∆Capítulo 7∆
-Que tenga un buen día.
Le entregó a la señora con elegante vestido su café capuchino y su rebanada de pan de limón en una de las típicas bolsas de papel de Starbucks. Despidiéndola con una de mis sonrisas más naturales. La señora asintió y se llevó su pedido, suelto un suspiro una vez que el local se queda vacío por unos minutos. Si había algo que me sacaba de mis constantes pensamientos y preocupaciones era mi trabajo en una empresa tan importante como lo es Starbucks. Era una "terapia" a las constantes situaciones que pasaban en mi casa y más ahora que mi amigo se había marchado. Sacudo mi cabeza al recordar los últimos días y me dispongo a limpiar mi área de trabajo.
-¿Qué foto crees que se ve mejor?- mi compañero de trabajo me mostró tres fotos idénticas de él mismo en su costoso celular.
-La segunda, Kuzko. Te da más luz en los ojos resaltándolos mucho- comenté riendo levemente.
-Hum, no había notado eso, pero gracias. A las chicas les gustan mis ojos- hizo una cara seductora y luego volvió a su teléfono- y muchas otras cosas de mi. ¡Listo! Ahora solo falta esperar los likes y... ¡ya llegan! Espero que esta foto sobrepase mi récord- se pegó junto a mí mostrándome la foto subida en Instagram y como las notificaciones de likes y algún comentario brotaban. Era extrañamente increíble- ¿sabes cuál es mi récord, rubia oxigenada?- pregunta con egocentrismo.
-¿Doscientos?- intenté adivinar al recordar cuántos seguidores tiene en su cuenta.
-Pf, eso fue historia- su mano derecha dio varios giros en el aire como si eso hubiera pasado siglos atrás.
-¿Cuál es tu récord, entonces?- levanté mis cejas divertida.
-Quinientos setenta y cinco- respondió con voz de presentador de circo. Lo miro nuevamente sorprendida sin comprender cómo es que llega a números tan altos, yo cuando llegaba a publicar algo con trabajos obtenía cinco likes- Sin palabras, ¿verdad?- y nuevamente su tono egocéntrico volvió. Rodeé los ojos y cuando iba a mirarlo de nuevo mis ojos conectan con una mirada azul.
-Valla valla valla, miren a quien tenemos aquí- la irritable voz de Ariel fue quien cortó aquel momento de tranquilidad.
-Hola Kuzko- saludó Blanca Nieves coquetamente enrollando entre su dedo índice un mechón de su corto y azabache cabello.
-Hola Blanca, hola a todas linduras. Si me disculpan tengo que ir a lavar unas cosas, con su permiso.
Kuzko huyó lo más pronto posible para evitar a cualquier costa a la chica peli negra, quien era una loca admiradora suya. Y es que Kuzko era el próximo heredero de la empresa familiar "Ayudemos a quienes no tienen voz". Una empresa que empezó siendo una pequeña campaña para la protección de animales, en especial en las llamas. Con el paso del tiempo esa pequeña campaña fue creciendo y tomando importancia hasta que fue uno de los más grandes movimientos en el mundo. Y ahora son una de las empresas más importantes del cuidado, rescate y protección de animales como las llamas. Y Kuzko dirigiría aquello en poco tiempo, pero al ser un niño rico mimado sus padres lo mandaron a trabajar para que viera que la vida no siempre eran lujos; cosa que no veía muy bien pues le fue muy sencillo conseguir un trabajo y no tardaría en ascender de puesto, a demás de que quien hacía el trabajo duro era yo. Era como en un capítulo de Drake y Josh cuando Drake entra a trabajar al cinema donde trabaja Josh y no hace nada y es a quien mejor le va, mientras que Josh hace su trabajo de siempre y es regañado y comprado con su hermano. Algo más o menos así era lo que pasaba conmigo y con el niño rico.
-Hola chicas, ¿qué les ofrezco?- pregunté cortésmente mostrándoles una sonrisa.
-¿Puedes hacer que Kuzko vuelva? Esta es mi oportunidad de hablar con mi amor platónico y no la quiero perder- Blanca Nieves se adelantó a hablar haciendo que Ariel la mirara molesta.
-No puedo hacer eso, fue a limpiar algunas máquinas de café y no creo que salga pronto.
-Ash, ¿entonces para qué preguntas que quiero si no lo vas a hacer?
Se cruzó de brazos molesta como una niña pequeña a quien le niegan comprarle un chocolate. Apreté mis labios para evitar reírme por su comportamiento.
