|E P Í L O G O|
Aviso: Este epílogo contiene un poco más de 6000 palabras. Si, es largo pero necesario. Todo lo que te pido es que lo leas cuando realmente tengas ganas y tiempo.
Antes de deslizar la pantalla para continuar con la lectura, déjame agradecerte por llegar hasta aquí y por darle la oportunidad a esta obra.
Ahora sí, que lo disfrutes.
No olvides dejar tu comentario o voto para saber que te ha parecido este epílogo.
Ciao•
Cinco años después…
Taehyung
Golpeo mis nudillos en la puerta y espero; no hay mucho que ver mientras lo hago, pero miro, sin embargo. Un área pequeña con hierba, no mucho más grande que una muestra de alfombra, reposa al lado del escalón inferior; se ve tan fuera de lugar, rodeado de barro, trozos de grava y vidrio de la calzada.
Montones de baches que parecen minas terrestres: todo el jodido parque de caravanas es un puto bache gigante. Y huelo mierda. En todos lados.
Miro hacia abajo y giro mi pie izquierdo hacia los lados para revisar la parte inferior de mi zapato, luego el derecho, aliviado de no haberme parado sobre un montón en mi camino por la acera de ladrillo y tierra.
Pero hay montones de mierda esparcidas a través del patio, que me sorprende que se haya dejado intacto un pequeño trozo de hierba. Gatos. También están en todas partes.
Siento que están esperando el momento justo para emboscarme.
Llamo a la puerta de nuevo, esta vez con más urgencia.
La puerta se abre y el rostro de Leslie se ilumina cuando me ve.
—¡Tae! —Ella viene hacia mí, con los brazos extendidos a los lados, y me da un tremendo abrazo. Torpemente le doy unas palmaditas en la espalda, ya que no soy muy del tipo que abraza. — Entra—, me insta, haciendo un gesto hacia mí.
Levanto la mano.
—Ha pasado un tiempo que no nos hemos visto y todo eso, pero si hay sesenta gatos allí, o adquiriste algún tipo de problema de acumulación, simplemente preferiría quedarme parado aquí.
Ella pone los ojos en blanco, me agarra del codo y me arrastra hasta su remolque del tamaño de una caja de cerillas, que resulta estar limpio, a pesar del barrio.
—Los gatos no son míos— dice, dirigiéndose a la cocina a plena vista desde la sala de estar—. Son de todo el mundo aquí, supongo. Pero todo comenzó con la dama en el lote tres: dos gatos se convirtieron en sesenta; ya te lo puedes figurar.
—¿Por qué cagan por todo el lugar? ¿No se suponía que los gatos eran limpios?
—Son salvajes— dice ella, tomando dos botellas de cervezas de la nevera—. Y endogámicos.
—Oh— Me encojo de hombros, suelto el tema de los gatos y vuelvo a lo que
estaba pensando mientras estaba afuera, antes de sentir doscientos ojos en mi espalda—. Entonces, aquí es donde vives, ¿eh?
Mis ojos escanean el pequeño remolque, el viejo sofá roto, el sillón reclinable color granate y el televisor de pantalla plana de veintiocho pulgadas; una pila de DVD reposa en la fea alfombra marrón a su lado.
—Sí, este es mi lugar— dice ella, agitando la mano sobre la habitación antes de darme la cerveza— ¿Algo malo con eso? Tienes esa mirada crítica.
Yo tomo la cerveza.
—No hay nada de malo en ello— le digo, y tomo un trago—. Es solo que me imaginé que cincuenta mil dólares te ayudarían—. Le dimos el dinero unos meses después de lo que pasó en Italia.
Ella sonríe, toma un sorbo. La sigo y me siento con ella en el sofá.
—Me ayudó—dice ella—Pagué muchas deudas. Y compré ese coche allí afuera; no es nada lujoso, pero es confiable. Pagué años de alquiler anticipado de este lugar, no tengo que preocuparme por el alquiler por un tiempo. Eso siempre es bueno.
—Pero podrías haber comprado un lugar—, señalo. Miro de nuevo alrededor de la pequeña zona—. Podrías haber comprado cinco o seis de estos.
Ella se encoge de hombros.
—Tenía muchas deudas.
Llaman a la puerta. Leslie me mira y llevo mi mano detrás de mi cintura tomando mi arma. Asiento con la cabeza a la vez que Leslie pone su cerveza en la mesa de café y va a abrir a pocos metros de distancia.
Ella se detiene a medias afuera, sus dedos curvados alrededor de la puerta, manteniéndola abierta detrás de ella. Oigo voces débiles, pero solo capto trocitos del intercambio.
—Este no es un buen momento, señora Gregory— susurra Leslie, hace una pausa para dejar que "Gregory" hable, y luego agrega: —No, tendrás que volver más tarde. Sí, puedo conseguirte un cigarrillo. Espera.
