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Capítulo 25.- St Bartholomew Hospital 2da parte

Hanji se había tomado unos minutos indispensables para explicarle a Mike y a los policías el estado de Erwin, usando términos mucho más coloquiales de los que seguramente emplearía el doctor Larson cuando hablara con ellos.

Aunque Mike reaccionó tal y como esperaba al oír que su mejor amigo y superior había perdido el brazo derecho, calmó sus instintos cuando Hanji le aseguró que el procedimiento había sido hecho de la mejor manera posible, y que la probabilidad de que el Comandante pillara una infección o tuviera complicaciones era mínima. Aún así, el Teniente estaba dispuesto a quedarse tanto como hiciera falta, lo que Hanji no le denegó aunque sospechaba que Erwin lo mandaría de vuelta a Scotland Yard apenas recuperara el conocimiento.

Por otro lado, no supo decirles mucho sobre Levi, ni encontró las palabras adecuadas para hacerles saber que pretendía ir a buscarlo. Por fortuna, Mike la conocía bastante bien para leer entre líneas, ocupándose de sus subordinados para mantener el ala de traumatismos bajo vigilancia.

Una vez que estuvo sola, Hanji se dirigió a la sala de recuperación para pacientes menos graves, la cual estaba llena de camas vacías, con excepción de una. Recientemente habían instalado cortinas blancas alrededor de las camas, dándole a cada paciente un poco de privacidad que antaño no era imaginable.

La sala estaba a oscuras con excepción de la lámpara de aceite en manos de la doctora, pues aunque en una de las paredes habían tragaluces similares a los de la sala forense, afuera la niebla bloqueaba cualquier rastro de luz de luna.

Hanji se dirigió a la única cortina corrida y la hizo a un lado para ver en su interior, encontrándose a Levi sentado en una cama con una expresión de absoluto desprecio. Alguien le había quitado toda la ropa de la cintura para arriba, dejando al descubiertas enormes magulladuras y marcas de quemaduras sobre los hombros. A su lado descansaba una palangana llena de agua y varios paños húmedos y ennegrecidos.

Cuando Levi la reconoció a través de la luz de la lámpara, abrió los ojos con sorpresa.

— ¿Hanji?

— Date la vuelta. —Le dijo ella con severidad, desconcertándolo.— Voy a curarte la espalda, así que date la vuelta.

— No es necesario... —Replicó el detective, pero ella entornó los ojos con molestia.

— Levi Ackerman, acabo de estar presente en la cirugía de Erwin y no pude colaborar. —Soltó con sequedad.— O te das la vuelta y me dejas curarte, o haré que te sujeten y te dormiré con cloroformo para trabajar sin tus quejas. Tú decides.

Levi le sostuvo la mirada durante varios minutos, encontrando en ella tanta resolución que no pudo más que rendirse. Además, estaba muy cansado.

Resistiendo el impulso de quejarse, se movió en la cama para darle la espalda a la doctora, quien había llevado su propio equipo médico el cual ahora descansaba sobre la mesita de noche.

En un silencio profundo, Hanji acomodó sus enseres, levantando la lámpara sobre la espalda del detective para ver mejor las heridas.

Se quedó sin aliento cuando vio las enormes magulladuras a lo largo y ancho de toda su espalda. Era como si hubiera intentado levantar la cruz de Cristo y esta le hubiese caído encima varias veces. Para colmo, su piel se había visto dañada en el área de los hombros y los omóplatos.

— Puedo usar un poco de morfina. —Sugirió ella, ahora con suavidad, mojando varias gasas con abundante agua oxigenada.

Sin embargo, Levi negó.

— No quiero nada que me adormezca. —Le dijo, habiendo cierta amargura en su voz.

Ella aceptó sin comentar nada y se dispuso a limpiar las quemaduras del detective con las gasas, las cuales aplicó muy suavemente sin presionar contra la piel afectada. Aunque Levi no profirió ningún sonido, lo sintió estremecerse bajo su contacto.

¿Cómo está? —Él le preguntó al cabo de un rato, cuando ella cambió las gasas por otras limpias y las dejó ahí. No hacía falta especificar a quién se estaba refiriendo.

Hanji sólo permaneció de pie detrás de él, quieta y con la respiración moderada, como si cualquier movimiento brusco pudiera destruir la estructura del edificio.

