Bebé en Peligro
Quirrel miraba con aprensión, o casi miedo a la bebé que tenía en sus brazos, casi sentía que si la soltaba algo horrible le ocurriría, hasta le tentaba la idea de llevársela al trabajo, pero aunque Ren era tranquila, su escape durante la fiesta en el palacio Blanco había demostrado que también podía hacer de las suyas si se la dejaba sola, necesitaba un lugar seguro y alguien para cuidarla.
Cerca de él Hornet le repetía por quinta vez a Ania los cuidados que debía tener con sus niños, la sirvienta se limitaba a asentir con fastidio, ya prácticamente había memorizado sus instrucciones y tenía más que claro lo que debía hacer, no le replicaba solo porque era la reina.
—Bien, creo que eso es todo, volveremos en algunas horas, pórtense bien niños —Hornet se agachó para abrazar y besar a sus pequeños, aunque como siempre Chester se resistía— Pequeño bribón, despídete de tu madre.
Su pequeñez no podía competir contra la fuerza de Hornet y el niño se vio obligado a recibir el amor de su madre y las burlas de su hermana, a quien le hacía mucha gracia que se enojara cuando mamá lo besaba.
Luego llegó el turno de Ren quien reposaba tranquila con su padre, pero con gusto acudió donde su madre lista para tomar una siesta en sus brazos, sin embargo esta vez aquello no fue posible, porque Hornet la puso en brazos de Ania, este cambio no fue del agrado de la niña, quien inmediatamente demostró su descontento.
—Lo siento Ren, pero esta vez no podrás tomar una siesta conmigo, mamá tiene que ir a trabajar, pero tranquila, Ania te cuidará bien.
Ren aún sin la edad suficiente para entender lo que decía su madre, se limitaba a mirarla con sus ojos tristes, a sus padres se les rompió el corazón, pero en aquel momento no había otra solución.
—No llores Ren, volveremos pronto y te divertirás tanto que el tiempo pasará volando. Bueno... Nos vemos...
—Adios niños... Cuídense —La voz de Quirrel era sumamente apagada.
Sus hijos abrazaron las piernas de su padre preocupados de que estuviera triste, la cochinilla se vio obligada a forzar una sonrisa y se agachó para abrazarlos y reconfortarlos, lo que menos quería era hacerlos pasar un mal momento. Luego de eso, sin decir nada más se marchó junto a su esposa. Ya una vez fuera de casa Hornet miró a Quirrel.
—No te pongas así, serán solo algunas horas, además deben aprender a tener independencia, no podemos ser tan sobreprotectores.
—Tú sabes que no es solo por tenerlos lejos.
—Otra vez con tu desconfianza hacia Ania... ¡Estarán bien! Además, quien más podría cuidarlos ¿Hollow?
—Incluso a él o a Clara les tengo más confianza.
—No bromees Quirrel, ya vámonos.
Mientras la reina estuvo presente, Ania mostró una sonrisa dulce y comprensiva y miró a la cochinilla como si fuera la criatura más adorable del mundo. Las clases de teatro que tomó en su juventud habían resultado ser muy útiles, hasta a Quirrel podría haberlo engañado si no tuviera sospechas de ella. Pero aquello era solo un papel, una máscara que el actor usaba para jugar durante un momento a ser otra persona y en cuanto la puerta de la casa se cerró, la máscara de Ania cayó junto con Ren.
La criada soltó a la niña sin la más mínima consideración, por fortuna los bichos en general son muy resistentes a las caídas, de modo que no recibió daño, pero si dolor. Inmediatamente comenzó a llorar, pero fue rápidamente callada por un golpe de la criada.
—Silencio mocosa, no quiero oír tus chillidos molestos.
Ren iba a seguir llorando pero otro golpe la detuvo, luego del tercer castigo finalmente comprendió que mientras llorara seguiría sufriendo dolor, así que guardó silencio. Su personalidad dócil la hacía obedecer fácilmente las instrucciones de otros y si debía permanecer en silencio sin quejarse, eso haría, se limitó a soltar lágrimas para expresar su dolor.
A pesar del poco tiempo que llevaban juntos, los hermanos ya comenzaban a desarrollar empatía y cariño los unos por los otros, la piedad y la preocupación movió a Silky a acercarse a su hermana, pero sus buenas intenciones no pudieron concretarse porque sin previo aviso fue alzada en brazos por Ania.
