo que sentía en aquel momento. —Fui desleal, y por ello pagué de la peor manera.
—Te quitaron la memoria. —Dedujo él. Asentí en respuesta. —En menos de un año terminaron con los que estaban trabajando junto a tu padre, ___________. Pero nunca supimos de él...
—Tampoco yo. —Musité. —Se fue de mi vida cuando logró borrarte de mi memoria, Bucky. Me abandonó. ¿Qué clase de padre abandona a su hija? —Cuestioné en cierto modo, para mí misma. —Él daba todo por mí. Sin embargo, se fue...
Bucky suspiró; se acercó a mi lado y, con ternura, tomó mi mano. Aquel tacto fue maravilloso de un modo bastante extraño. Tenía las manos frías, pero, también cálidas. Supuse que era la calidez de su alma la que se mezclaba con la temperatura de su mano. Sonreí.
—Ya no estás sola, ___________. —Murmuró. —Tú me libraste. Ahora me toca liberarte y darte la felicidad a ti.
Sonreí como agradecimiento ante su amabilidad.
—Recuerdo desear verte como uno de los vengadores. —Comenté y le quedé mirando. —¿E-eres un vengador?
—Lo soy. —Afirmó. —Gracias a ti.
Sonreí dichosa. Bucky también lo hizo; se acercó nuevamente a mi lado e inclinó su cuerpo. Fue entonces, cuando sentí sus labios besar mi frente con tanta dulzura, que logró, en parte, borrar parte de los malos recuerdos que daban vuelta en mi cabeza.
Apagó todo indicio de recuerdos tormentosos, apagó pensamientos y también, logró detener por unos segundos, mi corazón. Tantos efectos con tan sólo un beso, tierno y sin ninguna intención más que hacerme sentir amena a su lado. Ciertamente, logró distribuir la tranquilidad por todo mi cuerpo, y ello, fue suficiente para que mis procesos cognitivos, comenzaran a regenerar mi memoria y pensamientos con la nueva experiencia que comenzaba a vivir.
Los vengadores, desde ese día, me dieron su hospitalidad e incluyeron dentro de su peculiar núcleo familiar. La gran mayoría esperaba fuera del que era el laboratorio, al parecer, todos querían saber mi estado mental. Tony me recibió con los brazos abiertos, al igual que el resto de los vengadores quienes se mostraban felices al saber que la hija del traidor, prefirió seguir los pasos de su madre; una mujer que para muchos en SHIELD, era una agente ejemplar y muy bien recordada.
Seguiría sus pasos, definitivamente. A SHIELD lo llevaba en mi sangre.
—Bienvenida a la familia. —Susurró Bucky en mi oído para luego esbozar una sonrisa.
Familia, pensé con alegría. Mi nueva familia.
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