Leslie cierra la puerta por completo, toma un cigarrillo de un paquete en la mesa de cocina y lo lleva a la mujer afuera.
Deuda de drogas, me contesto. ¿Por qué más, una mujer que pasa el rato en bares de mala calidad todas las noches y vive en un parque de casas rodantes en la peor parte de la ciudad, gastaría cincuenta mil dólares en algo más que drogas? Sabía que ella tenía problemas de drogas el día que la conocí – esa noche, ella estaba haciendo una fila de coca en la barra a espaldas del camarero—Así que, supongo que no puedo esperar nada más de ella. De todas formas, no es asunto mío. Ella puede tomar todas las drogas que quiera, follar a quien quiera, y nunca pensaría menos de ella por ser quien es.
Simplemente me sorprende, eso es todo; esperaba que ella apreciara ese dinero un poco más, e hiciera algo con él para mejorar su vida. Es una pena, de verdad, porque en realidad ella es una mujer hermosa.
—Lo siento—, dice ella, sentándose a mi lado otra vez— La señora Gregory es un poco curiosa,probablemente vio tu Mustang clásico ahí afuera y quería saber quién lo está conduciendo. Autos bonitos y raros estacionados por aquí se han convertido en la gran noticia del parque de caravanas—. Ella mueve sus ojos negros azabache—. Quizás sea una pregunta estúpida pero ¿Qué haces aquí Tae? No creo que sea para asegurarte en que gaste el dinero que me diste. ¿Acaso quieres...
Ella sonríe, y se acerca más, poniendo su mano en mi muslo.
—En realidad, no es para eso que vine aquí—, le digo. Un poco sorprendida, Leslie aleja su mano de mi pierna y me mira con curiosidad.
Tomo otro trago, saco un cigarrillo del bolsillo, lo pongo entre mis labios y lo
enciendo.
—Si estás interesada— comienzo y doy otra calada, — te quiero de vuelta en el equipo.
Leslie parece sorprendida.
— ¿De vuelta en el equipo?—repite—. Creí que todos estaban por su cuenta.
— Así es— le digo, con humo saliendo de mi boca— Pero hace unas semanas recibí una llamada y no te mentiré, ni lo adornaré, estamos jodidos.
Sus cejas se arrugan e inclina la cabeza hacia un lado.
—¿Qué tipo de llamada? Puedes ser un poco más claro Taehyung, no me lo estás vendiendo muy bien.
— Si quieres saber de qué se trata tendrás que venir conmigo—le digo, y ella parpadea—. Tendrás que venir conmigo a Sans Soley.
__________________________________
Yoongi
—Hombre, ¿qué demonios está haciendo tu hijo?
—No es mi hijo.
—Oh, como que el infierno existe que lo es. —Hoseok lleva la botella de cerveza a sus labios, dando un largo trago—. Está usando una chaqueta de cuero.
Entrecierro mis ojos, porque está luminoso como el infierno a la tarde en Wefron, y efectivamente, es mi hijo. Mi hijo de cuatro años está… ¿qué está haciendo, exactamente? No estoy completamente seguro, pero conociendo a Leone, no puede ser algo remotamente constructivo, y probablemente le haga ganar una cantidad indefinida de tiempo en el rincón de castigo. Este niño ha visto más paredes que un pintor de murales.
Es mi mini-yo. Confianza, actitud y travesura todo envuelto en una sonrisa inocente.
—Creo que acaba de dibujar una gran polla en la frente de Katia—comenta Namjoon, mirando fijamente en su vaso de whisky como si contuviera la respuesta al misterio de la vida.
Yo bebo agua. Por los últimos cinco años, solamente ha sido agua para mí. No voy a engañarme. Sí, estoy jodidamente muriendo por un trago. Permanecer sobrio es un sacrificio, pero uno que estoy dispuesto a hacer por mi familia.
Namjoon le pega un codazo a Hoseok, inclinando su barbilla hacia Leone y Katia.
—Si eso no es marcar su propiedad desde una temprana edad, no sé lo que es.
—Son solo niños. Se llama jugar.
—Jugar. —Namjoon saborea la palabra en su lengua—. Jugaste el mismo juego con Donna, si mi memoria no me falla. Pero con una polla de verdad, y no fue su frente donde lo pusiste.
Esa última declaración le gana a Nam un puñetazo en el brazo. Giro mi anillo de bodas alrededor de mi dedo y observo a los niños corriendo alrededor de nosotros, los rayos del sol brillando entre ellos.
—¡Leone! —lo llamo, y alza la mirada, el marcador negro aferrado a su pequeño puño.
Oh, mierda.
No parece un marcador. Parece un Sharpie.
—Ven aquí, por favor. —Asiento hacia la esquina donde Hoseok, Nam y yo
estamos parados.
