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∆Capítulo 1∆

Despierto con la respiración agitada y el corazón latiéndome desenfrenadamente, sin embargo no me muevo, mi cuerpo se queda quieto en lo que el terror de aquella pesadilla se esfuma y mis signos vitales intentan volver a su ritmo normal.

Me levanto una vez que estoy segura que puedo moverme y me dirijo al baño sin hacer ruido. Una vez dentro abro la llave de la regadera para darme un baño rápido y necesario quito las escasas ropas que traigo puestas y me meto a aquella lluvia ficticia que tanto me relaja. Siento las gotas caer en todo mi cuerpo, suelto un suspiro y llevo mis manos hacia mi cara sintiendo el tan común nudo en mi garganta y las lágrimas queriendo salir. Habían pasado dos años desde que aquella pesadilla ocurrió y seguía sin saber que había sido de mi hermano y no tenía idea de cómo salir de la situación en la que me dejó. Pero tenía que seguir, habíamos hecho una promesa los dos y las promesas en mi familia eran lo más importante.

-No llores, no llores- me susurraba en lo que untaba shampoo en mis manos. Ya había llorado demasiado la noche anterior y la anterior y la anterior, no lloraría para comenzar el día. Me había comprometido conmigo misma a no llorar hasta que el sol se ocultara y mi alma y corazón no pudieran soportarlo más.

Al terminar de bañarme salgo de la
regadera y comienzo a secarme mi largo cabello y después, con cuidado, mi cuerpo. Unto crema en todo mi cuerpo y me dirijo a mis cajones para sacar un pantalón de mezclilla y una blusa color morado que era un poco más grande a mi talla original. Busco un suéter largo café que me cubra del frío y mis tenis grises. Al terminar de vestirme nuevamente voy al baño para recogerme el cabello en unas trenzas que mi madre me había enseñado hacer tiempo atrás. Coloco en mis labios un poco de labial rosado y salgo a la cocina.

7:45 marcaba el reloj, tomo una manzana del frutero que estaba en cima del refrigerador y cojo mi mochila para salir de aquel lugar que se supone era mi nuevo hogar desde hacía ya siete años.

Mi escuela no queda muy lejos de donde vivo, hacía diez minutos a pie y no tenía prisa por llegar temprano o tarde. Siempre llegaba a tiempo así que podía ir con mis calmas. Disfrutaba un poco del paisaje a mi alrededor, me encantaba ver los árboles frondosos con algunas flores naciéndoles y como tomaban diferentes tonalidades de color al amanecer, había algunos pájaros que ya comenzaban su vuelo en busca de alimento, muchos carros y autobuses pasaban por las calles con el fin de llevar a los niños a la escuela o adultos a sus respectivos trabajos, y una que otra madre con su pequeño o pequeña caminaban hacia la escuela, apresurados de que el tiempo se les agotaba y cerrarían las puertas en sus narices.

-Vamos Christian, llegarás tarde a la escuela.

-Me voy a convertir en flash para que ya no lleguemos tarde, aún si tú eres la que no se levanta.

-¡Christian!

Sonrío un poco al ver tal escena cómica, la madre del niño estaba un poco apenada que alguien oyera lo que su hijo acababa de mencionar y apresuró un poco más su paso. Yo seguí con mi camino distrayéndome con todo lo que ocurría a mi alrededor hasta llegar a mi destino. Al estar frente a la escuela ensancho más mi sonrisa, recordando a cada paso las cosas por las cuales debo mantenerla.

>>Mi hermano,
Chimuelo
y mi libertad<<

Aunque mi sonrisa decae un poco al toparme con Mérida Dumbroch, ambas chocamos al ir distraídas en nuestros asuntos y cuando ella se da cuenta con quien chocó sus intenciones de disculparse se esfuman y solo me mira como suele hacerlo cada vez que esto pasa: enojada e indiferente. Ninguna de las dos  habla; solo nos miramos queriendo decir tantas cosas. Mérida aún estaba molesta conmigo por lo que le había dicho acerca de mi hermano y me arrepiento un poco, no era mi intención dañarla de esa manera ni decirle cosas que no eran ciertas sobre de su relación.

-Compermiso- murmuro haciéndome a un lado para poder llegar a mi casillero que afortunadamente estaba lejos del de Mérida. Abro mi loker y saco algunos cuadernos y libros.

-Por un momento creí que te saltarías la primera hora- Eugine se colocó a lado de mi loker con una sonrisa burlona. Le devolví la sonrisa.

-Yo no hago ese tipo de cosas- cerré mi casillero y ambos comenzamos a caminar hacia nuestra primera clase- además de que es mi clase favorita.

