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✾|cuarenta y uno

Kim Taehyung

Según las noticias, decían que mañana a primera hora se vería la primera nevada del año. En verdad mis pies sentían cosquillas, estaba emocionado porque ayer llegué a corea y hoy estoy en camino a mi nueva casa, junto con mis padres.

Tenía previsto que mañana Abril los conociera, la llevaría a la casa que tienen ellos aquí en Seúl y no podía dejar de pensar en como reaccionaría, sus gestos, en su rostro de confusión.

La echaba de menos, necesitaba verla y contarle las inimaginables aventuras que pasé en Estados Unidos, hasta sobre el encuentro con Harry.

Nos adentramos al estacionamiento del edificio.

—Hijo, saca las bolsas del maletero, trajimos regalitos.

Me bajé del coche y fui a hacer lo que dijo mi madre. Le comenté que no era necesario que trajera cosas a casa, pero insistió demasiado que decidí aceptarlo.
Con la ayuda de mi padre, cargamos las bolsas hasta el ascensor.

—Quiero comprar un pastel, para hacer otra vez como si fuese tu cumpleaños, quiero que lo pasemos juntos los 3... aunque, la chica de la que siempre nos hablas, a ella podemos invitarla.

Asentí con una leve sonrisa.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Caminamos un poco por el pasillo, hasta quedar parados enfrente de la puerta de mi nuevo hogar, que solo había dormido una noche aquí.
Introduje la llave y cuándo abrí la puerta, todo estaba oscuro. Estaba seguro de que en algún lugar había un interruptor y cuándo las luces se prendieron, todo a mi vista se iluminó dejando ver a muchas caras conocidos, chillando alegres y diciendo "Feliz cumpleaños".

Cuándo me di vuelta para querer ver a mis padres, la que en verdad estaba ahí, era Abril, con un gorrito de fiesta en su cabeza y una sonrisa de oreja a oreja. Mi corazón se estrujó, me sentía tan extasiado por este momento, por ver que seguro fue ella la de esta idea.
Su mano tomó la mía y de inmediato se formó un nudo en mi garganta, ella era mi debilidad.

Las personas del sitio empezaron a chillar cosas que casi no entendía, todo por verla a ella.

Este mundo era desconocido para mí, hasta el punto de volverse abrumador, pero cuándo no tengo salida, encontraba mi mundo en Abril, un escape de la realidad a otra diferente que me hacía sentir especial.

—¿Vas a llorar?

—¡Déjenlo en paz! —Chilló Abril.

Miró a todos aquellos, abrazó mi cuerpo y empezó a señalarlos para que se callaran. Tomé su rostro entre mis dos manos y deposité un corto beso en su frente, haciendo que se sonrojara levemente. Ese rubor caliente lo había provocado yo.

—¡Felicidades, Taehyung!

Abracé su cuerpo, sin importarme los abucheos de los demás.
Las risas no faltaban en el lugar y me daba calidez.

Por lo visto mis padres estaban atentos al momento, que cuándo los miré solo sonreían. Me sobresalté un poco dándome cuenta de que Abril aún no sabía de ellos.

—Abril —Dejando a los demás ahí atrás, tomé su mano para acercarnos a ellos— Te los presento, Kim Seyeon y Kim Hyung shin, mis padres.

Al escuchar aquello, su mirada se fue a mí y sentí su leve apretón contra mi mano. Sonreí juguetón por la situación.

—Hola cielo, así que eres Abril —Dijo mi madre.

—¡Oh! señora Kim, un gusto. No sabía que vendría. Perdone mi falta de respeto de no saludarla anteriormente.

—Eres una jovencita muy hermosa, Taehyung no exageraba al hablar de ti, no tengo dudas de que cuidarás de él como es debido.

No podía ser, mi padre se estaba pasando, ahora era yo el que sentía nervios, no debía decir aquello. Parecíamos un par de adolescentes que acaban de confesar su amor y sus padres se enteran... era igual que con ella... mi corazón dolía de solo recordarlo.