Leone camina lentamente hacia nosotros, balanceando sus brazos junto a su cuerpo de una manera exagerada. Hoy estamos celebrando su cuarto cumpleaños, y todos sus amigos de pre-escolar están aquí.
Hoseok está volteando hamburguesas, hay un payaso, un mago y una máquina de algodón de azúcar. Solamente lo mejor para mi hijo.
Leone se ve igual a mí hasta en su forma de caminar. Pero su cabello es negro como la noche, uno de sus ojos es verde azulado y el otro grisáceo como los de su madre. Es el doble de alto que los niños de su edad. Se para frente a mí.
—¿Qué le hiciste a Katia? —pregunto, arrodillándome a su nivel de ojos. Katia es dos años mayor que Leone. Ella debería ser la que manda, no al revés.
—La tatué —dice mi hijo, su voz tranquila.
Me está mirando fijamente a los ojos, y tiene esa mirada en su rostro qué dice “qué vas a hacer al respecto”.
—Dibujaste en su frente —lo corrijo—. ¿Por qué hiciste eso?
—Ella pidió ser tatuada. —Dios santo.
Nada de mirar Ink Master con este chico cuando estoy muy ocupado para notarlo.
—¿Qué le tatu… pintaste en la frente, exactamente?
No digas una polla. No digas una polla.
—Una nave espacial —responde. Se gira y llama a Katia, quien trota la corta distancia hasta nosotros. Leone procede a explicar, su dedo moviéndose a través de la frente de ella—. Este es el tanque externo —señala a la cabeza del pene—, y esta es la órbita —apunta a las bolas.
—¿Y qué está disparando el tanque externo, exactamente? —interroga Nam, su voz rígida. Contengo mi risa y espero a que Leone responda. Sus ojos se agrandan.
—Balas, por supuesto. Muchas y muchas balas.
Gracias a Dios no dijo semen.
Pongo una mano en la suave y rojiza mejilla de mi hijo.
—Escúchame con cuidado, Leone ¿de acuerdo? No dibujamos en el cuerpo de otras personas. Jamás. Especialmente nada de naves espaciales. —Jaime es un amigo pero no estoy seguro de cómo me siento respecto a otros padres llamando a mi puerta quejándose de que mi hijo está dibujando penes en sus hijas.
—Entendido. —Asiente—. Nada de naves espaciales.
—Y no hacerle a otros niños tatuajes, punto. Ahora ¿por qué no juegas con Ken?
—¡Porque lo odio! —responde Leone directamente.
La próxima generación sin duda alguna está siguiendo los pasos de su padre.
Alboroto su cabello.
—¡Leone! —. Donna lo llama junto a la piscina.
Levanto la vista y observo a mi mujer por un largo momento. Estuvimos distanciados cuando Leone nació. Sí, no fue buena idea decirle lo que había sucedido con Alessia en aquel momento pero supongo que pensé que lo era. Y todo terminó mal. No sé cuántas veces le había dicho que lo lamentaba mientras ella estaba en el hospital, pero me disculparé cada día por el resto de mi vida si eso es lo que necesita.
—Ve con tu madre, amigo. —Le beso en lo alto de la cabeza.
—De acuerdo, papi.
—Y dame la Sharpie.
Katia mira a su padre. Jaime la pone en su pierna con un abrazo.
—Nena, ¿puedes prometerle a papi algo?
—Sí.
—Nunca, jamás, mires o hables o juegues con Leone otra vez.
La pequeña Katia pone sus ojos en blanco y camina hacia la máquina de algodón de azúcar. Jaime, Nam y yo reímos.
Hoseok está volteando hamburguesas con una cerveza en su mano, negando con la cabeza.
Nam está por beber otro sorbo cuando se detiene congelado.
—¿Qué sucede? — pregunto y él inclina su barbilla hacia un hombre que sí reconozco.
Jimin.
Parpadeo un par de veces por qué la última vez que lo vimos fué hace dos años. Lo último que supimos de él fue que compró el cincuenta por ciento de acciones de Heights Holdings y estaba alejado por completo de la vida que llevábamos antes.
Nam, Hoseok y yo. Seguimos por nuestra cuenta pero nada comparado a lo que solíamos hacer cuando estaba JungKook con nosotros.
Mierda. Aún es difícil hablar o pensar en él.
Los tres movemos nuestras miradas para observar a Jimin enfundado en un traje azul de tres piezas caminar hacia nosotros como si estuviera en una maldita pasarela.
—Apuesto que en cualquier momento echará su cabello hacía atrás— dice Nam entre risas a la vez que Jimin lleva su mano derecha y peina su cabello rubio ceniza— . Se los dije.
—Es tu hijo el que está intentando comenzar un fuego usando dos rocas junto a la fuente —advierte Jimin, inclinando su cabeza hacia el extremo alejado del jardín.
—No es mi hijo el que…
Giro mi cabeza hacia la fuente y observo justo a Donna quitarle las rocas a Leone. Ese niño va a acabar conmigo.
— Puede que a veces intente prender fuego nuestra casa— me encojo de hombros a la vez que Jimin sonríe.
—¿Qué demonios haces aquí? No tenemos fotógrafos pero el payaso puede tomarte algunas fotos— dice Nam señalando al payaso que intenta formar un perro con los globos.
Hoseok se ríe. Nam le da palmadas en la espalda. Me quedo en el lugar, pero cuando llega a darme un abrazo, abro mis brazos y lo dejo entrar. Se siente extraño estar juntos de nuevo.
— ¿Una cerveza?— extiendo la botella y Jimin la toma, bebe un sorbo mientras nos observa— Vamos suéltalo, ya— Lo apremio sabiendo que jodidamente está aquí por otra cosa y no por el cumpleaños de mi hijo.
Jimin apoya la cerveza en el suelo y vuelve a levantar la mirada hacia nosotros tres. Mete ambas manos en su bolsillos y recorre con la mirada a nuestro alrededor cerciorándose que nadie escuche lo que tiene para decirnos.
—Vamos, hombre. —Exige Nam.
Jimin lame sus labios y se balancea en su lugar, estoy a punto de meter una bala entre sus pies solo para que deje la intriga de lado cuando dice:
— Sans Soley.
Mis ojos chocan con los de Nam y Hoseok.
_________________________________
Maggi
Cierro la cortina de mi nueva casa y me deslizo a mi habitación. Hay sangre en mi ropa de una reunión más temprano y pretendo cambiarme, pero decido no hacerlo en el último momento. La sangre me ayudará a interpretar la parte, solo tengo que hacerla parecer como si fuera mía.
No necesito empacar un bolso o
agarrar un cepillo de dientes o algo así, porque las víctimas de secuestro
reclutadas para establecimientos de esclavitud sexual no tienen tales lujos;
tienen suerte si todavía están llevando zapatos para el momento que son
llevadas a través de las puertas de uno de los últimos lugares que alguna vez
llamarán hogar.
Me trago una píldora de control de natalidad y me pongo a trabajar en
entretejer el equivalente a un mes de las pequeñas píldoras, en las raíces de mi cabello.
Un golpe hace un ligero eco a través de la casa. Al principio, pienso que vino desde el sótano, pero cuando lo escucho de nuevo segundos después, confirmo que el origen es en la puerta principal. Tal vez es el coyote. Me dijo que lo llamara Ray, pero ese no es su nombre verdadero, así como Beth no es el mío.
Tuve que elegir un nuevo nombre deprisa y no pude evitar pensar en él en ese momento. Supongo que es mi manera de hacerle honores. De sentir su presencia cerca de mí como cuando estaba en misiones bajo sus órdenes.
Con él. Es demasiado difícil no hacerlo, porque incluso los sucesos más insignificantes hacen que le recuerde: el olor a tabaco, los
coches deportivos que aparecen en
la televisión, los trajes de tres piezas…
Todo me lleva a un nombre, a una misma persona.
Exhalo un suspiro. Debo parar de pensar tanto y de verlo en todos los sitios, pero me es imposible.
Todavía se me eriza el vello sin ninguna razón.
Sacudo la cabeza antes de entrar en la sala de estar, echo un vistazo por la ventana de mi dormitorio y miro hacia la calle.
El auto antiguo de Ray se ha ido y no hay otro vehículo en cualquier otro lugar a la vista que no estuviera ahí antes.
El golpe suena de nuevo.
Agarro mi arma de la cama, y me dirijo por el pasillo, agachada y en cambio me voy hacia la izquierda hacia la cocina.
Silenciosamente me deslizo a través de la puerta de la lavandería y voy alrededor del costado de la casa.
Siempre en alerta máxima, especialmente mientras todavía estoy en Nonsan, al alcance para que cualquiera me encuentre.
Mirando por la esquina de la casa, vislumbro a una mujer de pie ante la
puerta principal. La luz del porche no está prendida así que es difícil distinguir algo más a que es mujer, el largo cabello y pequeño cuerpo fácilmente delatan eso.
Apuntándola con el arma a solo metro y medio de distancia, digo:
—¿Qué quieres?
Las manos de la mujer suben lentamente, como si supiera que tengo un arma y luego gira su cabeza hacia mí.
—Solo quiero hablar —dice—. Bueno, de hecho, quiero más que eso, pero puedo asegurarte que no estoy aquí para lastimarte.
—No podrías —digo con confianza.
Ella asiente, levanta sus manos más alto.
—Sí, soy totalmente consiente de eso.
Me muevo un poco más cerca, sintiendo el frío y suave concreto debajo de mis pies desnudos; mi dedo abraza el gatillo.
—Date la vuelta —exijo.
Hace exactamente lo que digo, mantiene sus manos al nivel de sus hombros.
—Ahora estira tu mano derecha —instruyo—, y abre la puerta principal.
Una breve mirada de sorpresa destella sobre su rostro parcialmente
ensombrecido.
—¿Dejaste tu puerta delantera desbloqueada? —pregunta.
—Sí —admito—. No voy a vivir con miedo. Si alguien realmente me quiere, una puerta principal bloqueada no va a detenerlo. Y si entran por esa puerta y me atrapan fuera de guardia, entonces merezco lo que sea que me suceda. Ahora abre la puerta.
Toma el picaporte y lo gira; la puerta se abre sin hacer ruido; la débil luz de la lámpara de la sala de estar llega a la entrada y a la mujer, revelando su
cabello castaño y sus amables ojos.
Está vestida con un simple pantalón
color caqui y una blusa blanca de manga corta metida en ellos; sus zapatos son de suela plana, blancos y puntiagudos en la parte de los dedos. No me importa nada de eso, estaba buscando por un arma entre todo eso.
—¿Dónde está tu arma? —pregunto, todavía mirándola y evaluándola.
—No tengo una.
—¿Un cuchillo?
Niega.
Señalo con mi arma hacia la puerta.
—Entra. Mantén tus manos donde pueda verlas.
La mujer entra en mi casa y la sigo de cerca, cerrando la puerta principal
con mi mano libre.
—Siéntate en esa silla —le digo, mirando hacia la silla de madera de segunda mano.
Se sienta.
—Pon tus manos sobre tus rodillas.
Pone sus manos sobre sus rodillas.
Me siento en la mesa de centro, de frente a ella, el arma todavía apuntándola. No luce amenazante: Es más pequeña y mucho más frágil que yo, pero nunca la subestimaría por su tamaño. Aprendí eso del mejor.
—Ahora dime quién eres y qué es lo que quieres.
Mantiene su enfoque en mí, pero no luce asustada, cautelosa e inteligente sí, pero no asustada.
—Estoy segura que para este momento sabes quién soy y cómo es que te conozco.
Su rostro me parece conocido pero aún no puedo saberlo a cien por ciento.
—Continúa —le digo.
— Estoy aquí porque necesito que vengas conmigo a Sans Soley.
Una ola de recuerdos y nostalgia me recorre. Me muerdo el interior de mi boca, y miro hacia la chica con exasperación.
—¿Qu...qué has dicho?
Ella asiente.
—Sí. Escuchaste bien. Sans Soley.
Ambas quedamos en silencio durante un momento. El arma permanece en mi mano, descansando encima de mi pierna; quito el dedo del gatillo.
—¿Quién eres?
La expresión de la chica se vuelve más seria y reflexiva; hace un movimiento como si quisiera hacer gestos con sus manos, pero se detiene antes de que sus dedos se levanten de sus rodillas, recordando su situación. Suspira; sus ojos se desvían de los míos, y entonces mira hacia el suelo.
Espero, cada vez más impaciente, pero no le dejo saber cuánto.
Entonces, de repente levanta la cabeza, y percibo la sensación más extraña a partir de la expresión en sus ojos. ¿Empatía? ¿Familiaridad?
Se inclina hacia adelante solo un poco, manteniendo las manos en sus rodillas, y en una voz baja, dice:
—Maggi, ¿no te acuerdas de mí?
Inclino mi cabeza hacia un lado; siento mis cejas retrayéndose; parpadeo con la confusión. ¿Recordarla? ¿De dónde? Mi mente empieza a correr; solo fragmentos de las imágenes completas cruzan a través de mi memoria, pero ella no está en ninguna de ellos.
Entonces algo se me ocurre… me llamó Maggi.
Estoy parada otra vez, y no recuerdo el movimiento que me puso de pie; mi está arma todavía en mi mano, pero en mi corazón no debo sentirme amenazada o mi dedo ya habría encontrado de nuevo el gatillo para este momento.
Empatía. Familiaridad. Ambas cosas las siento más ahora, cuanto más la miro, cuanto más profundo miro en sus ojos.
Esos ojos.
Sí, ella me resulta familiar, pero no puedo…
—¿Me puedo levantar? —pregunta.
Asiento.
Lentamente la chica se levanta de la silla. Con las dos manos, empieza a separar los botones blancos perlados de su blusa, sacando el dobladillo de su pantalón cuando se acerca al último botón.
Saca los brazos de la blusa y luego la coloca cuidadosamente en el asiento de la silla. Entonces se da la vuelta, y cuando la luz de la lámpara toca su espalda desnuda, revela los horrores de su pasado.
Y mi pasado. Cicatrices se entrecruzan en su piel, de un lado al otro de la espalda, restos de una brutal paliza. O dos. O cuatro. O diez.
Me siento contener el aliento, el aire llenando mis pulmones, ahogándome; la sal en mis ojos; el dolor en mi corazón; el salvajismo en mi memoria.
Trago.
Pongo la pistola en la mesa de café.
Ella se da la vuelta otra vez, y se acerca más hacia la luz; su rostro cada vez más claro. Y no puedo apartar los ojos de ella.
Porque la recuerdo.
Ahora la recuerdo…
So-jung.
_________________________________
Pueblo Sans Soley.
Me paro en seco cuando mis ojos reparan en la mansión donde todo comenzó para mí. Aún permanezco en la puerta sin poder entrar. Imagino mis maletas a un costado de mi cuerpo pero esta vez no hay nada.
Solo estoy de pie en los mismo peldaños que hace unos años. Mi mirada recorre, ahora, un jardín descuidado y mi garganta pica al recordar a mi tío.
El caminito de piedras que hace un tiempo estaba adornado de flores, hoy está repleto de hierbas altas. El cuerpo de So-jung está detrás de mi, me giro para verla cuando mis ojos se encuentran con el apartamento de mis tíos.
Un nudo baja hasta mi pecho, no parece real cuando puedo percibir el aroma de los cupcakes de limón de mi tía. Todos los recuerdos brotan en mi mente, siento mi cuerpo débil y sin fuerzas.
— Sé que es difícil para ti pero debemos entrar, Maggi.
Mis ojos viajan a los de So-jung, aquellos ojos que por algún motivo me impulsan a algo que no puedo explicar. Pero, entonces, repentinamente, algo se agita en mi interior y me hace sentir nerviosa e intranquila.
Sin embargo, permanezco en
absoluto silencio mientras llevo mi mano al picaporte e ingreso a la gran sala. Al momento que estoy dentro, me estremezco con violencia; un escalofrío recorre veloz mi espina
dorsal. Me froto los brazos mientras
miro hacia ellos que están parados a una corta distancia de mi.
Yoongi, Jimin, Hoseok, Leslie y Nam. Ellos están aquí después de mucho tiempo.
Sus rostros de sorpresa al verme.
Se me puso la piel de gallina cuando comienzo a avanzar con premiosidad en su dirección.
Un paso.
Dos.
Tres.
Sus pisadas son firmes, resuenan en mis oídos. La última vez que los ví, sus miradas eran acusadoras al descubrir que había llegado a este pueblo con la intención de entregar al equipo.
Pero nunca lo hice.
Nunca lo haría.
JungKook me había mostrado a su familia. Y rápidamente se habían convertido en la mía también.
Levanté la mirada cuando los sentí a pocos milímetros de mi cuerpo, aunque mi visión seguía siendo nula. Me sentía extraña por qué a ciegas mis ojos buscaban con desesperación los suyos.
Lo primero que visualicé fue la sonrisa de Hoseok seguido de unas grandes manos en mi espalda. En cuanto mi cuerpo se estrechó con el suyo, derrame las lágrimas que tanto había tratado de contener, aunque no sabía si eran de alegría o de tristeza. O quizás una mezcla de ambas.
Poco a poco sus grandes cuerpos se envolvieron con el mío. Me estremezco al recordar fugazmente los últimos años sin ellos.
_______________________________
Taehyung
Cinco cabezas se giran al unísono hacia ella; con dificultad, logro refrenar el entusiasmo creciendo en mi corazón. Hoseok toma la iniciativa acercándose a Maggi y el resto lo sigue, menos yo.
Me quedo de pie cerca del gran ventanal por qué en este momento ella no es la única con sentimientos encontrados en este lugar.
Llegué aquí primero que todos con Leslie. Quizás deje a Leslie vagar por la mansión mientras me escondí en algún lugar de la casa para llorar como una niña al ver los lugares donde compartí momentos con Valerie.
Nunca. Jamás. Me olvidaría de ella.
Carraspeo mi garganta cuando los abrazos culminan y veo a Maggi acercarse a mi.
—Maggi —digo, y por un momento más largo del que tenía pensado, es todo lo que puedo decir.
Ella lleva una ajustada falda negra que abraza sus curvas ajustadamente, un par de tacones negros y una blusa de seda negra, complemente abotonada
hasta la mitad de su garganta. Pero ninguna cantidad de tela puede evitar que mis ojos olviden su cuerpo desnudo en aquella subasta.
Está deslumbrante, como siempre, pero me doy cuenta que hay algo bastante diferente en ella. No es su cabello, ahora, castaño rojizo oscuro, más corto de lo normal, peinado en ligeros rizos que apenas rozan sus hombros, o la brillante hebilla negra que aparta su flequillo del rostro hacia el lado izquierdo; no son las largas y negras pestañas que parecen rozar majestuosamente su rostro cuando parpadea, o el ligero brillo de sus
sonrosadas mejillas. Es el poder en las profundidades de sus ojos, una intrépida necesidad, una oscuridad que nunca más puede entorpecerla o cegarla, pero que siempre será su ventaja. Es El Cambio. Y eso me deleita y preocupa por igual.