— La cirugía no tomó mucho tiempo. —Le dijo en un susurro.— Se encargaron de limpiar su herida y cortar cualquier rastro de carne contaminada. Estará en observación el resto de la noche y seguramente permanezca internado varias semanas para asegurar que la herida no se infecte.

— ¿Cuánto tiempo crees que tarde en despertar?

Hanji tensó los labios.

— Probablemente antes de que salga el sol. —Le dijo.— Pero tal como están las cosas, lo más seguro es que sigan administrándole láudano para el dolor.

Yo lo soportaría. —Lo escuchó murmurar, tan bajo que por un momento creyó haberlo imaginado.— Si yo me hubiese quedado atrás para salvar a esa mujer... si él me hubiese cortado a mí el brazo... Yo lo hubiese podido sobrellevar. Él no lo hará.

Hanji frunció el ceño, nuevamente angustiada por el incidente del cual todavía no sabía nada. ¿Qué había ocurrido en Whitechapel que casi les había costado la vida?

— Dime qué pasó.

Una vez más el silencio. Un silencio cargado de culpa y vergüenza, pero no fue eterno.

Levi se giró y aunque no levantó la mirada para enfrentarla, comenzó a contarle cada detalle del día, desde la investigación en St Mary y el encuentro con el pastor Nick, hasta el viaje a Flower Street y el enfrentamiento con Reiner Braun. La historia no era tan larga, pero él quiso compartir con ella cada pequeño detalle, cada matiz del cual ella podría encontrar, tal vez, alguna fisura.

Pero en un principio, Hanji se concentró en los dos hombres y sus pasos, y el miedo que había sentido de romperles el corazón fue sustituido por la claridad de saber que había sido una tonta. Cuánto mal podía hacer la vanidad y la indecisión de una mujer, incluso con dos hombres de carácter astuto e inteligente.

Luego, cuando el relato terminó, Hanji entendió que Levi deseaba haber tomado el lugar de Erwin. Haber sido él quien salvara a la mujer ciega y su hijo, sólo para quedar atrapado en el fuego y haber perdido su brazo derecho. Porque creía que él tenía más fuerza de voluntad, o quizá porque pensaba que a esas alturas de su vida, una nueva desgracia no sería tan importante.

No podía saber a ciencia cierta qué lo motivaba a pensar de ese modo, pero ella no iba a tolerarlo.

— Cuando Erwin despierte, me sentiré muy contenta de echarle en cara lo estúpido que fue al ponerse en peligro de esa manera. —Le dijo al detective con molestia, yéndose a guardar las gasas y el frasco de agua oxigenada. Él levantó la mirada, indignado por sus palabras.— Sí, fue un estúpido. Y tú también por querer hacerte el mártir. Maldita sea, estoy segura que esto tendrías que decirlo tú, no yo. Es más de tu estilo.

— No entiendo una mierda de lo que estás diciendo, Zöe, pero tú...

— Supongo que seré "Zöe" cuando estés genuinamente molesto conmigo. —Ella soltó, cerrando su maletín de un portazo.— O muy amargado. Me parece bien, porque yo también estoy molesta. Eso no quita que tengo razón. Erwin hizo lo que su trabajo le exigía y tú también. Incluso cuando todo estaba en su contra y el sentido común y el jefe de bomberos te dijeron que no te metieras a ese maldito edificio, fuiste y salvaste a tu Comandante.

— Yo no...

— ¡No me interrumpas! —Ella exclamó, señalándolo con el índice para silenciarlo sólo con ese gesto.— Lo salvaste, Levi, y él salvó a esa mujer y su bebé. Ambos salvaron a las personas de ese edificio, igual que los bomberos. —Hanji se llevó una mano a la frente.— Oh, no me pondré a enumerar a todas las personas que han sido héroes esta noche, contando a los médicos y enfermeras de este hospital.

— No fuimos héroes. —Levi masticó las palabras como si fueran un veneno tóxico, arrancándole a la doctora una sonrisa irónica.

— De acuerdo, no lo fueron, aunque seguro esas personas de Flower Street no estén de acuerdo contigo. —Le dijo a la ligera, sintiéndose por un momento con la misma energía alegre que había experimentado la primera vez que conoció al detective. El sabor de molestarlo era realmente dulce, pero luego de un momento se puso seria de nuevo.— Sea como sea, no deberías asumir que Erwin no podrá sobreponerse a esto. Es más fuerte de lo que parece.