—Señores Kim, son muy amables conmigo, les agradezco sus palabras. Espero tengan una buena noche, junto a su hijo. Les prometo que cuidaré bien de él.

Ellos sonrieron y querían adentrarse en la fiesta que había atrás. Antes de retirarse, mi madre le dio un fuerte abrazo a Abril que la dejó casi paralizada. Me pregunto que es lo que sentirá justo ahora.

—Abril.

Se colocó delante de mí sosteniendo aún mi mano. Se miraba preciosa, sí que lo era. Puse mi mano libre en su cabeza, acariciando su cabello, era tan sedoso como siempre, brillaba. A penas lograba ver sus diminutas pecas que yacían debajo de sus ojos, se había maquillado, esa era la razón y no podía negar que me gustaba mucho.

—Así que hablas mucho sobre mí —Susurró.

—¿Cómo no podía hacerlo? Eres la razón de mi felicidad, debería hacerle saber a mis padres de ti.

No dijimos más. Alguien empezó a llamarnos para reunirnos con los demás.

La fiesta era demasiado acogedora, estaban algunos de los chicos aquí, otros amigos los cuales Abril ya conocía y mis padres. Todo estaba perfecto ¿qué más podía pedir?

La comida estaba deliciosa, al parecer ella había ayudado a prepararla. Después de comer también el pastel, la música llenó el ambiente del sitio, poniéndolo más familiar. De pronto escuché que empezó a sonar 'Till There was you' de Peggy Lee, a mi padre le gustaba esa canción, a mí también. Pude observar como tomaba la mano de mi madre para llevarla a bailar, aquel gesto movió algo dentro de mí, quería hacer lo mismo. Busqué a Abril con la mirada, estaba muy concentrada en la plática que mantenía con Hyun-Sik. Llegué hasta donde ella y me disculpé, por qué quería decirle algo.

—¿Bailas conmigo?

Sin pensarlo, tomó mi mano. Estábamos casi al costado de mis padres, pero ellos estaban en su propio mundo. Mi respiración se aceleró un poco, me sentía nervioso. Las manos de Abril por inercia subieron a por mi cuello, manteniéndolas ahí, mientras que las mías bajaron a tocar su cintura. Nos tambaleamos de un lado a otro, siguiendo el lento y emocionante ritmo de la canción. Desde aquí, podía sentir su fragancia, olía tan bien que podía quedarme aquí siempre. Su cabeza se apoyó en mi pecho, quería tenerla así por más tiempo, deseado que la canción no acabara nunca.

—Te compré un regalo, me gustaría que lo vieras.

Alzó su cabeza para mirarme. La canción acabó, pero continuaba otra. Varios se animaron a bailar, pero nosotros nos alejamos por qué Abril quería enseñarme lo que compró.
Era una pequeña caja de color verde, un leve lazo morado encima, vaya extraña combinación de colores. Cuándo la abrí, me encontré con una pulsera.

—¡¿Te gusta?! Yo también tengo una, pero aún no me la han dado porque quiero que escribas pequeños mensajes en ella, así como la tuya

Suspiré sorprendido. La saqué de la pequeña caja y empecé a admirarla. Era sencilla a simple vista, pero en verdad tenía pequeños diamantes que deslumbraban a ser de color verde y su alrededor un toque de morado en la parte de enfrente y atrás, por la parte de adentro tenía un pequeño mensaje 'Sigamos creando nuevos recuerdos'.

—Muchas gracias por esto, es, demasiado.

No encontraba más palabras para decirle, esto era algo extraño, tuvo que haber costado mucho.
Me ayudó a ponérmela, lucía bien. Aproveché que todos estaban en su mundo y decidí besarla, lo que había hecho era un gesto tan significativo para mí.

Ya iba a ser media noche y todos debían irse a casa. Por nuestras partes, decidí dejar a mis padres en su casa. Tenía ganas de ir a la cabaña, pasar un rato ahí frente a la chimenea, en verdad lo quería, no era lo mismo que estar aquí, aparte a penas me estaba acostumbrando. Después de meditarlo, le mencioné a Abril de que si nos quedábamos a dormir en la cabaña esta noche, claro que aceptó. Justo ahora estábamos en camino a ahí.

