∆Capítulo 4∆
Las gotas de agua caían sobre de mi descontroladamente, una tras otra en diferentes partes de mi cuerpo, principalmente en mi espalda intentando darme unos momentos de tranquilidad.
Sabía que estaba desperdiciando mucha agua al sólo estar sentada en el piso rodeando mis piernas con mis brazos y de vez en cuando cubriéndome el rostro entre los brazos, pero es que estaba intentando pensar o no pensar en lo sucedido anoche. Yo ya no sabía si agradecer o no estar consciente cuando hace lo que quiere conmigo. No sabía si era mejor o peor, porque al despertar siempre estaba confundida y temblando pero no recordaba absolutamente nada. Y eso es lo que me pasaba ahora, no recordaba nada y tenía un fuerte mareo, el mundo me daba vueltas y la cabeza dolía horrores, me sentía más sola y sucia que otros días y un gran remolino de emociones hacía presencia en mi pecho.
>>¿Quieres saber dónde está tu hermano? ¿Eh? ¿Aquel hombre al que solo le interesaba más su relación amorosa que tú? Sigue en estado de coma y jamás despertará. Así que seguirás consiguiendo ese dinero porque haré que lo despierten y conocerás al demonio que en realidad soy. Eres patética al seguir preocupándote por alguien que nunca se preocupó por ti.<<
-¡Te odio!- aquellas palabras salieron rasposas y secas, acompañadas de un sollozo.
-¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio!- volví a repetir tres veces más llevándome las manos a la cabeza, jalando sin cuidado alguno mis largos cabellos mojados y derramando lágrimas descontroladas cargadas de frustración y coraje.
¿Qué se supone que haré ahora?
¿Cómo se supone que deba levantarme?
Si Hiccup estuviera aquí sabría la respuesta, o idearía algún plan para poder zafarnos del loco monstruo con quien vivimos... pero yo no soy Hiccup y tampoco está aquí conmigo para si quiera darme ánimos. Y entonces lloro más fuerte porque no pude hacer nada cuando él me defendió de aquel ser miserable, me siento estúpida por no haber pedido ayuda como me dijo que lo hiciera. Había sido una muy mala hermana, lo había dejado solo y como consecuencia él me había dejado sola a mi.
-Lo siento- murmuré escondiendo mi cara en mis piernas nuevamente soltando el agresivo agarre de mis manos hacia mi cabello.
-Yo ya no sé que hacer.
Odiaba llorar porque me sentía débil y vulnerable, perdida y derrotada... qué irónico, porque cada noche lloro, cada vez que me encuentro sola comienzo a llorar y a recordar toda mi vida, llegando siempre a las mismas conclusiones: no soy fuerte, ni valiente, y mucho menos astuta.
Mis ojos demandan quedarse cerrados por el resto del día, mi estómago clama por comida, mi mente ordena silencio y mi cuerpo pide un descanso. Mis piernas no tienen intenciones de moverse, pero no podía seguir viéndome patética llorando tirada en el piso del baño por no saber qué hacer con mi vida. El agua caliente se había esfumado y no me di cuenta que estaba temblando de estar recibiendo pura agua helada. Me limpio las lágrimas para poder ver un poco mejor y me levanto con la misma pesadez que me levanté de la cama, cierro las llaves del agua y tomo una toalla para comenzar a secarme. Mientras me seco y busco que ponerme intento controlar mi respiración para que vuelva a la normalidad... pero aún quiero seguir llorando.
Suelto un gruñido al darme cuenta de lo contradictorio que son mis pensamientos y salgo de la habitación buscando algo que calme a mi estruendoso estómago.
Caliento las sobras de la cena de anoche que eran un filete de pescado asado con ensalada de verduras, y antes de que diera mi primer bocado al
exquisito platillo unos ladridos y sonidos de lamentos de afuera me detuvieron. Fui a la puerta principal y al ser abierta el can de cabellos oscuros y ojos extrañamente verdes se avienta sobre mi. Río un poco por su entusiasmo y cierro la puerta detrás de mí.
-Hola Chimuelo, buenos días...- vi el reloj de la sala y eran ya las 2:26 pm- tardes más bien- le acaricié su pelaje para que se tranquilizara- acabo de despertar hace un par de horas atrás, lamento no haberte servido de comer antes- le expliqué en lo que él iba a buscar a mi hermano y yo su comida. Chimuelo me recordaba a aquel perro que espera a su dueño en la estación de trenes casi toda su vida porque se negaba a irse de ahí hasta que él llegara, y muere esperándolo; eso mismo pasaba con Chimuelo, desde que Hiccup había desaparecido lo buscaba siempre que le dejaba entrar, por toda la casa, principalmente en el cuarto que compartíamos. Y por más veces que le dije que ya no estaba aquí, siguió buscando, haciendo su misma rutina de siempre con la esperanza que un día aparezca.
Le serví en un plato viejo su porción de croquetas y agua y volví a dejar la comida detrás de mi cama y me dirigí al comedor para retomar mis alimentos.
Me gustaba mucho pasar tiempo con el can azabache, era consolador su presencia, tenía una parte de mi hermano conmigo aún, eso le daba al animal mayor importancia de la que ya tenía. Me animaba en casi todas las ocasiones en las que me sentía fatal, como ahora. Probablemente salgamos a pasear en algún día de estos. Ambos lo necesitamos, respirar aire fresco, sentir un poco de libertad, de paz, incluso podríamos comprar un helado.
Cuando mueres de hambre toda la comida sabe deliciosa en tu boca, eso era cierto, aquel pescado barato y mal hecho sabía asqueroso anoche al
igual que sus verduras plastificadas. Pero hoy, eran la gloria, estaba contenta de que fuera tanto el pescado que sobró y que ahora ya no había rastros de el. Todo lo había devorado porque todo había estado de maravilla. La comida hace magia cuando quiere. Tomo un vaso de agua y llevo mis platos al fregadero, Chimuelo también ha terminado de comer y me indica con su cabeza si vamos un rato al sillón de la sala.
