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asexual

Joane tenía un enorme moño sobre la cabeza y vestía un chándal poco elegante. Mientras se acercaba al coche para subirse, Mario soltó un comentario sobre su culo y Mark y él se echaron a reír con picardía, aunque Mark dejó de hacerlo cuando Jack le dirigió una mirada de reproche. Joane se subió atrás, saludando a todos. 

— ¿De qué os reíais? —preguntó, abrochándose el cinturón—.

El silencio de los chicos y la cara de desaprobación de Jack hicieron pensar a Joane que era mejor no volver a preguntar. El coche avanzó por la carretera. Mario había preparado una lista de reproducción con canciones variadas, con lo que Jack tuviera un poco de Ariana Grande, Mark pudiese tener rock, y Joane y él algo de música latina. Era una lista de reproducción bastante peculiar, pero les hizo el viaje más ameno. Todos estaban emocionados y aunque no fuese lo que había planeado, Jack también tenía ganas de disfrutar de aquel momento. Tenía la cabeza apoyada sobre su brazo, que se asomaba un poco por la ventana. El viento le removía el cabello y le hacía cerrar los ojos. Mark lo miraba de tanto en tanto. El chico se esforzaba mucho, pero era un pésimo mentiroso y Mark había notado que al invitar a Joane y Mario había disgustado un poco a su novio, aunque no entendía el por qué. No podía comprenderlo porque era incapaz de adivinar que lo que agobiaba tanto a Jack era el tema del sexo y que la excursión sólo había sido una excusa. La canción que estaba sonando se acabó en ese momento y comenzó a sonar una de Ariana Grande, con lo que Jack se animó y abrió sus ojos, encontrándose con las miradas disimuladas de Mark. Se sonrieron mutuamente antes de que el chico comenzase a cantar a gritos con su amiga. A decir verdad, Joane no era fan de Ariana Grande, no le acababa de llamar la atención, pero Jack llevaba mucho tiempo a su lado y era imposible no aprenderse como mínimo el ritmo de las canciones. 

Antes de darse cuenta habían llegado al Pontón Maldito. Había pocos coches en el aparcamiento, normalmente sólo se llenaba los domingos, cuando las familias iban a hacer picnics y esas cosas. Bajaron del coche para coger las cosas. No iban a acampar allí en medio, querían disfrutar de la naturaleza y para eso tenían que adentrarse un poco en el bosque. Mark cargó con la mayor parte de las cosas, mientras que Jack sólo llevaba la bolsa de la comida. Mario, viéndolos, quiso imitarlos y llevarle la mochila a Joane, pero la chica lo miró de pies a cabeza riéndose. 

— Sólo quería ser un caballero. 

— Los caballeros tienen caballo. 

— Tengo la moto.

— Yo también tengo una —se burló la chica sacándole la lengua—.

Echaron a correr para alcanzar a Mark y Jack, que avanzaban por el sendero que llevaba al acueducto. Iban en silencio, Joane había notado también que su amigo parecía algo triste, pero no le había preguntado nada. Al fin y al cabo habían ido allí a pasarlo bien y desconectar. Cruzaron a través del acueducto y siguieron internándose en el bosque. La polución y el ruido de Gullyshore habían quedado atrás. Allí sólo se escuchaba el tenue canto de unos pocos pájaros y la melodía de las ramas de los árboles, mecidas por una fresca brisa que se sentía muy bien acompañada por el calor del sol. Jack y Mark iban cogidos de la mano, pero aun en silencio, y Mario y Joane, que los seguían de cerca, iban discutiendo sobre algo. A Joane le encantaba debatir con Mario, no habían sido muy frecuentes los tíos con los que pudiese hablar, al menos no como a ella le gustaba hacerlo. Mario tenía un aire distinto al resto de tipos con los que se había relacionado, aunque ella se resistiese a actuar como si eso fuese cierto. 

Mark llegó finalmente a la zona en la que iban a acampar. Había una pequeña casa, el refugio forestal, pero todas las veces que Mark había ido allí estaba vacío. Nadie acampaba en el Pontón Maldito, se iban a otros lugares con más fama o más vistos en las redes sociales, olvidando que tenían un pequeño paraíso justo al lado de casa. Entraron para instalarse. Los sacos de dormir irían al fondo, en una pequeña plataforma de madera. Jack puso los ojos en blanco antes de dirigirse hacia allí para colocarlos. Iban a dormir los cuatro juntos, no podía ser peor de lo que ya era. A lo largo de la mañana se había estado mentalizando. Tenía dos únicas opciones: deprimirse por no poder hacer lo que tenía planeado o adaptarse al nuevo plan y disfrutarlo del mismo modo. A pesar de haberse decidido por esa última idea, Jack no acababa de sentirse demasiado cómodo. 

— ¿Os apetece ir a dar una vuelta? —propuso Mario—.

— A mí sí, es demasiado pronto para ponerse a comer. 

Mark miró a Jack, que estaba sentado sobre su saco de dormir con los brazos rodeando sus rodillas. No parecía interesado en salir a andar, así que simplemente se acercó a él, sentándose al lado. Le retiró el flequillo de la frente y lo dio un beso. 

