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La hora de la cena había llegado, las dos estaban sentadas en la mesa, enfrentadas y revolviendo el conjunto de verduras sin ánimos de comerlo. Cada una con una compleja cuestión en la cabeza, y fue la mayor quién se atrevió a hablar del tema.
— YooYoo... ¿Qué pasó mientras me fui hoy?
De solo recordarlo los ojos se le llenaron de lágrimas, no sabía si ya tenía que irse corriendo a esconder o si esta vez Siyeon estaría tranquila. Y ante la duda solo dejó que más lágrimas salieran para cubrir su cara, disculpandose sin parar con la voz atrofiada.
—Yoohyeon, dime qué pasa... quiero ayudarte... —comentó la mayor levantándose de su lugar para ir a abrazarla. Esperando hacerla sentir segura para que le dijera exactamente qué pasaba.
—La extraño... No se qué hacer... M-Minji me decía qué hacer ¡Y ahora no está!... y no sé qué hacer... No se si está bien ... Hoy me comí una galleta sin permiso y creí que ella me castigaría. Pero no lo sé... no lo sé.
Era exasperante escuchar su dulce voz ahogada en lágrimas, siendo suprimida por la potente angustia que la recorría de pies a cabeza 24/7. Siyeon no lo entendía pero esperaba ser de ayuda.
—YooYoo, no tienes que castigarte por un pequeño error. Seguro tenías hombre, no pasa nada con que comas una galleta más ¿si?
—Pero Minji-
Ese maldito nombre le hervía la sangre, le hacía querer estrellar algo contra la pared. En su lugar se levantó dándole un fuerte golpe a la mesa, solo consiguiendo que la menor se cubriera la cabeza.
—¡Ya olvidala! Ella era mala contigo-
—¡No! ¡Minji solo me estaba cuidando! ... Me estaba enseñando qué estaba mal.
—Te golpeaba, Yoohyeon —comentó algo histérica la mayor, tomandola de los hombros miemtras la susodicha fruncía el ceño. —. Te torturaba, te violaba... Eso no es cuidarte.
—Es que yo me equivocaba y me tenía que castigar.
—No. Y no puedes seguir así. Te harás mal... Mira, ¿que tal si buscamos otra forma de castigarte?
Siyeon supuso que si se trataba de "castigarla" podría hacer lo mismo que Sunmi con los niños pequeños en su antiguo orfanato, y se alegró por ver que Yoohyeon estaba considerando la propuesta, pero acabó negando, ella no quería remplazar a Minji. Aunque al ver la sonrisa ajena pareció ganarle la intriga, no sabía por qué no estaba recibiendo un grito o algo similar pero por eso se animó a preguntar.
—¿Qué?
— ¿Te gustaría tener un perrito? Así lo cuidas tú. Le puedes enseñar trucos, dónde tiene que hacer pipi, o puedes sacarlo a pasear.
—¿Un perrito? —ladeo la cabeza, considerando la idea.
—Así es, te hará bien tener una mascota. Verás cómo es enseñar, y te darás cuenta de que no es nada de lo que te hacía Minji.
—No yo... yo no puedo cuidar un perrito, no sé cómo se hace.
—Podemos preguntar a alguien de algún veterinario o refugio ¿qué opinas? Lo anotaremos, e irás aprendiendo, de a poquito.
—¿Y si me equivoco? No, no quiero tener un perrito, no quiero.
Pese a esas clara negativas por parte de la menor, cuando minutos después se volvieron a escucharse sus penas todo estuvo claro para la peliazul. No le parecía justo que siguiera sufriendo cada vez que llegaba la hora de dormir, que solo la calmara usar su ropa y que todo lo que alguna vez había sido de Minji tuviera tanto valor. Pero sabía que tenía que ir de a poco si no quería hacerle peor.
El viernes salió del trabajo con algo de apuro, en parte feliz porque su jefa la vieja le había dicho de un rafugio y en parte preocupada de lo que hubiera hecho la menor en todo ese tiempo.
Para su disgusto Yoohyeon estaba dormirda en la cama, hecha bolita y desnuda, solo tapada con una cazadora negra con un olor muy específico. Estaba abrazada al cuadro mientras que en sus piernas se lucían nuevas marcas, esta vez rojas y con formas de manos.
No había falta decir que las lágrimas también estaban ahí también.
Siyeon se decidió a taparla con una sabana fina y empezó a moverla con suavidad, esperando a que se despertara para enviarla al baño, necesitaba alistarse para salir. No tardó mucho en estar lista, con un jean propio pero con una camisa cuadrille de Minji, se había lavado la cara y se había atado el pelo, pero su cara seguia viéndose mal.
La menor miró sus converse negras todo el camino, siguiendo a Siyeon un paso por detrás. Le costaba aceptar que al levantar la mirada ya no vería el largo pelo de su novia, no vería su espalda que fingia ser ancha por la ropa grande que usaba, ya no podría tomar su mano ni esconderse en su hombros. Y pensar en eso la ponía triste. No quería un maldito perro de la calle, ella quería a Minji de vuelta y de momento solo había encontrado una forma de tenerla cerca.
Y por suerte aún no se le cruzaba por la cabeza matarte.
Llegar al lugar fue una total molestia, los perros se habían puesto a ladrar, eso le hacía doler los oídos ¡Se quería ir! Pero solo seguía a Siyeon camino a un chico alto y delgado, feo según la menor. Él amablemente acató las indicaciones de Siyeon, que le había pedido algún can pequeño y que no hiciera sentir intimidada a su amiga.
Para Yoohyeon era una rata fea y con cara de nada, apenas tenía pelo y era marrón aburrido. Aún así tomó la correa que tenía y se agachó a ver la placa con el nombre. "Pie". No se quejó por no poder elegirle un ella y esperó a que terminara de hablar mientras fingia escuchar las explicaciones.
Al llegar a casa soltó a la rata, colgó la correa y se fue a su habitación, con la esperanza de que mágicamente Minji estuviera ahí. Para su sorpresa, apenas volvió a abrazar el cuadro unas patitas diminutas se posaron sobre sus muslos.
No lo dijo pero le agradó que el can le lamiera la mano y le podiera mimos, le recordó a cuando ella besaba la mejilla de JiU para luego esperar caricias y besos.
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