Todos agradecieron por la invitación, en verdad que me habían dado lindos regalos y les agradecía mucho, fueron generosos. Primero de Enero, celebración de mi cumpleaños junto a las personas que considero mi familia.

Llegamos y al bajarme del coche pude sentir el viento frío de la noche. Habíamos comido demasiado, así que seguro nos dedicaríamos a ver alguna película mientras comemos un bocadillo y luego nos iríamos a dormir, todo era perfecto, sí lo hacía con Abril.

*

Aproveché el momento y decidimos tomar una ducha, así luego comer algo nuevamente.

No controlé el tiempo, pero si sé que fuimos capaces de mirar 2 películas seguidas, no estaban tan mal. Abril parecía animada, al fin podía acabarlas.

Me levanté del sofá para poder ir por un poco de agua. Abrí el refrigerador y me encontré con una cerveza en una lata, aproveché para abrirla y tomarla. Cuándo me di la vuelta, estaba una pequeña sentada en el desayunador, observándome.

—¿Sucede algo? —Pregunté, sorbiendo algo de aquel líquido embriagador.

Moví mis pies hasta donde estaba ella. Puse la lata a un lado y luego coloqué una de mis manos en su pierna.

—En todo este tiempo que estuvimos separados, realmente te extrañé.

Mordí mi labio emocionado, nada era más embriagador que ella.
Estábamos casi a la misma estatura, gracias a que se sentó aquí. Separé un poco sus piernas, para que así mi cuerpo quedara entre ellas.

Su piel era perfecta a simple vista, sin todo ese maquillaje de antes, seguía preciosa. Sus labios rosas eran tan atractivos.

—Extrañé tus besos, tus caricias —Tomó mi mano para que tocara su rostro —Sí, las yemas de tus dedos, acariciando de esta manera, haciéndome sentir mejor.

Susurró entre dientes, chocando contra mi rostro que estaba cerca del suyo. Sus manos acariciaron mi cuerpo, sintiéndolo.

Me estaba tentando y lo aceptaba. Atrapé su nuca para jalarla hacia mí. Toqué sus labios, los besé como nunca, los echaba de menos, sentir cada parte de ellos.

Ah, tanto tiempo que parecía una eternidad no haberlos sentido. Ladeé con más delicadeza mi cabeza mientras la besaba. Lo que se había vuelto una costumbre, eran nuestros besos subidos de tonos, tan adictivos y ahora fue algo que prendió más mi cuerpo.

Chupé su labio inferior para después meter mi lengua en su boca, queriendo sentir la suya también, tratando de volverlo más sensual, más excitante.
Despegué mis labios de los suyos y de inmediato los volví a pegar en su piel, dejando besos húmedos, bajando desde su quijada a su cuello.
Logré escuchar su respiración agitada, aquellos suspiros que llenaban mi alma y hacían que tuviese escalofríos.

Necesitaba sentirla, quería tocar cada parte de su cuerpo, acariciarlo, admirarla y guardar aquellas escenas en mi mente, quería volver a repetir lo que alguna vez hice hace tiempo.

—Vamos a la habitación.

Dije, esperando a que escuchara, porque la imagen de ella desnuda hizo que ya terminara de perder mi razón.

Coloqué mis manos en su trasero, para cargarla. 
Íbamos a subir las escaleras, así que tendría cuidado, pero no podría porque Abril, ah, ella empezó a besar mi cuello, sus labios húmedos me encendían, sus manos tomando mi rostro, pasando a mis labios, esto era el cielo.
Llegamos al segundo piso. Con torpeza abrí la puerta de la habitación y la dejé sobre la cama.

Su cuerpo ahí, sus labios casi rojos, sus mejillas casi del mismo color. Pude ver como su pecho subía y bajaba, sosteniendo su cuerpo a la vez con la ayuda de sus brazos.

