∆Capítulo 31∆
HICCUP
||Presente||
Mi madre siempre me dijo que era el mayor y era mi responsabilidad cuidar de mi hermana a toda costa.
También me dijo que era un inútil por enfermarme a cada rato y dar problemas. Que si no me componía no iba a poder proteger a Rapunzel.
Y siempre me sentí así, inútil por no poder hacer más por mi melliza.
¿Cómo me sentía después de recordarlo todo y enterarme que mi hermana había sido usada por ese maldito animal demente? Peor que inútil. Creo que estaba mejor viviendo en la ignorancia, sin recordar todo el dolor, la angustia... No culpaba a Mérida por ponerme al corriente sin querer, y tampoco culpaba a Rapunzel por ocultármelo, solo estaba furioso de saberlo.
Dos años. Carajo estuve metido en un hoyo dos años pensando estúpidamente que Rapunzel estaba bien. ¿Acaso no era más evidente que a lado de Drago Mano Dura nadie estaba seguro?
¡Que idiota!
Grito y golpeo los muebles de la habitación, me detengo un momento sosteniéndome del tocador para jalar aire. Escucho el sonar mi corazón y la cabeza comenzar a martillarme. Aquel doctor me había dicho que no debía alterarme ni tener emociones fuertes. ¡Al diablo eso! Ese hombre no me daba confianza, si lo soportaba era porque a Rapunzel si parecía confiada en lo que decía.
Mi cabeza no deja de imaginar mil escenarios entre mi hermana y ese mal nacido. Debía encontrarlo, quería que me lo dijera a la cara y si se podía lo iba a matar.
Muy a mi pesar tomo el medicamento para calmar la taquicardia y el dolor de cabeza. Busco entre el armario algo me se sirva para cubrir mi rostro y sonrío al ver una de las sudaderas de Fred. Eran lo suficiente grandes y holagadas, perfectas para la ocasión. Tomo una de color azul marino y me la coloco. Pienso si debo llevar el bastón de ayuda y descarto esa idea, no iba a dejar que ese infeliz me vea débil. Me iba a ver de pie, vivo.
Tomo la cartera del albino que había tomado cuando le golpeé y salgo con sigilo del cuarto y cierro la puerta sin hacer ruido. Agradezco que haya recorrido esta mansión varias veces para saber por dónde podía salir sin ser visto.
La brisa de la noche golpea mi rostro y me tengo a respirar cuando me encuentro a unos metros de la casa de Fred. Tardo unos largos minutos en obtener aire suficiente para seguir, debía calmarme sino quería desmayarme.
Encuentro una estación de autobuses y espero impaciente a que pase. Miro a los lados constantemente por si había alguien cerca. El camión se detuvo frente a mi y entro con lentitud. Me sorprendo al ver la cantidad de billetes que el joven de ojos azules traía en su billetera, busco uno de cinco dólares para pagarle al chófer y escoger un asiento. Había tres personas más en aquel autobús, un hombre que estaba dormido junto a la ventana, y dos chicas que escuchaban música. Decido sentarme en el primer asiento para que pudiera salir más rápido.
Miro la cartera de Jack encontrando una foto de él y mi hermana en dónde ambos sonreían de verdad. Rapunzel tenía ese brillo tan característico en sus ojos que la hacía ver viva, ¿hace cuánto que mis ojos habían perdido su brillo? Habían oscurecido, ya no eran aquel verde bosque que me gustaba, ahora eran un verde jade.
Suelto un suspiro devolviendo la foto a su lugar, sintiendo culpa por cómo le había hablado a Rapunzel. Los dioses habían escuchado mi última petición y me otorgaron otra oportunidad. Recordaba lo asustado y desorientado que estaba cuando desperté sin saber si quiera mi nombre, pero cuando Rapunzel entró por aquella puerta y me sonrío con ojos acuosos sentía que veía a un fantasma, ella era lo único que recordaba. Había alucinado tantas veces su presencia que mi mente no sabía si era real o no por lo que pedí que me cantara, era un pequeño secreto, era nuestra canción.
Fue tan linda conmigo después de reencontrarnos y por fin después de tantos años sentía calidez y tranquilidad en mi pecho, había sonreído, sentí tanta felicidad en ese instante que volví a sentirme humano.
La había recuperado y aunque a veces el ambiente entre nosotros era algo... Incómodo Rapunzel jamás dejó de mirarme como a una persona, como su hermano. Tenía paciencia conmigo y lo apreciaba... Debía tratarla mejor, pero nunca he sido bueno controlando mis emociones negativas.
Los ojos sin brillo de mi hermana que me veían con vergüenza y miedo me mataban. Había sido brusco con ella al pedirle explicaciones, esa no era la manera de hablarle después de saberlo... Cielos, Odín al fin había mostrado algo de piedad hacia mi y me había devuelto a mi hermana y ahora lo estaba arruinando.
Pero si los dioses me habían permitido salir de mi infierno no era solo por estar con mi hermana a salvo, no, era una última oportunidad para hacer las cosas bien y deshacerme de aquel demonio. Ya no solo quería huir de él, quería matarlo y después largarme de este país.
Guardo la cartera en el bolsillo de mi pantalón y bajo del autobús, caminando hacia la prisión con pasos lentos.
Aladín debería tener mis papeles, todo parecía indicar que Rapunzel no sabía nada del plan que tenía para huir del país junto a ella, por lo que después de ver a Drago me dirigiría con Aladín a recoger mis papeles y a fumar algo para pensar mejor todo esto.
Como había previsto los guardias no me permitían ver a la persona que arruinó nuestras vidas por lo que entregué una buena cantidad de dinero para que me dejaran hablar con él no más de cinco minutos.
