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✾| sp; cincuenta y dos

Narrador omnisciente

El derrumbe de emociones, las ráfagas de miles de escenas cruzando por la mente de las personas de la sala. Inimaginable, incomprensible, no podía existir algún motivo de la presencia de un hombre que yacía muerto desde hace 4 años. ¿Qué tuvo que ocurrir para que un hombre de familia hiciera aquello? Modesto, humilde, buscando siempre la máxima felicidad en sus hijos, sentir ese amor de su anhelada esposa. ¿El problema acaso fue tan grave? A veces no somos capaces como seres humanos de comprender los riesgos que cualquiera puede afrontar para proteger lo que más veneras en la vida. Sin derrumbarse, con el corazón en la mano, dejando atrás lo que sabía que perdería, buscó un refugio y se quedó ahí hasta suponer que era el momento adecuado, pero ver esos rostros hacía que se arrepintiera un poco.

Llenos de lágrimas, ojos temblores al igual que sus manos. El aura era nebuloso, que a Abril no le quedaban dudas que ella tuvo la misma expresión en su rostro en aquel instante, cuándo lo volvió a ver. No pudieron contenerse, era una función de tragedia, donde descubres que tu ser amado está vivo, que te dejó sola o solo por tanto tiempo, en tu pesadumbre. Vanessa cayó nuevamente en su asiento tomando su pecho, le hacía falta la respiración. Sus hijos la auxiliaron, menos Abril, se dedicaba a ser la máxima espectadora de todo, manteniendo su firmeza el dolor.

—Tú... —Dijo Alex, sosteniendo la mano de su madre. Se notaba la vesania que nadie había visto en él, tratando de comprender dichas acciones de su progenitor. — Todo este tiempo.

Se fue hasta George, su padre, soltando las riendas del control que siempre ha querido tener. Dio tres golpes sobre la mesa con sus puños, mientras las lágrimas caían por sus mejillas mojando dicha mesa. Su cuerpo temblaba buscando las palabras correctas.

—Alex, cálmate —Abril se asustó por aquel gesto que decidió intervenir.

—¿Qué? ¿Sabías esto? —Por una parte, sentía una culpabilidad. No decirle a su familia algo que los haría entender diferentes situaciones, pero era egoísta, nadie pensó en ella tampoco en los momentos donde deseaba saber toda la verdad — ¡Oh! ¡Lo sabías! ¡Todo este tiempo, Dios mío! ¿Desde cuándo? ¡Responde!

Los chillidos aberrantes llenaron los oídos de todos, pero Abril se limitó a permanecer de pie, siendo espectadora. Entonces, se hizo presente la voz de aquel hombre, esa voz sonora, gruesa y llamativa a la intimides que podía transmitir si se lo proponía.

—Vine aquí para hablar, así que te sugiero que bajes la voz y prestes atención.

Reafirmó para él mismo. Vanessa levantó poco a poco su cabeza, tratando de comprender que tenía que decir aquel hombre.

—¿Qué tendría que decir alguien que se hizo pasar por muerto?

Izán al mirar a su esposa Mary, trataba de darle señal de que tranquilizara a sus clientes. Fue encargado de decir las palabras que haría que la atención que tenían sobra la sorpresa de que George Anderson estaba vivo, pasara a...

—George Anderson ha venido para contarles la verdad.

Enero 2012

El mundo parecía estar alegre por la reciente noticia, el sol apareció a presentarse a todos los que salían a recibirlo. Música lenta, adornos multicolores, copas de alcohol y de agua, risas llenas de felicidad, sabían que una vida venía en camino, un pequeño ser que cambiaría sus vidas. La o el primer hijo, nieto, sobrino...

La familia Anderson celebraba, Grace Ackerman, esposa de Harry Miller Anderson confesó que tenía 3 semanas de embarazo.

—¿Puedes creerlo? ¡Es tu primer sobrino!

La pequeña Abril seguía analizando la situación, pensando en que idea de nombres podría dar. Un bebé, ella quería encargarse personalmente de cuidarlo y comprender que su vida dependía de ella, a pesar de que solo fuese su tía, quería ser como una hermana para ella o para él.

