jack daniel's
Para intentar ayudarlo a calmar los nervios, Joane le había ido dando conversación de camino a la parada de autobús. La broma que le había gastado a Rose era pesada, pero hasta ella sabía que era una persona muy cargante, y eso que no había trabajado en Aira's en su vida. Todavía se estaban riendo cuando vieron el autobús girar la esquina, rumbo a la parada. Jack miró a su amiga. Disimulaba muy bien los nervios gracias a lo arreglado que iba y lo seguro que aquello le hacía sentir, pero su mirada no podía ocultar lo que sentía. Joane lo abrazó, apretándolo con fuerza.
— Todo irá bien, Jackie. Y si no, sabes que tienes mi número en marcación rápida.
Jack asintió. Se levantó del banco en el que estaban sentados y se sacudió para asegurarse de que iba perfecto. La sudadera de color azul y blanco era más holgada, lo que a Jack le parecía genial, pero los pantalones negros se mantenían ceñidos a su cuerpo, apretando su abdomen y dibujando las curvas de sus caderas a través de la tela negra. Los zapatos, unos botines negros de tela imitación de las converse, llevaban algo de purpurina plateada para que hicieran algo de juego con el maquillaje del chico. Desde el minuto cero en que puso un pie en el autobús pudo notar que muchas miradas se clavaban en él, pero tenía que controlarse. Pagó el viaje y se adentró hacia el final del autobús, donde solía sentarse por norma general, y observó a través de la ventana como Joane se despedía de él con la mano. El chico sonrió a través del cristal, aferrándose a la barra con la delicadeza que lo caracterizaba. A su alrededor había mucha gente, el autobús iba prácticamente lleno, y Jack oía a la gente cuchicheando sobre él, sobre su maquillaje, sobre la forma en que iba vestido... Nadie lo estaba tocando, ni siquiera tenía personas a su lado, pero el chico sentía que todo el autobús invadía de golpe su espacio personal.
La voz de Ariana Grande logró tranquilizarlo unos minutos después. Se había sentado en uno de los asientos, cruzando sus piernas y apoyando la cabeza en el cristal de la ventana, aunque no la apoyaba del todo porque de vez en cuando el vehículo topaba con un bache y su cabeza rebotaba contra el cristal. Tenía los brazos cruzados sobre las piernas. Había leído que las personas se cruzan de piernas o brazos cuando se sienten amenazadas o incómodas. Le hizo gracia recordar aquello porque no tenía más extremidades, pero de haberlas tenido seguramente también las habría cruzado. Su sonrisa se reflejó en el cristal y el chico se quedó observando su propia imagen. No podía creerse que un poco de maquillaje y la ropa adecuada lo hiciesen sentir tan bien y tan bonito. Probablemente lo que le había hecho sentirse así era la compañía y el afecto de su amiga. Sí, era eso. Él nunca se habría vestido así. La sudadera apenas le llegaba por el ombligo, era un croptop, si no fuera por el pantalón de cintura alta estaría enseñando su abdomen. La cintura quedaba completamente a la vista y Jack no podía evitar sentirse algo extraño, pues normalmente las camisetas y sudaderas siempre mantenían aquella zona oculta, y con lo ceñido que era el pantalón se sentía incluso como si no lo llevara puesto. De no haber sido por Joane, el mundo jamás habría visto a Jack vestido de aquella manera.
El vehículo se detuvo. El chico se levantó y caminó con lentitud hacia la salida, asegurándose antes de bajar de que fuese esa la parada indicada. La casa de John Caan era una casa adosada a las afueras de la ciudad, en una urbanización llamada Glassy Creek a la que sólo llegaban dos líneas de autobús. Casi todas las casas eran igual a un lado y al otro de la calle, sólo los coches aparcados y las plantas de los jardines que quedaban a la vista las hacían más personales. John le había mandado la ubicación para que pudiese encontrar la casa con el móvil, pero el sol ya comenzaba a ponerse y a Jack los nervios lo iban a matar. Después de casi un cuarto de hora vagando calle abajo, al final de la hilera de casas, Jack encontró la de John. Tampoco le habría costado mucho distinguirla. Había muchos coches aparcados cerca y había un cartel gigante en el jardín, colocado como si fuera una bandera, en el que podía leerse: FELICIDADES, JODIDO AGENTE WHISKY. El chico no disimuló su sonrisa mientras abría la verja del jardín y los primeros extraños dirigían sus miradas hacia él. Por la edad y el aspecto, seguramente eran amigos de Mark. Los saludó con una ligera sonrisa y preguntó por John o Mark. Una mujer le dijo que estaban dentro, así que Jack respiró hondo, y entró en el domicilio.