Espero con nervios su llegada, debía parecer fuerte, molesto. No debía verlo a los ojos por mucho tiempo sino quería que viera lo mucho que me estaba afectando saber que mi hermana había perdido la inocencia con él.
-Creí que jamás vendrías lindura, pensaba visi...tarte...
Trago saliva y escondo todo rastro de debilidad. Aquel enorme animal me ve a través del vidrio y su sonrisa se desvanece dando paso a la sorpresa, expresión que jamás había visto en un ser como él. Se sienta lentamente viéndome con detenimiento, pensando si de verdad era yo o mi hermana jugándole una broma.
-Tuve que venir antes porque no tenía idea de cuando nos volveríamos a ver- contesto con sarcasmo, tomando el teléfono del cubículo.
Sus ojos se abren un poco más de lo normal y luego suelta una carcajada. Espero a que termine sin cambiar mi rostro serio.
-Te hacía en Amsterdam todavía, pero ya veo que no- seguía analizándome con aquella afilada mirada- me interesa saber cómo es que tú estás frente a mi.
No le agradaba verme, sus ojos lo manifestaban todo y era lo único que teníamos en común. Levanto una ceja sin recordar cómo había sido mi rescate pero Jack Frost me lo había dicho y dudaba que me hubiera contado toda la verdad. Aún así, lo que sabía no se lo diría, por mucha desconfianza que el novio de mi hermana me diera era la persona que había salvado mi vida y bueno... No pensaba delatarlo.
-Tus hombres eran tontos, no fue tan difícil- miento encogiéndome de hombros.
-Pitch está muerto- mi cuerpo se tensa y aprieto la mandíbula ante el nombre de aquí demonio- eras la cosa más importante a cuidar y falló. Dijo que había mucha vigilancia y que tuvo que haber alguien para ayudarte. Pero no tenías a nadie así que creí que te había ayudado a escapar para tenerte solo para él y romper el acuerdo. Ya veo que estaba yo me equivoqué, solo que no logro decifrar quién te ayudó... Rapunzel no sabía en dónde estabas...
-¿Qué le hiciste?- mi voz sale fría y eso me agrada ya que estaba bastante nervioso por lo que acababa de decirme.
No tenía tiempo para pensar en Pitch muerto y en lo que eso significaba, debía concentrarme en Rapunzel.
-Así que a eso veniste, por un momento creí que querrías que te cogiera para recordar los viejos tiempos- una sonrisa burlona ilustró su rostro, aquellos ojos negros no dejaban de analizarme.
No dejes que afecte.
No dejes que te vea débil.
-¿Qué le hiciste?- vuelvo a preguntar con voz ronca. El nudo en mi garganta no me dejaba hablar y las ganas de vomitar me invadieron por su terrible comentario.
-La pregunta sería ¿qué no le hice?- la risa que salió de su garganta me hirvió la sangre- si yo te digo todo lo que pasamos mi flor dorada y yo, tu me dirás como lograste burlar a uno de mis mejores hombres.
-Teníamos un trato, lo rompiste. Me engañaste, te burlaste de mi y luego me mandaste lejos para que nadie pudiera defenderla. Solo quiero que me lo digas a la cara, maldito cobarde.
Estaba furioso, sentía mi rostro arder y las pulsaciones de mi corazón comenzaban a ir más rápido.
-Soy su primer hombre, y también seré el último. La tuve entre mis manos incontables veces, la hice mía una y otra y otra vez hasta desmayarse. Cogimos en cada rincón de la casa y cuando ponía resistencia disfrutaba escuchar sus gritos de piedad y su llanto de agonía, poniéndome más duro. Cada parte de Rapunzel me pertenece, es mí florecilla especial y gracias a ti gocé del mejor sexo por casi tres años.
Mi mano libre se convierte en puño y mis uñas se encajan en mi piel hasta sangrar. Mi mano derecha se ha adherido más al teléfono y los ojos me pican.
-Si no me hubieran llamado para informarme que estabas "muerto" ninguno de los dos estaríamos aquí, yo estaría gozando el culo de tu hermana mientras tú te dejabas coger por Black para protegerla. Dime, ¿acaso eso no suena estúpido?- volvió a reír- si no me hubieran llamado Rapunzel jamás hubiera intentado...
Aquel ser dejó de hablar desviando al fin la mirada unos cuantos segundos. Aprovecho para limpiar las lágrimas con la manga de la sudadera y pensando en que debería largarme de este lugar.
-Fue Frost. Es el único que sabía de tu existencia y la de tu hermana, su hijo estuvo ahí cuando la estúpida quiso suicidarse, y estuvo en el hospital... Norte Frost te ayudó a escapar... No, su hijo lo hizo, fue él quien metió a su padre a esta prisión conmigo.
Cuelgo el teléfono y me levanto sintiéndome mareado. Drago azota sus manos en la barra y salto por el susto. Tomo el teléfono otra vez y le interrumpo sus amenazas hacia Jack Frost.
-Te voy a matar, cobraré venganza por todo lo que nos hiciste.
-No basura, seré yo quien tenga el placer de terminar con tu miserable vida. Verás como me cojo a tu hermana hasta hacerla sangrar, meteré cualquier cosa a tu apretado culo hasta que te salga por la boca mientras vez como todo por lo que luchaste fue en vano y sabrás que después de que mueras ella vivirá para abrir las piernas cada vez que a mí se me de la regalada gana. Así que corre, escóndete como la rata que eres porque te encontraré y juro que no tendré piedad, con ninguno de los dos.
