Capítulo 27.- Lazos
La siguiente semana fue excepcionalmente tranquila considerando la oleada de homicidios que había enfrentado la ciudad, por no mencionar el incendio que casi se había salido de control en Whitechapel.
Hicieron falta esos días para que las cosas en Scotland Yard se relajaran un poco, pero no era el caso de Levi y Hanji, quienes habían estado trabajando desde casa con los archivos de las víctimas y toda la información que tenían hasta el momento.
Hanji había ideado una manera bastante creativa de organizar sus ideas e hipótesis, construyendo un muro de evidencias en la habitación que supuestamente ella ocupaba en el departamento, aunque pasara todas las noches en la cama de Levi y ya tuviera ahí un par de camisones, medias y algunos de sus libros favoritos.
— Me he mudado dos veces en menos de un mes. —Mencionó Hanji mientras Levi le iba pasando algunas notas que ella luego pegó a la pizarra la pared. Había pedido a un carpintero una pizarra enorme como de salón de clases, con la diferencia de que ésta no mostraba los países de Europa sino las pruebas de ocho casos de homicidio.— Primero de mi casa a la tuya y ahora de mi habitación a la tuya.
— No es una mudanza oficial hasta que traigas todos tus libros. —Replicó Levi, quien luego le pasó las fotografías de Elizabeth Smith, a quien le dieron un lugar especial en una esquina de la pizarra, conectándola con Alessa Porter.
Hanji escribió debajo de Elizabeth varias anotaciones, algunas con interrogantes y otras resaltadas.
« Elizabeth Smith.
Primera víctima del destripador. (?)
Muerte en Abril.
Prostituta. Homicidios con tintes sexuales.
Asaltada por una pandilla. (?) »
Había cuidado tanto no equivocarse con las anotaciones que tardó un momento en comprender lo que el detective intentaba decirle.
— ¿Quieres que traiga el resto de mis cosas acá? —Preguntó, sorprendida.
Levi la miró con cierta ironía y luego volvió la vista a la pizarra.
— Te pedí que te casaras conmigo y dijiste que sí. —Le dijo, pegando la fotografía de Carla Jeager junto a una de Eren. Dibujó una silueta un tanto deforme para Grisha a un lado y colocó un signo de interrogación.— Es normal que quiera que compartamos el mismo espacio.
— Pues sí, pero...
Hanji se sonrojó y su voz se fue apagando. No fue capaz de seguir trabajando en el muro y decidió mejor ir a sentarse a la cama, la cual Mikasa mantenía siempre limpia y planchada a pesar de que fuera obvio que nadie dormía en ella.
No es que Hanji no hubiese pensado en todo aquello que implicaba el matrimonio cuando aceptó casarse con Levi, pero de algún modo se le escapaban los detalles respecto a la intimidad. Desde que se hubiese ido de casa, sólo había compartido su espacio con sus compañeras de residencia en París. Nunca con un hombre.
Debió verse bastante nerviosa, pues Levi se acercó a ella y le quitó los anteojos para limpiarlos, un hábito que estaba adquiriendo siempre que quería tener un gesto dulce con ella.
— No tienes que hacerlo ahora. —Le dijo el detective con calma.— Y el que te mudes conmigo definitivamente no quiere decir que no tengas tu propio espacio en esa mansión de Kensington.
— Es en Tyburnia y no es una mansión. —Replicó Hanji, pero sabía que él sólo se estaba riendo de ella.
— Vayamos poco a poco, entonces. Iremos por un poco más de ropa y algunos cuantos libros y lo que sea que quieras traer. —Continuó Levi, devolviéndole los anteojos y con eso dejándole ver una sonrisa serena. Rara vez se veía de tan buen humor.— Nunca había conocido a una mujer con tanto miedo al compromiso.
Hanji se sonrojó todavía más y se sintió violenta, como si tuviera un montón de fuegos artificiales debajo de la epidermis. Su corazón retumbaba contra su pecho y el deseo de abofetear a su apuesto prometido se contrapuesto con la necesidad de besarlo.
— Aún no puedo creer que acepté casarme contigo. —Resopló ella, con el ademán de levantarse para ir por toda la habitación como león enjaulado.— ¡Debería retractarme!
— No puedes retractarte si tienes un anillo en el dedo. —Repuso Levi, alcanzándola del brazo y tirándola a su lado en la cama. Ella se removió y lo miró como si se hubiese vuelto loco.