-Ay querida, creí que no seguirías trabajando aquí por tu mala reputación como prostituta, la verdad es que admiro que dejen trabajar a alguien para de tan bajo nivel y dignidad como tú. Si fuera yo el jefe no dejaría que ninguna rata callejera trabajará aquí ni en ningún otro lugar. Pero bueno, a mí me gustaría que nos atendiera una persona de mejor...- me miró de arriba hacia abajo- calidad. Incluso tu presencia aquí me ofende.
Ariel movió su cabello para acomodarlo sin mirarme, sus palabras habían sido duras y frías con su toque habitual de superioridad. Cierro mis manos en puños sintiendo al mismo tiempo un ligero dolor en mi pecho. Siempre tenía palabras dolorosas y humillantes para mí, pero no dejaría que me viera de esa manera.
-Ariel yo...
-Ah ah- negó con su dedo índice interrumpiéndome- no me interesa nada de lo que me vallas a decir, ahora ve por lo que te pedí. No pienso ser atendida por una golfa.
Habían mil cosas que quise decirle en ese momento, pero me las tragué recordando que me encontraba trabajando y que ella era un cliente más. Iba a sacar a Kuzko para que hiciera lo que sus padres pensaban que hacía: trabajar. Así yo no me metería en problemas y dejaría de estar aguantando a Ariel y sus cómplices.
-Necesito que las atiendas, no se irán si no sales tú- abrí la puerta del almacén espantado a mi compañero quien seguía tomándose fotos. Soltó un pequeño gritito y actuó como si estuviera acomodando cualquier cosa.
-¿Qué dices?- preguntó una vez que se calmó y actuó con más normalidad.
-No quieren que yo las atienda, no les caigo bien y no quiero problemas Kuzko, por favor hazlo tú.
-¡Pero la chica de cabello azabache está loca! ¡Es una acosadora total! Ni lo pienses, no voy a atenderla a ella ni a sus amigas- cruzó sus brazos intentando terminar la conversación.
-Sus amigas son lindas, puedes coquetear con alguna de ellas- esperaba que aquello funcionara, a Kuzko le gustaba coquetear con todo mundo y era difícil que se resistiera ante varias chicas plásticas insoportables que aparentabas ser perfectas.
-No, las conozco a todas y si son muy guapas pero son desagradables. Tan presumidas y pretenciosas, iugh. Yo seguiré limpiando aquí, aparte es mi tiempo de descanso- negó con su cabeza mientras hacía muecas de horror.
-¡Pero trabajas aquí! ¡Es tú trabajo atender a los clientes!- le grité cerrando la puerta para que no se escuchara afuera- ¡Te estoy pidiendo un favor! ¡UNO solo! ¡De que atiendas a estas chicas por mí y no puedes hacerlo! ¡Porque no te agradan! Tal vez no necesitas este empleo pero yo sí como no tienes idea, y ellas son capaces de quitármelo, por favor, te lo pido como compañera y como amiga- tenía tanta impotencia en mi interior que no podía creer que no pudiera ayudarme.
-Lo siento Rapunzel, no lo haré.
-¡Eres un egoísta!- lo empujé furiosa y salí de aquel cuarto, comenzaba a sentir poco espacio y poco aire y eso me alteraba un poco más. Cuando me di cuenta ya estaba afuera y aquel chico se había encerrado.
¿Qué se supone que haré ahora?
Tomé una gran bocanada de aire y volví hacia el mostrador viendo una larga fila detrás de aquellas chicas. Todos impacientes a mi llegada.
-¿Otra vez tú?- preguntó con fastidio Pocahontas- no te dijimos...
-Mi compañero no va a poder atenderlas, pide una disculpa y yo también. Gustan ord...
-¿Estuve esperando cinco minutos para que me llegaras con esto?- pregunta ofendida Jazmín- O sea, ¿desperdicié mi tiempo por esto? ¿Eres estúpida? Quiero hablar con tu jefe ahora. Es increíble que nos hagas esperar.
-Sólo estoy intentando hacer mi trabajo, no hay nad...
-¿Tú trabajo?- preguntó Ariel alzando la voz para que la gente no se distrajera de todo lo que estaba pasando, comenzó a reírse y poco a poco las demás la siguieron.
-Ariel...
-¿Tú trabajo?- volvió a preguntar con un toque de ironía en su voz. Paró drásticamente de reír y azotó las palmas de sus manos en el mostrador, ahora tenía una mirada de burla y repulsión- Oh querida, ¿pero qué estupidez has dicho? Todos aquí sabemos, y si no lo saben se los diré ahora.
-Ariel basta, podemos platicar....