Suelta el teléfono y sale casi corriendo de la sala de visitas seguido de dos guardias. Lo miro marcharse y dejo que el escalofrío recorra mi cuerpo, luego me dirijo a la salida y cuando el aire de la media noche golpea mi rostro me agacho para devolver las entrañas de mi estómago. Mis rodillas flaquean y caigo al duro cemento, me sostengo con mis manos mientras mi garganta se quema. Mi pecho duele y escucho los latidos de mi corazón taladrar mi cabeza con rapidez. Me arrastro con dificultad hasta llegar a una pared y me siento intentando con mis pocas fuerzas jalar aire a mis pulmones.
Mi visión comenzaba a distorsionarse e intento respirar profundo y lento para no desmayar. No podía permitírmelo, no estando a unos metros de esa bestia y a kilómetros de Rapunzel. Si me desmayaba alguien podría encontrarme y aprovecharse de mi estado para hacerme lo que sea. No podía desmayarme a media noche en completa soledad.
Pasa un largo tiempo en que mi mente lucha contra mi cuerpo para poder seguir despierto y respirando. Mi corazón logra calmarse un poco y permite que más aire pase a mi sistema respiratorio. Recuerdos felices se reproducen en mi cabeza y me animan a levantarme. Mi cuerpo pesa demasiado y tardo una eternidad en llegar al barrio de Agrabah, lugar en donde vive la persona en quien más confío: un joven ladrón de ojos marrones y cabellos azabaches de nombre Aladín.
Toco una puerta de madera y pasan los segundos hasta que ésta se abre dejando ver a mi amigo impactado.
-¿Puedo pasar?- murmuro con la lengua pesada.
-Los muertos vienen a visitarme...- susurra y se aparta para dejarme pasar. Subimos unas escaleras que nos llevan hasta lo que es su casa, me sorprendo al ver que el lugar había cambiado, había un sillón en buen estado, una mesa de madera y un viejo televisor- ¿Qué pasó contigo, Hiccup? Creí... Creí que habías muerto.
Giro mi cuerpo para verle de nuevo, suelto un suspiro y llevo mis manos a la cabeza.
-¿Tienes mota? Yo... Necesito un poco.
Aladín levanta una ceja cruzado de brazos.
-¿Te desapareces por dos años y luego te apareces en mi puerta a media noche pidiendo un churro?
-Solo dámela y te contaré todo. ¿Sigues teniendo los papeles?
-Tu hermana vino por ellos hace dos meses.
Se encogió de hombros dirigiéndose a una esquina donde tenía guardada la droga.
Aladín era un chico que se había criado en la calle y al cual conocimos cuando Drago en un ataque de ira nos hechó de la casa. Nos había enseñado a robar para poder sobrevivir, no me gustaba hacerlo pero al no conseguir doscientos dólares al mes entre mi hermana y yo era la mejor opción. Al crecer probó las drogas y se volvió camello, a veces le compraba para desestresarme y pensar con más claridad las cosas. Fue a la única persona que le conté mi plan de escape y a quien le confíe una documentación falsa.
-Toma, son diez dólares el gramo.
Me estira los cigarros y lo prende. Doy una calada sacando de la cartera del peliblanco el dinero.
Me siento en el sillón hundiéndome un poco y cierro mis ojos por unos segundos. Doy unas caladas más al churro hasta que me siento lo suficientemente bien para hablar. Aladín se sienta a mi lado fumando al mismo tiempo que yo.
Cuando termino de contar mi historia un silencio abunda en su casa. Miro el techo exhalando el humo por mi nariz.
-Vaya... Lo lamento hermano, no tenía idea. ¿Cómo reaccionó Rapunzel?
-No lo sabe y no lo sabrá jamás.
-Pero... Ella ya lo sabe- me levanto de golpe y lo miro a los ojos con sorpresa- cuando vino por los papeles parecía alterada. Me preguntó que qué era lo que sabía y tuve que contarle el plan, volvió a preguntarme si sabía algo más y me negué así que ella me enseñó un cuaderno donde habías escrito todo.
Abro ligeramente la boca sin poder creerlo, Rapunzel nunca dijo nada... ¿Tal vez quería hablarlo en otro momento? Carajo, ella lo sabía y seguía mirándome como si fuera una persona. No puedo volver a mirarla a los ojos al saber que ambos somos más diferentes e iguales a la vez.
-La llamé zorra y le dije que me daba asco...- niego con mi cabeza sintiendo las lágrimas formarse- todo es culpa de ese psicópata- vuelvo a fumar- no le bastó con quitarme mi inocencia y estropearme la vida, tenía que quitársela a mi hermana también.
Nuevamente el silencio reinó en la habitación.
Mi cerebro trabajaba más rápido cuando estaba bajo el efecto de la marihuana, al saber lo que tenía que hacer se forma una pequeña sonrisa en mi rostro.
-Quemaremos sus casas- mi voz sale ronca.
-¿Qué dices?- pregunta mi amigo dando su última calada.
-Quemaremos sus casas, tiene tres en Solaris. Además del sexo le encanta el dinero, se lo gasta en casas, carros... Quemaremos esas malditas casas, es un pequeño precio a pagar por todo lo que nos quitó.
-Estás hablando en plural, ¿sabes lo que estás diciendo?
-Por su puesto, conozco la ubicación de cada una de ellas solo necesitamos gasolina y un encendedor.
-Hey- golpea mi hombro para que le preste atención- ¿me acabas de contar que ese loco tiene a la mitad del país bajo su mando y tú quieres ir a quemar sus casas por venganza?- asiento y el ríe- estoy dentro, pero tomaré todo lo de valor antes de quemarlo.
-Como gustes.
-Perfecto, conozco a alguien que vende gasolina, no es muy lejos de aquí. Andando.
-Espera, quiero más- le detengo sacando más dinero.
-Si fumas más la misión se estropeará.
-Será para los días que vengan. Si me escapo más veces se darán cuenta.
