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Capítulo VII: El jefe

En el medio del oscuro océano a mitad de la noche, los fríos vientos chocaban contra la nariz de una gran embarcación que llevaba a un grupo de Darks malherido, derrotado y avergonzado.

En la popa se encontraba Reed con la cortada de su mejilla y oreja aún algo rojas. Estaba recostado mientras miraba el agua siendo dividida por el barco, su mirada era seria y con el ceño fruncido.

—Cabello negro, piel blanca, ojos grises, alto, bueno en batalla —enumeraba las características del joven arquero que lo enfrentó—. Solo es un mocoso, ¿cómo es que sabe pelear tan bien? ¿Cómo es que pudo enfrentarnos y ganar? —golpeó con sus puños cerrados el barandal.

Reed no soportaba la idea de que un niño se apareciera, lo encarara y lo venciera, era un golpe directo a su orgullo. Años de saquear, golpear y matar directo al caño gracias a la vergüenza que pasó durante el día.

—La próxima vez que me encuentre con ese puberto lo voy a matar —declaró con ira en sus palabras.

Al levantar la mirada notó que el sol ya estaba saliendo y que el lugar hacia el cual navegaban estaba justo enfrente. Jacob pasó a ser el menor de sus problemas, ahora tenía que decirle la verdad acerca del fracaso de la misión a la unica persona que respetaba y temía: su jefe.

La embarcación se acercaba poco a poco al muelle, lugar donde un hombre con una taza de té los esperaba. Dicho hombre tenía abundante cabello y de color castaño con puntas negras, camisa vinotinto al igual que su sobretodo el cual era bastante elegante, pantalón de vestir, zapatos de mocasín y un collar dorado sencillo con un dije. Este observba el horizonte con seriedad mientras esperaba que el barco terminara de llegar.

Una vez que la embarcación llegó, el sujeto de vinotinto caminó hasta el barco esperando a que Reed y su equipo bajaran entre risas inundadas de soberbia y burlas sobre la cobardía y el pánico de las personas que atacaban.

El grupo de Darks comenzó a bajar del navío sin decir ni una sola palabra. El sujeto de vestimenta vinotinto termina desconcertado al ver que bajaban con caras desanimadas, golpeados y en completo silencio.

—¿Que ha pasado? ¿Por qué estáis tan callados? —pregunta el hombre de traje elegante.

Nadie se atrevió a responderle, no podían con la vergüenza.

—Nada, metiche —exclamó Reed de brazos cruzados antes de comenzar a bajar.

—Sabes que tienes que decirme, Reed —dijo el hombre de vinotinto.

Reed se acerca al individuo quedando a solo unos centímetros de distancia, al estar tan cerca se puede notar que Reed es un poco más alto que el hombre elegante.

—No, Caine. No tengo que decirte.

—¿Y qué te pasó? Esa cortada es nueva —señaló el hombre de vinotinto cuyo nombre era Caine.

—¿No escuchaste? No tengo que decirte —recalcó el de cabello rojizo y se fue dejando solo a Caine.

Una vez que Reed se había alejado unos metros de Caine, este habló.

—Fracasó... Eso no le gustará al jefe —pronunció Caine caminando al barandal para tomar su taza de té y beber un sorbo.

El equipo de Redd se dirigió a un gran lugar de dos pisos al que llamaban enfermería mientras que él siguió su camino colina arriba para entrar a un cuartel de tres pisos.

El camino para llegar allá eran escaleras anchas hechas de piedra y barandales de hierro negro.

Un vez que llegó arriba entró al pequeño edificio y subió al último piso, caminó el extenso pasillo iluminado por algunas luces empotradas en el cielo razo, el piso era de madera pintada de negro, las paredes eran grises con contrachapado de madera veteada con blanco, gris y negro que subía desde el suelo hasta la mitad de la pared.

Paso tras paso se acercaba más al fondo del pasillo donde se encontraba unas grandes puertas dobles oscuras, tocó tres veces la puerta.

—Adelante —pronunció una voz gruesa desde el otro lado de la puerta.

Reed procedió a girar las perillas y abrir las puertas, entró a la gran oficina con un balcón privado, chimenea a gas con un oscuro estilo minimalista al igual que el resto del lugar y un escritorio donde había un monitor, teclado, ratón, algunos libros y una taza llena de té, detrás del escritorio estaba una silla que le daba la espalda a Reed y que se movía levemente de lado y lado, claramente su jefe estaba ahí sentado.

—Aquí estoy, jefe. Mi tropa ya arribó —notificó.

—¿Cerraste la puerta, Reed? Sabes que no me gusta cuando está abierta —señaló el jefe.

—No, señor. Ya lo hago —Reed cierra las puertas y se dirige al escritorio de su jefe.

—Cuéntame, Reed —el jefe le dió la vuelta a la silla dejando ver su rostro —¿Cómo te fue? —levanta la taza de té y toma un sorbo.

El jefe era un hombre de mediana edad, cabello negro grisáceo y liso, su vestimenta era totalmente negra, pantalón de vestir, camisa abotonada, sobretodo y zapatos de mocasín, su tez era pálida y su mirada profunda.

—Bueno...

—¿Y que te pasó en el rostro? Es una fea cortada ¿te caiste o qué pasó? —curioseó tomando otro sorbo a su té.

—No, no me caí. Alguien me... disparó una flecha a la cara —respondió.

—¿Una flecha? ¿En serio? —colocó la taza ya vacía sobre el pequeño plato en el escritorio.

—Así es.

—¿Qué? ¿Te atacó un indígena o algo así? —el jefe comenzó a reír por su propio comentario.

—No, no fue un indígena —exclamó en voz baja mientras el jefe seguía riendo.

—En fin —el jefe cesa su risa—. Ahora quiero que me digas que fué lo que pasó. Llegaste bastante temprano, lo que me hace pensar que quizás no los incineraste como te dije. O tenían tanto dinero que decidiste solo venir cuando terminaron, lo cual tampoco te pedí ya que los incendios nos ayudan a cubrir nuestras huellas en muchas ocasiones.

—No prendimos fuego en el pueblo, jefe. No nos dio el tiempo.

—Debieron hacerlo. Es crucial —señaló con un tono serio—. Vuelvo y repito: ¿Qué fue lo que pasó?

—Bueno... Lo cierto es que... No hubo... éxito en la misión —dudó mientras hablaba.

El jefe al escuchar eso solo puede hacer una cosa: reír. Comenzó a reír levemente y poco a poco fue aumentando, pero sin excederse o convertirse en burla. Se levanta de su asiento cesando su risa, pero manteniendo la alegre expresión y caminó hacia Reed.

—¿Sabes? Creo que mis oidos están comenzando a fallarme porque creí escucharte decir que no hubo éxito en la misión y... Eso es imposible porque siempre tienes éxito en los ataques, ¿verdad?

—Ah...

—Pero ahora —interrumpió a Reed—, como estoy más cerca, puedo escuchar perfectamente, así que te lo preguntaré por tercera y última vez —con un movimiento rápido tiró del cuello de la camisa de Reed y pateó su pantorrilla para que se incara en el suelo, una de sus manos en la nuca apretando el cuello y enterrando sus uñas en la piel mientras que con la otra levantó el brazo derecho de Reed.

Este suelta un quejido de dolor debido a que su jefe estaba levantando su brazo hacia atrás y doblando la muñeca lentamente provocando que el de cabello rojizo bajara su torso para contrarrestar el dolor, pero mientras más lo hacía, su jefe aplicaba más fuerza al doblar la muñeca y más levantaba el brazo. Quería moverse, pero si lo hacía su jefe le quebraría la muñeca, el brazo y seguramente después la nariz cuando se levantara.

—¿Qué... Fué... Lo... Que... Pasó? —preguntó pausadamente y con molestia tanto en su voz como en sus ojos.

Reed traga saliva y decide finalmente contarle el resultado de su misión.

Unos minutos después, en la enfermería, la tropa de Reed era atendida por el personal médico. Los enfermeros y doctores caminaban de un lado a otro llevando medicamentos, vendas y demás utensilios médicos necesarios, Caine también estaba allí conversando con algunos hombres del personal médico. Todo parecía estar bien hasta que Reed atraviesa las puertas del lugar rodando en el suelo y con la nariz sangrando. Los presentes, al percatarse del rojizo, quedaron inmóviles.