-Esta chica que ven aquí no es una adolescente normal que busca trabajo para pagar sus estudios o cualquier cosa por el estilo. Ella es solo una arrastrada que se deja hacer cualquier cosa por unas cuantas monedas. Es una maldita ramera a quien no le es suficiente su vulgar trabajo y busca otro fingiendo ser una buena y santa persona, brindando sonrisas hipócritas a cada uno de ustedes. Es igual que su hermano, un niño débil y estúpido que halló hacer dinero fácil de la manera más sucia del mundo. Hiccup fue una ver...
-¡Cállate!- grité soltándole una fuerte cachetada.
-¡Rapunzel!- la voz severa del señor Sullivan hizo que me detuviera. Mis manos se volvieron puños y lo miré desesperada, humillada y molesta. Kuzko salió rápidamente al escuchar al jefe hablar, lo miró de reojo y siguió mirándome a mí.
-¿Es usted su jefe? ¡Mire lo que me a hecho su empleada! ¡Me golpeó y eso es solo el principio!- chilló Ariel sobándose su mejilla.
-Vengan conmigo por favor, Kuzko encárgate de los clientes y dales a todos cupones por la vergonzosa escena que acaban de presenciar.
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- Señoritas, mi nombre es James P. Sullivan soy el encargado jefe de esta sucursal ¿Pueden por favor explicarme qué fue lo que pasó? ¿Qué fue todo ese alboroto?- preguntó seriamente mirando a cada una de ellas expectante a su respuesta.
-Le dije a su empleada que no quería ser atendida por una ramera y que enviara a alguien más a tomar mi pedido y el de mis amigas, y después de cinco minutos regresa diciendo que su compañero no puede atendernos y que lo hará ella. ¿Sabe lo insultante que es ser atendida por una persona tan baja como ella?- mientras más hablaba aquella pelirroja mis uñas se enterraban cada vez más en las palmas de mis manos. No podía describir el mar de emociones que me inundaban y que no podía controlar.
-Hay algunas palabras que me parecen muy ofensivas hacia mi empleada, señorita, no sé de qué esté hablando.
-¿Acaso usted no sabía que se dedica a satisfacer a los hombres por medio de su cuerpo?- pregunta falsamente sorprendida y luego me mira a mi- ¿Porqué no le dijiste tú jefe la clase de persona que eres Rapunzel?- volvió su mirada hacia el señor de extraños cabellos azules- Es una golfa señor Sullivan, no es una persona pura y linda como aparenta serlo. Como dije antes, sigue los pasos de su hermano...
-¡Cierra la boca!- grité encolerizada lanzando mi puño hacia su perfecto rostro, pero unos brazos me detuvieron- ¡Él no era así! ¡Jamás lo fue! ¡Deja de decir cosas tan horribles de él!
-¡Ya basta! ¡Las dos!- mi jefe levantó la voz para callarnos y él pudiera entender lo que estaba pasando.
-¡Me está insultando! ¡Y no sólo a mí!- me defendí.
-¡Fuiste tú quien no obedeció mi petición! ¡Además yo no tengo la culpa que Hiccup haya decidido humillarse y humillar a...
-¡Dije BASTA!- volvió a gritar con más fuerza- ¡Estás despedida! ¡Te quiero fuera de aquí! ¡Y no me interesan tus excusas, golpeaste a un cliente y eso una gran falta!- habló o más bien me gritó primero a mí sin darme oportunidad de explicarle las cosas- Y a ustedes no las quiero volver a ver en esta sucursal, en especial a usted- miró fijamente a Ariel- insultaron y humillaron a mis empleados e incluso los han acosado. Tienen prohibido volver a venir aquí, les daré unos cupones para que los puedan usar en otra sucursal y yo mismo le haré entrega de lo que iban a pedir- finalizó cerrándonos a todas la boca- Escuchen, no me interesa cual sea su enemistad en el colegio, pero fuera de este deben tratarse con cortesía y respeto, independientemente de cómo vivan las otras personas. De otro modo solo harán desastres como este que no solo las envuelve a ustedes, si no a mí y también a la empresa.
Hubo total silencio por unos instantes. Las chicas plásticas estaban molestas e indignadas por lo que les había dicho aquel señor con traje. Yo estaba asimilando todo lo ocurrido. Me había despedido y ni si quiera me dejó explicarle el porque había reaccionado así. Y no me dejaría hacerlo, el señor Sullivan no daba segundas oportunidades.
Todos volvimos al local en silencio, me adentré a tomar mi mochila y despojarme de mi uniforme que solo constaba en una camisa tipo polo y salí de ahí sin mirar a nadie, no me pagaría y no me quedaría a salir con ellas detrás.
-Rapunzel- murmuró mi ahora ex compañero de trabajo.
-A ver si de esta manera ahora sí te pones a trabajar y dejas a un lado tu narcisismo- le espeté con frialdad en mi voz.
Cuantas ganas de gritar tenía.
Ganas golpear algo.
Lágrimas traicioneras salían de mis ojos por el enojo y la humillación que había pasado frente a muchas personas y a mi jefe. Las limpio con rudeza regañándome y obligándome a no soltar una más. Estaba consciente que en parte era culpa mía que me despidieran, pero la gran parte se la llevaba esa odiosa niña de papi y aquel heredero egoísta.
"El mundo es cruel Rapunzel. Es oscuro y traicionero, no hay cuentos de hadas y mucho menos finales felices."
Me senté en la banqueta de la calle ocultando mi rostro bajo mis brazos. Me sentía tan impotente, tan débil... no, débil no. Tonta. Torpe, Furiosa. Las ganas de querer golpearme aumentaban con el pasar de los segundos y una vez más aquellas palabras que esa mujer me había dicho hace años atrás se hacían presentes haciéndome ver que tenía razón, otra vez.
Unos pequeños golpecitos en mi hombro derecho me des concentran de mis pensamientos y levanto mi cabeza con rapidez limpiando las lágrimas que no paraban de desbordar. En frente de mi había una niña de tal vez ocho años con ojos chocolate y cabello castaño corto con un pequeño flequillo cubriéndole levemente sus cejas.
-En mi escuela me dejaron hacer un proyecto de darle un abrazo a las personas que me encontrara en mi camino ya sea a la escuela o a mi casa, y vine con mi mami a comprar unas medicinas para mi hermano y te vi solita en la banqueta y entonces quise darte un abrazo para así cumplir mi proyecto y tal vez hacerte sentir mejor. ¿Puedo abrazarte?- su dulce voz apaciguó todo el remolino de emociones en mi interior, asentí intentando mostrarle una sonrisa. La niña no tardó mucho en rodearme con sus pequeños brazos y apretarme un poco para que de alguna manera no me sintiera tan vacía. Devolví su gesto abrazándola delicadamente y unos minutos después terminó con ese abrazo que tanta falta me hacía.
-Gracias- susurré y me aclaré la garganta para poder hablar un poco más fuerte- espero que haya servido para tu proyecto.
-Al contrario, gracias a ti por ayudarme claro que servirá. Toma te ayudará a no sentirte triste- colocó entre mis manos una bolsita transparente con gomitas de azúcar de diferentes colores. tenía muchos años que no comía golosinas. La miré con ojos abiertos y luego igualé su radiante e inocente sonrisa, en ese momento me sentía querida e importante un sentimiento que me abandonó mucho tiempo. Era un gesto tan lindo que nadie había tenido conmigo hasta hoy. La agradable castaña se despidió y fue corriendo hacia una farmacia que estaba no muy lejos de donde yo me encontraba sentada, tomó la mano de una mujer a la que supuse era su madre y juntas caminaron hacia un automóvil azul oscuro para después perderse entre la infinidad de calles.
Mi teléfono sonó haciendo que diera un pequeño brinco del susto, solo para indicarme que mi turno ya había finalizado siendo las siete de la noche. Apagué la alarma y me levanté del suelo para dirigirme hacia la casa en donde dormía. Abrí la bolsa con las gomitas para comérmelas en el trayecto hacia mi siguiente destino, calmando un poco los fuertes rugidos de mi estómago. El sabor a limón estalló en mi boca al mismo tiempo que el azúcar se pegaba en mi lengua y la textura gelatinosa bailaba entre mis dientes, ¡hace cuanto no comía esto! Me llevé otra gomita ahora de color naranja y luego una roja, seguida de una casi blanca saboreando cada una de ellas como si no hubiera mañana. Aquellas golosinas se habían terminado muy rápido y esa niñita tuvo razón, había levantado un poco mi ánimo, lo suficiente para llegar a aquel lugar de una mejor manera.
Compré comida rápida al darme cuenta que no había algo que preparar para la cena, mi estómago rugía con fuerza después de no comer casi dos días por la muerte de Tadashi. No traía mucho dinero así que solo compré nuggets de pescado para ambos, esperaba que el señor Drago recordara comprar algo de despensa y con ello poder prepararle algo más.
Faltaban diez minutos para que dieran las ocho de la noche y yo apenas iba llegando no pude saludar a Chimuelo por la prisa que tenía de tener la cena lista antes de que él llegase. Si había algo bueno en esta semana es que el señor Drago Mano Dura estaba cumpliendo su promesa en dejarme en paz un rato y dormir más tranquila además que después de dos años de súplicas y ruegos me había dado pruebas de que mi hermano seguía con vida.
