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lei

Algunos tramos habían sido complicados, pero finalmente habían llegado a una zona preciosa que ninguno había visto antes. Era un pequeño claro casi circular en cuyos alrededores todo eran árboles y naturaleza. Nadie habría dicho que estaban a pocos quilómetros de Gullyshore. Mark no tenía ni idea de qué era lo que había dicho Joane, pero fuese lo que fuese había funcionado. Jack había dejado de lucir tan triste, incluso volvía a ser el chico irónico de siempre. La chica y Mario se habían sentado en el suelo, pero Jack, que era bastante más delicado que ellos tres juntos, había preferido sentarse sobre su chaqueta y compensarlo recostándose en los brazos de su novio. Mark lo tenía abrazado por el abdomen con un brazo y en el otro tenía la lata de cerveza que prácticamente era una parte más de sus outfits. Estaban teniendo una conversación muy divertida sobre la lengua castellana y lo raro que les resultaba a los angloparlantes el uso constante de la palabra que. A Jack le parecía que Mario hablaba otro idioma, pero es que realmente era así. Su familia hablaba aragonés, no castellano. Exceptuando ese detalle, el acento andaluz de Mario hacía que Jack apenas entendiese alguna de las palabras. 

— De verdad que no sé que significa —decía el chico entre carcajadas—. 

— Probablemente alguien de Aragón no lo pronunciaría igual, pero es muy fácil. Leche

Jack negó con la cabeza. Se lo estaba pasando muy bien, era divertido conectar con aquella parte de él de la que siempre se había mantenido alejado. Cuando Mario explicó lo que aquella palabra significaba en inglés, Jack se dio cuenta de por qué no la había entendido. 

— Nosotros no la llamamos así, se dice lei

— ¿Lei?

— Sí, lei. No había escuchado leche nunca. 

Siguieron jugando bastante rato. Mario decía una palabra en castellano para ver si Jack la conocía y, a pesar de que alguna sí la supo, la gran mayoría de veces no fue así. Hasta ese momento, el español no había comprendido del todo que el aragonés fuese un idioma, pero no era culpa suya. Después de todo, el aragonés era una lengua en peligro de extinción, una de las más amenazadas de Europa, no era como el catalán o el euskera, que sí que tenían más renombre en el país originario de Mario. Fue divertido, sin duda, sobre todo porque Joane y Mark no entendieron nada de lo que oyeron aquel día. De regreso al refugio, Mario y Jack siguieron hablando sobre España, sobre las lenguas de la Península Ibérica y sobre sus experiencias. Jack estaba contento y ocupado, era el momento perfecto para que Mark se acercase a Joane. Estaba muy intrigado sobre la conversación que había tenido con Jack. Antes de que abriese la boca, la chica le contestó que no pensaba decir nada. Era Jack el que tenía que hacerlo. Mark quiso replicar, pero Joane ya lo había planeado todo. 

Joane se detuvo en mitad del camino. Ni siquiera Jack se esperaba que la chica le pidiese a Mario ir a dar un paseo en solitario. Desgraciadamente, el chico no parecía comprender que Joane no estaba pidiéndoselo, sino ordenándoselo, y que aquella idea no tenía nada que ver con él. 

— Yo es que preferiría tumbarme un rato, de verdad, pero te agradezco la oferta.

— ¿De verdad me vas a hacer decirlo explícitamente? ¿No sabes leer entre líneas o qué?

Mario miró a la chica alzando una ceja, mirando a los otros chicos por si ellos entendían algo. En su cabeza se formó una idea erótica completamente alejada de la realidad y Joane tuvo que aceptarlo resignada. 

— Ya sé lo que te pasa —le dijo el chico con un tono que intentaba ser sensual, sin conseguirlo—. Tú quieres eso... Ya sabes...

— Me queda claro que no sabes leer entre líneas —rio la chica—. Venga, vamos a dar un paseo, joder. 