—No princesa, usted no debe preocuparse por bichos sin importancia como ella, no valen la pena. —la niña se revolvió algo incómoda en sus brazos, así que Ania trató de colocarla en una postura en la que estuviera más a gusto, pero el real problema era que Silky estaba preocupada por su hermana—. Ah, la princesa es un ser tan dulce y considerado, en verdad es increíble que una criatura tan maravillosa como usted pueda ser hija de ese... En fin, vamos cariño, tengo unos juguetes muy bonitos que seguro te encantarán.
La criada se alejó hacia un cuarto con la princesa en brazos, apenas dedicándole una mirada de desprecio a la cochinilla que estaba enrollada sobre sí misma llorando y al niño que no sabía qué hacer. Chester de forma algo torpe se acercó a Ren y le dio unas suaves palmadas de ánimo, pero ella no reaccionó en forma alguna, y ese fue todo el esfuerzo que hizo por ella. No se le podía culpar, era demasiado pequeño e inmaduro y no sabía manejar ese tipo de situaciones, a decir verdad, un niño de su edad ni siquiera debería presenciar algo como eso. Así que luego de algunos momentos, se alejó de Ren para perseguir a Ania y a su hermana.
Este evento marcaría la tónica de los días que seguirían, el trato que la sirvienta daba a los tres niños era muy distinto e injusto.
A Silky la mimaba constantemente, todas sus atenciones, las golosinas y los juguetes más bonitos eran para ella, inevitablemente esto terminó generando un sentimiento de superioridad en ella volviéndola llorona y malcriada, y esto se veía más exacerbado todavía, por el hecho de que a la princesa le encantaba ser el centro de atención. Está característica de su personalidad nunca salió a relucir mucho debido a que Hornet le inculcaba humildad y trataba a sus tres hijos por igual, pero Ania estaba estropeando todo el buen trabajo de crianza de su madre.
Embelesada por la notoria preferencia que tenía, Silky prácticamente se olvidó de sus hermanos e ignoraba todas sus molestias pensando solo en ella misma. Ren por su personalidad sumisa no se quejó, pero su hermano era otra historia.
Ania no maltrataba a Chester, pero tampoco le daba tantas atenciones como a la princesa, prácticamente lo ignoraba y se limitaba a vigilar que no se matara en alguno de sus arranques escapistas, solo se preocupaba por él cuando molestaba a la princesa, entonces descargaba su furia contra el niño, dentro de lo que podía, porque alcanzarlo era prácticamente imposible.
El niño cada vez se llenaba de más rabia, tanto por el trato preferencial que recibía Silky, como por los maltratos que soportaba Ren, debido a esto comenzó a desarrollar un profundo resentimiento hacía su niñera e incluso hacía la princesa. Si bien antes tenían algunos desacuerdos los solucionaban pacíficamente jugando, pero ahora Chester detestaba a su hermana malcriada y la atacaba buscando hacer daño, cuando estaba a su alcance claro, cosa que no ocurría muy a menudo gracias a la impecable vigilancia de Ania.
En cuanto a Ren, era la que más sufría con todo esto, no era solo que Ania ignorara sus necesidades, la castigaba por cosas injustas incluso llegando a golpearla, pero Ania era astuta y sabía cómo actuar, jamás le hizo un daño a Ren que dejara alguna marca visible en su caparazón, ni tampoco la descuidó tanto como para que Hornet tuviera alguna razón para quejarse, se aseguró de que todo su maltrato de mantuviera oculto, y como Ren aún no aprendía a hablar, tampoco podía acusarla.
Todo esto causó notables cambios de comportamiento en los niños en apenas dos días, cosa de la que Hornet no tardó en percatarse. Silky estaba insoportable, Chester agresivo y Ren lloraba demasiado cada vez que se iba.
—Ania ¿Qué le has hecho a los niños? Ellos no eran así.
—Nada su majestad, los he cuidado con toda la dedicación del mundo, seguramente necesiten un tiempo para acostumbrarse a no estar con usted.
A Hornet se le apretó el estómago al pensar en lo mucho que la extrañaban sus hijos.
—Creo que veré la forma de reducir mis reuniones y reacomodar mi trabajo para poder dejarlos solos menos tiempo, quizás debería trabajar de noche.