— Pero yo no tengo un anillo.
Hanji se quedó sin aliento cuando Levi extrajo del bolsillo de su chaleco un brillante anillo de oro blanco. El diamante amarillo relucía impresionante en el centro, coronado por otros blancos mucho más pequeños.
No era la piedra más grande ni más cara que hubiese visto, tomando en cuenta que en su infancia había paseado entre las damas de clase alta, a quienes les gustaba presumir sus joyas brillantes en el cuello y los brazos.
Aún así, le pareció el objeto más valioso de todo el mundo cuando Levi se lo puso en el dedo.
— Me lo entregaron esta mañana. —Le contó el detective mientras ella apreciaba la manera en la que el diamante brillaba cuando ella levantaba su mano.— No estaba seguro de qué podría gustarte, así que... si no te gusta, podemos cambiarlo.
— ¿¡Estás bromeando!? —Hanji lo miró con los ojos muy abiertos, con tanta excitación que el detective tuvo que hacerse a un lado para que ella no lo golpeara en el rostro.— ¡Es el anillo más hermoso que haya visto en toda mi vida! ¡Mira cómo brilla! —Ella le mostró la mano extendida con una sonrisa orgullosa, antes de saltar por toda la habitación como una niña emocionada.— ¡Oh, mi anillo! Mío, mío, mío. —Hanji se abrazó su propia mano, incapaz de contener la felicidad.— Ay, Levi... tienes que irte de aquí. No quiero que veas esta horrible exhibición de codicia.
— Ni hablar. —Repuso Levi, alcanzándola por la cintura mientras ella reía.— Ahora mismo voy a cosechar las recompensas de mi soborno.
Hanji volvió a reír mientras él la acercaba para besarla. Era gracioso como a pesar de molestarlo tanto por su estatura, jamás la distinción le impedía sentirse a gusto entre sus brazos. De hecho, parecían estar hechos el uno para el otro, pues ella podía abrazarlo por el cuello mientras él le recorría la mandíbula a besos, mordisqueando el cuello de su vestido mientras sus cuerpos se ansiaban mutuamente.
Sin embargo, justo cuando Levi comenzaba a separar los primeros botones de su corpiño, unos golpes suaves en la puerta los hizo volver a la realidad.
— Debe ser Mikasa. —Dijo Hanji, intentando recuperar el aliento. No pudo evitar sonreír con diversión al ver el semblante malhumorado de su prometido. "Es increíble", pensó al referirse a él de ese modo. Iban a casarse. Ella iba a ser una mujer casada.— ¡Jesús, me has estropeado! —Exclamó, tomándose las mejillas en ambas manos con una sonrisa estúpida.
— No me eches a mi la culpa. —Replicó el detective, yendo hacia la puerta.— Ya estabas loca cuando te conocí.
Cuando Levi abrió la puerta, encontró a Mikasa con su típico semblante tranquilo. Sin embargo, cada día lucía más feliz, lo que se expresaba en pequeños gestos y en la forma en que comenzaba a abrirse con los demás. Con Hanji era particularmente protectora y cariñosa, y se pegaba a ella como una lapa cuando se desocupaba de sus deberes. Había avanzado considerablemente en sus clases de lectura, al punto de poder leer sola cuando la doctora estaba ocupada.
Con Levi seguía siendo callada, pero ahora compartían cierta confianza que antes parecía imposible.
— ¿Qué ocurre? —Le preguntó, sabiendo que a diferencia de Eren, Mikasa no los interrumpiría si no fuera necesario.
— Marlo está en el salón. —Le dijo la pequeña.— Dijo que hay un visitante en el vestíbulo del edificio.
Luego del incidente de Alessa Porter, a menudo Marlo debía ocuparse de vigilar a los chicos cuando Levi y Hanji salían, con lo cual los tres habían formado una curiosa amistad.
Hanji acompañó a Levi para saludar al policía-portero, quien se quitó el sombrero al estar en su presencia. Como de costumbre, no parecía lo suficientemente mayor para el trabajo, pero Levi conocía su experiencia en el campo.