Caminó hacia él y lo cogió por el brazo con decisión, alejándolo del camino. Mientras se iba alejando le guiñó un ojo a Mark y el hombre se empezó a reír, dándole ánimos. Después giró la cabeza y su mirada se encontró con la de su novio. Estaban allí parados, en mitad del camino, callados y visiblemente incómodos. El chico se acercó a él y le tomó la mano, retomando el paseo de regreso. Durante el trayecto decidió no hablar. Simplemente anduvieron con calma por el sendero, cogidos de la mano y disfrutando de aquel momento de paz. Pronto estuvieron frente al refugio y Jack supo que tenía que ser coherente con sus propias ideas. Detuvo a su novio y lo abrazó. Le dio un tierno beso en la mejilla y volvió a hacerlo caminar, esta vez para entrar en el refugio y cerrar la puerta. Todo seguía en su sitio, no habían llegado nuevos huéspedes, tal y como Mark había dicho que pasaría. Se dirigieron a la plataforma donde estaban los sacos de dormir y se tumbaron, abrazados. Mark sabía que Jack quería decirle algo y Jack sabía que tenía que decir algo. Ambos se estaban tomando un momento para hacerlo lo mejor posible. 

La cabeza de Jack descansaba sobre el cojín, a pocos centímetros de la de Mark. Tenía las manos en su cuello y le hacía caricias, mirándolo fijamente a los ojos, y Mark lo tenía abrazado por la cintura. 

— No te sientas mal —dijo de pronto, haciéndole caricias en la parte baja de la espalda—. Si quieres dejarlo, respetaré tu decisión.

— ¿Qué? ¿Tú te inyectas el alcohol en vena o qué? Claro que no quiero dejarte, eres tú el que va hacerlo cuando te diga lo que voy a decirte.

— ¿Y qué es eso que tienes que decirme?

— Soy asexual, Mark. 

Las caricias se detuvieron. Mark miró a Jack sorprendido. Tenía miedo de ofender. Jack parecía enfadado, no se esperaba que Mark fuese a decirle eso. Para Mark había sido igualmente chocante. Estaba convencido de que Jack quería dejarlo, pero aquella revelación no se la habría imaginado ni volviendo a aficionarse al whisky. 

— ¿Asexual? Si hemos tenido sexo... 

— Lo sé, pero no tiene nada que ver.

— ¿Por eso estabas así esta mañana? ¿Eso era lo que tenías que decirme?

— ¿Y qué esperabas? —preguntó el chico incorporándose, apoyando su cara en la mano—. ¿Cómo has podido pensar que quería cortar contigo?

— Pensaba que querías dejarlo, Jackie, yo qué sé. 

Jack comenzó a reírse. Mark todavía estaba algo tenso y no se movió, tampoco apartó su mirada de él. No había escuchado mucho sobre la asexualidad, pero se hacía una idea básica sobre lo que era. Era importante, sin duda, pero para Mark no era algo tan relevante como para haberlo mantenido en secreto. Le daba igual si Jack era asexual, homosexual o bisexual, él lo aceptaba como era. Al chico le resultaba divertido el susto que se había llevado Mark, pero a él todavía le duraba el malestar en el cuerpo. Se había quedado pensativo. No llevaban juntos tanto tiempo y, no obstante, la posibilidad de que la relación se hubiese acabado lo había abrumado por completo. Sintió como Jack apoyaba la cabeza en su pecho, pero estaba despistado. 

— Eh —le dijo Jack, acariciándole la mejilla para llamar su atención—. ¿Estás bien?

Mark asintió, pero su forma de mirar evidenciaba que no acababa de quedarse tranquilo. 

— ¿Por qué has tardado tanto en decírmelo?

— Supongo que me daba miedo tu reacción —respondió alzando los hombros—. No quería que esto afectase a lo nuestro. 

 — Jackie, te quiero a ti. A mí me da igual lo que seas, pero me gustaría que tuvieras más confianza. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.

Jack se dejó caer sobre su novio, abrazándolo, ocultando las lágrimas que comenzaban a salir de sus ojos. Le empezó a dar besos en la cara y justo en ese momento, la puerta se abrió, justo en ese instante en el que Mark le susurraba:

— No quiero perderte. 

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