Problemas maritales
El constante sonar de las piquetas clavándose en los cristales era algo habitual en la mina de Cumbre de Cristal, tenían un ritmo regular y único para cada trabajador, pero al resonar en conjunto parecían cantar una melodía, una canción de roca y brillo que cada minero entonaba durante sus jornadas de trabajo. A veces los trabajadores se enfrascaban tanto en su trabajado que dejaban su mente divagar y terminaban cantando extrañas canciones.
¡Ohh, entierra al caballero con su aguijón roto,
entierra a la dama, ya pálida un poco!
¡Entierra al sacerdote con túnica raída,
y después al mendigo con su corona que brilla!
Era una canción misteriosa, ninguno de ellos recordaba haberla escuchado, pero de alguna manera todos sabían la letra. Había surgido el rumor de que esa canción la cantaba una antigua minera antes de morir por la infección, y que su espíritu vagaba por las minas para asegurarse de que todos hicieran un buen trabajo. Era un cuento con el que a menudo asustaban a los novatos que recién llegaban a cumbre de Cristal.
Pero este día, había un sonido nuevo, uno que no resonaba con el resto y que parecía romper la armonía del lugar provocando dolores de cabeza a todos. Era Moon que con su martillo golpeaba el túnel contiguo haciendo que cayeran trozos de cristal del techo.
Un cristal algo grande se desprendió de las alturas y se precipitó hacia un escarabajo minero que picaba con entusiasmo una roca bastante grande, cualquiera pensaría que el afilado mineral lo mataría, pero el insecto con una facilidad tremenda, se movió un paso hacia el lado esquivando el proyectil para luego seguir su trabajo.
Esquivar rocas y objetos contundentes era algo a lo que los mineros estaban acostumbrados, podían percibir todo lo que ocurría a su alrededor y evitarlo fácilmente, este era un talento dado por el trabajo constante en aquel peligroso entorno. En general los mineros cuidaban mucho de los novatos que llegaban a atrabajar, pues estas habilidades de supervivencia tardaban un tiempo en desarrollarse, pero cuando los trabajadores llevaban algunos meses allí, el lugar ya no representaba desafío para ellos, podían matar cualquier criatura amenazante que los acechara y manejar la mayoría de las situaciones complicadas, solo los derrumbes eran algo que temer, pero para eso tenían a Moon, ella con su descomunal fuerza podía levantar o destruir las rocas que tenían a los insectos cautivos.
Al igual que los novatos que tenían dificultades para esquivar rocas, Orquídea se enfrentaba a los mismos problemas.
Ahora la mantis estaba frente a Moon en un duelo de entrenamiento que parecía más una batalla a muerte para ella. Por más que trataba de acercarse a la guardiana, las numerosas rocas que caían lo hacían imposible, no podía concentrarse en atacar y al mismo tiempo estar pendiente de todo lo que caía del techo, además el exceso de rocas acumuladas en el suelo habían vuelto el terreno irregular y peligroso para moverse, un paso en falso y terminaría cayendo ¿Había alguna forma de derrotar a Moon?
No le cabía duda de por qué era la guardiana del lugar, su poder era impresionante. Pensó con angustia en que acababa de conocer a otro caballero poderoso capaz de derrotar a muchos guerreros de su pueblo. Corazón de Hallownest cada vez le parecía un enemigo más temible, debía volverse fuerte rápido y regresar a casa para entrenar a su gente, había un peligro horrible fuera de su pequeño territorio.
De pronto Moon dio un salto descomunal y se arrojó contra Orquídea dejando caer su martillo, el cual venía cargado con la fuerza de su peso. La mantis a duras penas pudo esquivar su embiste, pero en el proceso tropezó con una de las numerosas rocas que tapizaban el campo de batalla. La caída fue inevitable, al igual que los numerosos cristales que se desprendieron del techo y se dirigieron contra ella. Estos iban a atravesar su coraza, pero Hollow de forma oportuna llegó hasta ella, la cubrió con su cuerpo y usó aullido del abismo. La explosión de alma que liberó pulverizó los cristales e impidió que estos los alcanzaran.
Una vez que el caballero se aseguró de que todo era seguro, bajó la mirada para ver a la mantis que estaba atrapada debajo de él, quien otra vez parecía estar teniendo otro de esos momentos en los que su cabeza no funcionara muy bien.
Orquídea estaba roja y no lograba articular palabra, su caballero estaba acostado encima de ella impidiéndole moverse, aquello era demasiado sexy para ser soportado y no sabía cómo reaccionar. Quería apartarlo pero aquella posición la dejaba indefensa y sumisa.
—Oigan, búsquense un hotel, este no es lugar para hacer esas cosas —Dijo de pronto Ren.
Orquídea inmediatamente apartó a Hollow a un lado y estampo su cabeza contra el suelo mientras gritaba avergonzada. Al parecer no estaba tan indefensa ni en una posición tan sumisa como quería creer.
—¡No es lo que tú piensas!
—Jujuju, en serio esta chica me encanta. —El escarabajo rosa se la pasaba en grande con las reacciones explosivas de Orquídea.
—¿......? —Moon lo miró curioso.
—¿A qué me refiero? Ay Moon, te lo explicaré más tarde ¿De acuerdo? —Se dirigió hacia ambos bichos—. Ya puedes parar Orquídea, te aseguro que Hollow tragó suficiente tierra como para arrepentirse de lo que hizo, aunque no tenga idea de qué fue.
Orquídea liberó al bicho quien tuvo que limpiarse la tierra de la cara y luego miró a la mantis con disgusto.
—¿Eh? ¡Lo siento! Yo no...
—...... —Meneó la cabeza, Orquídea no podía entender sus palabras pero comprendió que le quería comunicar que no importaba.
—Bueno bueno, creo que ya es hora de tomarse un descanso —Intervino Ren—. Vamos pónganse de pie ¿Qué tal si vamos a comer algo? Seguro debes estar cansada luego de todo este entrenamiento.
El grupo se puso en movimiento para dirigirse a los cuarteles de las minas. Los dos contenedores lideraron la marcha y se separaron un poco de los otros dos bichos para hablar entre ellos en su particular idioma silencioso. Orquídea los miró con algo de envidia, cuanto no le gustaría poder entender lo que decía su amado caballero. Era agotador tener que esperar a que escribiera en su pizarra. Le gustaría escuchar su pequeña voz, escuchar una palabra soltada al azar de forma espontánea en lugar de los elaborados discursos puestos por escrito, pero aquello estaba más allá de sus posibilidades.
—¿Te intriga su idioma? —Dijo de pronto Ren.
Orquídea miró hacia abajo, había olvidado la presencia de ese insignificante insecto... Y había olvidado también que tenía que dejar de menospreciar a los bichos pequeños, primero porque a Hollow no le gustaba, y segundo porque no tenía ninguna razón para sentirse superior, al menos hasta que no fuera capaz de derrotar a un cazador de cristal.
—Sí, me causa bastante curiosidad, no emiten ni una sola palabra y aún así son capaces de comunicarse a la perfección, y ese lenguaje de señas tan curioso... Sin embargo lo que más me intriga es el hecho de que su rey habla ¿Por qué él habla y el resto no?
—Mmmm... Es una buena pregunta, la realidad es que todos teóricamente hablan, pero sus voces son tan suaves que nadie las puede oír a menos que "griten", sin embargo los individuos de mayor tamaño tienen voces más fuertes y fáciles de oír, Moon por ejemplo tiene una voz audible. Pero prefieren seguir usando su lenguaje silencioso porque es doloroso para ellos hablar.
—¿De verdad? —Orquídea lo miro con sorpresa—. Es una pena, una raza tan hermosa y poderosa... Con semejante defecto... ¿Entonces al rey Big también le duele hablar?
—¿Creo? No sé, dicen que quizás su voz no sea tan potente, pero no le duele usarla, un regalo del Señor de las Sombras según dicen todos.
—¿El dios que todos adoran aquí?
—Oh sí, la raza de nuestro rey se refiere así misma como los hijos de las sombras, afirman estar bendecidos por él y han extendido su culto por el reino. La verdad... No se lo digas a Moon pero no soy muy creyente, no sé, la cosa que adoran me parece demasiado fantástica como para existir, la babosa gigante de los musgosos me parece más creíble.
—¿Necesitas ver a un dios para creer en él?
—Al menos yo sí ¿Qué hay de ti?