—¡No majestad! Los niños deben aprender a desarrollar independencia, no pueden estar todo el tiempo detrás de usted, sobre todo considerando que es la reina y tiene muchas responsabilidades importantes que cumplir, ellos deben ser fuertes.
—Pero me preocupan, Chester cada vez que puede golpea a su hermana.
—Si me permite un consejo mi reina, debería separarlos, no creo que sea bueno que esos dos sigan juntos, es peligroso para la princesa.
—¡Pero son hermanos! Deben criarse juntos y aprender a quererse, además, tener a sus hermanos y compartir con ellos ayudará a Silky a ser una persona compasiva y considerada.
—Será como usted diga mi reina.
El plan de Ania para convencer a Hornet de enviar a Chester lejos no mostraba los resultados que ella deseaba, lamentablemente su reina era muy testaruda y tenía sus propias ideas sobre como criar y educar a una princesa apropiadamente, pero no sé rendiría y seguiría intentando.
Al menos su plan de eliminar a esa mocosa molesta de Ren iba bien, muy a su pesar Hornet estaba encariñada con ese adefesio, por lo que no podía actuar de forma impulsiva, si le causaba cualquier mal a la niña y Hornet se enteraba, la mataría, o le arrancaría unas cuantas patas si estaba de buen humor.
Su idea era debilitar a la niña lentamente, tanto por los maltratos como por la comida poco nutritiva que le daba, eventualmente enfermaría y no podrían culpar a nadie por ello. Sería considerada simplemente una niña débil que no tuvo la fuerza para subsistir en este mundo, un hecho lamentable pero que de vez en cuando ocurría.
Sin embargo, cierto evento precipitó un desenlace muy distinto del que ella tenía previsto.
Entre los cuidados que Ania debía tener con las niñas, estaba el retirar su hilo diariamente. Por supuesto con Silky nunca hubo problema, pero con Ren, simplemente no lo hizo, le asqueaba la idea de tener que sacarle el hilo a una cochinilla, un ser que por naturaleza no debería producirlo, supuso que aquello no tendría demasiadas consecuencias, dudaba que su producción de hilo fuera demasiado grande.
El hilo acumulado de Ren fue lo que terminó por enfermarla, le dolía la cola, pero ya acostumbrada a la idea de que llorar le causaría más dolor, se quedó en silencio aguantando, hasta que ya no pudo más.
Esa fatídica mañana Hornet tenía que reunirse con unos nobles arácnidos muy importantes, un encuentro que no le causaba la más mínima gracia, no podía evitar recordar que algunos de ellos fueron sus pretendientes alguna vez, y aunque el rechazo en favor del amor de su vida la mayoría se lo tomó bien, habían unos cuantos que le guardaban un cierto resentimiento y siempre buscaban complicarle la existencia cuando necesitaba su aprobación para algo.
Teniendo estos antecedentes debía asegurarse de causar la mejor impresión y evitar cualquier cosa que pudiera molestarlos o darles alguna excusa para quitar su apoyo. Justamente ese día todo iba mal y se encontraba retrasada. Para colmo Quirrel también tenía que dar una charla importante ese día y estaba hecho un atado de nervios.
—¡Chester, deja de pegarle a tu hermana! ¡Silky no lo provoques! ¡Compórtense niños! Hoy están insoportables.
—Mi reina, se le hace tarde —Ania apareció oportunamente para ayudar.
—Si sé Ania, pero estoy tratando de que no se maten entre ellos, en serio no entiendo por qué se comportan así, antes se llevaban bien.
—Quizás ahora que han crecido un poco se hace más evidente que sus naturalezas distintas los hacen incompatibles, hágame caso, lo mejor es separarlos.
—Pero Ania, lo que dices no tiene sentido, si hay bichos de especies distintas que se llevan de maravilla. —Chester trató de morder a su hermana y Hornet se vio obligada a darle un ligero coscorrón para detenerlo, además por prevención alzó a Silky en brazos— ¡Ya basta Chester! Estos niños... ¡Quirrel ven aquí, te necesito!
—¡Dame un momento! No encuentro la pauta de mi charla.
—Hoy es un día de locos... Me pregunto cómo lo hacía mi madre.
—Sería más fácil si solo tuviera a Silky —insistió Ania.
—¡Ya basta Ania! Cállate ayúdame aquí, toma a Chester.