—Es bueno verte —dice sonriéndome brillantemente.
Sus delgados brazos se envuelven alrededor de mi cuello y me toma cada parte de mi no respirar su maldito perfume.
Se aparta de mi cuerpo y estoy jodidamente agradecido por eso.
—¿Todavía no les has dicho? —pregunta.
Me detengo, pensando.
—¿Decirles qué?
Ella vuelve a mirar a todo el mundo, y luego sus ojos caen en mí.
— Que te he dado una paliza en Italia.
Ella ríe. Sacudo mi cabeza, negando.
—No —digo forzando una sonrisa—. Y no planeaba decirles.
—Cómo pude perderme eso—dice Yoongi, acercándose más—. ¿Puedes repetir la escena? Tengo que ver qué tan duro golpeas.
— Puedo mostrarte con mi puño—digo—. Repetidas veces.
Maggi sonríe genuinamente.
Los dejo a todos, Maggi incluida, y me dirijo nuevamente hacia la ventana. Puedo sentir los ojos de todos sobre mí, la anticipación y la impaciencia de saber por qué reuní a todos aquí.
Inhalo profundamente, y cruzo las manos frente a mí una vez más.
—Les contaré todo sobre qué hacemos aquí pero antes debemos esperar a que él llegue.
—Oh, ¿Y a quién esperamos? —pregunta Leslie.
Llevo aire a mis pulmones.
—Al demonio enfundado en un traje.
_______________________________
Maggi
Muerdo mis uñas a la espera. Después de diez perturbadores minutos, escuchamos la frenada chirriante de un coche.
Taehyung camina hacia la puerta y el resto nos quedamos con los ojos puestos en la entrada de la mansión.
Separo los labios para poder respirar mejor. Me siento mareada y no puedo entender la reacción de mi cuerpo.
La puerta se abre y un cuerpo masculino ingresa. Con la respiración acelerada y unas ganas enormes de ver un rostro que es imposible que vea, levanto mi mirada y descubro unos ojos azules, es alto con corto cabello negro, vestido de hombros a pies en un traje negro y gris y zapatos negros; pendientes de plata y diamantes brillan contra su piel semioscura. Luce cercano a la edad de Namjoon, quizás un poco mayor.
Leslie parece estar secretamente echándole un vistazo.
Taehyung apunta con su mano , ofreciéndole al hombre una silla al extremo opuesto de la mesa.
—Toma asiento.
Asiente, y luego se sienta. Solo después que se sienta todos seguimos su ejemplo.
—Soy Kim Namjoon...—comienza Nam presentándose.
—Sí, sé quién eres —lo corta, y ya me está enfadando—. Sé quiénes son
todos ustedes. Mi compañero me informó bien antes de enviarme aquí. —Alza sus brazos, codos apoyados en la mesa frente a él, entrelaza sus manos; gemelos de plata y diamantes brillan demostrativamente sobre las muñecas de su camisa de traje asomando de los extremos de las mangas de su chaqueta.
Mordiendo el interior de mi boca, digo amargamente:
—Desearía poder decir lo mismo sobre usted.
Él sonríe. Suelta sus manos y descansa su espalda en la silla, pone sus manos en su regazo.
—Mi nombre es James Woolrich. Si eso puede calmar su ansiedad, señorita Jana Hyun. Enseguida llegaré justo al punto —dice.
—Sí, esa sería una sabia decisión —respondo.
Ignora mi intento de provocarlo. Nos mira uno por uno, y entonces continúa—. Han estado en nuestro radar desde hace siete años ―dice mientras sus ojos descienden en los de Namjoon— Por lo general mi trabajo está al otro lado de la valla, no con los… criminales, por así decirlo.
―No haga que suene más fácil de lo que es, Sr. Woolrich―le dice Yoongi―. ¿Cree que estaría aquí sentado frente a usted de este modo si fuera así de simple?
Un lado de la boca de James se aprieta; sus fosas nasales se ensanchan.
—Lo admito, incluso para mí es un poco difícil estar sentado en esta mesa, tener una conversación aparentemente civil con asesinos a sueldo y… ―hace una pausa y mira torvamente a Namjoon; un bulto baja por el centro de su garganta―… y un hombre como él.
Sonrío débilmente y también doblo las manos juntas en la parte superior de la mesa.
―Oh, estoy seguro de que eso no es del todo cierto, Sr. Woolrich— dice Nam con una sonrisa en su rostro— no soy el primer “sicario” con el que ha hecho negocios, ni mis compañeros son los primeros con los que ha estado en la misma habitación sin cadenas en las muñecas y tobillos.
―No, no son los primeros ―dice James— Lo que quiero decir, Sr. Kim, es que hay una diferencia bastante grande entre lo que ustedes hacen y lo que yo hago. ―Al menos no está tratando de ser argumentativo.