Escuché la puerta abrirse y azotarse con fuerza doy un pequeño brinco por el susto que aquel estruendoso sonido me provocó. Me apresuro a colocar los últimos nuggets en mi plato y al terminar tomo los platos con ambas manos para ir hacia la mesa y ponerlos en el lugar correspondiente.
-¿Porqué carajos tardas tanto?- casi suelto los platos al sentir su respiración en mi cuello y sus manos sobre mi cintura. El olor a alcohol llegó pronto a mis fosas nasales quedándome completamente quieta, pensando en una solución para que no se desquitara conmigo en su estado de ebriedad.
-Justo iba a ir a la mesa, señor- susurré con el corazón latiéndome desenfrenadamente. Sentía como mis manos comenzaban a sudar y un temor enterrado hace unos pocos días comenzaba a emerger.
-Hoy fue un mal día- siguió susurrando molesto levantando mi suéter y la blusa que traía, tocando mi piel. El aire abandonó mis pulmones en ese instante.
>>Él lo prometió, prometió que me dejaría en paz<<
-L-la comida está lista, e-eso le hace sentir mejor siempre- murmuré con un poco de pánico. Tomó mi pantalón y comenzó a jalarlo, automáticamente mis manos fueron puestas sobre las suyas para detenerlo. Me volteé a verle directamente a los ojos- Lo prometió, dijo que me dejaría en paz un tiempo.
-No lo hice- sonrío alzando una de sus cejas- Dije que lo intentaría, pero nunca te prometí nada de eso, lindura- una de sus manos abandonó mi pantalón y subió hasta mi rostro para acariciarlo. Dejé de mirarlo y giré mi cabeza hacia otro lado para que no me tocara, cosa que no funcionó- Eres hermosa. He tenido un día muy estresante en mi trabajo y quiero matarlos a todos, y justo ahora necesito que hagas tú trabajo y me satisfagas porque eres la única que me hace olvidar de las estupideces en mi absurdo trabajo- iba a objetar algo cuando sus labios capturaron los míos y comenzó a morderlos, sus manos continuaron haciendo su trabajo para quitar mi pantalón lo más pronto posible.
-N-no, no por favor- supliqué conteniendo la respiración al sentir como apretaba mis glúteos, estaba siendo presa del pánico y no podía pensar en alguna acción rápida para salirme de su agarre.
-Tú no me vas a decir que hacer, yo hago contigo lo que se me de la regalada gana, ¿oíste?- me estaba lastimando y comenzaba a asustarme, necesitaba que se detuviera. Una idea pasó por mi mente que por unos segundos me hizo sentir mal. Solté un pequeño gemido de dolor cuando apretó fuertemente mis pómulos- ¿O es que acaso necesito volver a enseñarte modales, preciosa?- negué rápidamente sin poder evitar abrir mis ojos con temor, no quería volver a esa habitación- Si eso creí, pero es que ahora que recuerdo creo que si necesitas recordar cuál es tu papel aquí Rapunzel porque si no mal recuerdo habíamos acordado que esta era mi casa y quién mandaba aquí era yo, ¿y tú qué es lo que ibas a hacer hasta que el ultimo centavo estuviera pagado?
-Obedecerlo- murmuré sintiendo vergüenza en todo mi ser.
-¿Y porqué entonces te niegas a darme placer perra?- me soltó y segundos después su mano azotó contra mi mejilla. Tomó mi cabello y lo jaló para que lo viera otra vez.
-Lo siento- me adelanté a decir antes de que volviera a golpearme, tragué el nudo que se había formado en mi garganta y tomé valor para continuar hablando- Usted había dicho que lo intentaría, por favor, he echo todo lo que usted me pide y...- no pude terminar porque había vuelto a abofetearme.
-¡No me interesa!- me empujó haciendo que chocara contra la estufa, sus ojos desbordaban ira y locura- ¡Tú vives aquí y me obedeces a mí sin objetar nada!- mis manos buscaban algo para poder defenderme con urgencia- ¡Me tienes harto!- gritó y jaló de mi cabello nuevamente y me aventó contra la pared, no pude mantener el equilibrio y caí lastimándome las rodillas- ¡Cuando yo digo que cantes, cantas! ¡Cuando yo digo bailas, bailas! ¡Y si yo digo que....!- se había acercado a mi tirando todo a su alrededor, me tomó de mis brazos y me zarandeó, me acorraló en la pared y sabía que yo ya no tenía escapatoria, pero antes de que tocara otra parte de mi cuerpo con sus sucias manos levanté el sartén que había tomado de la estufa y golpeé su cabeza con este, haciendo que cayera desmayado.