— Señor Ackerman, doctora Zöe. —Les saludó cortés.— Lamento molestarlos. Hace unos minutos llegó un caballero solicitando hablar con usted. —Les explicó, señalando a la castaña. Ambos se mostraron sorprendidos mientras Eren llegaba desde la cocina movido por la curiosidad.— Dijo que era muy importante.
— ¿Se presentó? —Preguntó Hanji, desconcertada.
— Sí, incluso me dio su tarjeta. —Marlo extendió hacía la doctora una pequeña tarjeta color hueso, con el nombre de una firma de abogados y una dirección.— Floch Forster. Supongo que es abogado.
Mientras que Levi no entendía en absoluto la situación, y sin duda pensaba lo peor de aquel individuo que sospechosamente había encontrado la residencia de Hanji, ella observaba la tarjeta con asombro.
— Supongo que debo verlo. —Dijo, sorprendiendo a todos, pero en especial al detective.— ¿Ha dicho quién lo envía?
— Dijo que era un asunto entre usted y su jefe. —Admitió Marlo, no muy cómodo con la situación, pues su trabajo era impedirle el paso a cualquiera de aspecto sospechoso, no preguntar sobre aspectos personales.
La doctora Zöe no se lo estaba poniendo fácil.
— ¿De dónde mierda lo conoces? —Levi le preguntó a Hanji, enfadándose cuando ella dudó en responder.
— Conocí a alguien en el baile de Brighton que me dijo que podía conectarme con alguien que ayudaría en el caso de Eren. —Reconoció ella apenada, viendo como la furia de Levi iba en aumento mientras Eren se movía todavía más interesado. La avergonzaba no haber hablado de eso con él antes, pero luego de tantos conflictos, se había olvidado por completo de Zeke Fritz y su apoyo.— Dijo que mandaría a alguien después de haber suavizado las cosas con el juez Bradley, pero yo le pedí que me lo hiciera llegar en Scotland Yard.
— ¿Y cómo coño supo que debía buscarte aquí? —Exclamó Levi con más fuerza, dejando a la doctora sin respuestas.
Los demás tampoco se veían más cómodos. Sin duda, Marlo hubiese preferido estar en cualquier otro lugar; Eren volvía a sumirse en sus pensamientos y Mikasa parecía a punto de interponerse entre la forense y el detective.
— Hay... rumores. —Habló Marlo después de un tenso silencio, llamando la atención de Levi y Hanji. El moreno tragó grueso y se llevó la mano a la nuca.— Luego de que los oficiales tuvieran que hacer las rondas por Whitehall debido al incidente de... —Marlo miró a los niños y luego a los adultos, como si suplicara no tener que mencionar el homicidio de Alessa Porter. Levi asintió.— Err... En fin... con tanto movimiento por esta zona, ya nadie ignora que la doctora Zöe se está quedando aquí.
— Mikasa, Eren... vayan a sus cuartos. —Les ordenó Levi con dureza.
Eren obedeció de inmediato pero Mikasa dudó un poco más, lanzándole al detective una mirada de advertencia.
Una vez a solas, Levi se pellizcó el puente de la nariz, recabando paciencia.
— Esos rumores... —Dijo con evidente molestia.— ¿Qué dicen exactamente?
— Detective, yo no quisiera...
— Marlo. —Hanji intervino suavemente, mirándolo con súplica.— Por favor, dinos.
El portero guardó silencio un poco más, claramente incómodo de tener que hacer eco de aquellos inapropiados chismes.
— La mayoría son simples comentarios jocosos sobre su relación con el detective Ackerman. —Les dijo finalmente, sin atreverse a sostenerles la mirada.— Ellos suponen que ustedes dos... son amantes.
Bueno, no estaba tan mal. Es decir, a nadie le gustaba que se metieran en su vida privada, y claro que a ninguna dama la dejaba en un buen lugar que le supieran algún romance. Sin embargo, el caso parecía ser más grave que eso, así que aguardaron hasta que Marlo continuó.
— Pero no sé de dónde rayos surgió el rumor de que la doctora ha estado teniendo una aventura con usted —Señaló a Levi con aprensión— mientras está comprometida con el Comandante Smith.
Esto sí que no lo esperaba ninguno de los dos, así que se quedaron callados un largo rato.
Hanji ni siquiera podía entender cómo los hombres de Scotland Yard habían llegado a esa estúpida conclusión, pero supuso que todo se debía a su propia vacilación. De algún modo, había dado señales de que tenía algo con Erwin... y para ser justos, su pasado con el rubio podía haberla alcanzado hasta ahora, aunque sea en forma de silueta de humo.