Ania agarró al pequeño con cierta dificultad, también trató de morderla a ella, de hecho, si se mostraba agresivo con su hermana, con la criada lo era mucho más. Además, justo en ese instante Silky empezó a llorar buscando que castigaran a su hermano solo por capricho.
—Silky, ahora no, por favor ¿Por qué no puedes ser una buena niña y portarte bien? Mira a tu hermana, ella está allí quietecita sin molestar a nadie. Ren, cariño despierta, es hora de levantarse.
A pesar de lo dormilona que era Ren, normalmente cuando le hablaban mínimo soltaba algún gruñido suave o se movía un poco, pero esta vez no hubo reacción alguna de parte de la bebé, se quedó recostada dándole la espalda a su madre, esto inmediatamente puso en alerta a Hornet.
—¿Ren? Reeeen, arriba mi niña, despierta para que puedas desayunar.
Por segunda vez Hornet no notó cambio alguno en el cuerpecito que yacía en el nido, la preocupación de la madre aumentó. Dejó a Silky a un lado a pesar de sus protestas y tocó a la cochinilla, pero en cuanto su mano hizo contacto con el caparazón notó lo caliente que estaba. Ya en pánico volteó a la niña para revisarla bien y se horrorizó al ver la expresión de sufrimiento de su rostro y la dificultad con que respiraba, la niña estaba gravemente enferma.
—No, no no... ¡REEEEEEEEEEEEEEEEEEN!
El grito que dio la reina fue tan potente que incluso se escuchó en los alrededores de su casa, algunos devotos que estaban montando guardia afuera se sintieron tentados de entrar, aunque tenían estrictamente prohibido hacerlo sin permiso previo, por lo que se quedaron en su lugar mirando la puerta de aquel hogar con nerviosismo.
—¡Quirrel! ¡Quirrel! ¡Ren está enferma! —Gritó Hornet desesperada.
La voz angustiada de su esposa hizo que el profesor dejara lo que estaba haciendo y corriera hasta ella, una mirada le bastó para notar la gravedad del asunto, pues jamás en su vida, ni en los peores momentos la había visto tan rota y vulnerable, siempre fue un muro impenetrable, el tipo de hembra fuerte y llena de confianza que jamás se dejaba derrotar por la vida, pero ahora temblaba con la cría en brazos mientras las lágrimas caían sin cesar por sus ojos, a su lado sus otros dos hijos también lloraban asustados por la conducta de su madre.
—Ren... Ren no despierta... —Balbuceó la reina— ...Qué hago...
Aquel no era momento para entregarse al pánico y Quirrel lo sabía bien, se palmeó el rostro para despejarse y de inmediato le dio órdenes a Hornet con una autoridad que ella jamás había tenido que enfrentar.
—Lleva a Ren a las aguas termales, contactaré a la matrona para que te busque allá ¡Ve! ¡Rápido!
Aquella orden era lo que Hornet necesitaba, no era momento de quedarse parada lamentándose, Ren aún estaba con vida, debía luchar para que siguiera así.
Manteniendo a su hija firmemente sujeta entre sus manos, corrió a buscar su aguja para luego salir a toda prisa de su casa, sin embargo su carrera fue interrumpida por una araña que se cruzó en su camino. Se trataba de una araña noble, de aquellas con las que tenía que reunirse ese día, al parecer ya estaba tan retrasada para la reunión que este individuo había ido a buscarla.
—Ah, todavía no sale de casa. Majestad, no está dentro de mis planes faltarle el respeto ni nada, pero la puntualidad es algo que se valora mucho y la reina es quien por sobre todos debería dar el ejemplo.
—Me surgió una emergencia, se cancela la reunión, mi hija está enferma.
—¡La princesa está enferma! —de inmediato se mostró preocupado por la situación.
—No la princesa, mi otra hija.
—Ah, entonces no es tan grave.
Aquel comentario descuidado ofendió tanto a Hornet, que el noble terminó con la aguja apuntando a su cabeza.
—Ambas son importantes y merecen atención, ahora fuera de mi camino.
Al arácnido no le quedó más que moverse a un lado y dejar que la reina prosiguiera su camino. Hornet saltó de la plataforma y con toda su habilidad clavó su aguja y se impulsó hacia la orilla del lago para encaminarse a las cuevas que la llevarían a las aguas termales. En cuanto a la araña noble, se quedó perplejo en su lugar durante algunos segundos antes de poder reaccionar, y cuando lo hizo, se mostró sumamente indignado.