Suelto todo el aire que había estado conteniendo junto con algunas lágrimas que fugazmente limpié. Me alejé un poco del cuerpo inconsciente con torpeza para poder asimilar lo que había pasado.
-Yo lo noqueé- hablé en voz baja sin poder creerlo- Yo lo noqueé- me volví a repetir con incredulidad sintiéndome extrañamente feliz- ¡Yo lo noqueé!- grité con alegría, alegría que duró solo cinco segundos, hasta que caí en cuenta de lo que había echo. Cuando despierte sería mi fin. Cierro los ojos ladeando un poco mi cabeza para desechar los recuerdos en aquella habitación. Me obligo a respirar con normalidad y espero que mi corazón deje de latir con fuerza mientras me decido en llamar o no.
-¿Hola?
Suelto un suspiro sintiéndome mal nuevamente por tener que hacer esto, pero era lo único que se me ocurrió para poder estar en paz y darle a aquel hombre lo que desea.
-Glo-Gloria- hablé con nerviosismo, temía que en cualquier momento pudiera despertar- N-Necesito tu ayuda.
-¿Rapunzel? Hola nena, ¿qué pasa? ¿estás bien?- la voz del otro lado de la línea sonaba un poco preocupada, a penas podía oírla con todo el escándalo que había detrás de ella.
-No, es decir, si eso creo, y-yo me asusté y...- respiré hondo para tranquilizarme- necesito un favor Gloria.
-Entiendo, ¿tú te encuentras bi...
-Si si, e-estoy bien- miré rápidamente el cuerpo inconsciente en el piso y volví a mirar mis pies- necesito por favor si... si mandas a unas chicas a la casa del jefe, yo no puedo, n-no quiero y cuando despierte se desquitará conmigo y yo no... no quiero eso- estaba angustiada, toda pizca de felicidad y valentía se habían esfumado tan rápido como habían llegado. Estaba pensando en lo que esto podía repercutirme, pensaba que podría desquitarse no sólo conmigo si no también con Hiccup, podía hacerle daño por culpa mía y, y yo no quería que eso pasara. Eran tantas cosas las que pasaban por mi mente que estaba a punto de explotar.
-Esta bien, está bien, tranquila no pasa nada. Ya van para allá, no te preocupes llegarán rápido y todo estará bien. Mañana me platicas lo que pasó, ¿okey? Ahora solo respira y tranquilízate, piensas mejor cuando estás más calmada.
Asentí mordiendo mi labio inferior, quería gritar y llorar y desaparecer.
-Si si, gracias Gloria.
-No de que nena, se lo que sientes, todo estará bien. Tengo que colgar, hay clientes que debo atender pero tú intenta calmarte que las chicas ya van para tu casa.
-No es mi casa.
-Bien... si lo siento, no es... me voy Rapunzel, te quiero.
La llamada terminó sin poder rogarle que se quedara hablando conmigo hasta que llegaran las chicas. Suelto un bufido y llevo mis manos a la cara para poder controlar mis nervios, mi estrés y mi terror.
>>Eres más valiente que tu hermano, incluso más valiente que yo. No dejes que esa valentía se desprenda de tu cuerpo jamás. Te ayudará a salir adelante...<<
Abro mis ojos cuando las palabras de aquella mujer aparecen en mi mente. No recordaba la vez que me dijo aquello, sonaba tan cariñosa y gentil... casi parecía que lo decía en serio. Dejo de pensar en aquel extraño recuerdo y me dirijo hacia la cocina otra vez, me agacho para tomar sus tobillos colocándome el sartén debajo de mi brazo por cualquier cosa que ocurra y lo arrastro hasta su habitación. El camino fue largo y cansado debido a su peso pero nunca despertó. Respiro profundamente al cerrar la puerta sintiendo como una diminuta sonrisa se asoma en mis labios y al instante suelto un leve gemido ante el ardor en mi labio inferior, llevo mi mano izquierda hacia la zona de dolor y mis dedos se mancharon de un color carmesí. Me había abierto el labio.
El timbre de la puerta sonó llamando mi atención me limpio con poco cuidado y me levanto del suelo lo más rápido que mis piernas me permiten para abrir la puerta.
-¡Ya lle... Ah, eres tú- Jessy y Tiana habían llegado con botellas de alcohol y poca ropa cubiertas con un enorme abrigo. Esperaban que el monstruo con el que estaba condenada las recibiera y su cara de disgusto al verme las delató.