Así fue como los meses pasaron, se podía apreciar los cambios que llegaban a la familia, Abril ya tenía 15 años, pasaba al siguiente nivel de taekwondo, pero no dejaba de insistir sobre las emociones encontradas que sentía sobre el baile, sobre como quería darle una oportunidad a la danza. Nadie se detenía a escucharla o verla, nadie que no fuese su padre, Harry o Grace. De hecho, justo ahora, estaban teniendo un viaje de negocio a un país extranjero.

Después de los tantos berrinches de Abril por querer quedarse en casa con su mejor amiga Peyton, su madre la obligó. Solían usarla para que grabara ciertos anuncios comerciales de ropa, algo obvio, su madre se dedicaba a los eventos de moda, instruir a las pequeñas empresas y eso, mientras que la de su padre era de marketing, puro marketing, promocionando sus productos como a minoristas. Complementaban su trabajo en uno, en los viajes, se ayudaban y creían que su hija menor se dedicaría lo mismo.

Tener planeado el futuro de tus hijos es algo complicado por el hecho de que no sabes el camino que tomaran al crecer, da igual el estatus social, al estudiar, al caminar, decides qué senda recorrer, haciendo lo que más te gusta.

—¿Ya saben como le llamaran? —Preguntó Abril. Olvidándose de que tenía su cinturón abrochado, se acercó a los asientos delanteros. Harry y Grace se vieron y se escuchó sus risillas —¿uh?

—Sabes que tienes una lista de nombres desde que te enteraste de que era niña.

Las mejillas de Abril se sintieron calientes, tenía la razón. A aquella pequeña no le gustaba demostrar sus sentimientos, tan reservada, pero no sabía que la noche anterior, mientras arreglaba su maleta, se pudo escuchar su risa junto a la de su amiga, hablando de los nombres para su sobrina aún no nacida.

—He pensado en María, Carla, Cindy, Stephanie, algo francés por ti como Amélie, Camille, pero hay uno que lo encontré por casualidad que me gustó 'Ally' —Asintió para sí misma, mientras contaba con sus manos si estaban todas los que realmente eran llamativos— Será complicado, si deciden llamarla Ally, tendrá tres apellidos como Harry, el primer nieto de su padre... ¿Ally Anderson Miller Ackerman?

Sonrió para sí sola, sonaba raro, pero sabía que serían capaces de hacerlo.

El viaje estaba por llegar a su fin. Harry decidió llevar a Abril al aeropuerto, quién ahí esperaba ya sus padres para tomar el avión que los llevaría al viaje de negocios.

Faltaba una hora, pero todos ya estaban allí.

—Acuérdate de lo que te he dicho —Hizo sonar sus dientes al escuchar los sermones de su madre nuevamente— ¿Me estás escuchando? Cada día te vuelves más rebelde.

—¿Qué sucede? — Dijo George llegando donde todos se encontraban. Lucia, reluciente a pesar de no haber dormido mucho, tenía demasiadas cosas en la cabeza, los eventos a los que tendría que asistir, conferencias y reunión en menos de una semana.— ¿Calabacita?

—Nada papá. No entiendo para qué quieren que los acompañé a Corea del sur, me refiero a que, públicamente, no saben que soy tu hija, pero si soy una modelo, por otro lado, un día le prometí a él de que si iba a su país, lo visitaría.

Suspiró, resopló y se levantó del asiento para querer ir al baño.

Abril se sentía en cierta manera cohibida últimamente con su alrededor, eso se trataba por qué tuvo una discusión con su mejor amigo que vivía en Corea del Sur, amigo del cual ella estaba enamorada, según decía, algo que pequeños. Tenía la esperanza de verlo y su madre le dijo que esa semana la dedicarían para el trabajo y nada más, ella se sentía utilizada en cierta manera con justa razón.

—Mamá, si quieres yo la acompaño si va a ver a Vernon —Dijo Alex mientras miraba alejarse a Abril, desapareciendo entre la multitud.

*

La llegada a Corea del Sur la cambió mucho. Mientras sus padres estaba en reuniones -las cuales ella no podía asistir. Sus padres eran famosos y no querían que los rostros de sus hijos apareciera por ahí, hasta que ellos lo decidieran- ella se dedicó a ir de comprar, visitar exposiciones de libros de romance, salir a jugar con su hermano junto a Miguel, el guardaespaldas de George, bueno, iba con todos. Trataban de pasarlo relajados, aprovechando de que en unos meses Alex entraba a la universidad y Abril seguía con sus segundo año de la escuela media.