—¡Tropa de Reed! ¡Al frente! —exigiò el jefe parado en la entrada

Los hombres de Reed se levantaron de sus asientos y camillas para colocarse frente a su jefe.

—¡Aquí, señor! —dijeron al unísono.

Reed también se levanta y se forma justo en el centro de su equipo quitándose algo de sangre del rostro con el dorso de su mano derecha.

—¿Me pueden explicar cómo es posible que los “más grandes saqueadores y asesinos del continente” sean derrotados por un niño? —preguntó el jefe, nadie responde— Y nadie dice nada —empieza a caminar de un lado a otro mirando a cada uno de los rostros—. Solo tienen una misión, una, ni más ni menos. Y hoy parece que esa única cosa que debían hacer fue demasiado para ustedes —hizo una pausa.

—Señor —Reed intervino.

—¡A callar, Reed! Tuviste tu tiempo para darme explicaciones —seguía caminado

—Solo quería decirle que este no es cualquier chico, él está claramente entrenado —el jefe caminó rápidamente hacia Reed—, no sabemos quién sea ni tampoco...

—¡Que te calles! —gritó el jefe— ya te di el tiempo suficiente para que me dijeras lo que pasó no para que me contaras un cuento de hadas. Por más entrenado que esté el arquero no creo que pueda vencer a una tropa de sanguinarios a menos que sean un montón de mediocres —se alejó de él y observó a todos—. ¿Quienes son?... ¿Eh?... ¡Respondan!

—¡DARKS! —alzaron la voz al unísono.

—¿¡Que hacen!?

—¡HURTAR Y MATAR A TODA COSTA!

—¿¡Bajo el comando de quién!?

—¡DEL JEFE DÁRIUS!

—Entonces, si de verdad están bajo mi comando y quieren seguirlo estando, más les vale no volver a quedar en ridículo —miró al hombre de traje vinotinto—. Caine, sígueme.

El jefe Dárius comenzó a caminar para salir de la enfermería seguido de Caine quien se colocó a su derecha.

—No puedo creer que tenga ineptos bajo mi comando, ¿puedes creerlo?

—En lo absoluto, señor. Es una gran deshonrra y vergüenza que fueran derrotados por un chico —concordaba Caine.

—Exacto, debería de colgarlos.

—Yo no haría eso, tal vez deberíamos de indagar acerca del joven —sugirió Caine.

—¿A qué te refieres? —pregunta Darius parándose en seco.

—Me refiero a que es algo fuera de lo común que un solo niño haya podido con ellos. Piénselo, señor, no creo que de la noche a la mañana la tropa de Reed haya sufrido algún retraso o derrame cerebral para que un solo chico los venciera —señalaba Caine.

—¿Tú también vas a decirme que crees que el chico está entrenado? —preguntó Dárius cruzándose de brazos.

—No es algo tan descabellado. Ya lleva más de diez años en esto, ¿de verdad creía que algo así no pasaría? —preguntó Caine mirándo a su jefe con seriedad.

Dárius camina paso tras paso con lentitud analizando lo que Caine le decía.

—Tal vez tengas razón. Tendré que ser más precavido y más duro con los entrenamientos de ahora en adelante —descruza sus brazos y señala a Caine—. Ve a telecomunicaciones y diles que envíen a la tropa de Ryan a Town Village en la isla media luna. Es un pueblo rico así que quiero que saqueen hasta el último doblón que tenga esa gente y luego que lo incendien. Después de todo es un pueblo rodeado por una selva tropical, diles que lo hagan parecer un incendio forestal con cero sobrevivientes.

—Ententido, jefe —dijo Caine, dio media vuelta para irse.

—Espera —exclama el jefe haciendo que Caine se detenga—. Luego me traes más té a la oficina y agrégale un toque de menta.

—Como usted lo ordene, señor —correspondió Caine y continuó caminado hacia el cuartel de telecomunicaciones.

Dárius observa cómo se va por unos segundos para luego darse la vuelta y regresar con una mirada llena de odio a su oficina.

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