—¡Pero qué se cree! ¡Quizás ella será la reina, pero no tiene derecho a tratarme de esta manera! ¿Cómo puede cancelar la reunión de manera tan abrupta?
—Trata de entenderla —le habló uno de los devotos que estaba cuidando la puerta—. Es una madre, para las madres todos sus hijos son importantes, no importa el peso político que tengan. Yo soy padre y difícilmente podría elegir entre alguno de mis hijos, lo entenderás cuando tengas tus propios niños.
—Un plebeyo como tú no me va a venir a dar sermones.
—No pierdas el tiempo con él —dijo el otro devoto que guardaba la puerta—. Le tiene resentimiento a la reina por haberlo rechazado. Ya sabes, Clay era el principal candidato para ser el padre de los hijos de Hornet, esos niños pudieron ser suyos. Pero la reina prefirió a una cochinilla, imagínate.
—Tú.... Cómo te atreves... —Clay estaba rojo de ira.
—No cuestiono la decisión de la reina, si yo fuera una chica también me casaría con Quirrel.
—Eh... ¿Gracias?
Quirrel había llegado en el momento exacto para escuchar las vergonzosas palabras del devoto, no hacía falta mencionar lo incómodo de la situación, pero fingió que no había pasado nada, no tenía tiempo para perderlo en estupideces.
—Ve a buscar a la matrona y dile que vaya las aguas termales donde está Hornet, por favor, dese prisa.
—¡En seguida!
Quirrel se permitió distraerse un momento observando como el devoto se alejaba para cumplir la misión encomendada, pero su trance no duró mucho, ya que el tacto de unas pequeñas manitos que se aferraron a sus piernas lo devolvieron a la realidad, sus hijos habían acudido a él buscando seguridad, estaban asustados luego de ver a su madre llorando y gritando con tanta desesperación.
La cochinilla iba a tomarlos en brazos cuando notó que se aferraron con más fuerza y que miraban con insistencia hacia cierto lugar en particular. Siguió la trayectoria de sus ojos y descubrió que la causa de su incomodidad era cierta araña noble que mostraba una expresión de franco fastidio, como si la presencia de esos niños fuera lo peor del mundo.
Quirrel lo conocía y no era alguien que le agradara mucho, cuando logró casarse con Hornet recibió las sinceras felicitaciones de sus otros pretendientes, pero por parte de Clay solo obtuvo desprecio y la advertencia de que si no engendraba una princesa apropiada, él se encargaría del asunto. Le enfermaba tener que cruzarse con él, sobre todo lo detestaba porque sabía que su interés en Hornet venía dado solo por la posibilidad de subir en la escala social. No iba a permitir que esa clase de persona molestara a sus hijos, así que lo increpó.
—Saludos Clay ¿Hay algún asunto importante que lo traiga por aquí?
—Ah, no nada —repentinamente volvió a la realidad—. Venía a buscar a la reina para una reunión importante, pero repentinamente la canceló.
—Ya veo, pues si no tiene otros asuntos que atender le ruego se retire, ahora mismo estamos en una situación algo delicada.
—Como guste.
Clay se alejó de aquella morada con el resentimiento y la rabia a flor de piel, en apenas unos minutos lo habían ofendido de tantas formas posibles que era inaceptable ¡Él era un noble! Fue un candidato para ser el consorte de la reina ¿Cómo podían tratarlo así? Y todo era por esos mocosos, todo porque la cochinilla logró engendrar una araña, si ellos no estuvieran, seguro la buena fortuna le volvería a sonreír y podría obtener lo que tanto merecía (según él).
Quirrel se sintió aliviado cuando aquel molesto individuo se fue, pero aún había otra persona molesta en los alrededores.
—Niños ¿Qué hacen afuera? Regresen.
—Yo me haré cargo de ellos ahora Ania, por favor apártate —La expresión seria daba a entender que no aceptaría una negativa, pero Ania sabía ser insistente.
—Pero yo soy su niñera, es mi deber cuidarlos, tengo órdenes expresas de su madre de...
—Y yo soy su padre, tengo más derechos sobre ellos que tú.
Quirrel tomó a cada niño en sus brazos y los llevó adentro donde los puso en la canasta donde los transportaban cuando viajaban. Por supuesto la sirvienta seguía de cerca cada uno de sus movimientos.
—¿Qué está haciendo? ¿A dónde piensa llevarlos?
