Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

juana de arco

Aunque el canto de los grillos se oía demasiado alto como para ignorarlo y los ronquidos de Mario fuesen un poco complicados de aguantar, los tres chicos dormían tranquilamente en sus sacos de dormir. Mark y Jack dormían abrazados, bien cerca el uno del otro, y Mario parecía dormir muy a gusto incluso cuando roncaba de tal manera que los grillos en el exterior se quedaban en silencio de tanto en tanto. La única despierta a esas horas de la noche era Joane, pero la chica estaba acostumbrada al insomnio y a unos hábitos de sueño no demasiado recomendables. Estaba tumbada en su saco de dormir con la mirada perdida en el techo del refugio. Estaba muy cómoda y al contrario de lo que nadie habría dicho, la sensación térmica era perfecta en aquella vieja cabañita. No era el lugar lo que impedía que Joane pudiese dormir tan plácidamente como lo hacían sus amigos. La última semana había sido demoledora anímicamente y en parte era por eso por lo que había decidido aceptar la invitación de Mark. El piso se le caía encima y a medida que pasaban los días la cosa empeoraba. Creyó que la naturaleza y un poco de aire fresco le vendrían bien, pero no estaba siendo así. Durante el día sí había funcionado un poco, pero a medida que se acercaba la noche había ido notando la ansiedad creciente en su interior. El insomnio no se compadecía de ella ni siquiera en mitad del bosque. Había estado dando vueltas sobre ella misma para intentar dormirse, se había puesto algo de música con los auriculares, había intentando concentrarse en el canto de los grillos y respirar profundamente... Nada funcionaba.

Abrió los ojos cuando de pronto sucedió algo mágico. Sus oídos habían dejado de captar los ronquidos de Mario. Sonrió creyendo que podría dormir, pero no era así. El chico simplemente se había despertado. Sus miradas se encontraron a través de la oscuridad de la noche.

— Voy a mear —le susurró mientras retiraba el saco de dormir—. Vigila que no me coma ningún monstruo.

Joane sonrió. Mario caminó hasta la puerta del refugio, abriéndola con cuidado, procurando no hacer ruido para despertar a la parejita, que dormía aparentemente a gusto. Mario debía haberse estado aguantando las ganas de orinar bastante rato, pues tardó un poco en volver a entrar por la puerta, abrazándose a sí mismo por el frío. Subió deprisa hacia su saco de dormir y se arropó, retorciéndose por el frío. Joane le dirigió una sonrisa amable.

— ¿Qué haces despierta?

Joane se pensó dos veces la respuesta. Ella no tenía ninguna necesidad, no se estaba orinando ni tenía otras molestias. Sólo era insomnio. Negó con la cabeza y una sonrisa débil, intentando restarle importancia al asunto. Mario no la creyó.

— ¿Te apetece acompañarme fuera? Creo que he visto un monstruo mientras meaba.

— Seguro que era tu reflejo en algún charco.

— Podría ser, pero no me he quedado tranquilo. ¿No eras una tía valiente e independiente? Pues tendrás que asegurarte de que los tres tíos que estamos contigo no corremos peligro.

Joane tuvo que taparse la boca para no hacer ruido al reírse. Mario salió de su saco de dormir y le tendió la mano para ayudarla a levantarse, pero ella la apartó de un manotazo y se levantó sola. Salieron del refugio poco a poco y cerraron la puerta una vez que estuvieron fuera. Hacía bastante frío, pero estaban bien abrigados, y decidieron dar un pequeño paseo por el camino. Joane iba callada, aunque se reía de los comentarios de Mario y se esforzaba por ocultar que no estaba bien. El español sabía perfectamente que no lo estaba, había aprendido a ver más allá de sus sonrisas estándar y sus movimientos de cabeza, sus gestos y sus comentarios bien estudiados. Después de varios intentos de hacerla hablar, Mario se había dado por vencido y se había callado, pero seguían caminando bajo un celo con pocas estrellas, más oscuro que la oscuridad que los envolvía en aquel pequeño bosquecillo a las afueras de Gullyshore. Cuarenta minutos después estaban de regreso en el refugio. Joane abrió un poco la puerta y se asomó para averiguar si Mark y Jack seguían dormidos. No entendía cómo podían dormir de aquella manera, uno encima del otro y apretados, buscándose mutuamente. Ella se habría despertado enseguida o habría repartido patadas para asegurarse su espacio. Volvió a cerrar la puerta y encontró a Mario mirándola fijamente.