Orquídea decidió no responder, le era algo confuso, antes de llegar al Palacio Blanco jamás había escuchado hablar del Señor de las Sombras, pero luego se volvió una fiel seguidora. Desesperada por su soledad y el rechazo, cada día le hablaba a alguna de las imágenes del dios, y recurría a él cada vez que se sentía desesperada. La deidad no había hecho nada por ella, no le había dado ninguna señal de algo milagroso, pero aún así, seguía recurriendo a él cada vez que se sentía abrumada.
—Bueno, supongo que es una pregunta difícil. ¿Y qué te ha parecido entrenar con Moon?
—Es una rival formidable, hasta ahora no veo la forma de ganarle, cada ataque suyo modifica el terreno y hace caer rocas del techo, no puedo estar atenta a tantas cosas a la vez y... ¿Cómo rayos hacen ustedes para no ser aplastados?
—Pues... Es solo acostumbrarse a los sonidos de la caverna
—¿Los sonidos?
—Bueno, eres de una especie cazadora, los cazadores suelen usar más sus ojos para ver a sus presas, pero las presas se guían más por el oído, identifican al enemigo con el sonido y sus ojos los usan solo para ver por donde escapar. Así que para nosotros los pequeños escarabajos escuchar a la caverna y predecir por donde caerán sus rocas no es la gran cosa. Aún así no creo que estés acabada, no veo por qué una mantis no pueda volverse una buena oyente.
Orquídea meditó las palabras del bicho, había mucha sabiduría en ellas, ahora comenzaba a lamentar el haber despreciado tanto a las presas, no lo sabía pero ellas tenían mucho que enseñarle, incluso los gordos y perezosos insectos de Hallownest tenían muchos aportes que hacer, definitivamente nunca más volvería a despreciar a un insecto no cazador.
Le esperaban muchos días de duro entrenamiento, no abandonaría ese lugar hasta que fuera capaz de derrotar a Moon.
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Las enormes puertas de los archivos se abrieron aquella noche para recibir una visita muy esperada, luego de tres días de ausencia, Hornet finalmente se dignaba a presentarse en el sitio. Su caminar era orgullos y altivo, como el de toda una reina, pero quien fuera buen observador podría notar lo agotada que estaba.
Lo suyo no era cansancio físico, en realidad había dormido apropiadamente todos estos días, lo que tenía era agotamiento mental, angustia y miedo. Las cosas no habían sido fáciles estos días, llevaba tiempo enfrentando las intrigas y las sublevaciones de su pueblo, normalmente eso no era algo que le complicara demasiado, recordaba que su madre solía hablar de los constantes problemas a los que se tenía que enfrentar una reina, el poder era algo que seducía y destruía a aquellos que no tenían la fuerza para soportarlo. Pero ahora sus opositores parecían más fuertes.
La araña suspiró abrumada, no se equivocaba al pensar que estaba teniendo más dificultades para reinar que las que tuvo su madre. Herrah como toda gobernante tuvo sus detractores, pero aquellos que la apoyaban eran más, y su enorme tamaño a menudo intimidaba a los que estaban en su contra. En Nido Profundo gobernar implicaba un delicado equilibrio entre diplomacia y brutalidad, por norma general los bichos grandes tendían a ser obedecidos, el Rey Pálido había sido una excepción, al igual que lo era ella, pero Hornet no tenía una aura divina que intimidaba a todos, en muchos sentidos era sumamente normal y eso hacía que la subestimaran.
A punta de batallas y muestras de mal carácter se había ganado el respeto de todos, pero aquello era agotador, sin embargo había logrado obtener algo de paz en su vida y durante un par de años pudo gobernar sin mayores dificultades disfrutando del apoyo de todos. Pero ahora con el asunto de su descendencia, nuevamente sus enemigos aparecían y estaba muy ocupada tratando de aplastar a todo el que se le opusiera. En serio eso la enfadaba, ni aún con el buen trabajo que había hecho en los últimos años podían aceptarla, lo de ser una pequeña mestiza tenía más valor que su talento como reina. Pero no importaba, haría lo que fuera necesario para llevar paz a su reino y asegurarles una infancia feliz a sus hijos, ya lo había decidido.