Una vez que Aladín me da la droga la guardo en los bolsillos de mi pantalón y ambos nos dirigimos con la persona de la gasolina. El chico de obres marrones poseía un pequeño auto viejo pero servible, lo que nos ayudó mucho para llegar más rápido.
Las luces de la carretera brillaban como estrellas, y me siento flotar en el auto con el aire acariciando mi rostro.
-Quiero dejar de ser rubio- balbuceo viendo las calles desérticas.
-¿Y qué quieres que yo haga?- pregunta mi amigo burlón dando vuelta parándose en un fosforescente semáforo rojo.
-Tu conoces a todo mundo, quiero dejar de ser rubio, por favor.
-Eres la única persona que conozco que detesta ser rubio y de ojos verdes. ¿Sabes que te ganaste la lotería, verdad?
-Detesto mi cabellooooo- grito sacando la cabeza de la ventana.
-Bien bien, conozco a alguien, ¡ponte el cinturón!
El auto aceleró y sentía la adrenalina en cada célula de mi cuerpo. Ambos gritamos y reímos hasta que llegamos a otro lugar en donde el tipo enorme que nos recibió era azul.
¿Qué me había fumado?
-Quiero ser castaño.
Respondo en la silla giratoria moviendo mis piernas. No oigo la respuesta del tipo azul y me altero al sentir unas manos en mi cabeza.
-¡No me toques!- salto de la silla pegándome con los muebles. El azulado me mira con miedo y luego mira a Aladín.
Después de largas horas al fin accedo a que me pinte lo más veloz posible mi cabello. Todo el tiempo no lo dejo de mirar por el espejo vigilando cada movimiento mientras bebo un refresco frío que me regaló para mantenerme quieto.
-Muy bien amiguito, ya estás. ¡Ahora eres castaño!
Al verme al espejo no me reconozco, me veo pálido y ojeroso, cansado y delgado. Parecía un vicioso de primera. Pero ya no era rubio y sonrío por ello.
Era una nueva persona, al fin.
Al pagar y estar listos para salir recuerdo un instrumento más que lo utilizaría en el futuro.
-Espera, necesito un arma.
-¿Para qué?
-Lo mataré Al, y necesito un arma para ello. Dos de hecho.
-¿Qué tipo de arma te interesa?- pregunta un poco más serio el humano azul.
-Una pistola de cualquier tipo, pero que sirva para matar a un demonio y que se quede en el infierno para siempre.
El hombre sale un momento de la habitación y mi amigo me toma del brazo a lo que me suelto de inmediato.
-No me toques- murmuro molesto.
-¿Para qué quieres dos?- susurra confuso.
-Mi hermana es astuta y puede encontrarla. Debo ir un paso adelante de ella.
-¿Estás seguro de esto?- me mira a los ojos y asiento, sintiéndome más cuerdo que nunca.
-Por supuesto, una vez que Drago Mano Dura esté muerto seremos totalmente libres.
Compré las pistolas junto con las balas y nos despedimos del tipo que se autonombraba Genio. La noche era larga y joven por lo que quemar tres casas en distintos lugares no era una preocupación para ambos.
Aladín se sorprendió por lo grande y bonita que era la primera, a mí me dió igual. El chico de cabellos azabaches corrió por la mansión mientras yo derramaba el líquido flameante en el costoso piso de mármol sin expresión alguna. No pensaba en nada más que en ver arder su propiedad. Cuando Aladín bajó con la bolsa llena de quién sabe que tanto solté los tres cerillos sobre el piso y en segundos comenzó a arder. Salimos rápido y admiramos desde unos cuantos metros como la bonita mansión se caía en pedazos.
Lo mismo pasó con las otras dos mansiones.
-¿En dónde queda la última? ¡Uf, conseguiré un buen departamento con todo esto!
Celebraba viendo las cosas brillantes.
-A mi casa.
Mi voz salió hueca, y Aladín dejó de ver todo lo que había robado.
-¿T-Tu casa? Pero, está casi en ruinas...
-Debo quemarla y con ella toda mi vida ahí. Renaceré de las cenizas.
A Aladín no le gustaba ir a la casa donde vivíamos porque efectivamente estaba mal cuidada a pesar de que Rapunzel y yo intentamos arreglarla un poco. Daba miedo en las noches y para su mala suerte las veces que Drago estaba ahí. De mala gana manejó de regreso a Solaris. Ahí no había nada de valor que robar, al menos, no para él.
¿Pensaba llevarme algo antes de quemarlo todo? No estaba seguro, aquel Hiccup había muerto hace tanto tiempo que dudaba que hubiera algo que salvar.
Cuando llegamos a la casa embrujada nos quedamos admirándola una eternidad, mi cuerpo avanza robóticamente y miro a mi derecha viendo la casa de mi difunto perro, sintiendo una opresión en el pecho al saber que ya no estaba en este mundo tampoco.
Pasamos el letrero de "no pase" y abro la puerta, siendo el primero en entrar. Siento la casa fría y lúgubre como la primera vez que llegué. Camino lento viendo el gran desastre de platos y vasos rotos en el intento de sala y la cocina. Una luz me ciega por un momento y volteo a ver a Aladín quien había decidido encender su celular.
-¿Qué? Me da miedo, ¿si? Quiero asegurarme de que no haya un cadáver por aquí.
-No hay cadáveres Al- miro el suelo que tiene una mancha amarilla y a lado una mancha roja- solo recuerdos.
Avanzo hasta la puerta que daba a mi habitación.
-Como si eso tampoco fuera espeluznante- lo oí murmurar, destapa el último galón de gasolina y comienza a esparcirlo. Dejo de prestarle atención al entrar a mi habitación y ver que también estaba destrozada. Entro con sigilo pisando un portaretratos. Me inclinó un poco para recogerlo y ver a mi madre, a Rapunzel y a mi en la playa. Todos traíamos el cabello trenzado y sonrisas decoraban nuestros rostros. Ladeo la cabeza al no poder recordar ese viaje, saco la fotografía de su lugar y sigo admirándola. Estábamos sonriendo de verdad, lo tres. Mi madre nos abrazaba a cada uno y Rapunzel y yo mostrábamos nuestros dientes, yo estaba chimuelo lo cual me pareció gracioso.
Arrugo la fotografía y la arrojo por ahí, esa mujer se había ido de mi vida el día en que llegamos a este infierno. Busco la llave de mi diario debajo de las tablas de la litera y no está. Abro mi cajón de lado de la cama y está vacío. Aladín tenía razón, Rapunzel sabía la verdad. Rayos.
Veo algunas prendas tiradas, algunos peluches que jamás sacamos de las cajas de cartón y una videocámara. La saco y tomo el primer casette que mi mano encuentra. Me siento en el piso y agradezco que tenga pila el aparato.
-¿Está grabando?- la voz de Rapunzel se oía.
-Si, creo que ya está.
Unos pequeños mellizos salen a cuadro saludando a nadie.
-Okey, hola yo soy Rapunzel Corona y él es mi hermano mellizo Hiccup Corona- habla con una enorme sonrisa, me abraza y zarandea un poco- el día de hoy vamos a competir para saber quién puede comer más donas que mi mami trajo el día de ayer.
-El que pierda deberá bañar a Chimuelo y aunque no lo parezca apesta horrores- comento y dirijo la cámara al can de ojos verdes que apenas tenía unos cuantos meses y ya era bastante grande para el pequeño departamento en el que vivíamos- así que, iniciemos.
Habíamos puesto muchas donas en un hilo negro a lo largo de la sala y el comedor. Recordaba que habíamos pasado horas para que el peso de las donas no le ganara al hilo.
Mi yo del pasado deja la cámara de tal forma que pueda grabar de esquina a esquina. Rapunzel y yo nos colocamos en nuestros respectivos lugares y a la cuenta de tres comenzamos a tragarnos esas donas sin meter las manos. Le iba ganando a mi hermana por media dona, sonrío triunfante y sigo comiendo como si no hubiera mañana. Chimuelo al ver lo que hacíamos quiso imitarnos por lo que movió su cola, flexionó sus patas para saltar y tomar la dona de en medio sin mover las demás. Nosotros al no verlo quisimos apurarnos para ganar. Me río al ver cómo Chimuelo corre hasta donde me encuentro y se prepara para robarme mi quinta dona. Abro la boca y cuando voy a morder Chimuelo salta y me la quita.
-¡Chimuelo!- grito enojado e impactado.
No puedo evitar reírme por mi cara y lo gracioso que había sido esa escena. Mi perro corre al rededor de la sala y el comedor y luego hacia la dona de mi hermana.
-¡H-Hiccup!- la voz alterada de Aladín me saca de mi pequeña burbuja feliz. Pongo pausa al vídeo y me levanto con dificultad. Vuelve a gritar y oigo ruidos provinentes de la habitación de Drago. Mi cuerpo se tensa y no parece reaccionar. Mis piernas se mueven con un gran esfuerzo y vuelvo a estremecerme al estar dentro de ese cuarto, miro hacia atrás asegurándome que la puerta se quede abierta.
-¿Aladín?- farfullo y espero que me haya escuchado. Me detengo al otro lado de la cama, viendo con confusión una apertura en el suelo. Aladín sale de repente y suelto un grito, dando pasos hacia atrás- ¿Qué te pasa idiota?- pregunto molesto.
-Ahí... Yo caí... Y-Yo...
No terminó de decir una palabra solo señalaba al suelo.
¿Qué hay ahí abajo?
Tomo su teléfono con la linterna encendida y bajo por unas escaleras mal hechas de madera. Toco la pared para no caer y al llegar al final se enciende una luz rojiza que me ciega un poco por el efecto de la droga en mi sistema. Entrecierro los ojos un momento hasta que me acostumbro y veo un cuarto parecido al que me llevaron para torturarme y matar a Astrid... Siento como el aire abandona mis pulmones y mis piernas se mueven por si solas. Era un ático que había sido adaptado para ser una cárcel. Habían cadenas y grilletes en las paredes, instrumentos de tortura manchados de sangre y ropa destrozada. Mi ropa. Mis manos tiemblan y toman las prendas hasta descubrir unas bragas a la mitad y un sostén.
Eran de Rapunzel. Mis manos sueltan los harapos como si quemaran y siento como las paredes se van haciendo más pequeñas, el aire escapa de mis pulmones y mi cabeza me lleva al día en que lo había descubierto.
Como puedo salgo de ese lugar con ayuda de Aladín y ambos cerramos aquel maldito cuarto.
-Quémala- susurro y en pocos segundos el olor a gasolina inundó mis fosas nasales. Mi amigo me ayuda a salir y veo como aquel lugar se desmorona. Mis piernas flaquean y caigo de rodillas al suelo. Mis hombros se sacuden levemente y siento mis mejillas húmedas por las lágrimas.
-¿¡PORQUÉ!?- grito desde el interior, desgarrando mi garganta- ¿QUÉ HICIMOS PARA MERECER ESTO? SÓLO ÉRAMOS UNOS NIÑOS
Nuevamente mi corazón martillea mi caja torácica y el aire contaminado se introduce en mis pulmones. Mis espamos son cada vez más fuertes y la soledad y culpa me torturan.
Le había fallado, intenté protegerla, de verdad lo intenté.
Giro mi cabeza al sentir delicadamente una mano posarse en mi hombro y al sentirme tan débil me dejo abrazar por aquel ladronzuelo que había sido realmente amable con nosotros. Mis brazos se colocan al rededor de su espalda y sigo llorando en su hombro.
Coraje, tristeza, humillación. Nunca había sido capaz de sentir tantas cosas a la vez.
>>Rapunzel lo siento tanto,
nunca fue mi intención provocarte tanto dolor y sufrimiento,
te juro que yo estaba dispuesto a pasarlo por ti.
Eres mi hermanita,
carajo,
perdóname.<<
-Hicc, debemos irnos, los bomberos no tardarán en llegar- habló en voz baja y con el tono más tranquilo y apacible que jamás le escuché. Me estremezco un poco y asiento. Me alejo de él y no puedo evitar sacudirme. No es que me haya desagradado que me abrazase sino que... Todavía no me acostumbaba al contacto físico.
Miro por última vez aquella casa embrujada en llamas y limpio mis mejillas. Estaba hecho, ya no había lugar a dónde regresar y todo lo que vivimos estaba siendo consumido por el fuego. Aquel Hiccup lleno de sueños bobos y estúpidas ilusiones estaba siendo carbonizado. No quedaba ni una sola pizca de la persona que Rapunzel recuerda que era, pero tampoco tenía un amo a quien servir, era libre y dolía.
Renacer como el ave fénix.
Sabía lo que tenía que hacer ahora. Y esta vez lo haría bien. Sería el hermano mayor que siempre anhelé ser.
Aladín y yo nos alejamos del que había sido mi hogar por cinco tortuosos años, el sol comenzaba a salir de las penumbras mientras nos dirigíamos a ningún lado.
-¿Quieres tomar algo? Yo invito- intentó sonreírme desde el volante. Tenía mi vista fija en mis manos entrelazadas.
-Una chocolate caliente- murmuro sintiéndome pequeño.
El chico de ojos marrones asiente y al llegar a una tienda 24/7 pide dos chocolates calientes y al pagar me entrega el vaso de unicel con un popote.
-Cuando era niño me gustaba mucho Fullmetal Alchemist, era un increíble programa. Me identificaba con Edwuad Elric, era el modelo de hermano mayor que siempre quise ser. Sabía que eran dibujos animados pero... Cada vez que tenía un problema me preguntaba que es lo que Edwuard haría. Al final consiguió devolverle el cuerpo a su hermano, y ambos fueron felices... Yo no pude conseguir nada, y mi final feliz nunca llegó.
Niego levemente con la cabeza y miro hacia la calle con el corazon desbocado.
-Yo no era como la caricatura, le hice daño a Rapunzel antes de todo esto. Le grité tantas cosas, la ignoré e incluso...- mis ojos se aguaron y mi voz tembló un poco- llegué a desear no ser su hermano.
Aladín escuchaba cada una de mis palabras. Llegamos a una vieja banca y nos sentamos viendo el precioso amanecer.
-Fue culpa mía, yo deseé no estar junto a ella. Le dije que era un estorbo, que si no fuera por ella todavía estaríamos con mi madre p-pero la verdad es que... Todas esas palabras eran para mi- llevo una de mis manos al puente de mi nariz intentando dejar de llorar- me prometí ser mejor hermano si Odín me permitía una última oportunidad y sabes lo que le dije cuando supe que había sido...- un nudo enorme en mi garganta no me dejaba hablar, no podía decirlo, lastimaba- le dije que me daba asco, que era una zorra y que me daba asco. Hubieras visto su rostro Al, la destrocé.
Bebo un poco de chocolate y lo dejo a un lado para cubrir mi rostro lleno de lágrimas.
No podía parar de llorar, tenía tantas lágrimas acumuladas que al fin estaban siendo liberadas. Mi respiración se vuelve irregular y mi silencioso llanto vuelve a ser más ruidoso.
-Tu no eres una mala persona Hiccup, y mucho menos un terrible hermano- mi amigo tocó la sudadera que me cubría y mi cuerpo se aleja un poco, de inmediato quita su mano- todos tenemos errores porque somos humanos. Y a pesar de todo siempre viste por el bien de tu hermana, eras su héroe. No puedes culparte por todo, no puedes tener el control siempre. Creo que lo que más les envidiaba era que se protegían el uno al otro y siempre se perdonaban, no perdiste a tu hermana Hiccup, se que te avergüenza todo lo que sufriste pero ella lo entenderá tu mismo lo dijiste cuando se corrió el rumor en tu escuela, ¿recuerdas? Se que la intentas proteger pero sin comunicación las cosas se estropean más y lo han tenido que aprender a las malas.
Hubo un pequeño silencio en el que solo se escuchaban mis sollozos más leves.
-Tienes que perdonarte y pedirle perdón. Eso te hará realmente libre.
Aprieto mis labios sin saber realmente como hacerlo. Pedirle disculpas a mi hermana no era lo complicado, ¿pero pedirme disculpas a mi? Yo había sido el hijo que mandó a mi mamá a la quiebra y al alcoholismo. Yo era la oveja negra, ¿cómo podía perdonarme?
-¿Y cómo me perdono?- digo entre hipidos amargos.
-Tienes que aceptar las cosas que han sido, y tienes que aceptar que no todo fue culpa tuya.
-Es más fácil decirlo que hacerlo Al- limpio mi rostro por décima ocasión.
Nos quedamos un buen rato en la banca en silencio, seguía llorando y no encontraba una manera de parar.
"Lo hombres no lloran, solo los maricas, ¿dime, eres marica o un macho?"
"No puedes llorar frente a tu hermana, no puedes mostrarte débil. Eres el mayor, actúa como tal."
"Los hombres no se abrazan entre sí a menos que quieras que te follen, ¿es lo que quieres lograr?"
El sol acarició nuestras espaldas logrando calentar mi frío cuerpo. Mis sollozos fueron mengüando hasta que mis ojos estuvieron secos. Hubo una intrigante calma en mi interior al finalizar. ¿Así que esto era llorar? Una gran tormenta interminable y luego una fantástica paz.