Levi no dijo nada al respecto, pero finalmente hizo contacto visual con la castaña. Se veía exactamente igual a la primera vez que la vio, con esa ropa aburrida y un delantal que la hacía parecer una enfermera; sin embargo, la trenza que llevaba había comenzado a deshacerse, con largos y sedosos cabellos marrones enmarcando su rostro.

Hanji sonrió bajo su escrutinio, y aunque había considerado mantener al margen aquel contacto íntimo, al menos hasta que pudiera hablar con Erwin, decidió acariciar la cabeza de Levi, enterrando los dedos en su cabello con mucho cuidado de no acercarse a sus hombros.

Él cerró los ojos y suspiró, como si hubiese sido expuesto a una agradable brisa de verano.

— Me he portado como una tonta respecto a ti y a Erwin. —Le dijo en un susurro dulce, sonriendo cuando Levi abrió los ojos de repente, listo para replicar. Sin embargo, ella colocó un dedo sobre sus labios para callarlo.— Lo he sido, no me discutas. Pero sé que no estás enfadado conmigo, lo cual es asombroso. Yo estaría furiosa si creyera que sientes algo por otra mujer.

— No lo hago. —Le aseguró él como un juramento, arrancándole una risa suave.

— No, tú has sido más honesto. —Hanji pegó su frente a la suya, sintiendo las manos del detective rodeando su cintura.— Pero da miedo, ¿sabes? Ser consciente de que tu corazón le pertenece a alguien a quien conoces desde hace tan poco. Y más cuando ese alguien resulta ser tan cercano al hombre con el que pensaste que pasarías el resto de tu vida.

Levi no podía responder, no porque no hubiera entendido las palabras de Hanji, sino porque ella acababa de decir que su corazón le...

Oh.

Da miedo. —Repitió la forense, sintiendo cómo poco a poco se rompía su voz.— Pero hoy descubrí que me da aún más miedo perderte. —Sus dedos se aferraron a la raíz de su cabello. Levi podía sentir su temor en la forma en que su cuerpo temblaba bajo sus manos.— Perderlos a ambos, pensando el resto de mi vida que fui una idiota indecisa y egoísta. Yo no soy así, diablos. No soy tan cobarde.

— No, no lo eres. —Él susurró, un tanto abrumado. Aún sabiendo que podía sobrellevar el dolor de una amputación, no estaba muy seguro de cómo manejar la felicidad.

Te amo. —Hanji sollozó, guardando sus lágrimas contra su cabeza, mientras Levi recibía aquellas palabras como una avalancha.— Te amo y eso es... aterrador. Pero lo hago, y no quiero que eso se vuelva a poner en duda. No importa si decides que todo esto fue un error, o que sólo era una aventura entretenida, yo...

— Maldición.

Hanji sintió como Levi la tomaba del rostro con ambas manos, acunando con fuerza sus mejillas para obligarla a descender. Entonces la besó con anhelo y necesidad, como si sólo así pudiese seguir viviendo. La besó largo y tendido, y ella no se resistió porque había deseado probar sus labios desde que se habían separado en Scotland Yard.

La única razón por la que ella los obligó a parar, era que las heridas de Levi le impedían tocarlo como deseaba, aunque él refunfuñó en un intento por recuperar sus labios.

Cuando Hanji impuso la distancia, él suspiró de mala gana.

— Te dije que no me gustan los juegos, ¿cómo vas a pensar que eres sólo una aventura? —Le soltó, quitándole los anteojos para limpiarlos con uno de los pocos paños que quedaron limpios.— No te voy a dejar dentro de dos meses como si fuera un maldito calavera. ¿Quién crees que soy?

— ¿Un detective exitoso con un precioso departamento en Whitehall y  terriblemente atractivo? —Probó ella con inocencia, mientras él le secaba las lágrimas y chasqueaba la lengua.

— Y una mierda. —Levi le devolvió los anteojos con cuidado, acariciando su rostro como si se tratase de una adicción. Tal vez lo era.— Te quiero conmigo. Para siempre.

Hanji bajó la mirada, conteniendo cualquier reacción de su parte, aunque sintió la sangre en ebullición subiendo por todo su rostro. Su garganta se había secado y no encontraba la manera de pedir una confirmación.

Por suerte, Levi empezaba a poder leer sus gestos.