Por su parte, Levi estaba furioso.
Jamás le habían importado los chismes hasta ese momento, y aunque no cambiaba en absoluto lo que había entre Hanji y él, lo abrumó el incontrolable deseo de mostrarle a todos que esa inteligente y desquiciada mujer era suya.
— Ojalá los muy imbéciles dejen de perder el tiempo con cotilleos y se pongan a trabajar. —Declaró, intimidando a Marlo y llamando la atención de Hanji. Para sorpresa de la castaña, él tomó su mano y, entrelazando los dedos con ella, le mostró al portero el anillo de diamantes.— Si alguno vuelve a sugerir alguna idiotez como la que mencionaste, puedes decirles que yo soy el maldito amante y el maldito prometido de la maldita doctora Zöe.
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— Pudiste ser más sutil. —Le reclamó Hanji luego de que Marlo saliera del departamento, claramente huyendo de ese infame drama personal. La castaña se preguntó si el moreno le aceptaría un bono en agradecimiento por su paciencia.— El pobre ha de haber pensado que ibas a dispararle.
— Lo habría hecho si hubiese continuado diciendo estupideces. —Levi bufó, buscando su revolver de servicio. Hanji tensó los labios cuando el detective cargó el arma de municiones.
— ¿Es realmente necesario? —Le preguntó.
— Tienes suerte de que accediera a que el maldito chupasangre subiera al departamento para resolver este asunto. —Levi le lanzó una mirada seca.— No me arriesgaré a nada.
Hanji no dijo nada más, aceptando las condiciones del pelinegro.
A ella tampoco le hacía gracia que el contacto de Zeke Fritz la encontrara tan fácilmente en el que se supone debía ser su escondite, pero ya lo había dicho Levi desde el primer momento, aquel era un secreto a voces. Y era preferible que todos supieran que vivía con él, a pesar de los chismes, si con eso estaban seguros de que llegar a ella no sería sencillo.
Pasarían por encima de un doberman, sin duda.
Aquella analogía hizo sonreír a Hanji mientras esperaban al abogado.
Levi había pedido a Marlo que mandara al señor Forster, no sin hacerle un rápido cateo para asegurarse de que no cargaba armas ocultas. Entretanto, pidieron a Mikasa que preparara algo de té y refrigerios y que Eren se arreglara lo mejor posible para dar una buena impresión.
Parecía un poco extraño actuar como tutores del chico, pero Hanji tenía que reconocer, al menos ante sí misma, que amaba a esos niños y sentía hacia ellos un poderoso instinto de protección que nunca antes había experimentado. Sin importar lo que dijera la ley, Eren y Mikasa eran sus niños.
Unos minutos antes de que el té estuviera listo, justo cuando Eren reapareció en el salón con su mejor traje (habían "recogido" un par de cosas de Baker Street con ayuda de un "asistente" unos días atrás), tocaron a la puerta.
Levi fue a abrir mientras Eren aguardaba de pie junto a Hanji, quien estrujaba nerviosa un abanico de algodón que Nanaba le había llevado a Scotland Yard unos días atrás. No es que tuviera calor, con el frío aproximándose en aquellos días de Noviembre, pero le ayudaba mantener las manos ocupadas con algo.
Con el detective entró un hombre joven, tal vez de la edad de Moblit. Poseía unos rasgos adustos y la mirada de un gavilán; aunque su expresión no era muy agradable, podía considerarse apuesto.
— Buenos días. —Saludó el abogado, inclinándose ante Hanji con los modales de un caballero.— Me llamo Floch Forster y soy el abogado del joven Jeager.
— ¿Mi abogado? —Preguntó con sorpresa Eren, mirando al recién llegado con recelo.
— Fui contratado para representar sus intereses. —Confirmó Floch, recorriendo al menor con un gesto que no le gustó a éste. Parecía pensar que no era la gran cosa, como si se sintiera decepcionado de él.— El hombre que cubrió mis servicios me puso al tanto de su situación con el tema de su herencia.
— ¿Y quién es ese hombre exactamente? —Intervino Levi, lanzando una mirada del abogado a la doctora.
Hanji abrió la boca para responder, hasta que el abogado se lo impidió.