Eugine soltó una carcajada lo que me hizo mirarlo con intriga y diversión.

-¿Qué?- pregunté una vez que terminó de reír.

-¿Qué día crees que es hoy?- me pregunta sin borrar su sonrisa, yo levanto una ceja recordando que día es.

-Miércoles.

Eugine negó divertidamente con la cabeza abriendo la puerta del salón, dejando ver al maestro de ética.

-Es martes, nena.

Y entramos al salón pidiendo disculpas por haber llegado tarde. Eugine y yo nos dirigimos a nuestros asientos que estaban ubicados en el centro de hasta atrás, junto con Kristoff y su novia Anna, Wasabi, Fred y Honney Lemmon.

-Creímos que no llegarían- habló Anna con una cara de impresión en su rostro. Tomé asiento en silencio sin quitar mi sonrisa y mi estupefacción por haber confundido los días.

-Si bueno, acá mis ojos olvidó que día era- le di un golpe en su hombro y soltó una pequeña risa acompañada de un quejido.

-Y además Rapunzel no se salta clases- me defendió Wasabi.

-Si lo hace, pocas veces, como esa vez que todos menos Honney nos fuimos a la cafetería en la hora de matemáticas  por unos helados y luego nos enteramos que hubo examen... y el profesor nos dio una oportunidad y Honney nos pasó las respuestas- objetó Fred tranquilamente. Todos nos reímos y el profesor Félix nos regañó amenizándonos que nos mandaría un trabajo  con el valor de siete puntos.

Ellos también eran un motivo por el que sonreía, me hacían olvidar un poco la tristeza y coraje que llevaba dentro, era como si fuera una persona normal con una vida normal. Claro que no les conté los problemas que mi familia tiene o lo que queda de mi familia y en la apretada y frustrante situación en la que me encuentro estancada, pero saben que no todo es color rosa en mi vida como parece y a pesar de ello me acogieron en su grupo cuando más sola estaba.

Unas clases después el receso inició, fui a guardar mis libros equivocados que había tomado y a sacar los correctos para las próximas cuatro clases.

-¿Rapunzel Corona?- preguntó un chico detrás mío tocando mi hombro, di un respingo y con el libro que todavía traía en la mano lo golpeé en un auto reflejo.

-Auch- se quejó el chico, apoyado en los casilleros tomando con ambas manos su cabeza. Dejé el libro dentro mi loker y me acerqué al extraño que me había hablado, arrepintiéndome por lo que sin querer le había hecho.

-¡Cuánto lo siento! ¡Me asustaste y yo... lo siento mucho!- hablé preocupada sin saber cómo ayudarlo.

-No te preocupes, creo que no debí acercarme mucho- el chico tenía el cabello extrañamente blanco y cuando levantó la cabeza para mirarme con una sonrisa algo torcida, sus ojos azules me impresionaron, rápidamente obligué a mi mente recordar de dónde lo conocía.

-Si- solté una risita nerviosa llevándome un mechón de cabello que se había salido de mi peinado detrás de mi oreja- Me tomaste por sorpresa, nadie me llama por mis apellidos.

-Descuida, probablemente yo también reaccionaria así... menos salvaje tal vez- bajó las manos de su cabeza y se dejó de apoyar en los lokers, regalándome una linda sonrisa. Se formó un pequeño y raro silencio, yo aún intentaba recordar de dónde lo conocía.

-¿No me recuerdas, cierto?- pregunta una vez que se da cuenta que trato de descifrar quién era aquel extraño. Le miro apenada esperando que diga otra cosa que ayude a mi memoria- Soy Jack, Jack Frost- se presentó. Y mi cabeza hizo click.

Abrí mis ojos totalmente sorprendida. No veía a Jack desde hacía más de diez años y mucho menos en la preparatoria. Era increíble que no lo haya notado con su peculiar color de cabello que poseía.

-¿Tan cambiado estoy?- rió divertidamente trayéndome devuelta a la tierra.

-¡Ah! No no, bueno si, un poco. Creciste y mucho y tu voz cambio un poco y...- me callé al momento que me di cuenta que estaba balbuceando.

-Si, eso me han dicho- sonrió y yo hice lo mismo- En fin, vi que dabas asesorías de física y estoy sumamente interesado en tomarlas.

Nuevamente abrí mis ojos impresionada, ni siquiera recordaba sobre las asesorías. Nadie se había metido desde hace dos años y yo nunca hice el intento de retomarlas.

-Si quieres y puedes claro, lo que pasa es que necesito sacar una buena calificación para que mi padre me de mi auto y deje de preocuparme por irme a final.