-Esta bien- asiento en voz baja mirando de reojo el reloj, 3:45 pm.
Me siento en el sillón más grande, y Chimuelo sube de inmediato para acurrucarse a mi lado. Al principio me preocupaba que el perro estuviera subido a los nada costosos y horribles sillones de este lugar, porque dejaba un poco de pelo y quien tenía que limpiar aquel sillón era yo. Después descubrí que casi nunca se usaba la sala, excepto las noches en las de Drago trae invitadas y pasan la noche ahí, y ya no importaba si se subía o no mi mascota, mientras él no se diera cuenta no habría problema. Comienzo a acariciar su pelaje y minutos después se halla completamente dormido, sonrío levemente al ver lo tierno que se ve durmiendo y debato si descanso un rato en el sillón o irme a descansar a mi habitación, sin Chimuelo. Me acomodo lo mejor posible y cierro mis ojos unos instantes.
-Solo un rato- me dije a mí misma cayendo en un sueño profundo.
Chimuelo me mueve las piernas con insistencia y ladra un par de veces para que despertara.
-¿Qué pasa Chimuelo?- pregunto somnolienta sin abrir los ojos. Chimuelo sigue ladrándome hasta que se sube al sillón y comienza a darme besos en la cara, en ese momento abro mis ojos y lo aparto rápidamente.
-¡Chimuelo! Wakala, ¿qué te pasa?- me limpie los restos de baba de mi cara para dirigirle mi atención pero el ya se había ido hacia la puerta principal.- Oh, quieres ir al baño, lo lamento.
Me levanto lo más rápido posible y me dirijo a la puerta para abrirla, Chimuelo sale disparado como flecha hacia el exterior mientras que a mí me dan directo los rayos del atardecer, obligando a entrecerrar mis ojos. Dejo que el aire choque contra mi rostro unos minutos y luego cierro la puerta soltando un suspiro sobando un poco mi cuello al sentir dolor en el por la posición incómoda en el sillón. Decido que debería retomar mi siesta en mi habitación, me quedo mirando unos instantes la litera frente mío, muevo mi cabeza varías veces y me acuesto en la parte de abajo, en mi lado, y cierro los ojos.
Siento que algo cae de la bolsa de mi sudadera, con mi mano busco lo que sea que halla caído encontrando mi celular, abro los ojos al sentirlo y lo enciendo y desbloqueo, me doy media vuelta en mi cama para estar más cómoda y selecciono la aplicación de fotos y vuelvo a dudar un poco de lo que estoy haciendo.
"recordar es volver a vivir"
Y con aquel pensamiento que me manda mi cerebro selecciono fotos tomadas con el celular y la lista de fotos se abre inmediatamente. Bajo un poco en aquellas fotos y selecciono una donde salimos mi hermano y yo sonrientes sin los dientes de enfrente, esa noche esperábamos al ratón de los dientes. Deslicé mi dedo hacia la izquierda para dejar ver la siguiente fotografía: Hiccup, Chimuelo y yo en el parque después de que el año escolar había finalizado y las vacaciones iniciaban. Habíamos terminado cuarto año de primaria y mi madre nos había llevado a tomar unos helados con todo y perro por nuestro logro. Deslizo nuevamente mi dedo en la pantalla y aparezco yo embarrada de pastel dándole un beso a mi madre en la mejilla y ella con una mueca de desagrado en su rostro, la siguiente foto es igual, solo que Hiccup aparecía también, ambos dándole un beso en cada una de su mejilla y mi madre con una expresión de sorpresa, esa foto era una de mis favoritas. En otras dos fotos salía Chimuelo siendo abrazado por mí y queriendo zafarse de mi agarre. Luego estábamos mi gemelo y yo en la nueva escuela, a los diez. Fotos de nuestra graduación en primaria, lanzando los birretes con total alegría,
recuerdo que ese día le había pedido a una maestra que nos tomará aquella foto, para que más tarde le demostrará a mi madre que pudimos concluir con aquella etapa de nuestra vida. Otra en nuestro primer día de clases en secundaria, se nos había hecho tarde y Chimuelo no dejaba el zapato de Hiccup, era una foto muy graciosa. Me detuve al ver a Mérida Dumbroch en la siguiente foto, ambas sonreíamos de verdad. Pasé a la siguiente foto donde también se encontraba ella, junto a mí y atrás Hiccup de colado. En las fotos que siguieron Mérida Dumbroch encabezaba todas. Deslicé con un poco más de rapidez aquellas imágenes hasta llegar a la última, éramos Hiccup y yo, soplándole a un pastel con una vela para quien al mismo tiempo, cerrando los ojos ilusamente para pedir un deseo. Era nuestro quinceavo cumpleaños, una semana antes de que su paciencia hacia Drago terminara.
Apagué mi teléfono y cerré mis ojos, dispuesta a dormir. Había sentido un poco de aquella calidez que me había abandonado hacia tanto tiempo atrás. Dejé que una pequeña sonrisa se asomara por mi rostro, trayendo a mi mente, solo por unos momentos, aquellos recuerdos en los que fui verdaderamente feliz.
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Mi alarma sonó a las 6:30 am anunciando el nuevo día. Estiro mi brazo para alcanzar mi celular en donde sea que estuviera y apagar aquel sonido. Suelto un gruñido y decido tampoco ir el día de hoy a la escuela, podría quedarme dormida unas horas más y luego salir a pasear con Chimuelo otras horas más. Volví a acomodarme para continuar con mis sueños hasta que unos ojos azules claro aparecen en mi cabeza.
>>-¿Qué otro día será la sesión?
-Lunes, miércoles y viernes.
-Okey, entonces te veo el viernes. Fue un gusto platicar contigo Rapunzel.<<
Hoy tenía asesorías con el chico de cabellos platinados... rayos, lo había olvidado, no había estudiado nada para ayudarle. Ni siquiera recuerdo cuales eran los temas a repasar. Llevo mi mano izquierda a mi frente y sigo resistiéndome a la idea de ir al colegio... puedo decirle que me enfermé y por eso no pude asistir hoy.
>>... nos pagarán por eso y cobraremos cincuenta dólares cada asesoría cada uno, y serán tres días a la semana, ¿te imaginas cuánto dinero ganaremos?<<
Suelto un suspiro ante el nuevo recuerdo rondando en mi cabeza, no le había cobrado todavía y en serio necesito ese dinero, él quiere un auto y su padre una buena calificación. Y si no coopero, ninguno de los tres obtendrá lo que desea. Vuelvo a suspirar llevándome las manos a mi rostro para quitar las lagañas que se forman en mis ojos y descubro mi cuerpo de las cobijas antes de que cambie de opinión. Me levanto con un poco de pereza y busco el interruptor de luz para que pueda despertar y ver mejor. Una vez que lo encuentro a unos pasos de mi cama me estiro y busco entre los cajones que le pertenecían a mi hermano alguna sudadera, decido entre usar una azul marino o una verde militar, al final escojo la verde militar, cierro el cajón y ahora ente mis cajones busco alguna blusa para usar debajo de la prenda de mi gemelo aunque no me valla a despojar de ella. Elijo una blusa blanca con aves negras al rededor y mis tenis plateados. Al terminar de vestirme salgo de mi habitación segura que nadie se encontraría en este lugar tomando mi cosmetiquera dirigiéndome al baño. Lavo mi rostro con agua fría y al secarla comienzo a aplicar corrector debajo de mis ojos, desapareciendo por completo las ojeras que tenía por no dormir bien o lo suficiente en las noches. Después aplico un poco de rubor en mis mejillas y un poco de rimel a mis pestañas y una nueva persona aparece en el espejo, sin olvidar de mi labial rosado que paso por mis labios para que tampoco parezcan muertos. Desenredo mi cabello con cuidado para no jalarme demasiado y decido en hacerme un chongo dejando algunos mechones fuera. Miro nuevamente al espejo y sonrío... si, esa sonrisa parece lo suficientemente real, era sin duda una buena mentirosa. Dejo de sonreír y salgo del baño para dirigirme a la salida.
Mi celular suena fuertemente pidiendo atención, lo cojo de mi cama y contesto la llamada.
-Hola Ana- saludo con fingida alegría en mi voz, aún no estaba completamente lista para iniciar mi actuación.
-¡Donde te has metido!- grita la otra línea y alejo el aparato de mi oído con rapidez.
-Se me hizo tarde ayer, puse mi alarma en la tarde en lugar de la mañana y cuando desperté ya era muy tarde, y decidí seguir durmiendo- expliqué tomando mi mochila del suelo y saliendo nuevamente de la que era mi habitación.
-¿Y por eso no contestaste mis mensajes? ¿Los del grupo al menos? Digo, ¡tuviste que levantarte al menos para hacer pipi! ¡Oh para comer! ¡En esos momentos pudiste echarle un vistazo a tu celular!- Ana seguía regañándome mientras iba camino a la escuela.
-Bien, lo siento. No toqué mi teléfono hasta en la noche y al no tener alguna aplicación abierta no me llego...
-¡Te envié mensaje por cualquier medio de contacto! ¡Incluso por los mensajes que no necesitan internet!- volvió a gritar.
-Lo siento. En serio estaba cansada y no quería hablar con alguien- mentí- Mira, ya voy camino hacia allá, ¿okey? No hay nada por qué preocuparse, pareces tú madre- bromeé soltando una risita a lo que ella bufó.
-Ja ja, chistosita. Bien, acá nos vemos, bayyyyyyyyyyyyyyy...- y colgué, de no hacerlo Ana seguiría con ese infinito sonido de despedida hasta que el aire se le agotara.
Caminé tranquilamente hacia mi escuela sintiendo un poco de felicidad real dentro de mi pecho. Adoraba ponerme las sudaderas de Hiccup, en especial cuando me sentía como una ramera o demasiado sola. Sus sudaderas eran un poco más grandes y eso me encantaba porque me sentía protegida y acompañada. Sin pensarlo una sonrisa sincera apareció en mi rostro el resto del camino.
Al llegar a la escuela me dirigí a las canchas de basquetbol donde estarían los chicos platicando y decidiendo qué clase de saltarían. Afortunadamente Ana quedaba de espaldas por dónde venía así que aproveché para taparle los ojos al estar detrás de ella, y esperar a que adivinara quién era.
Sus manos tocaron las mías que cubrían su vista y luego las alzó un poco más sintiendo mi ropa.
-Eres Rapunzel- adivinó y le quité las manos de sus ojos, a pesar de que era más que obvio quién era la persona que estaba detrás de ella me gustaba hacerlo, eso hacía que su enojo y preocupación disminuyera un veinte por ciento.
Ana comenzó a reprocharme el porque no había dado señales de vida y a decir que a todos los había preocupado, yo solo asentía mientras miraba a Wasabi aguantarse la risa, y no lo culpo, Ana era muy graciosa, y lo era más cuando se comportaba como una madre protectora. Pero lo aprecio mucho, a pesar de que a veces no hago caso a sus "regaños".
-Sabes querida, creo que ya aprendió la lección, además, Rapunzel no está mucho en su celular, es normal que no conteste. Todos aquí lo sabemos- intervino Kristof posando una mano en el hombro izquierdo de mi amiga para que se tranquilizara.
-Bien- suspiró y volvió a sonreír- Iremos por pizzas después de la escuela.
-No puedo ir- contesté de inmediato, recibiendo quejas de todos.
-¡Pero hoy es viernes! ¡Los viernes son nuestro día sagrado!- se quejó Fred.
-Es cierto, ¿qué planes tienes para hoy, rubia?- pregunta Wasabi.
-Tengo asesorías, pero al terminar iré con ustedes. Sólo que llegaré tarde- respondí la pregunta de Wasabi, que era la misma que todos se preguntaban.
-¡Cierto!- gritó de emoción Honney Lemmon- ¡¿Cómo vas con el chico Frost?!- pregunta y todos me ponen atención.