— Mi beneficiario preferiría mantenerse anónimo, si no le importa. —Les dijo con gravedad, con una mirada tan seria que por un momento Hanji pudo olvidar lo joven que era. A ella le dedicó una expresión bastante significativa.— Me ha pedido que le ruegue que lo mantenga de ese modo, señorita, ya que estaremos presionando a personas muy influyentes y no desea ver comprometida su reputación.
— Y una mierda. —Levi empezaba a perder la paciencia. Nunca le habían gustado los abogados, pero ese en particular parecía haber sido contratado por el mismísimo diablo.— Me importa un carajo la reputación de su maldito benefactor. Quiero que me de su nombre ahora mismo.
— No lo haré. —Floch lanzó al detective una mirada fría.— Si es tan importante para usted saberlo, puede preguntarle a la señorita Zöe. Sin embargo... —Añadió cuando Levi se giraba hacia la doctora.— Eso dejaría a mi benefactor sin más opción que retirarse del caso. Como dije, su posición es delicada.
— ¿Qué clase de hombre conociste en la fiesta? —Le preguntó Levi a Hanji con molestia, mientras ella negaba con la cabeza, intrigada.
A ella no le había parecido un hombre extraño, más allá de su magnética personalidad. Además, no quería tener que decir frente a todos que Zeke Fritz le había pedido un beso a cambio de ayudar a Eren, aunque sólo fuera uno inocente en la frente.
Deseaba hablar con Levi del asunto a solas, compartir con él lo que sabía, pero temía que el abogado Forster se fuera para nunca volver.
Porque aunque suponía que Levi era perfectamente capaz de contratar él mismo a un buen abogado, quedaba en el aire la incertidumbre. ¿Realmente sería Floch, y la influencia del Señor Fritz, la clave para resolver la disputa legal de Eren sin demasiada dilación?
Si era el caso, valía la pena intentarlo.
— Si usted y su benefactor están completamente seguros de poder ganar el caso, no veo por qué no otorgarles la confianza del anonimato. —Dijo ella finalmente, inquietado tanto a Eren como a Levi, pues ninguno de los dos quería que algo malo le ocurriera.
Por su parte, el abogado lucía satisfecho.
— Una decisión razonable, señorita.
— Sin embargo... —Ella lo miró con una sonrisa un tanto dura.— Le agradecería que se refiriera a mí como doctora Zöe.
— ¿Disculpe? —El abogado levantó una ceja.
— Bueno, si vamos a trabajar juntos y espera que confiemos en usted y su benefactor, creo que merecemos el mismo grado de respeto, ¿no cree señor Forster? —Apuntó Hanji con dulzura, aunque ni Eren ni Levi se creyeron esa repentina delicadeza femenina. Más bien, les pareció aterrador.— La noche del baile me presenté a su benefactor como médico forense y puedo suponer que él se lo hizo saber a usted, ¿o no?
Levi observó al abogado con una mirada agria, percibiendo en él una grosera incredulidad respecto a las palabras de la castaña. No le gustaba ese sujeto, independientemente de su relación con aquel benefactor anónimo que de alguna manera había conocido a Hanji, y por alguna razón había querido ofrecerle su ayuda incluso si eso ponía en riesgo su reputación.
No, la verdad era que Levi no confiaba en Floch... pero sí confiaba en Hanji. Y por mucho que deseara lanzar al desagradable abogado por la ventana, reunió toda su paciencia para respirar tranquilo y dejarlo pasar.
— Él me dijo algo respecto a su... profesión. —Reconoció Floch al cabo de un momento. Sin duda, tampoco se sentía impresionado por la doctora.— Deberá disculpar mis modales conservadores, pero jamás le faltaría el respeto a una dama aludiendo a su trabajo.
— Pero yo insisto que lo haga.
Levi sabía que en el fondo, Hanji deseaba practicarle al abogado una circuncisión no voluntaria y sin anestesia, pero el esfuerzo que ponía en ser diplomática sólo expresaba el grado de importancia en aquel asunto.
Luego de un largo rato de silencio y contemplación desafiante, el abogado suspiró con una sonrisa autosuficiente.
— Como usted desee, doctora.
El matiz condescendiente no le gustó a ninguno de los presentes, al grado de que Levi tuvo que sujetar a Eren cuando presintió su impulso de lanzarse sobre el invitado.