-Ahh, si claro, creo que... creo que sí puedo- hablé en voz baja pensando en sí de verdad podía.

-¡Genial! Y, ¿cuando comenzamos?- preguntó sin quitar su sonrisa.

-Mañana después de clases, en biblioteca- le respondí automáticamente.

-¡Súper! Entonces te veré mañana, gracias.

Yo asentí y me giré para cerrar mi casillero.

-¡Oh! Casi lo olvido- me volteé a verlo cuando me habló otra vez, esperando saber que pediría- No he visto a Hiccup por aquí, ¿podrías saludarlo de mi parte?

Una opresión en el pecho se hizo presente sintiendo inmensas ganas de llorar, otra vez. Asentí y cerré mi loker para ir a algún otro lugar y pensar con calma lo que acaba de pasar hace cinco minutos. No entré a la cafetería donde estaba Eugine y los demás, fui a las blanquitas que se encontraban en el exterior junto a algunos árboles y con vista a las canchas de basquetbol.

"-¿Qué te parece si nos anotamos voluntariamente para dar asesorías a los alumnos, Punz?- preguntó Hiccup de repente camino a la escuela.

-¿Asesorías? ¿Ambos?- lo miré incrédula- ¿Qué es lo que planeas ahora?- entrecerré mis ojos intentando ver su plan con maña.

-Nada- se encogió de hombros- vamos a ayudar a nuestros compañeros a no reprobar y nos pagarán por eso cobraremos cincuenta dólares cada asesoría cada uno, y serán tres días a la semana, ¿te imaginas cuánto dinero ganaremos? Hay que sacarle un poco de provecho a nuestras grandes mentes- sonrió llevándose una mano a su cabeza, señalándola con astucia. Yo me le quedé mirando sin creer una sola palabra- Y así las chicas vendrán a nosotros y las ayudaremos y podremos hacer amigos y...

-¿Y Dumbroch necesita ayuda en algo, verdad? Yo paso.

-¡Por favor Punz!- me suplicó tomándome de la mano para que no me adelantara- Si, es para acercarme un poco más a Mérida- volteé los ojos sabiendo que era una trampa todo esto- ¡Pero! También nos ayudará a conseguir dinero extra, para nosotros, y así poder salir del problema de... mamá más rápido.

Me le quedé mirando intentando ver si había mentido y rápidamente descarté esa idea, Hiccup jamás jugaría con algo serio como esto.

-¿Lo dices en serio?- bajo un poco mi tono de voz.

-Muy en serio.

Sabía que mi hermano llevaba enamorado de aquella chica pelirroja desde hacía ya varios años atrás e intentaba cualquier cosa por llamar su atención discretamente. Y también sabía que detestaba toda la nueva situación de mi madre en la que nos había involucrado descaradamente y lo rápido que quería salirse de todo esto.

-Esta bien- solté un suspiro rendida- espero valga la pena y ambas cosas salgan bien.

-Descuida Punz, ya lo tengo todo fríamente calculado. "

Me siento una tonta al ver olvidado esto, cincuenta dólares por sesión y si eran tres sesiones a la semana, en total eran 150 dólares. Al término del mes eran 600. Yo me quedaría con la mitad y la otra mitad, junto con lo que gano en mi medio turno daría a Drago 350 dólares por mes acelerando el tiempo para pagar la gran cantidad que mi madre le había pedido.

El resto del día pasó sumamente rápido pensando que es lo que diría para que él me dejara dar asesorías, anhelaba con toda mi alma que no se saliera de control.

Llego a las siete de la noche, saco las llaves de mi mochila y abro lentamente y antes de entrar siento un pequeño empujón en mi pierna derecha, bajo la vista para ver a un perro de color negro e interesantes ojos verdes moviendo frenéticamente su cola. Me hinco para ponerme a su altura y lo acaricio suavemente.

-Hola Chimuelo- saludo en voz baja y sonrió sinceramente- ¿Tienes hambre?- pregunto levantándome para entrar y sacar sus croquetas.

-Aquí tienes pequeñín.

Chimuelo en seguida se dirigió a su plato lleno de comida y no tardó en devorar todo, aprovecho para rellenar el otro plato con agua y entro a la casa.

7:15 suelto un suspiro y me dirijo a la cocina a preparar la cena realizando spaghetti a la boloñesa, su cena favorita recordando que la cosas siempre salen mejor cuando tiene el estómago lleno.