Con delicadeza, la tomó del mentón y la hizo levantar la mirada.

— Hanji, cásate conmigo.

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Despuntaba el alba cuando Hanji entró a la habitación reservada para Erwin.

Dado que sus heridas eran graves y tenían un gran riesgo de infección, habían dispuesto un cuarto especialmente para él. La doctora sabía que su posición de autoridad también tenía algo que ver con aquel trato preferencial, pero no iba a quejarse de nada que pudiera garantizarle una mejor recuperación, rápida y salubre.

La falta de sueño comenzaba a hacer mella en Hanji, pero había logrado descansar un par de horas junto a la cama de Levi. Ahora, de pie junto a Erwin, observó con pena el muñón de lo que alguna vez fue su brazo derecho.

El hombre se veía cansado, con largas sombras oscuras bajo los ojos, seguramente producto del cloroformo. Su piel había adquirido un tono grisáceo enfermizo, pero le habían dado un buen cuidado post operatorio.

Como predijo la forense, Erwin comenzó a despertar con los primeros rayos del sol, luego de que ella se acomodara en una silla junto a su cama.

Se veía desorientado e incómodo, tardando un buen rato en percatarse de ella.

— ¿Hanji? —La llamó, haciendo el ademán de alcanzarla, hasta que fue consciente de ello.

Sus ojos azules se abrieron de par en par, asombrados al principio y poco a poco sucumbiendo al horror. Debía recordar poco de la noche anterior, pero Hanji podía ver el recorrido de sus memorias, de la investigación y el incendio.

Con una mueca de disgusto, Erwin se cubrió la cara con la mano izquierda.

Hanji esperó en silencio, reacia a mostrar cualquier signo de lástima, sabiendo que eso lo destrozaría más que la pérdida de su brazo en sí.

— Yo se lo ordené. —Lo escuchó decir al cabo de un rato, con la voz áspera debido al daño de haber respirado tanto humo.— Yo le ordené a Levi que lo cortara. Él... pensó que estaba delirando.

— Él me contó que te encontró atrapado contra el poste de un armario en llamas. —Le dijo Hanji con suavidad.

Erwin la miró, agotado.

— ¿Ya lo viste? —Le preguntó y ella asintió.— ¿Cómo está?

— Sólo tiene algunas magulladuras. —Le explicó, con un gesto que le restaba importancia al asunto.— Y unas quemaduras de segundo grado en los hombros, pero sólo ha hecho falta algo de agua oxigenada y ventilación. A decir verdad, todos estamos más preparados por ti.

Erwin bajó la mirada hacia su muñón. Aunque recordaba haberle ordenado al detective la amputación, simplemente no era capaz de asimilar que ya no tuviera consigo su extremidad.

— ¿Me voy a recuperar? —Le preguntó a la doctora de la misma manera que habría hecho con cualquier otro médico.

— Bueno, yo no fui quien te operó... —Dijo ella, removiéndose en su asiento.— Pero supervisé la cirugía. El doctor Larson, quien estuvo al frente, hizo un excelente trabajo.

— Hm.

Erwin no añadió nada más al principio, como si no tuviese una multitud de preguntas sobre su condición actual. Tal vez, realmente sólo le hacía falta saber que había perdido su brazo... que no estaba ahí y jamás volvería. Debía ser una transición difícil y llevaría tiempo acostumbrarse, aún para alguien como Erwin Smith.

Sin embargo, al cabo de varios minutos Hanji lo vio suspirar, bajando la cabeza como si rezara.

Aunque Erwin era oficialmente anglicano como la mayoría de los ingleses, y a menudo asistía a misa y tenía una buena relación con los pastores, Hanji no se hubiese referido a él como un hombre religioso. Nunca le había visto orar, ni descartar algún asunto policíaco por matices metafísicos.

Esta extraña contradicción se vio resuelta cuando comprendió que no rezaba, sino que se decía algo a sí mismo.

El qué, ella no lo supo.

— Debería decirte que tendrías que haberte quedado en Whitehall, pues salir de noche y en estas circunstancias ha sido realmente peligroso. —Murmuró él para romper el silencio.— Pero a quién engaño, me alegra que estés aquí.

— Estaba preocupada por ustedes. —Hanji le confesó, reviviendo en parte la aflicción de no ver a Levi después de la cena.— Y cuando me dijeron que había ocurrido un incendio y que ustedes habían estado involucrados... ¡Ay, pensé lo peor! No sabes todo lo que le puede ocurrir a un ser humano dentro de un edificio en llamas.

