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Capítulo seis: Con astucia.

Dado su poco autocontrol y la poca paciencia del Rey de la Putrefacción, en pos del altercado que tuvieron poco tiempo atrás, sobraba mencionar que Amaimon terminó un poco magullado y sucio.

Con poner un pie en el edificio principal de la Academia, vagó por los corredores vacíos hasta encontrar un ducto de ventilación y colarse por el en su forma animal. No le apetecía todavía dirigirse a los dormitorios, su hermano le advirtió que Shura se mudaría definitivamente al sitio.

Era conveniente para vigilarla tanto a ella como a Yukio, pero también sería un impedimento para acercarse a Rin, a menos que lo interceptara en el colegio. Estaba seguro que Shura apostaría una nula posibilidad a que Amaimon se internara en el colegio cuando este se hallaba tan lleno de adolescentes humanos, mucho menos a que Mephisto consintiera algo similar.

― Acaso... ¿Acaso no te dan miedo?

― ¿Qué? No, de hecho, soy mitad demonio.

Los ductos se distribuían por la escuela, de tal forma que él podía llegar a cualquier punto de esta. Y justo cuando encontró a Rin, en uno de los pasillos menos transitados del colegio, se quedó totalmente en blanco. Definitivamente, si Amaimon fuese humano y entendiera mejor sus costumbres, se hubiese llevado una mano al rostro. ¡Ese chico era un descarado y vulgar idiota! ¡Pedía a gritos una urgente ayuda y educación!

Mientras veía la desgraciada escena, y el predecible resultado, continuó siguiendo al joven por la ventila. Quizá Rin fuese un atolondrado e ignorante demonio, con un conocimiento sobre su linaje igual de pobre tal y como Satán tuvo un día, pero con el hecho de que este siempre volteara de vez en cuando, durante cada ocasión que Amaimon lo seguía, en un intento de encontrar la presencia que le inquietaba, su presencia más exactamente, supo que no era hijo de Gehena por nada.

¿Por qué Samael permitía que el hijo directo, el príncipe auténtico del mundo demoníaco, desconociera cosas tan básicas como nunca enseñar por cuenta propia la cola de una manera tan intencionada? Estaba seguro que Rin Okumura ni siquiera era consiente que, con ese simple gesto a ojos de un humano, se estaba insinuando abiertamente a cualquier demonio. Si fuese época de apareamiento, estaría en serios problemas.

Aquel pensamiento lo detuvo e, inconscientemente, soltó algo muy parecido a un gruñido. Él era su presa, su objetivo. Pensar en que algún otro demonio intentara monopolizar la atención de Rin le llenaba de rabia, porque sabía que era muy posible que el joven cayese directamente en la provocación y todo terminase de una manera miserable y caótica.

No pasó mucho antes de dirigirse a la azotea y sentarse al otro lado de la malla de alambre, a merced de la altura mortífera para un humano. El viento le revolvía el pelo y agitaba el cuello de su gabardina, con la cola de la prenda tan raída y sucia que le daba un aspecto muy descuidado. Pero no deseaba librarse de la maltratada ropa, todo demonio que lograba pasar a Asshia tenía su rareza, y el querer conservar la desgastada gabardina era la suya.

«Deberías saberlo mejor que nadie»

Si era sincero, no tenía ni la menor idea de lo que Samael hiciera referencia. ¿Sería respecto a Shura? Esa mujer era paranoica y constantemente rondaba cerca de Rin, en un intento de pillarle cerca del chico y darle caza. Para él eso no representaba angustia alguna, en el peor de los casos, bastaba con provocar un terremoto para deshacerse de su molesta presencia.

― ¡Oye, tú! ¿Qué estás haciendo aquí?

No tenía que voltear a ver para saber quién era, podía reconocerlo con su sola voz. No obstante, aún sin encararle, sentía lo tenso y contrariado que estaba el más joven. Amaimon no se dio el lujo de demostrarlo ni por el más mínimo instante, pero tras verle de reojo y notar el prominente sonrojo del híbrido lo dejó consternado. ¿A qué venía tanta vergüenza?

― ¡Contesta, maldito!

Dejó de mirarlo cuando, en un arranque de impulsos e instintos, el chico no se decidía si avergonzarse o enojarse. ¿Qué término había usado su hermano la vez pasada para una situación así? No lo recordaba, y cómo estaba consciente de que Samael a esas horas seguiría en la Academia, no hizo nada para interactuar con Rin. Parecía lo contrario, pero Amaimon tenía sus propias preocupaciones.

― ¡Oye! ¡No me ignores, maldito cabeza de brócoli! ¿A qué has venido?

Esas mismas preocupaciones, se disipaban y al mismo tiempo aumentaban con estar cerca de Rin. ¿Qué le frenaba de propinarle algún golpe ante tales insultos y osadías? Sentía la ira arremolinarse en su interior, preparada para liberarse de la peor forma, antes de que esta se desvaneciera con una velocidad indignante con el simple suceso de que Rin cruzara la reja y se sentara despreocupadamente a un lado suyo.

― ¿Acaso el payaso loco te envió? ― Por su tono de voz, Rin se denotaba decaído y hastiado ¿Posiblemente por lo de horas atrás? ― ¿Y por qué demonios tenía que ser en la Academia? Maldito payaso...

No mencionó nada ante ese susurro, carecía de una respuesta, además de que fue más para Rin mismo que para alguien en particular. Sin embargo, el demonio escupió el palito del dulce que recién acabó y demoró muy poco en desenvolver una de las piruletas que guardaba en su bolsillo.

― Estaba aburrido y no tenía nada que hacer. No planeaba toparme contigo, ¿Este lugar no está prohibido para los humanos?

La palabra más adecuada sería estudiantes, no obstante, le tomaba nula importancia a ese detalle. Con esa pregunta, notó que Rin hizo una mueca de incomodidad y reproche, para después fulminarlo con la mirada. ¿Y ahora qué había hecho? Aquel día, no comprendía a Samael ¡Mucho menos podría entender a un adolescente mitad demonio! Su mitad humana siempre causaría malos entendidos constantes.

― Eso no es lo importante ¿Por qué estás siguiéndome? ¡Es molesto!

― Es un experimento.

Sin poseer un interés real por mentir, pero queriendo evitar decir sus verdaderas intenciones, se alzó de hombros y le restó interés al asunto. Evidentemente, Rin se tomó demasiado a pecho sus palabras.

― ¿Un experimento? ¡Oye! ¡No voy a ser tu maldito conejillo de indias!

Eso le dio una idea, una que sería insufrible para Rin Okumura. Además, por un instante creyó que la advertencia de su hermano... Tal vez, ¿Era por Beelzebub? La última vez que estuvo en buenos términos con ella, fue en la reunión de 100 años atrás, cuando Lucifer se planteaba severamente el destruir todo cuanto existiera. En la actualidad, ella definitivamente lo odiaba, y el sentimiento era mutuo.

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No morí ni andaba de pachanga. Pasaron... Cosas. Pero bueno, ya estoy de regreso ^^ Pase lo que pase, yo siempre vuelvo uwu Y espero que el capítulo de esta ocasión haya sido de su agrado.

Por cierto, estoy trabajando en ciertos proyectos personales, y si les gustaría saber respecto a un cómic original, los espero en el libro "Valheral [Comic original]" <3

Muchas gracias por todo el apoyo que me han dado hasta ahora.

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