-Supongo que bien, hoy es nuestra primera asesoría oficial- me encogí de hombros.
-¿Entonces si es en serio?- preguntó Eugine con una ceja levantada. Asentí agrandando un poco más sonrisa, y me devuelve la sonrisa.
-Bueno, entonces te veremos allá- concluyó Kristof.
Nos dirigimos a nuestro edificio para entrar a nuestra primera clase. Decidí buscar en internet el temario de física para escuelas preparatorias, así, de ese modo recordar los temas que repasaría con Jack más tarde.
Agradecía que la escuela contará con internet gratuito, había encontrado temas que se me hacían familiares y que Jack me los había mostrado en su libro. Salí rápidamente de Google y le mandé un mensaje a Eugene para pedirle ayuda.
~¿Traes tu libro de física?
~Hola Rapunzel,
estoy bien gracias -.-
Si si lo traigo, ¿por?
~Lo siento, olis ^-^/
¿Me lo puedes prestar un rato?
~Claro, está en mi loker,
al rato te lo paso ;)
-Gracias \^-^/
Apagué mi teléfono y tomé mis cosas para la siguiente clase, deteniéndome para tomar una foto a lo que estaba apuntado en el pizarrón.
Camino hacia mi siguiente clase paso por los casilleros, en donde se encuentra el de Eugine y lo encuentro sacando algunas cosas y entre ellas el libro de física que le había pedido. Me acerco a él y cuando cierra su loker yo y estoy parada frente a él.
-Aquí tienes rubia- me entregó el libro con una sonrisa, lo tomé y lo ojeé rápidamente.
-Gracias. No llevas contestado casi nada, ¿cómo es que logras pasar?- pregunté con una pizca de asombro. Eugine soltó una pequeña risa y negó varias varias veces con su cabeza.
-Tengo mis trucos, y mi arma mortal- habló con orgullo señalando su rostro. Viré los ojos riendo por el comentario de mi amigo, retomando el camino hacia el salón de clases.
-Pasaré al baño, así que adelántate, ya es tarde- anuncié.
-Te diría que te espero pero voy medio mal en biología así que, nos vemos al rato- nos despedimos y cada quien tomó su camino.
Entro al baño de mujeres y afortunadamente se encuentra vacío, suelto un suspiro de alivio y con total tranquilidad entro a uno de los cubículos. Se escucha el sonar del timbre para que aquellos alumnos que andan des ubicados sepan que una nueva clase a empezado, y el baño comienza a llenarse. Jalo la palanca del retrete y antes de salir meto el libro a mi mochila. Espero a que dos chicas terminen de lavarse las manos para después hacerlo yo.
Mantengo la mirada en mis manos, concentrada en cómo el agua cae en ellas y como se mueven junto con el jabón, ignorando a cualquiera choca al rededor mío.
-¡Valla, valla, valla! ¡Miren quien decide aparecerse!- la chillona voz de Ariel resuena en mis oídos, retiro mis mano de la llave y esta cesa de hacer su trabajo. Me volteo un poco para tomar una servilleta para secarme y retirarme antes de que la chica pelirroja haga de las suyas.
-¿Y ahora eres sorda tambien, Rapunzel?- la miré de reojo y como siempre no venía sola, la acompañaban Jazmín y Blanca Nieves. Suspiro nuevamente y me volteo para encararla, brindándole también una falsa sonrisa.
-Hola Ariel- saludé- me encantaría hablar con ustedes chicas pero voy tarde a clase así que si me disculpan- quise abrirme paso a ellas y para mí gran sorpresa no se interpusieron.
-¿Esa sudadera no te queda muy grande?- preguntó nuevamente antes de que pudiera llegar a la puerta.
>>Vete, vete<<
-Creo que yo la había visto puesta en alguien más- ahora habló Jazmín.
-No creí que te gustaran la tallas grandes, y mucho menos ropa de hombre. Saben chicas, creo que a Rapunzel le gustaban más los vestidos cortos y pegados- siguió Blanca Nieves.
>>Llegarás tarde a clase, buscan provocarte, vete<<
Hice caso a mis pensamientos y proseguí mi camino, al tocar la perilla de la puerta soy tomada bruscamente del cuello de la sudadera y aventada hacia atrás.
-¿Porqué intentas ocultar tu verdadera naturaleza, perra?- Ariel pregunta con enojo mirándome fijamente a los ojos- Detestas a a las personas hipócritas pero tú eres una de ellos. Tú y tu hermano son unos hipócritas mentirosos, ocultando su verdadero yo.
Mis manos se envolvieron en puños para no descontrolarme y decir o hacerle algo a aquella niña de papi. Las demás chicas que se encontraban en el baño me miraban con asco y repugnancia y salían lo más pronto de aquí, no querían que las regañaran por ser testigos de la humillación que Ariel estaba haciéndome.
-Dime, Rapunzel, ¿ya sabes dónde está la prostituta de tú hermano? Hay algunas cosas que dañaron a Mérida por su culpa y desearía poder hacer que las pagara.
Las uñas se incrustaban en mi piel lenta y dolorosamente.
La mano de la pelirroja estalla en mi mejilla y sus gritos no se hacen esperar.
-¡Contéstame zorra!- y volvió a darme otra cachetada.
-Se lo dije a Mérida y te lo repetiré a ti nuevamente: no sé dónde está. Se largó y no me avisó. Y si Mérida tiene problemas ya le dije que debería ella resolverlo con él, que ella debería buscarlo.
Y nuevamente me me golpeó.
-Hiccup era una basura y se volvió asqueroso cuando se dejaba tocar por todas las personas que pasaban a su al rededor- hizo una pausa y me miró de arriba a bajo y cuando regresó a mis sonrío sonrío con burla- apuesto que ya está muerto, que murió vendiendo su cuerpo a personas que necesitaban sexo y que el otorgaba. Murió como toda una ramera. Y no lo aceptas y sigues sus pasos, por eso traes esa sudadera puesta, ¿no es así?
Hubo silencio en el baño, nadie habló después de que Ariel terminara su discurso. Estaba segura de que mis nudillos ahora estaban blancos de tanta fuerza con que apretaba mis manos. Respiré hondo y dejé de convertir mis manos en puños para después devolverle la cachetada que me brindó. Jazmín y Blanca Nieves soltaron un pequeño grito de terror y sorpresa más no se movieron por temor a que les fuera igual que la pelirroja. Tomé a Ariel del cuello de su blusa y la azoté contra la pared.
-¡¿Qué te sucede, salvaje?!
-Escúchame bien Ariel- la miré a los ojos furiosa, ahora ella me escucharía a mi- los problemas que Dumbroch halla tenido con Hiccup no son nuestros problemas, no tienes que venir tú a hacerle justicia a Mérida. Tú fuiste la que arruinó la vida social de mi hermano creando esa gran mentira de que se prostituía, no tienes idea de cuánto daño le hiciste, ¡casi lo expulsan por ese chisme inventando! Tú fuiste quien le metió cizaña a Mérida para desconfiar de él y tratarlo peor que a un animal. Arruinaste su reputación. Arruinaste su vida. Pero estoy cansada de que quieras también arruinar mi vida con aquel gran chisme que todos creyeron. Así que le vas bajando a los insultos hacia Hiccup, Ariel, por qué la próxima vez te juro que te golpearé. Crees que soy una chica a la que puedes pisotear por todo lo que ha pasado pero te equivocas princesita, y eso Mérida debió decirte y advertirte. No estoy tan indefensa como piensas, que mi hermano no haya logrado limpiar su nombre no significa que lo trataras así de mal y que aunque ya no siga en esta escuela le sigas teniendo rencor y sigas blasfemando a sus espaldas es estúpido. Así que déjame en paz, y deja de ensuciar más el nombre de mi hermano.
Solté el agarre de su blusa y salí rápidamente de ahí limpiando algunas lágrimas de coraje. No tenía caso entrar a clase en estos momentos, era media hora tarde, el profesor ya no me dejaría pasar y me mandaría a dirección por un reporte lo que significaría más problemas. Así que decidí ir a las canchas de basquetbol, en algún rincón donde nadie me viera.
"-Hicc, ¿estás bien?- susurré en mi cama esperando una respuesta de mi gemelo. Había sido un día horrible, y no habíamos hablando del tema hasta ahora, y me preocupaba su estado emocional.
-¿Hiccup?- lo llamé al no recibir respuesta. Esperé un rato más y seguía sin hablarme, solté un suspiro y me desprendí de mis cobijas saliendo de mi cama, subí las pequeñas escaleras de la litera para llegar a la cama de mi hermano.
-Hiccup- estaba de espaldas así que lo moví un poco para que me prestara atención- sé que no estás dormido.
-Estoy cansado Rapunzel, déjame dormir- contestó también en susurro sin mirarme todavía.
-Sólo quiero saber como estás, yo sé que todo lo que dijo Ariel es mentira, sé que tú jamás llegarías a ese extremo... y de haberlo echo me hubieras dicho, ¿no es así? Así que no tienes que preocuparte por lo que piense de ti.
Hiccup soltó un suspiro luego de un largo silencio y se levantó y giró para verme a la cara con la escasa luz que entraba por la ventana.
-Mérida y yo peleamos, no quiere hablar conmigo. Toda la escuela nos fichará de personas fáciles y repugnantes, y el director Callahan quiere hablar con nuestro tutor para saber si es cierto y si me expulsa o no de la institución. ¿Tú cómo crees que me siento?- terminó, preguntando con molestia y sarcasmo.
-¿El señor Drago irá a la escuela?- pregunté horrorizada. Hiccup me miró molesto y unos segundos después ablandó su mirada, negando levemente con la cabeza.
-No, no lo hará. No le interesamos amenos que sea para pagarle, no se enterará. Yo mañana hablaré con el director Callahan y con Ariel para que se arregle y no me expulse... y también intentaré hablar con Mérida.
Asentí y me abrazó, rápidamente le devolví el gesto.
-Eres una guerrera Punz, haré todo lo que pueda para protegerte de este caos, pero si no llego a estar cuando alguien te moleste defiéndete, no lo dudes ni por un segundo; demuéstrales que no eres tan indefensa como parece- susurró a mi oído con seguridad.
-S-si, lo haré- un nudo se formó en mi garganta, respiré hondo y me separé del abrazo- Sabes que no tienes que ser fuerte todos los días a todas horas, y llorar tampoco es tan malo en situaciones como esta- desvió la mirada hacia algún punto de la habitación al escuchar mis palabras- solo estoy yo Hicc, y detesto que te comportes como una máquina cuando estamos en crisis, permítete sacar todo eso ahora, te sentirás mejor- lo alenté, pero más que alentarlo se lo estaba rogando. Hiccup nuevamente me miró, con sus ojos acuosos intentando retener las lágrimas dentro. No dude un segundo más para volverlo a abrazar, sabía cuánto lo necesitaba.
Ninguno de los dos dijimos nada durante un tiempo bastante largo, incluso llegué a pensar que se había quedado dormido si no fuera porque suspiró y sorbió la nariz dando por finalizado aquel reconfortante abrazo.
-Debemos estar más unidos que nunca, somos tú y yo contra el mundo, ¿recuerdas?
Sonrió y asintió levemente mientras quitaba los rastros de lágrimas.
-Tu y yo contra todos Punz, siempre."
Mi rostro se encontraba lleno de lágrimas, era miserable en la situación y posición que me encontraba, a pesar de haber hecho un pacto conmigo misma de nada de lágrimas durante el día no podía cumplirlo por completo.
-Ay lo lamento, lo siento- la voz de Jack Frost me paraliza por completo. Limpio mis mejillas sin cuidado alguno y lo miro intrigada, respirando lo más normal que se pueda.- Rapunzel- estaba sorprendido, todo su rostro lo demostraba. Aproveché aquel trance para aclararme la garganta y actuar como si no hubiera estado llorando los últimos diez minutos.
-Frost, ¿qué haces aquí?- pregunto. El chico albino sale rápidamente de su asombro y responde lo más rápido posible.