En su lugar, la voz de Mikasa los interrumpió a todos.
— El té está listo. —Dijo, llevando con ella una pesada charola con un juego de té de cerámica. Eren corrió a socorrerla y entre ambos acomodaron todo en la mesa del centro del salón.
— Muy bien, entonces podemos comenzar. —Floch comentó con alegría.
La siguiente hora y media fue un suplicio para Eren, quien entendía poco de leyes y detestaba tener que recurrir al detective para que le explicara al oído los conceptos judiciales que empleaba el abogado. Mikasa tampoco lucía contenta, pero como de costumbre parecía poseer una paciencia inagotable.
Floch les resumió la táctica que usaría para acelerar el proceso de emancipación que Levi había iniciado en octubre, riendo cada vez que Hanji hacía una pregunta. Ella intentaba sobrellevar la actitud del abogado, pero minuto a minuto no dejaba de sentirse estúpida, algo que en sus casi diez años de estudios había parecido imposible.
Finalmente, a la hora del almuerzo, Floch Forster se marchó de Whitehall Street, prometiendo volver en unos días para hacerles saber del avance en el caso.
Hanji y Eren suspiraron luego de cerrar la puerta, sin apenas disimular su disgusto hacia el "chupasangre", comenzando una larga charada de quejas sobre la reunión.
— ¿Y viste su peinado? —Decía Hanji, cuando empezaba a quedarse sin razones para burlarse del abogado.
— ¡Parecía un nido de gorriones! —Estuvo de acuerdo el chico de ojos verdes, contento de tener otra razón para despotricar.— Seguramente se lo han cortado en la oscuridad.
— ¡Sí, era ridículo!
Mikasa les había dejado solos para ver qué haría de almorzar, pero se le hizo un poco extraño que Levi la acompañara para echarle un ojo.
— Usted no sabe cocinar. —Le dijo mientras picaba unas verduras.— ¿Por qué está aquí?
— Esos dos me están dando migraña. —Explicó él con simpleza, recibiendo un asentimiento comprensivo por parte de la niña. Sin embargo, después añadió:— Y me aseguro que no te hagas daño.
Mikasa le lanzó al detective una mirada contemplativa, sorprendida por su preocupación. No es que ignorara que sin ese hombre, ella seguiría en el orfanato, pero su acercamiento con él había sido muchísimo más lento que con la doctora.
A pesar del tiempo que llevaba sola, cuidando de sí misma, encontró reconfortante la atención del detective.
— Puede ayudarme con las patatas, si gusta. —Le dijo con voz suave.— Sólo hace falta picarlas.
Levi dudó un momento, pero luego se acercó a la barra de la cocina y tomó el cuchillo de Mikasa, cortando en trozos grandes los enormes tubérculos.
Mientras se ocupaba de picar muy finamente unas hierbas, Mikasa volvió a hablar.
— ¿Está enojado porque el señor Forster ayudará a Eren?
Levi la miró de reojo un instante y luego volvió a su tarea.
— No. —Hizo una pausa tan larga que la niña pensó que esa sería su única respuesta, hasta que pasados varios minutos, el mayor suspiró.— Estoy preocupado. —Admitió.— No se me da bien confiar en extraños, y creo que éste es el peor momento para hacerlo...
— ¿Entonces por qué no dijo nada? —Preguntó Mikasa con curiosidad. Hasta ese momento, Levi le había parecido una persona directa y autoritaria, sin pelos en la lengua.
Pero ahora, mientras lo veía recolectar los trozos de patatas en un cuenco de latón, parecía hacer un esfuerzo inhumano para ser más flexible.
— A pesar de que no confío en ese pedazo de mierda de Forster y su maldito benefactor... —Murmuró, sin censurar sus insultos—, sí confío en Hanji. Si ella cree que es buena idea y que ayudará a Eren, la apoyaré.
Mikasa sólo siguió observándolo, con un sutil rastro de admiración.
Terminaron de cocinar luego de casi cuarenta minutos, con la chica salvando al detective de arruinar el almuerzo en varias ocasiones.
Cuando Levi esparcía virutas de hierbas picadas sobre un pudín de verduras de temporada, Mikasa tocó su brazo para llamar su atención.
— La doctora también confía en usted. —Le dijo, sorprendiéndolo.— Y nosotros.
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