J&J
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Mañanas de Verano y Noches de Invierno
Único Capítulo del primer libro
Hace 2 meses y 5 días fue el primer verano en el que realmente pude decir "el calor no es problema". Y es que cada rayo de sol que atraviesa mi ciudad es un resplandor que te quemará. Infinito y abrasador aún en el cemento.
El calor es infernal y más en verano. Pero el verano de hace 2 meses y 5 días fue uno de los mejores porque conocí a Joey.
Joey era bajito y usaba lentes azules. Tenía trillones de pecas marrones en su cara y su cabello era muy rubio. Tan rubio que sus cejas se perdían en su piel. Se vestía de manera extraña, con enterizos de mezclilla y camisas de rayas. Además, que siempre iba manchado de alguna pintura fosforescente. Rojo por los bolsillos y morado por las líneas de sus playeras.
— Es que mi mamá es artista, Jenny, y a veces me mancho con su pintura— Me contestaba cuando le preguntaba con una sonrisa desconcertada.
Su voz era aniñada, aguda y llena de entusiasmo. Gritaba y cantaba junto al suelo y el aire le movía el pelo como si estuviera feliz de verlo. Caminaba como si fuera el mejor día de su vida, con saltitos por la pradera y las flores. Admiraba las que más le gustaban y después las olía para posteriormente contarme una historia trágica sobre ella.
Esos tulipanes azules, me decía con una mirada misteriosa, son parte de un pueblo que hace años fue destruido por un dragón. Ahora se esconden entre las margaritas, pero no pueden esperar a matar al villano.
Yo solo lo escuchaba, maravillada por algo de magia en mi simple vida. Joey me traía fantasía y aventura en esas calurosas tardes de verano.
A Joey le conocí cuando justo terminaba de comprar una paleta y él chico llegó corriendo pidiéndome si le compraba una. Me negué y él me hizo un trato.
— Si me compras una paleta te mostraré un lugar secreto.
— Los lugares secretos no existen —. Comenté segura, en esos momentos creía que el mundo ya había sido explorado completamente y un lugar secreto era algo imposible. Joey de alguna forma me dejaba ver cosas nuevas del mundo.
— Si no es secreto puedes quedarte con la paleta—. Su mirada era dulce y me sentí mal al pensar en negarme otra vez así que acepté.
Le compré una paleta de mora azul a Joey y caminamos mientras yo degustaba una de frambuesa. Son mis paletas favoritas y no las cambiaría por nada.
Anduvimos debajo del manto luminoso y ardiente que el sol nos ofrecía con una sonrisa hecha de rayos y ni el frío del postre hacía que mi sudor bajara. Los veranos en mi pueblo eran un poco extremos, pero el invierno venía con una fuerza que podía enfermar a las personas y que se quedarán en cama por días. Era un desierto alejado, con una sociedad perfeccionista y un clima intenso.
— Ya me cansé—. Comenté. Joey me miró y antes de contestar observó el paisaje delante de él.
Frente a mí había un hermoso terreno plano y baldío. Con un pasto igual de verde que las hojas en primavera, flores y arbustos crecían sin esfuerzo en las tierras de ese lugar. Resplandecían con chispas que la gran estrella proporcionaba. Y en el medio un majestuoso sauce en el centro de todo. El bosque común de la ciudad estaba más atrás, pero lo que llamaba la atención era el árbol grande y bien cuidado con flores blancas y plantas sanas.
Era un lugar digno de admirar, el añejo árbol en el centro, un pasto con brotes de retoños, tan coloridos como las auroras boreales de Alaska, unas líneas amarillas sobrepasando los cielos y un bosque frondoso detrás de todo. Cuando lo vi no pude decir nada, nunca había escuchado de este lugar y me sorprendía que algo tan hermoso fuera tan escondido. Por eso se llamaba el lugar secreto. Un rincón de paraíso alejado del infierno del mundo.
— Le llamo el sauce viejo y enamorado—. Dijo mientras caminaba hacia el. Yo no respondí, estaba muda admirando cada pequeño detalle del sitio. Era gigante, o por lo menos para mi —, mi papá traía aquí a mi mamá cuando trataba de enamorarla—. Se sentó con la espalda recargada en el tronco e hizo una seña para que lo siguiera—. Es mi lugar secreto ahora. Vengo aquí cuando solo quiero pensar en una hermosa historia de amor y ver si puedo salir de la realidad —. Me acerqué hacia él con temor. No deseaba arruinar la imagen con mi simpleza.
— ¿Y cual historia de amor le puedes dar a un viejo árbol? —. Pregunté mientras estaba posicionado a su lado. Con nuestras miradas conectadas y bañadas de inocencia y emoción.
— Este árbol antes era un hombre apuesto que se enamoró de una chica bella. Su amor era prohibido en ese tiempo porque el chico tenía dinero y la chica no. Se juntaron por años en este mismo lugar. Charlando sobre escapar y salir del pueblo para ser felices. Pero el chico se comprometió con alguien más y en días la chica igual. La chica se casó primero y se fue a vivir lejos, esperando la vida junto a alguien que no amaba y con el recuerdo de que su único amor de verdad tendría el mismo destino. El chico al no querer esto se convirtió eternamente en un sauce en este mismo lugar. Espera a su amada para sorprenderla con estas flores blancas, pero ella nunca llegará, ya no.