—Hey... —Abril no le prestó atención, era más interesante ver aquella fuente de agua, tirar agua tan alto— Deberías entender un poco a mamá.

—¿A mí quién me entiende? Solo escucho comentarios sobre mi comportamiento, o que sigo los pasos de Peyton. Simplemente, estoy creciendo, no es mi culpa que quiera alejarme un poco y tener vida.

—Tienes 15.

—Tú 19. Tampoco sabes mucho de la vida.

Bufó. Bajó la cabeza pensando en lo que había dicho, sentía la necesidad de buscar a Vernon por algún sitio, pero este nunca le dijo algo. Rascó su cabeza, tenía hambre, así que se decidieron a algún restaurante que los llevara Miguel.

Al día siguiente de todo, les tocaba trabajar. Por lo visto, George habló con Vanessa, mencionándole de que dejara a sus hijos disfrutar, que buscaran otro modelo de último momento. Conversación que se convirtió en discusión por la supuesta debilidad del hombre hacia sus hijos.

Estaba decidido, Miguel llevaría a Abril a buscar a Vernon, tenían indicios por donde trabajaba según lo que él había hablado con ella. Alex no pudo acompañarlos como le prometió a su madre, ya que debía ayudarla en un trabajo, pero para Abril era más cómodo así.

—Miguel, ¿cómo es posible que te hayas cansado ya?

—Señorita Abril, 1 hora con 23 minutos se llevaron todas mis ganas de vivir.

Abril se burló. Habían estado rondando por mucho tiempo con el coche, pero vieron más viable la idea de ir caminando. Se perdieron un par de veces y acabaron en un callejón, al lado de lo que parecía ser una empresa. Se quedó ahí, esperando por Miguel, ya que este decidió ir a comprar algo para beber.

Apenas podía recordar las palabras que su amigo le enseñó en coreano, era tan difícil para ella, más tratando de entender las calles por donde iban y que el google maps de ese tiempo era algo extraño para las capacidad de Abril y el teléfono que heredó de su abuela. Caminó por aquel callejón con su mirada fija en su móvil que no se dio cuenta del choque de hombro que dio con alguien.

—Lo siento —Se escuchó, llamando la atención de Abril. Aquel chico se limitó a hacer una reverencia y a asegurarse de que no se había golpeado, el problema de que ella se molestó por lo que dijo él luego— Una extranjera, seguro se perdió. ¿Por qué va con el móvil?

—Entiendo más o menos lo que dices tonto —El chico no movió ningún músculo y se alejó. — Deberías fijarte por donde vas, ¿tienes algún problema conmigo?

—Qué odiosa.

Susurró, pero eso no entendió Abril. Se acercó al chico con aspecto amenazador, buscando la respuesta o traducción de aquello, por una parte, por qué el chico le resultaba muy blanco. Todo se esfumó en cuánto escuchó un ruido, Miguel corriendo hacia ellos.

—Encontré a Vernon.

Cualquier interés que hubiese tenido hacia el chico pálido, se fue en cuánto escuchó el nombre de Vernon. Tomó la mano de Miguel y salieron con premura al lugar. Era al final del callejón. Dos calles adelante, estaba otro gran edificio. Al parecer ahí había visto Miguel a Vernon, claro que así fue, Un grupo de chicos iban saliendo y se podía distinguir entre todos esos a un pequeño joven con rasgos extranjeros.

—¿Vernon?

Chilló como pudo, esperando toda su atención. Se giró, un tanto impresionado por imaginarse que esa voz era de alguien a quien conocía, pues así era. Los tres chicos de su alrededor lo dejaron pasar, permitiendo ese encuentro de viejos amigos.

—¿Qué haces aquí?

No importaba si habían discutido por mensaje, llevaban más o menos 4 años y existía ese sentimiento aún. Abril se abalanzó hacia él sin importarle cualquier pensamiento de su alrededor. Las manos de Vernon fueron temblorosas a cubrir la espalda de su amiga. El sentimiento era indescriptible, que lo hacía parecer como inmaduro en el amor.

—Te eché de menos. Creí que no te volvería a ver.

Sollozó avergonzada. Separaron sus cuerpos y Vernon trató de calmarla. Tomó su mano y sonrieron juntos, sin considerar esto.

—Lamento nuestra discusión.