Me quedé parado, mirándola, haciendo contacto visual y ya me estaba descomponiendo. Debía procurar no perder la razón, pero todo se fue al demonio cuándo se sentó en la cama y se quitó su camisa, de paso también su pantalón.

—¿Seré la única desnuda?

Sonrió sin ningún tipo de vergüenza, me estaba dañando, esa pequeña parte coqueta de Abril estaba saliendo y me gustaba, necesitaba verla más tiempo.

Quité mi camisa tirándola luego en el suelo. Apoyé mis rodillas en la cama, quedando casi encima de Abril, quién terminó recostada completamente sobre la cama, pero antes quitó su sostén.

Bajé mi rostro hasta su abdomen, relamí mis labios y los posé sobre esa piel desnuda. De pronto, parecía que le daba escalofríos. Seguía haciendo aquello, dos, tres veces, besé debajo desde la mitad de su abdomen, bajando por su obligo y llegando hasta aquellas bragas de color blanco con un precioso encaje que, a pesar de que me gustaría, me gustarían más en el suelo. Besé encima de ese estorbo y pude fijarme que empujó su cabeza sobre la cama.

—Eres tan hermosa.

Su cuerpo era totalmente un delirio, mostraba tan marcada su cintura, sus caderas, su abdomen.

Levanté mi cabeza, para mirarla mejor. Acaricié sus piernas poco a poco mientras me abalanzaba hasta sus labios.
Nuestras bocas extravagantes se movían mejor, hoy la sentía diferente, hoy estábamos más excitados.

Mis manos llegaron a tocar el elástico de su braga, harían su trabajo. Empecé a doblarla poco a poco, hasta llegar a sus rodillas, las seguí bajando hasta el final de sus piernas, para luego tirarlas al suelo.

—Veo que no te gustaban.

—Me impedían hacer lo que haré.

Acomodé mi cuerpo a su lado, seguí besándola, pero mi mano se fue a ahí abajo y con la ayuda de mis dedos la toqué, se sentía tan caliente. Acaricié lento, delicado, haciendo que suspirara un par de veces. Separé mis labios de los suyos y empecé a besar su cuello y bajando a su clavícula, para luego detenerme en sus pechos, los besé y los chupé todas las veces que pude.

Por otro lado, mis dedos seguían haciendo su trabajo ahí.
La mano enterrada de Abril sobre las sabanas me hacía entender que lo disfrutaba.

Mis dedos siguieron en los suyo, con la diferencia en que bajaron un poco y se posicionaron para querer penetrarla.

—Ah, Taehyung~

Resopló cuándo metí mi dedo de en medio dentro de ella. Hice repetidas veces aquella acción, hasta incluir mi dedo índice.

Lamí uno de sus pezones, mientras miraba los gestos de su rostro, tenía los ojos cerrados y se mordía un labio. Me volvería loco, tenía envidia de mis dedos, quería que mi miembro la hiciera sentir así.

—¿Te gusta?

Con atrevimiento dije cerca de su oreja. Saqué mis dedos y de inmediato ella abrió los ojos para encontrarse con mi rostro.

Si —Dijo casi en un hilo de voz— Quiero ver que es lo que puedes hacer.

Tragué saliva con nerviosismo, yo también quería saber que podía hacer al estar de esta manera.

Las caricias que podía sentir, gracias a unas manos más pequeñas que yo, no pude imaginarlas nunca. El tacto, el calor por la fricción de dos cuerpos ardiendo en excitación sería el desborde de una llama que jamás se apagaría, no, nunca se había apagado y nunca pasaría.

Mis labios besando cada parte del cuerpo de una mujer como lo era Abril, conociendo cicatrices que nunca había visto y no cualquier podría verlas si es que no se encontraba en la íntima desnudez, su piel siendo tocada por mis dedos traviesos, por mi propio cuerpo, todo aquello se permanecía en una experiencia extraordinaria, que repetiría las veces que fuesen necesarias para no olvidarla.