Dentro había más gente, aunque no mucha más. Todos eran más o menos de la edad de Mark y todos parecían sacados del mismo molde. En una mano una cerveza y en la otro un cigarro. Jack sonreía y asentía a modo de saludo cada vez que alguien lo miraba, buscando a Mark o John con la mirada. Afortunadamente, Sophie estaba sentada en un sillón jugando a un videojuego, algo apartada de los invitados. Le sonrió nada más verlo y fue a recibirlo con un abrazo. En otra ocasión se habría sentido algo extraño, pero en aquel momento agradecía ver a alguien medianamente conocido.
— Pero qué guapo vas —le dijo la chica retirándose para mirarlo bien de arriba abajo—. ¿Te apetece una cerveza?
Jack no supo qué responder, pero su cara de asco habló por él.
— Mejor un mojito—rio Sophie—. Ven, te prepararé uno.
— Gracias. Oye, ¿por qué no he visto a Mark y John?
— John ha ido a buscar a Mark. No ha aparecido por aquí todavía.
Jack se quedó pensando en eso mientras la chica le preparaba un mojito. Trabajar en el ocio nocturno tenía sus recompensas y una de ellas era preparar los mejores mojitos que Jack probaría jamás, aunque todo debe decirse, el chico no solía beber demasiado. Sophie le explicó que no había ningún problema. Desde que empezase a verse con John había aprendido que en aquel grupo sólo se reunían para beber y fumar, no hacían ningún otro tipo de plan. Cerveza, cigarros y fútbol. Mark no se tomaba en serio su cumpleaños, pero el resto tampoco. Él asintió, pero no sabía cómo sentirse en aquel momento. Por suerte para él, Sophie tampoco encajaba demasiado en el grupo de amistades de John, de manera que pasaron un buen rato charlando en la cocina. Tenían más en común de lo que el chico habría dicho en un principio y sin embargo no se habían hablado jamás.
Ya era de noche, pero la fiesta en casa de John continuaba. Jack no se había aburrido. Sophie y él habían pasado al pequeño jardín trasero para seguir conversando, cosa que el chico agradecía de verdad. Los gritos y aplausos de los invitados indicaron que el cumpleañero había llegado y los nervios, que habían desaparecido gracias a la conversación y al mojito, afloraron nuevamente. Sophie lo notó enseguida.
— ¿Quieres quedarte aquí? Le diré a Mark que venga.
— No, es igual —negó el chico con la cabeza—. Saldré a saludarlo, él es quien cumple años.
Salieron de la cocina para ver cómo las personas se agrupaba alrededor de John, que habría traído un enorme barril de cerveza. Sophie sonrió, lanzándose a sus brazos y besándolo con pasión, mordiéndole los labios. Observando la escena, apoyado contra el marco de una puerta, Jack no pudo ver como Mark se acercaba por detrás, mirándolo de arriba abajo, aunque clavando su mirada en una parte determinada de su anatomía. Cuando vio la sombra en el suelo y se giró, su instinto fue darle un empujón, con lo que casi logró tirarlo al suelo. Para sorpresa de nadie, Mark había bebido.
— No me esperaba verte aquí. Ni en mi cumpleaños me tratas bien.
— No suelo tratar bien a los borrachos que se me acercan por detrás en silencio. Felicidades.
Jack le extendió un paquete envuelto. Absolutamente todos soltaron una exclamación o una risa. En aquella pandilla nadie se regalaba nunca nada. Mark parecía desubicado, aunque probablemente el alcohol ayudaba. Bajo el papel de regalo se encontraba una botella de whisky de la marca jack daniel's. Era una edición especial. Mark lo miró arqueando una ceja, como si no acabase de entender su regalo.
— No te me vayas a quejar —le dijo—. Nadie te ha regalado nada y yo no sé mucho sobre tus gustos, más allá de que te llaman Agente Whisky por motivos obvios.
Todo el mundo se rio, incluido Mark. Le dio las gracias en voz baja antes de dejar la botella en una esquina y servirse cerveza. La verdadera fiesta acababa de empezar. En el salón pusieron el fútbol. La cerveza y la comida basura ocupaban toda la mesa y parte del suelo. Jack se aburría un poco, pero era el cumpleaños de Mark, y ni siquiera le había invitado. Se quedó sentado en una esquina, alejado del grupo. Mark sonreía y parecía muy feliz y aquello le hacía sentir muy bien, pero tenía una sensación muy rara. Estaba mordisqueando un canapé cuando vio a Mark acercarse con su inseparable vaso de cerveza. Se agachó para ponerse a su altura y le cogió una mano.
— Muchas gracias por haber venido, de verdad. ¿Quieres que vayamos al jardín de atrás a charlar?
El chico no respondió, pero se levantó de su asiento enseguida. Los dos desaparecieron por la cocina mientras John y Sophie, que lo habían visto todo, se miraban satisfechos.
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