Mis ojos veían las siluetas en el pasto y cuando me siento mejor vuelvo a acomodarme en mi lugar. Mi amigo seguía ahí, esperando tranquilo a qué todo pasara. No volvió a intentar acercarse a mi, se mantuvo al margen y aunque sentía una necesidad de volver a ser abrazado me negué al recordar las manos de cientos de hombres a mi alrededor.
-¿Qué harás ahora?- pregunta dando un sorbo a su bebida.
-Iré con Rapunzel y le pediré disculpas. Supongo que me llenaré de fuerzas para hablar de verdad. Es lo que tuve que hacer desde un inicio.
El chico me sonrió y se levantó de la dura banca de metal.
-Es una excelente idea chico cerebro. Supongo que esta es la despedida.
-Solo un hasta pronto. No pienso irme del país sin despedirme y agradecerte todo lo que has hecho por nosotros.
Ríe levemente y asiente un par de veces.
-¿Qué hubiera sido de ustedes si no les hubiera enseñado a robar para comer?
-Y comer para vivir.
Sonrío y choco el puño con él. Tomo mi vaso de unicel y me doy la vuelta.
Más más irreal que sonara, en la cartera quedaban exactamente cinco dólares para el autobús de regreso. No sabía cuánto dinero había gastado, no puse atención a los precios. Guardo la cartera de nuevo en mi pantalón y camino despacio hasta la estación de autobuses que está a cinco cuadras. Me coloco el gorro de la sudadera para pasar desapercibido por la gente madrugadora del domingo y miro hacia el suelo.
-¡Compre su periódico del día! ¡Noticias escandalosas desde la élite de Solaris! ¡Compre su periódico!
Hago una mueca por los gritos de aquel vendedor. Miro rápidamente su puesto y luego sigo mi camino ignorando las "escandalosas noticias".
Choco con una persona y pido perdón para seguir mi camino.
-Descuida no pas... ¿Hiccup?
Abro mis ojos al reconocer la voz de Jack Frost. Me quedo inmóvil en mi lugar sin entender porqué él está aquí. ¿Acaso me habrá seguido?
-¿Qué estás haciendo aquí?- vuelve a preguntar y compruebo que si es aquel chico al que le robé su cartera.
-Yo te pregunto lo mismo, ¿mi hermana viene contigo?
Un señor le entrega al peliblanco un ramo de flores y éste las paga. Vaya, el chico era como un banco humano.
-No, sigue dormida- contesta algo molesto. Asiento y camino junto a él sabiendo que me llevará de regreso. no hizo más preguntas hasta que llegamos al auto color negro- ¿Qué estabas haciendo aquí? No puedes salir...
-Puedo hacer lo que se me de mi gana, niño rico. Soy libre- ladro mirando a la ventana.
-Es peligroso... ¿Alguien te vio?
Me encojo de hombros, sintiendo ni cuerpo pesado y mi cabeza comienza a dar vueltas. Cierro los ojos para aminorar el mareo.
-¿No veniste hasta acá por un poco de droga o si? Porque eso es estúpido.
-¿A ti que te importa lo que haga?- mi voz salió cansada- Tu no tienes derecho a reclamarme nada, eres un borracho asqueroso.
He ahí razón número dos por la cual no confiaba en aquel joven.
-Te investigué, debía saber con qué clase de hombre mi hermana estaba, así que no me vengas a sermonear sobre mis estupideces.
Jack arrancó el auto y pasaron solo unos segundos en los que se mantuvo callado.
-Eso fue hace mucho, he estado sobrio desde hace tres años- habló resentido. Se aclaró la garganta y me miró fugazmente- se que no te agrado y tú a mí tampoco pero Rapunzel se ha pasado toda su vida viendo primero por ti antes que ella y merece más respeto de tu parte, respeto y comprensión.
Aprieto mis labios y trago el nudo en mi garganta.
-Así que si tanto dices que la quieres te pido por favor le pidas una disculpa al llegar y te tomes el tiempo para hablar con ella. No es fácil pero... Les será de mucha ayuda a ambos.
-No eres mi amo- murmuro antes de pensarlo. ¿Quién se creía? Planeaba llegar a bañarme y pedirle disculpas a Rapunzel, ¿qué clase de persona cree que soy?
-¿Perdón?
-No seguiré órdenes tuyas, los asuntos con mi hermana son míos.
-No fue una orden, fue una petición. Anoche su corazón se detuvo por unos instantes Hiccup, no sabes lo que había sucedido antes de llegar... ¿Puedes dejar por un momento ser tan gilipollas y ser más empático con Rapunzel?
Abro los ojos al mismo tiempo que me acomodo en mi lugar ante las palabras del albino. Una ola de culpa y reprensión me invade.
Jack se estaciona frente a una gran casa color blanco con azul. Suelta un suspiro y su cabeza cae en el volante.
-Vengo a ver a mi hermana, serán solo cinco minutos, ¿puedes ayudarme con unas cosas?
Asiento y bajo del auto con pesadez. Cargo unas cajas que no están muy pesadas y sigo al chico por detrás, pensando una vez más en la noche anterior y en lo que provocó en Rapunzel.
No era una chica que se enfermaba mucho, ni que se quejaba por algún malestar. El saber de que mis palabras lograron lastimar hasta sus entrañas me hacían sentir mucho peor.
¿Y si su corazón no hubiera latido más? ¿Cómo podría perdonármelo?
-¡Jack, viniste!
Me detengo un momento mientras veo a una pequeña niña de cabellos caoba y ojos cafés corriendo a su hermano quien la recibe con brazos abiertos y la carga.