— ¿Quieres que vayamos o nos quedamos aquí?

— ¿Tengo que decidir por los dos?

— Me apetece estar contigo, así que decidas lo que decidas me viene bien. 

Jack lo reflexionó rápido en aquellos poco segundos y optó por no ser un aguafiestas, así que se levantó y cogió a su novio de la mano para ir a dar un paseo por el bosque. 

— ¿Y si nos llevamos los bocadillos y comemos fuera?

— ¿Estáis proponiendo que hagamos una ruta? —bromeó Mark—. Os veo muy flojos para hacer senderismo. 

— Echa el freno, Agente Whisky —le respondió Jack sonriendo—. Hemos propuesto una excursión, no un entrenamiento militar de los tuyos. 

Finalmente decidieron hacerlo. Joane y Jack fueron a preparar unos bocadillos mientras Mark y Mario bromeaban acerca de sus músculos, haciendo que la pareja de amigos pusiera los ojos en blanco. Joane aprovechó el momento para preguntarle a Jack si se encontraba bien, pero el chico siguió fingiendo a pesar de que forzar una sonrisa ya no estaba funcionando. Mark y Mario habían salido del refugio, bromeando como solían hacer. No quería perder demasiado tiempo, así que Joane fue muy directa. Cerró la mochila en la que había metido los bocadillos y abrazó a su amigo, tomándolo por sorpresa. Jack se abrazó a ella con fuerza y sin darse cuenta rompió a llorar. Joane lo mantuvo en sus brazos y miró hacia la puerta, donde Mark se había asomado para llamarlos. Le hizo un gesto con la cabeza y el hombre lo entendió a la perfección. Jack necesitaba desahogarse y ya que él no tenía intención de hacerlo, Joane iba a asegurarse de que el chico hablase de una vez por todas sobre lo que pasaba. Cogieron las mochilas e iniciaron la ruta. Mark y Mario iban delante, nadie tenía idea de senderismo allí salvo el policía, así que era él quien los guiaba. Se moría por saber qué le pasaba a Jack, pero entendía que en ese momento era a su amiga a quien necesitaba, así que se mantenía distante, concentrado en el paisaje y en charlar con Mario. Varios pasos por detrás iban Jack y Joane, hablando sobre algo que el chico llevaba mucho tiempo callando. A Joane, que escuchaba atentamente, le parecía bastante extraño lo que su amigo describía, pero no lo estaba juzgando, sólo intentaba entenderlo. 

— Pero a ti te atrae sexualmente, ¿no?

— La atracción no es el problema —aclaró Jack, intentando explicarse mejor—. Me gusta tener sexo con él, pero soy incapaz de llegar al final. 

— Cielo, no hay ningún final al que llegar. Cada quien tiene sus gustos, simplemente no te gusta la penetración. Eso no es nada raro ni extraño. 

— Sí lo es. No quiero que Mark se acabe cansando de mí y no es como que no me guste la idea de la penetración, es la práctica lo que falla. 

Joane suspiró. Había una parte de ella que comprendía cuál era la situación. Su amigo no estaba hablando por sí mismo, sino por sus inseguridades. Hasta ahí todo era sencillo, Jack siempre había tenido poca autoestima, era normal tener alguna crisis de aquel tipo. El problema era otro. Jack quería tener una relación sexual estereotipada, como las que supuestamente tiene todo el mundo, pero al mismo tiempo no era capaz de hacerlo. Ella no había escuchado un caso similar antes, por eso se había quedado en silencio. No sabía qué responder. Lo que sí sabía era que su amigo necesitaba un consejo, a Jack se le notaba enseguida cuando tenía un día de ansiedad o cuando estaba preocupado por algo. 

— Cielo, lo único que puedo decirte es que Mark se preocupa por ti. Creo que deberías hablarlo con él. Al fin y al cabo, él es tu pareja y la persona con la que mantienes relaciones sexuales. Si tienes cualquier problema con eso, él es la persona con la que deberías hablarlo.

— Lo sé, pero me da miedo. 

— Jackie, mírame —dijo Joane deteniéndose en mitad del camino para mirar a su amigo a los ojos—. ¿Te ha presionado alguna vez?

— No.

— ¿Se ha quejado en algún momento de que haya cosas que no quieres hacer?

— No —respondió el chico, negando rotundamente con la cabeza—. Siempre es muy dulce, nunca me hace sentir mal. 

— Pues razón de más para que hables de esto con él. Sabe que algo te preocupa, pero creo que no se imagina que es esto. 

Jack miró hacia delante. Mark estaba sonriendo, mostrando su blanca dentadura y haciendo callar a los pájaros con sus carcajadas. Quería enormemente a Mark, no había calculado el momento exacto en el que había ocurrido, pero se había enamorado de verdad. Y a pesar de eso, en lo más profundo de su cuerpo, Jack sabía la verdad. Aquella mañana fue la primera vez en reivindicarla en voz alta. 

— Soy asexual. 

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