-Acabo de llegar, pero ya es tarde así que vine a esconderme un rato hasta que sea hora del descanso, pero no contaba con encontrarme a alguien...mucho menos tú- contestó a mi pregunta mirándome con curiosidad- ¿puedo sentarme?- asentí y me hice a un lado para hacer espacio.
-Son las diez de la mañana, ¿cómo es que te han dejado pasar?
-Mi padre paga mucho dinero para que estudie, así que no me niegan la entrada- se encogió de hombros- sin embargo la verdadera pregunta es ¿porque estás aquí? Este es uno de los escondites que los chicos problemas conocen, no pareces una chica problema- el chico estaba confundido y reí un poco por lo que acaba de decir.
-Mi mejor amigo es un chico problema, así que conozco todos los lugares en los que los maestros no te pillarán por estar fuera- contesté con simpleza y una sonrisa.
-Cierto, eres amiga de Ryder- recordó chasqueado sus dedos- entonces te estás saltando una clase- no supe si lo había afirmado o lo había preguntado, pues había levantado una ceja y una ligera sonrisa apareció en su rostro.
-Algo así, iba media hora tarde y si entraba me mandarían un reporte y sería sumamente malo- respondí moviendo un poco mis hombros. Jack me miró y luego negó con su cabeza mientras reía, como si no pudiera creer algo que le dije.
-¿Qué pasa?- me atreví a preguntar. Estaba recordando si había dicho algo gracioso o que diera motivo de una burla pero no encontraba nada, no había dicho nada y comenzaba a desesperarme, recordando que era amigo de Ariel y su grupito en el cual también estaba Mérida.
-¿Te saltas clases porque no quieres un reporte por llegar tarde? Eso es extraño, es como si fueras responsable y a la vez no.
-¿Y?- mi tono de voz ya no era tan amigable, no estaba de humor para aguantar a otro miembro del grupo de Ariel.
-Es interesante- finalizó con una tierna sonrisa. No dije nada y él tampoco y lo agradecí, unos minutos de silencio en compañía de... el chico peliblanco- Si te soy honesto creí que no llegarías a tal extremo de esto, no digo que esté mal, es saludable ser rebelde de vez en cuando, pero nunca me lo imaginé de ti.
-¿Creíste que era una chica "perfecta"? ¿En serio, Frost? Con todos lo que...- me detuve al recordar rápidamente la discusión en el baño hace rato, no valía la pena seguir platicando, si lo hacía me desquitaría con él y no quiero hacer eso, no cuando me pagará por ayudarlo en su examen- me tengo que ir, te veré más tarde.
-Espera Rapunzel, lo lamento, no era mi intención- Jack tomó mi muñeca evitando mi escape. Me giré para mirar primero su mano sosteniendo la mía, y luego para mirarlo directo a sus ojos azules. Jack retiró su mano y aclaró su garganta para seguir hablando pero yo me adelanté.
-Escucha Frost, no sé cuál sea tu plan de seducción pero no caeré en el, déjame en paz.
-No hay ningún plan- habló seriamente- te lo comenté la vez anterior.
-Ajá, bueno entonces deja de buscarme y hacerme conversación, sé cómo eres y...
-¿Cómo crees que soy?- preguntó interrumpiéndome.
-Eres parte del grupo popular, sales con cuantas chicas se te antoje y luego les rompes el corazón, ¿me equivoco?
-Yo...
-Eres amigo de Hans, claro que lo eres- y lo había echo, lo había comparado con el idiota de Hans y ni siquiera le había dado la oportunidad de responder.
-Esta bien, volvamos a empezar, y esta vez sin juzgar el uno al otro. ¿Quieres ser mi amiga?- pregunta con una cálida sonrisa.
-No confío en ti, Jack- confesé más tranquila. Recuerdos sobre mi amistad con Mérida Dumbroch agolparon mi mente, sintiendo un dolor en el pecho al recordar que eligió a Ariel en lugar que a mí.
-Lamento que sea así- su sonrisa había decaído un poco- escucha, sé que no te llevas muy bien con mis amigos y yo no me llevo muy bien con los tuyos, en especial con Ryder. Y sé que tú tampoco les agradas mucho y que ese el motivo principal para que desconfíes de mi, pero créeme cuando digo que ellos no tienen nada que ver, me pareces una chica interesante y en serio me gustaría convertirme en tu amigo.
Analicé cada una de las palabras que había dicho, sonaba muy sincero y convincente pero habían muchas cosas que me impedían creerle; como que sus amigas habían destruido la vida de mi hermano, su amigo pelirrojo había jugado cruelmente con Ana, que Mérida se dejó llevar por los chismes y mentiras del colegio, cuando todos ellos me habían arruinado. No iba a dejar que él también me lastimara.
-Te lo voy a demostrar, dicen que los hechos hablan más que las palabras.
Extendió su mano para cerrar el trato, y yo seguía dudando.
"Demuéstrales que no estás tan indefensa como parece"
Y con aquellas palabras de aliento que Hiccup una vez me dijo acepté, decidida a hacerles ver a todos ellos y a toda la escuela que no me verían caer tan fácilmente, que los Corona son más fuertes de lo que todos piensan.
-¿Y entonces qué le dijiste?- preguntó Ana mientras se metía un brownie a la boca.
-Que si- susurré, encogiéndome de hombros.
-Bueno, a mí me parece que fue la mejor opción- opinó Honney al terminar de contarles mi situación con Jack Frost- si dices que parecía sincero y él quiere demostrártelo, entonces solo queda esperar. Darle el beneficio de la duda.
-Si bueno, concuerdo con Honney, como casi siempre, pero, vete precavida. Es un dios griego ese hombre, y sus grupo de amigos también se creen dioses poseedores del Olimpo, entonces, yo digo que esta súper bien que no confíes tanto él- volvió a hablar Ana chupándose ahora los dedos llenos de chocolate y pan.
-Si... bueno- seguía debatiéndome en si hice lo correcto, pues mi momento de valentía y coraje había pasado por lo que volvía a sentirme una tonta niña ingenua- me mantendré positivamente precavida.
Honney y Ana aplaudieron con alegría por mi respuesta, era lo mejor.
-Una cosa más amiga,- llamó nuestra atención Ana- si te llegas a enamorar de él y lo besas, por favor háznoslo saber, muero de ganas de ver eso- confesó emocionada.
-¡Cierto! ¡Nos lo tienes que contar! Así también sabremos si es o no un patán- la chica rubia también se había emocionado con las palabras de Ana. Solté una carcajada con aquel tema del beso entre el chico peliblanco y yo, no pudiendo creer que piensen en algo como eso.
-¡No te rías! ¡Es súper romántico! Y si tú no fantaseas con tu príncipe azul una de nosotras tiene que hacerlo por ti.
Continué riéndome sin imaginarme la situación, eso era lo más gracioso que había ocurrido en todo mi día. Ana y Honney me miraron mal y segundos después también rieron conmigo. A los pocos minutos Tadashi Hamada se hizo presente en la cafetería, donde estábamos esperando una orden de machos para compartir con nuestro grupo, los gritos de Honeey en mis odios no se hicieron esperar al ver a su novio frente a ella con una enorme sonrisa.
-¡Tadashi! ¡Qué bueno que te encuentro!- saltó hacia los brazos de su novio y me giré antes de seguir viendo aquella linda y acaramelada escena.
-Imagínate que ustedes puedan llegar a ser la tercera pareja empalagosa del grupo- murmuró Ana también de espaldas a ellos, la miré con fastidio y luego negué levemente mi cabeza esbozando una ligera sonrisa.
-Estás demente.
Tadashi se acercó a saludarnos y ahora los cuatro estábamos esperando por la orden de nachos, en ese largo tiempo de espera platicamos sobre cosas sin importancia hasta que Tadashi comenzó a hablar sobre su pequeño hermano Hiro y en cómo se metía en problemas por peleas callejeras de robots. Aveces intentaba no reírme de sus historias, pues se me hacía muy cómico que su hermanito cometería aquellos actos ilegales, solo por diversión, ya que el niño era un gran genio. Y en cierta manera me siento un tanto responsable por aquel vandalismo de Hiro, pues fue mi hermano quien sin querer le comentó sobre peleas de robots callejeras, y ahora el chico se dedicaba a aquello.
-Pero a pesar de todos los líos sigue siendo un niño y mi hermano, y un genio que desperdicia su talento- finalizó su relato cuando por fin llamaron el nombre de Honney para recoger la comida.
-Bueno, tal vez cuando entres a la universidad de robótica puedas llevarlo para que se maraville de las cosas que crean ahí y decida cambiar su rumbo- alentó Honney mirándolo tiernamente a los ojos, el chico de cabello azabache le devolvió el gesto.
-Tienes razón, sé que le encantará, como no se me ocurrió antes.
Los cuatro seguimos caminando hasta que pifiamos ver al resto de los chicos esperándonos afuera de las instalaciones del colegio.
-Bueno, yo los veré más tarde- anuncié y los tres se giraron olvidando por completo que tenía un pendiente.
-¿No vienes? Es de ley ir por pizzas los viernes- preguntó Tadashi ligeramente asombrado.
-Tiene una cita, pero al rato nos alcanza- susurró Ana.
-Son asesorías- respondí avergonzada, sintiendo mis mejillas ruborizarse.
-Entonces si es una cita- afirmó el chico que, como todos, me brindaba una mirada curiosa- no estaba enterado que alguien llamara tu atención pero es sin duda una buena noticia, así ya no pensarás tanto tiempo en él- miró mi sudadera y luego volvió a mirarme
a mí, sonriéndome con compasión, le devolví la sonrisa si saber qué responder.
Asentí y me di la vuelta para ir a la biblioteca donde Jack Frost estaría esperándome. Cubrí mis manos jalando las mangas de la sudadera hasta llegar a mi destino, y como la vez pasada, Jack ya se encontraba en una mesa vacía con sus cosas afuera y su vista fija en su celular haciendo caras graciosas.
-Hola Jack- saludé con mi habitual tono alegre y una pequeña sonrisa, al instante Jack dejó de hacer caras frente a su cámara y me miró asustado, luego se relajó y también sonrió.
-Hola maestra Rapunzel, llega cinco minutos tarde.
-Lo siento, tuve un imprevisto, no sucederá otra vez- aseguré tomando asiento en frente de él, sacando de mi mochila el libro de Eugene.
-No te preocupes- rió levemente antes de ser silenciado por la bibliotecaria, sus pulgares se movían rápido tecleando un sin fin de cosas en la pantalla de su celular, no le tomé importancia pues yo tampoco terminaba de alistarme. Si era sincera conmigo misma, estaba un poco aterrada por esto, pues habían pasado muchos años desde que hago esto y tal vez perdí práctica, solo espero que que pueda entender para lograr la calificación perfecta en su boleta.
-Bien, antes que nada quisiera comentarte un dato que se me olvidó decirte el martes. Cada asesoría tiene un costo de 50 dólares, claro que la del miércoles no te la voy a cobrar porque fue solo la introducción, así que sería a partir de hoy. No sé si quieras pagar todo al final o cada día que nos toque asesoría.
Jack dejó de ponerle atención a su teléfono para dirigírmela a mi, cuando terminé soltó un pequeño "Ohh". Hubo silencio después de aquello.
-Está bien, yo creo que será cada día, así tu y yo nos animamos a dar lo mejor para el final del mes- finalizó y sacó su cartera poniendo sobre la mesa mis primeros 50 dólares. Lo miré agradecida sintiendo como mi sonrisa se ensanchaba al saber lo bueno que era tener tal cantidad de dinero en mis manos.
Quisiera decir que el resto de tiempo que nos sobraba avanzamos con el primer tema de la materia pero no fue así. Jack se la pasó toda la hora en su teléfono sacando fotos y chateando con personas, y cuando ya lo dejaba sólo era cuestión de segundos para que volviera a revisar sus mensajes o likes y comentarios que recibía por sus fotos. Sin duda aquel aparato electrónico lo distraía muchísimo, y no pude explicarle lo que había preparado.