Una diminuta sonrisa aparece en mi rostro al ver tal escena. Yo no recordaba la última vez que abracé a Rapunzel de ese modo. Era pésima persona.
-Emma él es Hiccup, el hermano mellizo de Rapunzel- la voz de Jack me devuelve al mundo real y veo a la pequeña mirarme con una sonrisa de oreja a oreja. Me obligo a regalarle una de mis faldas sonrisas para no parecer maleducado.
-Un gusto, Emma.
-¡Al fin nos conocemos! Rapunzel habla mucho de ti. Ven, tengo algo para ti.
La hermana menor de Jack Frost era bastante activa y alegre para ser las ocho de la mañana. Su actitud me recuerda a Rapunzel y sacudo la cabeza para evitar cualquier lindo recuerdo.
Subo las escaleras y dejo las cajas en la habitación del chico que extrañamente se encontraba casi vacía. Jack comenzó a sacar ropa y otras cosas que no presté atención debido a que la menor de los Frost tenía frente a mi un vaso de cristal de Superman lleno de dulces.
Mis ojos arden ante las lágrimas que rápido se forman en ellos y tengo que respirar por la boca por la grande opresión en mi pecho.
-Gracias- farfullo.
No escuché qué más dijo, mi atención era para aquel vaso con una gran S en medio. No era un héroe.
-¿Y te atreves a traer a esa golfa a mi casa- una fuerte voz de mujer llama mi atención, levantando la vista hacia lo que supuse era la madre de Jack. Una señora de cabellos caoba como los de su hija y ojos almendrados. Me miraba rabiosa. Tal vez era el olor a marihuana y gasolina que desprendía.
-Es Hiccup- aclaró el peliblanco y los ojos de la señora se abrieron a más no poder- su hermano.
Me sentía extraño y fuera de lugar ante la tensa situación.
-Un placer, señora Frost- murmuro erguiendo mi postura. Tal vez eran mis ojos rojos lo que llama mi atención.
La madre de Jack siguió mirándome de arriba a bajo y luego su mirada dura pasó a su hijo.
-Largo. No quiero volver a verte aquí, esta ya no es tu casa.
El cuerpo del joven se tensó y asintió, saliendo por la puerta. Yo pedí permiso y salí detrás de él.
-¿Es cierto que fuiste tomado sin voluntad propia como experimento por mi esposo?- habló detrás de mi la mujer.
Me quedo quieto, tenso ante su fría pregunta.
-Si- susurro.
-Eres la única que no quiere ver la verdad madre- habla Jack con voz seria- vámonos.
Cuando regresamos al auto hubo un silencio incómodo. Todavía no comprendía bien lo que había sucedido, fue... Raro.
-Mi mamá nunca creyó que mi padre experimentara en humanos, y que uno de ellos eras tú- habló despacio, arrancando el auto- a pesar de toda la evidencia se negó a creerlo- rió- pero cuando vio la evidencia de que mi padre la engañaba... Lo creyó más rápido. Peor aún, le creyó a mi padre, dijo que había sido un error y que aquellas chicas se le habían insinuado. Es un cobarde.
Podía notar el desprecio en sus palabras hacia su padre. Su rostro había cambiado, ya no quedaba rastro del gentil y paciente chico que conocía.
-Y al ser Rapunzel una de esas chicas... Mi madre me dió a elegir entre ella y Rapunzel- encogió los hombros sin dejar de mirar al frente- supongo que ya sabes cuál fue mi decisión, y mi madre me hechó de la casa. "Estás muerto para nosotras" me dijo. Pero no estoy dispuesto a desaparecer de la vida de Emma.
Nuevamente abundó el silencio y yo no sabía qué decir. No esperaba que me contara su vida privada, anoche lo había golpeado acusándole de que quería acostarse con Rapunzel. Pero todo parecía indicar lo contrario.
-Estoy con tu hermana no solo porque me gusta, sino porque me hace ver el mundo de otra forma y es la persona más real y sincera que he conocido. Es especial y no me arrepiento de haberla elegido a ella y a todos sus problemas.
Lo miro impactado, estaba hablando con la verdad. Sus ojos se posaron en los míos unos instantes y no había una pizca de lujuria, ni maldad en ellos. No estaba ansioso ni exitado por pensar en mi hermana. Era real, él de verdad la quería.
-Me parte el alma verla llorar, verla sufriendo por cosas que no son culpa suya. A veces no tengo ni la menor idea de cómo ayudarla, pero tú si. Eres su hermano y te necesita, por eso te pido que te disculpes con ella. Hay cosas que yo no puedo curar por más que lo intente, pero hay cosas que tú sí puedes- desvío la mirada sin saber cómo actuar, no creía que pudiera sanar algo- y sé que Rapunzel te ayudará a sanar cosas que yo no sé pero que veo que te lastiman. Sé que dije que no me agradas pero, si alguna vez quisieras hablar con alguien sobre lo que sea, puedes contar conmigo.
Lo vuelvo a mirar sin poder creer lo que ha dicho. ¿Qué clase de hombre era Jack? Anoche lo había golpeado y acusado de ser un pervertido que solo quería sexo con mi hermana. No había intentado llevarme bien con él desde que supe de su existencia y esta era la primera vez que hablábamos.
Y ahora me contaba su historia haciéndome ver qué sus sentimientos hacia Rapunzel eran sinceros y serios. Incluso me hizo ver qué podía considerarlo un amigo, un aliado. En ese momento me sentí mal por haberlo juzgado sin saber todo el contexto, le debía una disculpa y un agradecimiento.
-Gracias- hablo en voz baja- lamento lo de tu rostro, en serio.
El chico hace una mueca parecida a una sonrisa y acepta mi disculpa. Miro la mansión de Fred frente a mi y termino de beber mi chocolate antes de salir del auto.
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