—No los puedo dejar solos contigo, así que me los llevo.
—¡¿Queee?! ¿Acaso me está culpando por la enfermedad de la niña? No es mi culpa si ella es débil, no todos los niños nacen aptos para vivir en este mundo y a veces algunos se mueren. No me puede responsabilizar por algo inevitable.
—Ya veremos qué tan responsable de todo esto eres —Quirrel con los niños ya bien acomodados en la canasta se dirigió hacia la puerta de la casa.
—¿A dónde va?
—A buscar mis pruebas irrefutables.
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Hornet estaba medio sumergida en las aguas termales con su hija en brazos, estaba aliviada de que había despertado, pero seguía teniendo muy mal aspecto, su pequeño rostro mostraba sufrimiento, soltaba lágrimas silenciosas y no tenía fuerzas ni para abrazar a su madre. Su madre no sabiendo qué hacer se limitaba a caminar por el agua esperando que su poder curativo solucionara todos los problemas de su bebé, pero mientras transcurrían los minutos, cada vez era más evidente que eso no pasaría.
En esa situación de angustia y expectación la encontró la matrona.
—Hornet, mi niña ¿Qué pasó?
—¡Ren está enferma y no sé que tiene! —Gritó corriendo hasta la milpiés.
La matrona con mucho cuidado tomó a la bebé y la revisó meticulosamente, tocó cada parte de su cuerpo y notó varias zonas lastimadas, no era algo notorio o siquiera perceptible a simple vista, pero para alguien que sabía identificar lesiones su tacto era inconfundible. Pero aún así, ese no era origen de su misterioso mal, lo supo en cuanto tocó parte baja de la niña, soltó un chillido espantoso cuando lo hizo.
—Hilo acumulado —declaró finalmente—. Hornet, te dije que debías tener la precaución de retirar el hilo de las dos niñas diariamente.
—Pero... Pero... Eso hice... Bueno... Los últimos días Ania se había encargado de eso y...
—Y olvidó ocuparse de Ren, y por eso ahora la tenemos aquí con fiebre en semejante estado... Ay mi niña... Esto no es bueno.
—Ren... ¿Va a estar bien?
—Pues... Más o menos, puedo ayudarla, pero lo que tengo que hacer para esto no es nada lindo.
Retirar el hilo acumulado era un proceso muy doloroso aunque rápido, y si bien aquello fue una tortura para la niña, para su madre fue peor. El ver a su hija sufriendo sin poder ayudarla de forma alguna era por lejos lo peor que Hornet había tenido que vivir, los gritos de la criatura serían un recuerdo que la atormentaría hasta el último de sus días.
Cuando finalmente el proceso acabó, la niña quedó sumamente alterada, miraba a la milpiés con terror y solo quería que su madre la abrazara, lloraba de dolor y miedo incapaz de lidiar con todo su sufrimiento.
—Ahora métela al agua, con eso debería estar bien.
Tal como se le dijo, Hornet obedeció, dejó que las aguas milagrosas obraran su magia y finalmente la niña encontró alivio a su dolor, sus gritos cesaron hasta que se convirtió en un suave gimoteo que duró hasta que la cochinilla agotada se quedó dormida.
—Por fin —Hornetsalió del agua y caminó hasta la matrona.
—Odio cuando hay que hacer eso, es tan triste.
—¿Triste?
—Sí bueno... No solo retiré el hilo acumulado de Ren... Ella... Probablemente nunca más podrá producir hilo.
—Oh... Ya veo —Hornet bajó la mirada y suspiró cabizbaja.
—No es tan malo, al menos en su caso. Es una cochinilla, realmente no necesita producir hilo, puede tener una vida perfectamente normal y feliz.
—Es verdad, puede ser feliz, será feliz —Hornet se animó un poco con esta perspectiva.
—Pero es otro punto el que me preocupa Hornet.
—¿Qué cosa?
—¿Quién es la persona que pasa la mayor parte del tiempo cuidándola?
—Ania ¿Por qué lo pregunta? —A Hornet no le gustó para nada la forma en la que la miró la matrona.
—Ren no está bien y no lo digo solo por la acumulación de hilo, tiene otros problemas. Noté que tiene bastantes lesiones en su caparazón, diría que ha sido maltratada, no al punto de dejar marcas notorias, pero el daño puede ser acumulativo, además su piel está opaca, nuevamente es algo que una persona sin experiencia difícilmente notaría, y es una mala señal, Ren no está comiendo bien.