— ¿Y por qué no llegará? —. Aunque no me creía la historia tenía curiosidad de porque ese amor nunca cumpliría su destino, estar juntos.
— Porque ella ya lo superó y fue feliz con alguien más. Eso pasa con el amor, mientras tú esperas eternamente por alguien esa persona ya es feliz con otra persona diferente. Es mejor dejar ir y no terminar herido.
— Sabes mucho para alguien tan pequeño.
— Tengo 11. Soy grande.
— Pareces de 9– Señale debido a su altura. Él me miro, receloso de mi comentario. Yo sonreí —, yo tengo 10.
— Entonces, ¿somos amigos? — Me dijo después de un silencio conmovedor.
— ¿Por qué seríamos amigos?
— Porque tú me compraste una paleta y yo te mostré mi lugar secreto y te conté una historia.
— Está bien, seamos amigos — Y desde ese día cada 4 de la tarde nos encontrábamos en donde venden las paletas de frambuesa y mora azul para comprar una e ir junto a nuestro lugar secreto. Lo nombramos el escondite de Joey y Jenny, abreviando J&J., y con un cuchillo de cocina que el trajo a escondidas escribimos nuestras siglas en su tronco robusto y maduro. Fue difícil, pero lo conseguimos, de manera eterna nuestro nombre se quedó en un centenario y enamorado árbol. Era nuestra forma de decir que no importaba qué, siempre estaríamos unidos. Nuestra amistad se volvió como un lazo fuerte en cuestión de segundos, conectamos de tal manera que las letras J&J., eran la única forma de demostrarlo. Nos volvimos inseparables.
Hablábamos sobre tantas cosas esas tardes que el momento en que estaba con Joey era mi momento favorito en el día. Era el más esperado y pronto me di cuenta de que Joey era mi persona favorita en el planeta. Me gustaba estar junto a su lado y ni siquiera con mi mamá o con mis demás amigos me sentía tan cómoda como con él.
Pasamos tanto tiempo juntos que me carcome haberles dicho una mentira. Fue algo vil, pero mentí. Hacia cualquier persona que lea esto pido perdón con mi más sincero corazón.
Joey no era Joey. Joey era Joy y Joy era una chica.
Joy me caía bien, era increíblemente bella. Siempre tenía el impulso de besar sus mejillas para ver qué sentía mis labios en su piel. Y cuando agarraba sus manos con las mías no quería soltarlas nunca más, eran cálidas y me sentía segura.
Me gustaba verla hablar, cómo jalaba sus lentes para arribar porque estos se deslizaban por su nariz era tierno. Y verla parlotear sobre cualquier tema, con un atardecer detrás era algo que podía admirar por horas.
Nos sentábamos en ese sauce viejo, con el bosque detrás y un paisaje dorado donde nos contábamos nuestro día. Agarrábamos nuestras manos juntas, era irreal, a veces ella dejaba que acostara mi cabeza en su hombro y sentía que flotaba y cuando un día dejó que besara sus sonrojados cachetes no pude contener mi alegría y sentí que volé. Al otro día no pude dejar de sonreír con mis mejillas rosas y un cosquilleo en mi boca. Mi mamá se preocupó un poco al ver mi constante felicidad.
Nunca cambiaría esas tardes soleadas con Joy, ni por 100 paletas de frambuesa, ni por 1,000. Pero una tarde Joy no volvió a nuestro árbol. Me quedé esperándola, pero nunca llegó. Y lleva sin volver 1 semana y 2 días.
La extraño más de lo que mis dedos pueden contar y solo quiero volver a tomar su mano y sentir seguridad. No sé donde está y cada día que pasa me asusto más. ¿Qué pasa si nunca regresa? No sé dónde vive, solo sé que se llama Joy, sus cabellos son como hilos de oro y huele a sol. Tiene una personalidad encantadora y sus ojos son iguales a lo mejor que me ha pasado. Verdes, alegres y llenos de historias sin contar.
¿Dónde estás, Joy? ¿Regresarás algún día a nuestro sauce?
Cada día se vuelve más viejo y cada día siento que mi corazón es igual. Es raro porque con cada hora que pase sin volver a ver sus ojos verdes mi corazón pierde una hora de vida. Aunque nuestro nombre sigue en ese tronco y aunque se quedara ahí por una vida no llena su vacío.
Joy me daba vida, era la alegría de mi día. Y sin ella me siento un poco perdida. Con Joy sentía cosas raras, aún las siento. Me gustaba estar a su lado, viendo sus pecas y sus ojos. Tocar sus manos y su cabello. Acariciar su piel y tal vez besar sus labios. Me gustaba estar junto a Joy. Me gustaba Joy. Me gusta Joy.
Pero Joy ya no está.
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Aquí no termina el viaje de Joy y Jenny, aún falta que las estrellas escuchen sus deseos y tengan su merecida historia de amor. Así que siéntate, relájate y espera una nueva actualización, eso si, no esperes estabilidad mental después de eso.
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