— Creo que ahora puedo decir que sí lo sé. —Repuso Erwin, sorprendentemente con humor.

Hanji se sonrojó de vergüenza al recordar su muñón y sacudió la cabeza.

— Aún así, hay una gran diferencia entre haberte encontrado en el área de cirugía que en la morgue. —Insistió, arrancándole al rubio una risa grave y seca.

Hanji se levantó para tomar de la mesa un vaso con agua y un trocito de algodón, el cual remojó con cuidado.

— No puedes beber agua hasta que se te pase por completo el efecto del cloroformo, o podrías vomitar. —Ella le dijo mientras le ofrecía el algodón húmedo, pasándolo por sus labios sólo para contrarrestar la sequedad.— ¿Te sientes mareado?

— Un poco, pero sólo porque me has tocado la boca. —Erwin la miró, tomando suavemente su muñeca cuando ella hizo el ademán de apartarse.— Por favor, espera... Sé que hoy recibiste un gran susto, yo también estoy abrumado, pero no quiero pasar por esto sin ti, Hanji. Lo único que podía pensar mientras sentía el fuego acechándome era en cuánto deseaba verte una última vez.

Hanji lo observó, afligida y nerviosa, pero supo que no debía dejar pasar más tiempo.

Levantó la mano para acariciar cariñosamente el rostro del Comandante, recorriendo esos pómulos altos y duros que lo hacían tan apuesto y autoritario. Él se lo permitió, reconfortado, pero cuando sus miradas se encontraron reconoció que algo no iba bien.

Al menos, no para él.

— Levi cree que no podrás sobrellevarlo. —Le dijo ella con gran seriedad.— Piensa, cegado por la culpa, que debió ser él y no tú quien tuviera que pasar por esto. Tengo la teoría de que su veneración hacia ti es mayor de lo que te hace ver.

— ¿Estamos hablando de mi brazo? —Erwin no se resistió a preguntar, frunciendo el ceño, sintiendo que el dolor y la molestia de trasladaban del brazo al corazón cuando ella negó con la cabeza.

— Él me contó la clase de vida que tenía antes de unirse al cuerpo de policía. —Hanji bajó la mano, sabiendo que él probablemente ya no deseaba que lo tocara.— Y que fuiste tú quien le dio la oportunidad de cambiar. Esa clase de cosas no se superan fácilmente. De hecho, dudo que alguna vez acabe de agradecértelo.

El rubio se llevó una mano a la cabeza, suponiendo que ya era hora de su primera migraña matutina.

— Me salvó la vida hace menos de doce horas, no tiene ningún derecho de jugar a la carta del amigo condescendiente. —Gruñó.

Hanji no pudo evitar sonreír, aunque le hubiese gustado evitar toda aquella conversación.

— Ni siquiera creo que se de cuenta de que está siendo condescendiente, Erwin. —Replicó.— Y tal vez crea que tú le salvaste la vida a él. No lo sé, ambos son demasiado orgullosos y no estoy segura de quién salvó a quién según el idioma de los hombres.

Pese al intercambio de buen humor, Erwin frunció el ceño. No iba a reconocer que era orgulloso ni que estaba firmemente a favor de elegir un héroe en aquella historia, sobre todo porque sabía que Hanji sólo encontraría el modo de saliese con la suya con su maldita retórica feminista.

— Como sea... —La doctora suspiró, volviendo la mirada hacia la ventana que daba a la calle, por la cual comenzaba a filtrarse la luz clara de la mañana.— Ya que Levi está obviamente influenciado por la supuesta deuda que tiene contigo, no creo que te lo diga de inmediato. Y para ser sincera, esperar que él lo haga es bastante injusto.

— ¿A qué te refieres?

Erwin sabía que habían involucrado el tema de sus conflictos personales con la tragedia del incendio. Asuntos que, si bien debían estar claramente delimitados, debían ser aclarados si deseaban continuar trabajando tan bien en equipo.

Pero parecía que Hanji iba más allá de eso, y él no pudo evitar tensarse cuando ella lo miró haciendo acopio de valor.

Lo amo. —Le dijo.— Te mentí cuando te dije que no lo hacía... y me mentí a mí misma. Fue estúpido... y lo lamento.