Todos estos pensamientos cruzaban la mente de la mestiza mientras se encaminaba hacia la oficina de su esposo, eran muchos problemas, pero no tenía ganas de hablar de ellos, solo quería poder relajarse un momento. Si hubiera sido por ella, se hubiera ido directo a su casa a descansar, pero ya llevaba demasiados días sin visitar su nido, necesitaba limpiar los huevos. En ese momento se odiaba por ser tan mala madre dejando a sus crías abandonadas, que bueno que tenía a Quirrel para ocuparse de ellos, de otro modo estaría sobrepasada.
Cuando entró a la oficina vio a la cochinilla dormida apoyada sobre su escritorio, sintió algo de pena por el bicho, debería estar hecho una bola en su improvisada cama en la oficina en lugar de acostado de esa manera, iba a acercarse a despertarlo, pero luego cambió de opinión y se dirigió directamente hacia los huevos, sacó uno y comenzó a revisarlo cuidadosamente, entonces notó que este estaba perfectamente limpio, Quirrel había hecho un trabajo impecable con ellos.
Eso era un alivio, ya no tendría que perder más tiempo en ese lugar y podría regresar a su casa, mañana tenía una reunión con un grupo de arañas que vivían en las ruinas del antiguo tranvía, había planes de retomar ese proyecto pero no quería hacerlo sin consultar la opinión de su gente. Nuevamente se vio metida en sus divagaciones mientras se dirigía a la puerta, iba tan concentrada que no notó que Quirrel había despertado y le estaba hablando.
—¡Hornet! —Gritó finalmente la cochinilla logrando ser escuchada.
—¿Quirrel? Oh vaya, estás despierto. No deberías quedarte dormido en tu escritorio, luego te dolerá la espalda.
—¿Y eso es todo lo que tienes que decir? —Había un cierto tono de decepción en su voz, pero Hornet lo pasó por alto.
—No, en realidad te quería agradecer por cuidar de los huevos, has hecho un excelente trabajo y me has ahorrado mucho tiempo. Me hubiera gustado visitarlos antes pero mis ocupaciones no me lo permitieron, pero ya que cuento con tu apoyo puedo estar más tranquila.
—¿Tranquila para poder irte y abandonar tus crías confiando en que yo los cuidaré?
—¡Oye! Ellos no están abandonados, he estado ocupada... ¡Además no sólo yo tengo la responsabilidad de cuidarlos! Eres su padre, hazte cargo también.
—Eso he hecho, los he cuidado tal como se me pidió, cumplí con mi parte del trato, pero parece que alguien olvidó cumplir la suya.
—¿Así que de eso se trata todo esto? ¿Estás enfadado porque no te visité todos los días? —El estrés de Hornet la estaba volviendo muy poco comprensiva—. Deja de ser un llorón, el mundo no gira alrededor tuyo.
—¿Y esa es tu respuesta? ¿Todo es mi culpa? Eres una insensible, una... Una... Una maldita egoísta. —Ahora Quirrel también comenzaba a mostrar su enojo.
—¿Egoísta? ¿Quien te crees que eres para hablar de egoísmo? ¿Tienes alguna idea de todo lo que he tenido que pasar estos días? ¡Tengo demasiados problemas de los cuales ocuparme para estar pendiente de tus caprichos! ¡Mientras yo estoy ahí afuera tratando de mantener el reino unido tú estás aquí tranquilo, entretenido con tus cosas sin preocuparte por nada! ¡Tú eres el maldito egoísta! —El tono de su voz se había elevado cada vez más.
—¡Maldita araña insensible! —Ahora la discusión había pasado a los gritos— ¡No sé para qué te casaste conmigo! ¿Solo querías tener un niñero y un cocinero a mano?
—¡Claro que no! ¡Yo quería un compañero que permaneciera siempre a mi lado!
—Entonces Hornet... ¿Por qué tú no hiciste lo mismo? ¿Por qué me dejaste solo? —Un par de lágrimas rebeldes se asomaron en sus ojos—. Eres cruel... Me das la ilusión de tener una familia afectuosa y luego me la arrebatas...
Estás últimas palabras le dolieron profundamente a Hornet y en ese momento finalmente reaccionó a la situación de su pareja. Prácticamente lo tenía abandonado, encerrado en ese antro de conocimiento, sin una pizca de amor y comprensión, aún sabiendo lo sensibles que son las cochinillas a la soledad.
—Quirrel yo... Lo siento... Lo siento mucho...
—¿Vas a arreglar mi corazón roto con eso?