-¿Sabes lo afortunada que eres de vivir con un hombre como lo es Drago? Sin duda no eres apta para este trabajo, sigo sin entender porque siempre tienes que ser tú el centro de atención en el club- habló Jessy con recelo. Me hice a un lado para dejarlas pasar. Las dos chicas con enormes tacones entraron admirando el interior.
-Creo que necesitas darle un baño a este lugar, huele a pescado muerto o algo así- comentó con disgusto Tiana, las dos se voltearon a verme y así se quedaron por unos segundos, inspeccionándome por completo.
-Creo que a alguien le fue mal con la bestia, ahora entiendo porque Gloria nos mandó desesperadamente hasta aquí. Eres muy mala para este trabajo, rubia teñida- la chica de cabello rojizo amarrado en dos largas trenzas me miró con burla, poniendo sus manos a cada lado de sus caderas.
-Basta Jess, perdemos tiempo y dinero. No vale la pena hablar con escorias como ella. ¿Dónde está?
-En su habitación- señalé el corredor sin quitar la mirada de ellas. Mi respuesta las tomó por sorpresa pero no dijeron nada más. Tiana se quedó conmigo un momento mientras que Jessy caminaba por el comedor buscando la habitación.
-Gloria te manda esto- me entregó una caja forrada de periódico.
-Gracias- tomé la cajita delicadamente- Tiana...
-Se lo que tengo que hacer, no existes y no se acordará de ti hasta que se le pase la resaca. ¿Ya me dejas hacer mi trabajo?
-Claro- murmuré y la dejé pasar mirando la caja nuevamente.
-Y Rapunzel- llamó mi atención una vez más, levanté la vista de la caja para mirarla nuevamente a sus ojos color chocolate- un poco de brillo en tus labios oculta aquella imperfección, o puedes usar un labial oscuro, ambos sirven- se encogió de hombros y me miró de arriba hacia abajo una vez más y volvió a su camino.
Cuando estuve segura que la puerta se había vuelto a cerrar rasgué el periódico adherido a la caja dejando al descubierto unos antidepresivos. No supe bien cómo sentirme con aquello, era una clara señal que las drogas no hacían bien su trabajo y en lugar de levantar mi ánimo para dar un "buen espectáculo" sólo lo destruía más y eso era malo porque no podría conseguirle más dinero y más espectadores al señor Mano Dura solo quejas y quejas sobre la rubia chillona. Mi cuerpo se estremeció y guardé el medicamento en la bolsa de mi suéter.
La cocina era un desastre, los platos donde había colocado los nuggets estaban rotos y la comida estaba esparcida por todo el lugar, varios vasos y cubiertos también yacían tirados y rotos en el suelo. No me había dado cuenta que aquel hombre había destruido casi toda la cocina. Recojo los nuggets y los pongo en un plato para dárselos a Chimuelo mañana el piso estaba muy sucio y no pensaba comérmelos así. Me dejé caer en algún lugar donde no habían tantos vidrios rotos y masajeé mi frente con las yemas de mis dedos recordando que no había echo el quehacer el fin de semana pasado y el lugar era un asco, me alegraba que aquel monstruo no me haya dicho nada aún sobre la limpieza de su casa todavía, necesitaba limpiar ahora.
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Me despierto de golpe al escuchar puertas de un carro cerrarse, el motor ruge y se aleja rápidamente. Me incorporo cuando el silencio de la noche inunda nuevamente el lugar, me dirijo a la sala con pesadez para ver la hora pisando en el camino unos cuantos vidrios haciéndolos trizas. 5:49 de la mañana, aún era temprano para levantarme e ir un día más al colegio regreso a la cocina para apagar la luz y acostarme en mi cama cuando veo el desastre que sigue habiendo en ella. Suelto un gruñido al entender que me había quedado dormida en medio de todo el desastre. Me dirijo hacia el patio trasero donde se encuentra una escoba, un trapeador, un recogedor y una cubeta esperando ser tomados para hacer su labor de limpieza.
7:16 y apenas estaba terminando de limpiar toda la casa, ya se veía más presentable, incluso más linda. Dejo todos los utensilios de limpieza en su lugar y me apresuro a bañarme y alistarme para no llegar tarde a la escuela.
-Hola Chimuelo- mi cabello seguía húmedo y el frío aire de la mañana me hacía estremecerme, esperaba a que se me secara un poco más para después amarrarlo en un chongo. No tenía mucho tiempo para llegar temprano a clases pero no podía dejar a mi perro sin un poco de cariño. El can de cabellos negros brincó sobre mí ante mi llamado, movía su colita de un lado a otro mostrándome lo feliz que estaba de verme y que le prestara unos minutos de atención.