—Que... ¿Qué significa todo esto?
—No creo que sea buena idea que Ania siga cuidando de tus hijos.
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La conversación con la matrona dejó a Hornet sumamente preocupada, le parecía imposible que Ania le hiciera daño a sus bebés, era su sirvienta leal, la que siempre la apoyaba en todo, la que la consoló en sus tristezas, la que la ayudó a preparar su boda, la cuidó cuando estaba esperando sus bebés y le enseñó montones de cosas ¿Por qué haría algo así? Y sobre todo ¿Por qué lastimaría a un ser inocente como Ren?
Ahora las sospechas de su esposo comenzaban a pesar en su consciencia ¿Acaso Quirrel tenía razón y Ania tenía malas intenciones? ¡No podía ser! Se negaba a creerlo, todo esto debía ser un error, tenía que haber una explicación razonable para lo que había pasado, Ania era leal a ella, tenían que hablar urgentemente.
Todos estos pensamientos rondaban su mente mientras caminaba de vuelta a Poblado Distante con su niña en brazos, su andar era lento pero constante, necesitaba calmarse, pero a la vez no quería permanecer más tiempo del necesario en esa cueva, Ren necesitaba descansar en su nido y ser alimentada apropiadamente, ojalá Quirrel estuviera allí ahora.
Y como si sus pensamientos fueran escuchados, repentinamente la cochinilla se presentó frente a ella, en sus manos llevaba la canasta con los niños junto con una bolsita con provisiones para bebés.
—¡Quirrel! —Hornet corrió hasta él.
—¡Hornet! ¿Cómo está Ren?
—Ella... Ella... —No quería hablar realmente del infierno que había tenido que presenciar, quizás lo haría más adelante cuando se sintiera preparada—. Estará bien... Solo necesita comer y descansar.
—Me alegro mucho, estaba tan preocupado. Traigo conmigo algunos batidos nutritivos para ella.
—Me parece bien, pero dejémosla dormir un poco más, la pobre debe estar agotada luego de todo lo que tuvo que pasar —Hornet la depositó en la canasta entre medio de sus hermanos que la miraron con curiosidad.
Los niños vieron a su hermana que dormía con tanto gusto que les contagió un poco el sueño y no tardaron en acurrucarse junto a ella para descansar un rato. Ver a los tres juntos en paz de esa manera era un gran alivio para ambos padres, por eso se quedaron un rato contemplándolos en silencio.
—Hornet, hay algo que debo decirte.
—¿Qué pasa Quirrel? —De inmediato se puso nerviosa, ya no quería más malas noticias.
—Tengo una prueba irrefutable de que Ania tiene malas intenciones contra nuestros hijos.
—¿Qué? Como... No... Por favor dime que no es cierto.
—Lo siento Hornet, es la verdad —Quirrel sacó un papel y se lo tendió.
—¿Qué es esto?
—Es un certificado de correspondencia, aquí están detalladas todas las cartas que hemos enviado y recibido con sus fechas.
—¿Y esto qué prueba?
—¿Recuerdas aquella carta que enviaste a Big para pedirle el aguijón onírico? Esa que nunca contestó
—Sí... No me digas que...
—Exacto, esa carta jamás fue enviada, y si consideramos que Ania fue la encargada de entregar esa carta, podemos deducir que la destruyó, con esto ya podemos decir que no es de total confianza.
—¡Pero por qué lo haría! No lo entiendo, ella no sabía para qué era el artefacto.
—Pero sabía que podía ser usado para obtener la verdad de un prisionero.
—Entonces ella estaba ocultando algo ¿Pero qué cosa?
—Esa es mi segunda prueba irrefutable. Ven aquí Henry.
En cuanto Quirrel lo llamó, el individuo que se ocultaba detrás de una roca se reveló, una araña coja con feas cicatrices en la cara se presentó ante la reina y tras hacer una torpe reverencia dijo.
—Fabudos mbi reina, tengo buxo que dechir.
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Este capítulo me dolió, en serio me dolió mucho escribirlo, tanto que no fue tan crudo como pudo llegar a ser y para mi está bien, no pienso cambiarlo, tengo mis límites. En fin, el capítulo que sigue ya será más alegre y entretenido, pero por hoy, hasta aquí llegamos.
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