Salí molesta de la escuela, había perdido una hora que pude utilizar para callar a mi rugiente estómago en la pizzería con los chicos. Jack salió detrás mío llamando mi nombre pero lo ignoré, no quiero saber nada de él hasta el lunes que volveríamos a vernos.
Al llegar a la pizzería los chicos se encontraban platicando, burlándose y riéndose a todo pulmón. Tomé asiento en la silla que estaba vacía a lado de Fred y me serví una rebanada de pizza vegetariana, la cual estaba casi completa.
-Llegas justo a tiempo para el concurso de pepperonis- habló animadamente Fred.
Kristoff, Eugene y Wasabi estaban atentos a la señal para empezar a comer todos los pepperonis que había en un plato, quien más pepperonis tuviera en la boca y pudiera cerrarla ganaba un dólar de cada individuo sentado en la mesa.
-¡Ahora!- Fred golpeó la madera con entusiasmo y los tres chicos se abalanzaron contra el plato de comida. Era un juego asqueroso y divertido a la vez, yo me dediqué a observar y seguir comiendo tranquilamente.
El ganador había sido Kristof, para sorpresa de todos pues sabíamos que este tipo de concursos era fuerte Eugene y Wasabi, pero hoy los papeles habían cambiado. Cada uno le pagó su dólar y los dos perdedores pagaron las pizzas, refrescos, agua (que había pedido yo específicamente) y papas fritas que pedimos.
Llamaba a los viernes "días Cenicienta" ya que ese día era especial principalmente porque una semana más de clases acaba y festejábamos ese gran triunfo, aprovechando también que esos días no trabajaba. Y toda la tarde eran risas y diversión pura, olvidándonos del mundo y solo siendo unos adolescentes en su último año de preparatoria. Era realmente un cuento de hadas. Pero, la magia en algún punto tiene que acabar, así como para cenicienta terminaba a media noche, para mí terminaban a las siete de la noche.
No tenía ganas de llegar, al igual que todos los días anteriores. Pensaba en caminar lento para así atrasar mi hora de llegada, o por el contrario, apresurarme para encerrarme en mi cuarto y no me moleste hasta el día siguiente. Me decidí por la segunda opción, apresurándome para que aquel demonio no me atrapase.
Mi corazón se paralizó por completo al ver las luces de la casa encendidas, estaba aquí y no era bueno. Las gana de llorar aparecieron y estuve a punto de dar media vuelta si no fuera por aquella plática pendiente. Respiré hondo y reuní todo el valor que pude, exhalé todo mi nerviosismo y mi miedo, y me adentré a aquel lugar.
Un vestido color dorado estaba en la mesa, junto a unos enormes tacones del mismo color siendo sostenidos por su mano izquierda, mientras que con la derecha llevaba un trago de alcohol a su boca.
Mi respiración comenzó a acelerarse y las manos a sudar.
>>Contrólate<<
>>Que no te vea débil<<
Mi cerebro me alentaba a no sucumbir al terror y desesperación que esto me causaba.
-Llegaste más temprano esta vez, eso me gusta- su voz salió ronca y automática, pero todavía estaba sobrio- póntelo rápido, la noche es joven y demasiado larga.
-Y-yo, no... yo no... me s-siento.... amm...
-Detesto que balbucees cuando no tengo paciencia- soltó un gruñido ante mi respuesta, me quede tiesa al ver que se levantaba de la silla y dejaba el vaso de Wisky en la mesa- ¿Te lo pondrás por las buenas o por las malas?- preguntó molesto, tendiéndome el vestido y los zapatos con una mirada aterradora.
-No quiero hacer esto- solté en un susurro que logró escuchar.
-Es la única forma en la que puedes pagarme- se acercó a mí oído tomando mi cabello con fuerza- para lo único que sirves dulzura. Así que te lo repetiré de una manera más clara: te lo pones tú o te lo pongo yo.
Dejé de mirarle a los ojos y tomé el atuendo que traía en las manos, me dirigí a la habitación que compartía con él para cambiarme lo más rápido posible.
-Rapunzel- me llamó antes de entrar, me detuve y esperé lo que tenía que decirme- esa maldita sudadera me la entregas antes de que te cambies.
Había tantas cosas que quería decirle, tantas ganas de golpearlo, tanto que mi mi alma gritaba que hiciera pero que al final sólo asentí con un enorme nudo en mi garganta y me quite la prenda que le pertenecía a mi hermano y si mirarle se la entregué.
>>Débil<<
No había tiempo para llorar, eso lo haría una vez estando en aquel club, drogada a la merced de todos. Quité la ropa que tría puesta y la cambie por el vestido tan escotado y tan provocador que había escogido, solté mi cabello dejando que las ondulaciones echas por las trenzas cayeran a lo largo de mi espalda. En el baño que poseía la habitación coloqué más rimel a mis pestañas y luego delineador negro, el labial rosa fue cambiado por un rojo mate y una capa de corrector y base en mi cara. Al terminar de maquillarme limpié una lagrima que había resbalado por mi pómulo derecho y salgo del baño para ponerme loa tortuoso zapatos que usaría toda la noche. Al salir de la habitación evitó hacer contacto visual con aquella bestia en forma humana, quien me da un vaso con un líquido transparente.
Miró fijamente el vaso, intentando recordar el porque estoy haciendo esto. Lo tomo de un trago sintiendo como el líquido quema mi garganta, toma mi cintura y me lleva a la entrada de la casa, cerrando con llave y luego subimos al auto costoso plateado que posee. Ninguno de los dos habla, comienzo a sentirme mareada a mitad del camino, y en ese momento me entrega tres pastillas de colores. Las miró fijamente, al igual que el líquido anterior, intentando recordar por qué hago esto.
Primer píldora: Mi hermano.
Segunda píldora: Chimuelo.
Tercera píldora: Mi libertad.
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