— ¿Has vuelto a ver al monstruo?

— No, seguramente se ha asustado al verte.

— Muy gracioso. ¿Volvemos dentro ya?

— ¿No te apetece más hacer travesuras? —propuso el chico alzando las cejas varias veces—.

Joane lo miró intentando hacerle la dura, pero la idea no le resultaba nada desagradable. Se acercó a él y rodeó su cuello, besando sus labios. Mario la apartó.

— Yo me refería a asaltar la despensa y comernos los dulces.

— ¿Prefieres comerte un dulce a lo que yo te ofrezco?

Mario sonrió. No había mentido, él se refería a asaltar la despensa para ver si Joane se decidía a hablar y se desahogaba, pero no iba a rechazar su oferta. Se acercó, poniendo sus manos en el cuello de la chica, y la besó con ganas, sin demasiada ternura. La apretaba contra él con fuerza y le tocaba su sexo a través del pantalón. Notó la humedad de la zona con la yema de sus dedos y no se aguantó más. Se quitó la chaqueta y la puso en el suelo para que Joane se pusiera cómoda. Le bajó los pantalones y las bragas al mismo tiempo y hundió su boca entre sus piernas. Joane se agarró al suelo con fuerza y procuraba no hacer mucho ruido, pero Mario tenía demasiada práctica y su lengua se movía demasiado bien como para no disfrutar el momento. Lo mejor de aquel chico es que vivía en su propio espacio-tiempo y nunca tenía prisa con nada. Se tomaba su tiempo lamiendo y besando la entrepierna de Joane y a veces se apartaba para mirarla como si fuera una obra de arte. Aprovechaba esos instantes para mirar a la chica a los ojos y meterle los dedos. Cada vez que hacía eso, Joane se mordía el labio para reprimir sus gemidos y se agarraba fuerte a la chaqueta sobre la que estaba sentada, y sentía una especie de mezcla entre decepción y alivio cuando Mario sacaba sus dedos y los sustituía por su lengua.

Joane se retiró el pelo hacia atrás y comenzó a apretarse los pechos. Mario seguía explorando su vagina con la lengua, adorándola como si fuese una divinidad, y el calor que sentían hacía que el vaho que echaban al respirar fuese denso como nunca antes lo había sido. La chica sentía una energía extraña recorriendo su cuerpo y Mario se relamía los labios, sentado junto a ella. Habían estado mucho tiempo allí, dejándose llevar, y tras el éxtasis llegaba la calma. Mario apoyó su cabeza en el hombro de la chica. Tenía ganas de abrazarla y dormir juntos, pero no estaba convencido de que fuese eso lo que Joane quería. Era una duda que lo había estado persiguiendo desde que empezaran a mantener relaciones sexuales con más frecuencia, porque a diferencia de él, Joane lo trataba como a un amigo más.

— ¿En qué piensas?

Mario levantó la cabeza y se encontró con la mirada de Joane. Se pasó la mano por la boca para limpiársela y se levantó del suelo, tendiéndole una mano.

— En que ya deberíamos estar durmiendo.

— Por una vez tienes razón —dijo la chica levantándose del suelo—. ¿Cuándo vas a dejar de darme la mano para que me levante? Puedo hacerlo yo sola.

— Lo sé, Jo. Eres una mujer fuerte e independiente, como Juana de Arco. Pero eso no significa que no pueda ser amable contigo y que, si algún día lo necesitas, puedas aceptarlo.

Joane se quedó mirándolo por un momento mientras el chico caminaba hacia la puerta y agarraba el pomo con la mano derecha.

— ¿Crees que podríamos dormir juntos?

— Mario, yo no...

— Tú no lo necesitas —interrumpió él, acabando la frase—. Está bien, lo entiendo. A estas alturas ya debería saber lo que necesitas y lo que no.

Joane todavía estaba frente a la puerta del refugio, pensando en lo que el chico acababa de decir, cuando Mario se tapó en su saco de dormir. La chica caminó meditando en la forma en la que él había hablado. Mientras se arropaba con el saco de dormir tuvo la sensación de que aquella noche no habían acabado demasiado bien, pero Mario ya estaba dormido o eso parecía, y ella también estaba cansada. Aquella noche ya había tenido suficiente.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro