⟨7⟩
JungKook
¿Entrenar? Ella quiere… No. Definitivamente jamás voy a hacerlo.
Camino con Nam a las puertas de vidrios desplazándonos al otro lado de donde se encuentra Maggi sentada.
Nam alcanza la puerta corredera de cristal y la jala el resto del camino para cerrarla.
—¿Ella no tiene ni idea de Hye Lee y de Taehyung? —pregunta, cómo sabía que haría.
—No, pero voy a tener que contárselo. Necesitará estar pendiente de sus alrededores a todas horas. Ahora más que nunca.
—No puede quedarse mucho aquí —dice Namjoon, mirando a través del cristal para verla sentada afuera en el sofá, mirándonos—. Tú tampoco.
—Lo sé —digo—. Cuando Lee descubra su participación en el asesinato del
restaurante de Choi, Taehyung sabrá de inmediato que yo también estoy involucrado. Él no es tonto. Si Maggi está viva, Hye Lee sabrá que la estoy ayudando.
—Y ya que Taehyung sospecha que ahora volvimos todos contigo —añade Nam—, ella está en tanto peligro en cualquier lugar a nuestro alrededor como lo está contigo.
—Sí, lo está.
Nam me niega con la cabeza, con una leve sonrisa detrás de sus ojos.
—Sabes que si la quieres a tu lado, deberá aprender lo básico. Sé que suena ridículo pero…
—Es ridículo—lo corto— La respuesta es no. Siempre va a serlo, así que no pierdas tu tiempo ni el mío hablando sobre eso.
Me mira fijamente.
—No estoy enamorado de ella —le aclaro porque sé lo que está pensando—. Simplemente es importante para mí.
—Quizás no —dice y empieza a dirigirse a la cocina—, pero parece que el amor y el afecto acarrean las mismas consecuencias, hermano mío. —Lo sigo hasta la brillantemente iluminada cocina y abre un armario—. Pero estoy aquí para ti. Lo que sea que necesites que haga para ayudar, lo haré. —Me apunta brevemente desde el armario con una barra de pan en su mano.
La ama de llaves de Nam llega a la cocina, regordeta y más mayor que nosotros dos, precisamente la clase de mujer por la que Namjoon jamás se sentiría tentado, por lo cual la contrató.
Ella le pregunta si puede irse más temprano a casa con su familia esa noche. Nam responde concediéndole la petición. Ella asiente con respeto y pasa por mi lado hacia el salón. La observo desde la esquina de mi ojo mientras recoge un voluminoso bolso de cuero marrón al lado del sillón reclinable de cuero y se lo coloca en el hombro. Entonces camina hacia la puerta principal, cerrándola suavemente tras ella.
Maggi se encuentra entre las sombras del salón cuando mi mirada se aleja de la puerta principal. Ni siquiera escuché la puerta corredera de cristal abrirse cuando ella entró, y aparentemente tampoco Nam.
Entra en la cocina y hacia la luz, sus brazos cruzados vagamente bajo sus pechos.
Mierda. Es tan hermosa para mí, incluso en la devastada condición en la que se encuentra.
—¿Cuánto tiempo planeaban dejarme fuera? —nos pregunta a los dos con un rastro de irritación en su voz.
—Nadie dijo nunca que tuvieras que quedarte ahí fuera, preciosa—responde Nam.
Ella le gusta, es obvio para mí y él probablemente también lo sepa. Pero también sabe que jodidamente lo mataría.
Maggi se acerca a mí y me mira a los ojos, inclinando la cabeza con suavidad hacia un lado. El olor de su carne y el suave calor que emana de su piel casi me lleva al límite. Lo he hecho bastante bien para contenerme desde que la besé en el ascensor. Tengo la intención de mantener ese puto control.
Cuando no dice nada, pero continúa mirándome a los ojos como si esperara algo, me confundo. Inclina la cabeza hacia el otro lado y sus ojos se suavizan, aunque con qué exactamente, no estoy del todo seguro. Se siente expectante y un poco malicioso.
Oigo a Namjoon reírse entre dientes y la puerta del frigorífico cerrándose, pero no alejo la mirada de Maggi.
—Ponte en contacto conmigo tan pronto como recibas información de Taehyung —digo todavía mirando los ojos de Maggi sin tener en cuenta todo su comentario—. Y cuando sepas de tu contacto que sus tíos están a salvo.
—Lo haré —dice Nam y luego se marcha hacia el vestíbulo que lleva a su habitación. Pero se detiene y nos mira—. Si no les importa, no follen en mi cocina.
Por fin alejo la mirada de Maggi y centro en Nam toda mi atención.
—No te preocupes, sé dónde están las habitaciones de invitados.
Empuja la esquina de un sándwich que no me había dado cuenta que había preparado hacia su boca y lo muerde, apartando el pan de sus labios. Lo veo guiñandole un ojo a Maggi justo antes de desaparecer por el vestíbulo. Era completamente inofensivo, dirigido a lo que él asume que ocurrirá entre nosotros una vez que se haya ido, en lugar de ser un intento de coqueteo.
—Dios mío JungKook...—apoya su mano en mi brazo y una corriente se instala en mi espina dorsal— ¿Sabes dónde se encuentra Taehyung?
«No. No la amas… Solo quieres protegerla.»
La veo gesticular pero no estoy escuchando. Hermosa pero derrotada y rota. Rota por el resto de su vida, y ninguna cantidad de mutilación emocional jamás le devolverá completamente su inocencia. Es una bomba de tiempo, un peligro para sí misma y muy posiblemente para otros. No estaba seguro, pero ahora sé que ella es más inestable de lo que jamás podría haber imaginado. Y porque ella es muy hábil en ocultarlo, no sólo de mí sino también de sí misma, es más peligrosa de lo que yo soy.
Soy disciplina.
Maggi es rabia.
Soy consciente de mis opciones en todo momento.
Las opciones de Maggi son más
conscientes de ella, al acecho de decidir por ella sobre la base de la gravedad de su estado de ánimo, sin ninguna intención de dejarle ningún control consciente sobre ella.
—¿Qué información de Taehyung tienes? —pregunta, sus rasgos suaves ahora ensombrecidos por la preocupación.
Me acerco y arrastro los dedos detrás de una pequeña porción de su cabello.
—Tengo mucho que contarte —anuncio y dejo que mi mano se aparte antes de perder el maldito control de mí mismo y la toque más que de lo que pretendía—. Sé que tienes que estar agotada. ¿Por qué no te duchas y te instalas primero? Entonces hablaremos.
Una suave sonrisa se cuela en sus labios, pero luego se desvanece en sus mejillas sonrosadas.
—¿Estás diciendo que estoy asquerosa? —pregunta tímidamente—. ¿Es tu manera de decirme que tengo que lavar mi asqueroso culo?
—De hecho, sí —admito.
Por un sobrecogedor momento, parece ofendida, pero luego simplemente sacude la cabeza y se ríe. Admiro eso de ella. Admiro mucho de ella.
—Está bien —su expresión juguetona cambia a algo más serio de nuevo—. Pero tienes que contármelo todo, JungKook. Y sé que quizás tengas mucho que contarme, pero quiero que sepas que también hay mucho que tengo que decirte.
Así lo esperaba. Y antes de ponerse de puntillas, apoyando su cuerpo contra el mío creí que me besaría. Sin embargo se dirigió al baño. Sé que para el momento en que salga de la ducha voy a tener que averiguar qué vamos a hacer.
Voy a tener que tomar decisiones importantes que nos afectarán a los dos.
Porque sólo estoy seguro de una cosa: Maggi jamás podrá ir a casa.
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Maggi
El agua estaba caliente y era reconfortante. Lavé mis brazos quitando los rastros de sangre de mis manos viendo el agua teñirse de rojo carmesí caer por mis pies. Cerré los ojos un instante para sentirla caer sobre mi y comenzar a disfrutar de mi calma. Una calma interrumpida por el sonido seco de la puerta al abrirse de golpe.
Me giré con premura, asustada, y tras la mampara de cristal impoluto ví a la perfección a JungKook.
Me miraba.
Era tal la rapidez con la que había aparecido que no había ni un poco de vapor que cubriera mi completa
desnudez. No había absolutamente nada que no le permitiera deleitarse con mis pechos pequeños de pezones rosados y erectos, debido al caer del agua sobre ellos. Se quedó ahí, de pie.
La camisa que cubría su torso ya no estaba pero aún conservaba sus pantalones. Su cuerpo perfecto, compuesto por músculos que deseaba acariciar, y esos cuadritos en su firme abdomen apetitoso que recordaba a la perfección. No lo había olvidado porque no me permitía hacerlo.
A mí cabeza llegaba una y otra vez la imagen de sus muslos bien formados y duros. Y, después, mi cuerpo sobre el suyo, abriendo las piernas y dejando que su infierno entrara en mi, sin que pudiera apagarlo con toda mi humedad. Así lo hizo una y otra vez en mi mente.
Alzó la mirada de manera muy lenta hacia arriba, repasando mi cuerpo que había contemplado, pero al contrario de lo que él se esperaba subí una de mis piernas lentamente, dejando ver mi coño. Pude ver su mandíbula tensarse.
Estaba tan sonrojada, tan encendida, que aquella imagen de él me pareció lo más sensual que había visto en toda mi vida.
Ahí,parado en el umbral de la puerta, vestido de manera informal y con la
respiración acelerada.
—No eres mi tormenta. Ya no —me dijo de repente, mirándome a los ojos—.Eres algo mucho peor que eso, Maggi. Te has convertido en mi maldito huracán. Eres la tentación más grande a la que me he enfrentado nunca.¿Y sabes lo que hago yo con la tentación? —. Negué con lentitud, sin ser capaz de pronunciar una palabra—. Caigo en ella. Siempre.
Cruzó el enorme baño de unas zancadas y se metió en la ducha sin importarle nada en absoluto. Nada.
Se abalanzó sobre mí sin darse cuenta siquiera de que el agua le caía encima. Se acercó de un solo movimiento y me sujetó por la cintura, subiéndome a horcajadas. Enrosque mis piernas alrededor de él a la vez que sentía sus manos fuertes aferrándose a mi culo desnudo. Me apoyó sobre el cristal de la mampara mientras atrapaba mi boca con ferocidad y yo me perdí en aquellos labios que tanto había extrañado. Mordía mi boca con impaciencia , como si devorarme lo volviera loco. Al igual que mis manos que se aferraban a su pelo y lo tocaban con pasión mientras me pegaba más a él,buscando más contacto, aunque no fuera posible estar más pegados, más
unidos.
—Te extrañé —susurré entre sus labios, comprobando que se había
calado en segundos—. Te… Yo…
—No lo digas —respondió ido, besando mis labios de manera intermitente— No sientas eso por mi.
Buscó mi cuello y lo devoró con ansia y delicadeza a la vez, controlando su impulso de morder con fuerza, de fusionarse conmigo. Sabía que en
cualquier otro caso no habría aplacado a la bestia que suplicaba por salir. Sacó la lengua y la deslizó hasta mi clavícula, erizandome la piel, eché la cabeza hacia atrás, apoyándola en la mampara, dejando que el agua continuara empapandonos y sintiendo su boca sobre mi.
Subió y capturó mi boca de nuevo, gemi sobre sus labios. No podía controlar la calentura que sentía. El nudo en mi pecho y en mi estómago. Esas punzadas ardientes y atrevidas que palpitaban dentro de mi sexo, contrayéndolo involuntariamente.
No podía evitar desearlo con todas mis fuerzas. Porque lo deseaba, lo recordaba y lo amaba con todas mis fuerzas. Y, sí, debería odiarlo, y no, no debería necesitarlo de aquella forma, pero lo hacía. Era una realidad.
Todos mis pensamientos se esfumaron cuando JungKook, ajeno al enfrentamiento conmigo misma, separó mis caderas unos centímetros, muy pocos. Los suficientes para observar mi sexo abierto. Como estaba apoyada y apresada entre su cuerpo, pudo sujetarse con una sola mano y dejar la otra libre.
La bajó hasta llegar a mi coño y pasó un dedo por mi abertura como quien toca a la más delicada de las rosas. El recorrido fue exactamente el mismo con los ojos. Hice lo mismo,no podía perderme la imagen de su cuerpo empapado por fuera mientras él me empapaba por dentro. Separe con mis dedos mis pliegues dejándole paso.
Imaginé que era su polla la que entraría despacio,abriendo camino. La que se incrustaba hasta el fondo y conseguía que me arqueara la espalda y disfrutara como hasta entonces lo había hecho.
Con aquel pensamiento, una idea turbó mi mente. Alcé la vista y clavé mis ojos brillantes a los suyos que hasta ese momento también miraban hacia abajo a la espera del siguiente movimiento.
—Pregúntame que quiero—. Le dije con mi respiración acelerada.
JungKook me miró y una leve sonrisa de quién ha aprendido del mejor,se dibujó en su perfecto rostro. Sin el perturbador juego de preguntarme, qué es lo que quiero, se anticipó como de costumbre y preguntó él.
—¿Quieres mi mano, mi lengua o a mí? — preguntó a un palmo de mis labios. Intenté acercarme a él, pero se apartó—. Dímelo, muñeca dime lo que quieres.
Su mano tocó de nuevo mi sexo despertando todo mi interior.
—Quiero que tu voz me lo diga —dijo para luego morder mi labio inferior.
—Tu lengua —jadeé con dificultad.
Me bajó con lentitud de su cintura posando las manos en mi abdomen y se agachó poco a poco ante mi mirada atenta mientras contemplaba impresionada a aquel hombre fuerte y grande que amaba.
Se arrodilló ante mí y acarició mi cuerpo conforme descendía.
—¿Y sabes qué voy a hacer con esta lengua? —Negué desde arriba, sin perder el contacto visual—. Follarte este coñito que me vuelve loco.
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