— No hablas en serio. —Susurró Erwin, incrédulo, aunque su escepticismo no se debía realmente a que subestimara a Levi, sino al repudio absoluto que iba aumentando en su interior contra sí mismo por no haberla seguido a París.— Hanji, tú y Levi...

— No pienso diseccionar mis sentimientos aquí contigo. —Ella le advirtió, no sin cierta dureza, pero el temblor en sus pupilas no dejaba lugar a dudas de lo difícil que resultaba decirle todo eso.— Pero me parece justo que lo sepas, incluso en este momento. Esperar un minuto más habría sido blasfemo.

— ¡Oh claro que lo sería! —Exclamó Erwin, de pronto furioso. A ella no le sorprendió en lo más mínimo, ni siquiera cuando él tomó el vaso con agua y lo lanzó contra la pared, haciendo que se estrellara en mil pedazos.— ¡Bastardo condescendiente!

— ¡Basta! —Hanji se levantó de la cama, inquieta por aquel arrebato de ira. Aún sabiendo que Erwin jamás le haría daño, no pudo evitar pensar en el sueño que tuvo el día anterior.— Él ni siquiera sabe que estoy hablando de esto contigo.

— Ya sería el colmo. —Repuso el rubio, deseando poder ir contra el maldito efecto del cloroformo. Se sentía medio entumecido y con náuseas.— Sí, demonios, él es tan orgulloso como yo. Jamás dejaría que una mujer diera el golpe de gracia donde él tendría que estar.

— ¡Oye! —Hanji se indignó con aquel extraño giro de tuerca.— ¡Soy perfectamente capaz de rechazarte con el mismo orgullo que tendría un hombre! Ya te dije que esto tenía que hacerlo yo. Yo y nadie más.

— Estabas a punto de echarte a llorar. —Repuso Erwin, haciendo que ella enfureciera todavía más.— Y has dado tantas vueltas a la conversación que me ha costado trabajo seguirte el hilo.

— Eso es por el cloroformo. —Quiso excusarse la doctora, pero él negó.

— Eso es porque tenías miedo de venir aquí y decirme lo que sientes. —Insistió más calmado, descansando la cabeza en la cabecera de la cama, sosteniendo la mirada a una Hanji cada vez más descontrolada.— Eres una mujer gentil, Hanji, no tiene nada de malo que quisieras amortiguar tus palabras. Sé que no es lástima lo que sientes por mí.

— Pero si Levi te dijera exactamente lo mismo que te he dicho yo, sí creerías que es lástima. —Comprendió ella, medio exasperada con aquella lógica masculina.

Para colmo, Erwin se atrevió a sonreír.

Exacto.

Se sentía un tanto molesta.

Su plan había consistido en ser tan firme y seria con Erwin como fuera posible, sin caer en la crueldad, pero al final había dicho un montón de cosas sin sentido, y aunque él había comprendido más o menos su sentir, había seguido dando rodeos con ello.

Para colmo, era obvio que Erwin había sabido poner las cartas sobre la mesa mucho mejor que ella, incluso cuando se notaba que no le hacía feliz en lo más mínimo.

Luego de un silencio incómodo, Hanji rodeó la cama y se sentó del lado izquierdo, donde no correría el riesgo de hacerle daño o exponerlo a una infección. Con cuidado, descansó la cabeza sobre su hombro.

— Ya que estás tan empeñado en eso del orgullo masculino y la fragilidad femenina, ¿me dejarás ser egoísta y quedarme un rato contigo? —Le preguntó en voz baja, tan suavecito y quedo que por un instante parecía una niña.

A pesar del dolor y la incomodidad, Erwin pasó un brazo sobre los hombros de Hanji, aferrándola a su cuerpo.

— Sólo por ahora, marmota. —Le susurró él al oído, usando aquel apodo que había llegado a darle cuando eran niños y ella llegaba tarde a clases.— Nunca seré frío contigo ni te alejaré de mí, aunque me muera de celos. Pero después de esto... necesitaré algo de tiempo.

Hanji asintió con tristeza.

Entendía perfectamente que él no pudiera verla del mismo modo a partir de ahora, pero tenerlo vivo a su lado, aunque sea por unos minutos o una hora más, era suficiente. Él era un hombre fuerte y sabría manejarlo.

La pérdida de su brazo... y la pérdida de la esperanza.

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