Ella volvió a abrazarlo, sin importarle nada del pasado. Solo quería vivir ese momento un poco más.

Aprovechó aquel tiempo de estadía ahí, pero salieron problemas como siempre existen. En una de las reunión empresariales, llegó alguien que no estaba invitado, un gran inversionista que se enteró de la llegada de George Anderson al país; quería ofrecerle un precio increíble para poder invertir en su empresa, pero no podría ser así por el simple hecho de que era un negocio familiar privado. Exacto, a causa de un espectáculo montado por ese inversionista, George atrasó su vuelta al país por más tiempo, quería dejar las cosas en claro y que solo aceptaba inversionista de buena racha.

Vanessa volvía a New York, igual que sus hijos, con la excepción de que Abril le suplicó de que se quería quedar con su padre. Después de una larga discusión, aceptaron.

Por el momento, estaban quedándose en un lujoso apartamento, cerca de una de las empresas de George -quería expandirse, su sede estaba en New York, tenía unos pequeños establecimientos por el momento en Los Ángeles, Londres, Francia, Alemania y desde hace dos años, en Corea del sur, no le iba nada mal.

—¿Irás a ver a Vernon de nuevo? Fuiste ayer.

Dijo George mientras servía café en su tasa. Miraba como su hija se alistaba y se ponía uno de esos hermosos vestidos de flores que tenía. Sabía que su 'calabacita' le atraía Vernon y viceversa, para él era joven -lo era-, y aún su niña pequeña.

—Papá, te avisaré cualquier cosa.

Se acercó a él y le dio un beso en su mejilla. Miguel hoy no podría acompañarla, pero luego de una semana entera visitándolo, ya conocía el camino y a otra persona.

—Te amo.

Abril sonrió saliendo del apartamento. Repasó en su cabeza lo que haría hoy. Vernon ha estado siempre ocupado cuándo lo visita, por eso se limita de observarlo desde lejos. Su amigo con sueños de ser cantante, gran bailarín también por supuesto.

Solo que, había algo detrás de esto; pasaba todos los días por ese callejón que la llevaba a la empresa donde trabajaba Vernon, y por donde se encontraba cada día con aquel chico pálido.

Miró sus manos, sus uñas recién pintadas de un rosa claro, combinado a sus zapatillas del mismo color. Entonces, ahí estaba ese encuentro que, por extraño que pareciera, se acostumbraba.

Ella lo miró de reojo, percatándose del semblante del chico. Triste, desolado, algo que hizo que lo detuviera. Cuándo lo miraba, iba serio y al cruzar miradas, empezaron a sonreír apenas, pero hoy estaba distinto.

—Oye pálido... —Dijo Abril, llamando su atención. De espaldas, se limitó a contestar con un '¿mmju?'. Frunció sus cejas y sus labios, decidida se acercó a él y tomó su brazo sin ningún respeto, haciendo que este se espantara — ¿Te ocurre algo?

La preocupación se notaba en su voz, cálida, suave, calmada para que ese chico supiera que quería saber algo. Abril siempre ha sido así, atenta a cualquier pequeño detalle que le ocurra a los demás, solo que siente miedo de cambiar algún día, de sentir que es otra persona por las consecuencias de la vida.

—Deberías meterte en tus asuntos.

Abril lo soltó al momento, ofendida, tan ofendida por todo.

—Bueno, pues, no me interesa. ¿Eres huérfano? ¿Por qué siempre pasas por aquí? ¿Necesitas algo? —No entendía la gracia que le hacía al chico mientras se alejaba. Se percibía los hombros moverse, se reía por su acento mal hablado en coreano más que nada —¿Cómo te llamas? ¡Te llamaré el pálido!

—¡Entonces te llamaré moco!

Se detuvo para ver la reacción de ella. Estaban lejos el uno del otro, pero podían ver esa sonrisa que mostraba la ensillas rosas del chico y la cara de confusión y de disgusto de Abril.

—¡Idiota!

Chilló para que escuchara a la perfección. Negó sin creer que su ánimo subió un poco por burlarse y ver esas arrugas que se le hacían a la chica de ojos verdes cuándo estaba confundida. Había sido un buen rato para ambos, tanto que en un par de años sabrían que sería así.

Antes de salir del callejón, apenas escuchó como el chico pálido dijo su nombre.

—¡Soy Yoongi!

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