Después de tantas caricias, toques, besos, ella encima de mí, desnudándose completamente, ahora yo me encontraba nuevamente encima de ella, tratando de verificar que sus piernas estén lo más cómodas posibles para sentirme dentro y para las embestidas.

Tenía el condón puesto ya. Lo iba a hacer.

—Esperé hacer esto por mucho tiempo.

Dije suavemente y tomé mi miembro para dirigirlo a su entrada.

—Hazlo despacio.

La miré, sus labios estaban entre abiertos, noté algo de nerviosismo, lo cual me lo transmitía, así que agarré su mano. Empecé a penetrarla poco a poco y pude sentir en como apretaba mi mano y dejó salir un leve gemido, eso me prendía más, pero apenas pude meter menos de la mitad.

Hice diminutas embestidas, hasta que poco a poco entraba más y sentía sus gemidos, me volvían locos.

Coloqué mejor mis rodillas para hacerlo mejor. Abrí sus piernas un poco más, subiéndolas y dejando mis manos sobre sus muslos. Esta manera sería mejor para hacerlo sin problema.

—Mue-muévete~

No me miraba, estaba como minutos antes. Con un leve ritmo comencé a hacer embestidas. Hacia dentro y hacia afuera. Mi pelvis chocaba contra ella, provocando sonidos obscenos que me excitaban lo suficiente para decir que perdería mi cordura.

Pude ver como sus pechos se movían gracias a mí. Acaricié su abdomen, mi nueva perdición. Subí tocando uno de sus pezones y de pronto esta puso su mano encima de la mía.

Mi pene palpitaba dentro de ella, igual que mi corazón, todo por lo que me hacía sentir. No olvidaría esto nunca, así como no olvido mi primera vez.

—Hazlo, más~

Sus manos se fueron a enterrar sobre mi espalda, estaban frías que me provocaron escalofríos.

Empecé a hacerlo más rápido, más preciso, tanto que mi cuerpo cayó ante el suyo, rozando sus pezones con mi pecho, fricción que amaba. Tomé sus piernas y empecé a penetrarla con un poco más de rapidez, las embestidas no tenían un ritmo específico, solo se convirtieron en sonidos obscenos combinados con nuestros gemidos.

No podía negar que la sensación era significativa, tocando el cielo de una forma mágica, aún sin volar, únicamente dejándome llevar.

Mi mente se nubló de deseo, de ganas de escuchar su voz, quería escucharla gemir. Traté de acomodarme, atrayendo más su cuerpo más a mi pelvis. Acaricié su piel caliente, tanto como esa madera que se carboniza al estar en el fuego.
Delineé nuevamente su hermosa espalda bajando a sus caderas. Entonces, cuándo tomé su pierna para que se enredara en mi espalda, de su boca salió un jadeo involuntario lleno de desesperación. La miré con atención, entendiendo que el ritmo era el mejor y que pedía más, con únicamente sentir el arqueo de su cintura en un par de veces y sus manos apretando las sabanas, sus dientes mordiendo sus labios y sus ojos sin dejar de verme.

—Quisiera gritar tanto.

—¿Por qué no lo haces? No imaginas cuánto me gusta.

Toqué sus mejillas, estaban más calientes de lo que imaginaba. Esta habitación era un caos, era tan abrasadora que mi cuerpo empezaba a sudar más.

Mis caderas empezaron a sentir el cansancio de aquella acción penetrante, también mi miembro empezaba a palpitar y a pedir que me hundiera más dentro de ella. Mis manos cayeron al lado de su cabeza, alcanzando rozar nuestros labios, sus pezones erectos sobre mi piel. Su respiración, sus gemidos, esos quejidos que me llamaban a seguir haciéndolo, se detenían contra mi rostro, gran melodía excitante.

Creo que llegaré —Su voz apenas podía escucharla. Me provocaba tanto hacer que no pudiera hablar por estar agitada— estoy a punto de estallar.

Lo comprendí, yo también sentía aquello, aunque quería seguir un poco más.

—¿Qué quieres?

Más, más rápido~

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