-Te traje algo de comer- hablé con voz cantarina mostrándole un plato lleno de nuggets de pescado- Mmm, huele delicioso ¿no crees? Es una disculpa por no poder estar contigo anoche, espero lo disfrutes se veían realmente buenos- dejé el plato a lado de su plato con agua y lo acaricié un poco más para dejarlo comer a gusto.
Caminaba apresuradamente sintiendo unas renovadas fuerzas a pesar de que había dormido en una incómoda porción en el duro y frío suelo. Antes de salir de aquel lugar había tomado los antidepresivos que Gloria me había mandado y ya comenzaban a surgir efecto. Me detengo frente al puesto de donas y chocolate caliente que está a unos metros de mi escuela y saco mi monedero para comprarme algo de desayunar.
-Buenos días señorita, ¿Qué es lo que va a llevar el día de hoy?- el señor que atendía el negocio volvió a saludarme con amabilidad en su voz regalándome una pequeña sonrisa. Iba a devolverle el gesto de no ser por la impresión que me llevé al notar que mi monedero estaba vacío. Busqué en mi mochila si no había dejado el dinero en alguna otra parte pero no había nada, intenté recordar si había gastado todo en los nuggets que jamás llegaron a mi estómago y no, todavía me había sobrado unos diez u once dólares.
-Ah, buenos días, me temo que hoy no pediré nada. Que tenga un buen día.
Estuve preocupada un rato por la pérdida de mi dinero hasta que llegué a la conclusión de que lo había olvidado en mi habitación por las prisas, me auto convencí de que ahí se encontraba y que al regresar estaría botado en mi cama o en alguna parte de la habitación.
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-¿Vienes más tarde verdad?- la voz de Ana me saco de mis pensamientos haciendo que dejara de mirar hacia la nada y poner mi atención en ella.
-¿A donde?- mi pregunta hizo que volteara los ojos al saber que no le había puesto atención una vez más.
-A casa de Honney, la casa de sus padres que no está hecha... cenizas.
-Claro, terminando mi asesoría iré para allá- afirmé con un vuelco en el corazón. Honney no se a presentado a la escuela desde el martes que ocurrió lo de Tadashi, y habíamos acordado que hoy viernes después de clases iríamos a visitarla.
-Yo te llevo- se ofreció Eugine.
-Gracias.
-Okay, entonces nosotros nos adelantamos, ya envié la ubicación y la dirección a nuestro grupo de WhatsApp para que no se pierdan y no lleguen tarde- anuncio mi amiga a lo que todos asentimos. Eugine y yo dimos media vuelta para volver a los edificios de la escuela.
-Iré a negociar algo con algunos maestros en lo que le das clases al chico peliblanco. Nos vemos aquí nuevamente a las tres, ¿te parece?- pregunta con una carismática sonrisa.
-Esta bien, suerte con tus negociaciones- reí levemente viéndolo correr escaleras arriba. Para mí gran sorpresa no estaba Jack Frost esperándome como las veces anteriores en alguna mesa de la biblioteca concentrado en su celular. Tomé asiento en uno de los muchos lugares desocupados y me dispuse a esperarlo haciendo tareas atrasadas y para entregar la semana siguiente.
-Jack no vendrá a la sesión el día de hoy- la suave y fría voz de Mérida Dumbroch captó toda mi atención dejando los números y algoritmos a un lado. La miré primero con asombro, pues no me esperaba jamás su llegada y luego la miré atenta a lo que me estaba comunicando- está enfermo desde el lunes en la noche, vomita y tiene diarrea. Me pidió que te avisara para que no perdieras tu tiempo.
-Oh, hum, gracias- murmuré perpleja. No sabía si me impactaba más el hecho de que Jack llevara tanto tiempo enfermo o que Mérida me hablara. La chica de cabellos anaranjados se dio media vuelta para salir de aquel lugar en donde alguna vez mi hermano le había ayudado. Se detuvo una vez que dio dos pasos y se giró para mirarme nuevamente. Pude notar arrepentimiento en sus ojos celestes en una fracción de segundo, lo que me llevó a preguntarme si se disculparía conmigo por algo de las muchas cosas que dijo e hizo en el pasado, pero tal sentimiento cambió a uno hostil y resentido como siempre, se dio la vuelta y salió lo más rápido que sus ágiles piernas le permitieron. Me quedé mirando la puerta por donde salió unos minutos más y luego volví a enfocar mi vista hacia lo que estaba haciendo guardé mis cosas en la mochila viendo las 2:50 en mi celular al que le quedaba poca batería y salí de la biblioteca a paso lento analizando una y otra vez esa mirada y esa acción.
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