Esta vez como respuesta Hornet corrió a su encuentro y lo abrazó con fuerza, solo la suficiente para que sintiera su cercanía, ya había aprendido el límite en el cual empezaba a asfixiarlo.
—Lo siento Quirrel, en verdad yo fui la insensible —dijo con la voz quebrada—. Nunca quise causarte este dolor, yo quiero darte la familia afectuosa que mereces, quiero permanecer a tu lado y ser tu apoyo, yo... De verdad quería visitarte, pero me agotaba demasiado durante el día, mi cabeza terminaba hecha un desastre, me sentía sobrepasada y no quería llegar a hablarte de mis problemas, entonces Ania me recomendaba que mejor descansara y pospusiera la visita para más adelante... Y así pasaron tres días. —Enterró su cabeza en el pecho de Quirrel tratando de esconder sus lágrimas.
Quirrel frunció el ceño al escuchar de Ania, había algo en ella que no le agradaba pero nunca se lo dijo a Hornet pues ella confiaba ciegamente en su criada.
—Está bien, acepto tus disculpas, sé que no querías abandonarme y... Quizás fui algo exigente, has estado pasando por mucho estrés —acarició suavemente los cuernos de su esposa—. Pero a mí no me importa escuchar tus problemas, si te quieres quejar de tu agotador día de trabajo, o hablarme de tus enemigos o hablar de lo que sea estoy dispuesto a oírte Hornet. Puedes hablarme de lo que sea... Solo... Háblame, quiero tenerte cerca.
—Quirrel... Te amo —dijo Hornet entre gimoteos besando al insecto.
—Yo igual Hornet...
Finalmente la cochinilla le devolvió el abrazo y suspiró contenta, aquello era como un sueño, por fin estaba con él, Hornet había regresado y al menos por esta noche, no estaba en sus planes dejarla ir.
—Bueno, supongo que te quedarás a comer.
—¿A comer? Pero se me va a hacer muy tarde, Ania dijo que me esperaría para cenar.
Quirrel tuvo que esforzarse para disimular el disgusto que le provocó escuchar eso.
—Pero Hornet, tenia preparado un guiso de loodle con ensalada y salsa de champiñones.
—Eh... Suena bien pero yo...
—También de postre hay tarta de cerezas, son tus favoritas ¿Verdad?
Aquello ya era más de lo que podía soportar y terminó cayendo en la tentación.
Hornet comió como no lo hacía en mucho tiempo, amaba la cocina de Quirrel, y aunque Ania no cocinaba mal, no disfrutaba tanto de sus cenas, incluso había empezado a comer menos, cosa de la que Quirrel logró percatarse.
—Quirrel qué haces —dijo la mestiza con el rostro rojo cuando la cochinilla metió sus manos debajo de su capa.
—Has perdido peso —dijo con seriedad tocándola.
—Quizás un poco, pero también subí cuando puse mis huevos.
—Pero ahora bajaste demasiado, vas a tener que venir a comer más seguido.
—¿Es una excusa para que me quede todas las noches contigo?
—Quizás dijo con una sonrisa traviesa.
—Me parece bien —dijo siguiéndole el juego.
La reina araña se sentía relajada y feliz, como si se hubiera quitado un peso de encima, durante la cena le había contado los pormenores de sus últimos días y debía admitir que se sentía muy bien conversar con alguien. Quirrel por su parte también le había contado de sus avances en sus investigaciones y todos sus logros. En un rato habían logrado retomar la saludable relación que siempre había llevado.
Además de todo esto, Hornet se había puesto algo más dulce, normalmente siempre mostraba un semblante duro y un carácter fuerte, pero cuando estaban solos, solía mostrarle una faceta única de su personalidad, un secreto que les pertenecía a ellos dos y a nadie más.
Quirrel seguía tocando el cuerpo de su esposa, aunque ahora no parecía que estuviera comprobando su estado de salud. Hornet comenzó sentir que sus mejillas enrojecían al pensar en lo que se avecinaba.
Esa noche fue muy dulce.
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Me siento decepcionada, tenía mucha ilusión por escribir este capítulo pero no quedó como quería ( ;_; ) quizás tenga que ver con mi falta de ánimo para hacer las cosas. Me hubiera gustado tener un beta reader para esto pero bueno, se hace lo que se puede, ojalá el siguiente capítulo me quede mejor, va a pasar algo muy bonito que seguro los alegrará.
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