Arreglo la mesa poniendo los manteles azules, una copa de vino y vino, un vaso lleno de agua, servilletas y en cima  de estas los cubiertos.  Escucho la puerta abrirse y no puedo evitar alterarme un poco, mi corazón se acelera violentamente y mi respiración comienza a fallar pero me obligó a controlarme. Limpio mis manos en mi pantalón para que no estuvieran sudorosas y llevo un mechón de cabello detrás de mi oreja, sirvo el spaghetti en los platos y me detengo al sentir sus manos en mi cintura y su respiración en mi cuello.

-Hola preciosa- susurra en mi oído estremeciéndome por completo y después inhalar aire fuertemente- ¿Qué es lo que has preparado? Huele delicioso.

-S-Spaghetti a la boloñesa.

>>No titubees<<

-Espero te haya quedado delicioso, preciosa.

Murmuró dejando un beso sobre mi cuello y se alejó de mí sentándose en la mesa esperando su cena. Cuando ya no estuvo cerca limpié mi cuello con la manga de mi suéter y ahuyenté las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos. Le puse un poco de queso parmesano y me dirijo al comedor, pongo con cuidado el plato en su lugar y luego en el mío, destapo el vino y vierto un poco en su copa para después sentarme sin mirarlo, esperando a que empezara a comer y rogando que funcionara. Suelta un gemido de satisfacción y alzó la mirada un poco para verlo perdido en el bocado que devora.

-Esto es delicioso, esto está bien hecho. Es perfecto al igual que tú.

Y pude respirar un poco mejor después de aquellas palabras, ignorando lo último. Me forcé a sonreír y a comer en silencio pensando bien mis palabras. El señor Drago siguió disfrutando de su cena dejando una expresión de satisfacción en su rostro.

-Has mejorado increíblemente mi día nena- habló al terminar de cenar y una pequeña parte de mí se sintió aliviada ya que siempre descargaba su estrés y su molestia conmigo cuando le iba mal.

-Drago- me aclaré más la voz para hablar más fuerte y sin ningún titubeo. Mi corazón no había dejado de latir ferozmente y mis nervios aumentaron un poco más, tomé un trago de agua para sentirme mejor y lo miré.

"-Puedes obtener  lo que sea de cualquier hombre si le das de comer, ya sabes lo que dicen: Panza llena corazón feliz."

-Desde hace algunos años atrás me inscribí para dar asesorías a los alumnos de mi escuela cuando lo necesitaran. Y bueno, después de un tiempo alguien me ha pedido ayuda para física y yo, bueno, yo quería comentarle esto para que estuviera enterado y no haya malos entendidos, pensaba recorrer un poco mi horario de trabajo, ya que las asesorías son de una hora tres veces a la semana después de clases... Quería ver si estaba usted de acuerdo.

Hubo un silencio sepulcral después de que hablé. Se me quedó viendo seriamente, analizando cada una de las palabras que había soltado.

-Asesorías, ¿eh? Aveces olvido que tienes una mente impresionante. ¿Y esto te ayuda en algo?

-Fue voluntariamente- me apresuré a responder- quería ayudar a los demás a pasar las materias. Y no es ninguna trampa ni nada de eso. Sólo será estudio. Lo prometo.

Siguió repasándome con la mirada sin decir nada, unos minutos más tarde relajó su vista.

-El idiota de Hiccup también daba asesorías, ¿verdad?- preguntó con un toque de burla- Con él estoy muy seguro que fue solo una pérdida de tiempo, decía que era muy inteligente pero era todo lo contrario. Un animal tenía más capacidad para las matemáticas que él.

Apreté mis dientes y me dediqué a comer mi spaghetti, cuanto detestaba que la gente no apreciara a mi hermano, tenía muchas más cualidades que yo y solo se enfocaban a ponerle etiquetas que ni siquiera iban de acuerdo con él. Pero no podía arruinar todo esto, necesitaba el dinero y si decía una palabra en su defensa me iría mal, en todos los sentidos posibles de la palabra.

Siguió riéndose y burlándose en mi cara, decidí ignorar todo y seguir comiendo hasta que paró y volvió a analizar la situación.

-Esta bien, puedes hacerlo, y más te vale que no me mientas- sentenció, asentí y le di las gracias.

-Pero- mi corazón se detuvo al escuchar el pero, sabiendo lo que se avecinaba- tendrás que convencerme mejor en la cama dulzura.

Mi corazón dio un vuelco mientras asentía nuevamente con la cabeza. Nos dirigimos a la habitación que lamentablemente compartíamos. Al cerrar la puerta comenzó a besarme y a tocarme por todos lados, y entonces dejé salir mis lágrimas recaudadas en el día, nuevamente.

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