Jimin suspira y cruza las piernas, luego entrelaza los dedos y descansan las manos sobre su cintura.
―¿Por qué no nos dice que quiere de nosotros? ―exige Hoseok.
―Tengo un especial interés en asesinos seriales, ―dice Woolrich.
Abre su maletín y saca una carpeta con archivos. Aún está sonriendo, y encuentro algo divertido el cómo mira hacia Namjoon más que al resto mientras se explica―. He estado rastreando a uno por diez años y estoy bastante interesado en que trabajen de nuestro lado para poder capturarlo.
―Nosotros no hacemos casos, Sr. Woolrich ―señalo―. Hacemos trabajos, misiones. Y trabajamos solos. Es diferente porque todos queremos la misma cosa y necesitamos de los recursos del otro para obtenerla, pero tal como cualquier otro, nos das la información que tienes de un objetivo, nos pagas para encargarnos del golpe y lo hacemos. Es sobre dinero, Sr. Woolrich, no justicia, o la necesidad fundamental de eliminar a los chicos malos.
Todos los ojos están puestos en mí a través de la mesa pero nadie me dice nada.
Me había ganado mi lugar. Había crecido.
―Sí, entiendo eso ―divaga el Sr. Woolrich, pasando a través de la pila de fotos de escena de crimen―, pero este caso en particular es bastante parecido a lo que ustedes acostumbran y creo que tenemos una mucho mejor oportunidad de desentrañar la identidad del torturador serial con alguien de su mismo nivel.
―¿Mismo nivel? ―Jimin alza la voz, claramente el Sr. Woolrich se ha ganado la atención de Jimin.
James asiente tres veces, su sonrisa creciendo, pero antes de que Woolrich pueda responder, Jimin añade:
―Cualquier cosa que sea, estoy seguro que es interesante, pero tengo el
presentimiento que nos está poniendo en el mismo nivel que aquel que está cazando, no somos torturadores seriales.
—Oh, no señor Park. Ninguno de ustedes está a nivel del hombre que buscamos— nos miramos entre todos, confundidos— Estoy aliado con la Interpol. Este asesino serial es buscado en cinco países: Francia, Suiza, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Necesitamos a alguien que piense y actúe como él. Y necesitamos un equipo que lo acompañe.
Me siento más derecha, ganando más interés. Woolrich saca su móvil del bolsillo de su chaqueta, solo dice una palabra, tal vez un código por qué no espera respuesta y acto seguido vuelve a guardar su móvil en el mismo lugar.
—Hay una diferencia entre ustedes y los asesinos seriales, pero esté asesino en particular que se unirá a ustedes, tiene suficiente en común con el hombre que buscamos ―Woolrich traga y mira hacia la puerta claramente aprensivo sobre dejar salir el resto de sus palabras cuando todos oímos la puerta abrirse—. Él es nuestro hombre.
Mi corazón, sin previo aviso,empieza a bombear a una velocidad exagerada, tanto que me causa una fuerte punzada en el pecho.
Intentando aliviar la molestia y la
creciente opresión, coloco mi mano
derecha sobre el lugar donde me duele y masajeo la zona con suavidad, pero la extraña sensación que me invadió no cesa.
Al contrario, un escalofrío, parecido al
anterior pero mucho más intenso, me
recorre todo el cuerpo y hace que me
estremezca. Se me eriza el vello y el
pulso se me acelera aún más.
Tengo la impresión de que los minutos se paralizan.
Escucho sillas deslizarse hacia atrás para luego caer, los cuerpos a mi alrededor se ponen de pie como resortes. Absortos al igual que yo lo estoy. Pero yo no puedo moverme.
Sin saber cómo reaccionar, alzo
la cabeza con brusquedad y una
sacudida me conmueve por dentro cuando mis ojos poco a poco despeja su neblina.
La sensación que se respira en el
aire es tan abrumadora y asfixiante
que abarca todo el espacio de la sala.
Y todo a mi alrededor se congela al apreciar un aroma bastante familiar adentrándose en mis fosas nasales. La única esencia capaz de transportarme a sitios a los que siempre he deseado volver.
«Estoy alucinando. Esto es otro de
mis sueños», me digo a mí misma
mientras contemplo la figura que se encuentra de pie frente a todos.
Su mirada se queda paralizada en mí cuando obligo a mi cuerpo a moverse a través de la sala.
Se puso firme. Nos quedamos de pie rígidos uno frente al otro. Mis manos querían tocarlo. Mis labios querían besarlo.
Es entonces cuando me doy cuenta de que él es real, de que esto no es ningún espejismo y de que efectivamente lo tengo delante de mí, en carne y hueso.
Mis labios tiemblan cuando pronuncio su nombre en voz alta después de mucho tiempo sin hacerlo.
—JungKook...
—Hola, muñeca.
—Tercera temporada—
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro