⟨46⟩
Maggi
Cierro mis ojos suavemente, tratando de obligar a retroceder al resto de mis lágrimas mientras JungKook comienza con su confesión.
Su historia de cómo mató al padre de Taehyung me aturde, su voz, la calma en ella, la rotundidad irrevocable de que debía hacerlo me causa escalofríos.
Una parte de mi lo entiende. El maldito se lo merecía por haber participado en la muerte de su madre. Pero la otra parte de mi que aún es débil, no lo aprueba.
¿Qué hay de Taehyung?
Confió en él, siempre estuvo a su lado, aun así, lo utilizó para acercarse a su padre y acabar con su vida.
¿A cuántas personas manipulaste JungKook para tu venganza?
¿En qué momento dejaste que el odio te consumiera tanto, al punto en que también te convirtieras en un traidor?
—¿Y qué hay de la madre de Valerie?—pregunta Hye Lee, seguramente ya conociendo la respuesta, pero queriendo que yo la oiga—. Ella no tuvo nada que ver con la muerte de tu madre.
—También la maté —confiesa—. No necesito entrar en esos detalles, la
maté. Tenía que ser… sacrificada… porque sabía demasiado, porque su esposo le dijo demasiado. —Suspiro, vacilante, porque el resto de la verdad sé que será peor—. me tomé la libertad de atar ese cabo suelto antes que pudiera hablar de más.
No quiero escuchar más..no quiero saberlo.
Sacudí mi cabeza, negando.Haciendole saber a JungKook que no quiero seguir con esto.
—Sabía que Marina decía la verdad, lo vi en sus ojos, lo oí en sus palabras. Pero tuve que hacerlo.
—Un cabo suelto —repite Lee—. Sacrificada como un perro. Sin embargo, Val murió sin saber la verdad.
Vuelvo a sacudir la cabeza, es mi manera de decirle a JungKook que no tiene que hacer esto.
Él asiente una vez, lentamente y con arrepentimiento, diciéndome que, sí, que debe hacerlo.
Lentamente cierro mis ojos.
—Sí —admite JungKook y más lágrimas resbalan por mi mejilla.
La mató… él sabía que era inocente, y aun así la mató.
Me tambaleo en mi silla, tratando de entender, tratando de encontrar las palabras y los pensamientos y excusas para JungKook.
Pero lo que más veo es la triste y sangrienta imagen que las palabras de JungKook dejaron en mi mente.
Él mató a la madre de Valerie…
Instintivamente intento saltar de la silla y correr a él pero mis piernas se desploman debajo de mí, y un familiar dolor candente abrasa mi coxis y caderas; el zumbido de la picana pita en mis oídos. Me estrello contra el piso; mis ojos están apretados con fuerza en tanto el dolor atraviesa mi cuerpo rígido.
Trato de gritar, pero la mordaza en mi boca lo evita todo excepto ahogadas maldiciones.
—¡Te lo dije! —grita JungKook, su voz golpeando mis oídos mientras lucho
por mantenerme derecha—. ¡Te dije que cooperaría! ¡Déjala en paz!
Trato de recobrar el aliento, pero es mucho más difícil cuando solo puedo inhalar y exhalar a través de mi nariz. Mi espalda está en llamas donde la picana dejó su marca.
¡Quiero matar a esa hija de perra!
—Oh, esto se pone mucho mejor —escucho a Hye Lee decir en alguna
parte detrás de mí—. Valerie y Taehyung no solo fueron utilizados para su propósito— se inclina frente a mí mientras me encuentro en el suelo—, espera a que él te diga quién era JungHyung realmente.
Mis ojos, desenfocados por el shock eléctrico, encuentran otra vez los de JungKook. Luce peor que antes, cuando estaba a punto de comenzar con sus confesiones, y no me está gustando lo que veo.
Sacudo mi cabeza otra vez, justo como lo hice más temprano cuando quería que se negara a hablar. Vamos a morir de todas formas, y preferiría morir con el hombre que conozco y amo, no con un extraño que amo. Pero sé que va a contármelo de todas formas. Y sé que mientras más hable, más va a lastimarme.
Y sé… Un sollozo vibra en mi pecho… sé que no solo moriré hoy, sino sé por las manos de quién será.
Unas fuertes manos me impulsan a mi silla. Levantando mi cabeza otra vez, miro solamente a JungKook; las lágrimas derramándose por mi rostro, pican, y deseo poder mover mi mano para secarlas.
—Mírala, Daimon—dice Hye Lee, tranquilamente, pero con voz de
mando—. Mírala y dile quién era JungHyung.
—No.— Responde
Siento una mano en el centro de mi espalda y mi cuerpo es empujado hacia adelante. Con mis muñecas atadas detrás de mí, caigo, raspando mis rodillas sobre el suelo; mi hombro golpea después y luego mi rostro.
Una aguda punzada se dispara a través de mi cabeza y se extiende a través de
mi mandíbula, cuello y espalda y mi único consuelo es saber que esta vez fue por la caída. No sé cuánto más shock eléctrico puede aguantar mi corazón.
Soy levantada del suelo nuevamente, y empujada a la silla donde estuve sentada antes. Lee tira dolorosamente mi cabeza hacia atrás quita el cuchillo de mi muslo y aprieta el filo en mi garganta.
—¡Vamos!—presiona la parte posterior de mi cabeza contra su vientre sosteniendo firmemente su cuchillo.
No importa lo que hayas hecho o vayas a decirme, siempre te amaré.
Las palabras en mi mente son tan verdaderas como siempre lo han sido.
Pero necesito que JungKook entienda que lo comprendo. Necesito que JungKook sepa que me parezco más a él de lo que entiende, y que casi siempre lo he sido…
Aguanto la respiración, aterrorizada por lo que va a admitir.
—¡Dile o juro por dios que...
—¡Él era mi hermano!
Mis oídos zumban, todo gira tan rápido que siento que voy a vomitar.
No.
No.
Jadeo tan profundamente que se me va el aliento; se siente como si alguien me hubiese golpeado en el estómago.
Mi corazón se está marchitando como una flor moribunda.
Toco con la lengua el trapo en mi boca hasta que ya no puedo sentir mi lengua; mi garganta se llena de saliva, ahogándome.
La hoja del cuchillo de Lee besa mi yugular cuando me muevo en mi lugar.
Me atraganto, y mis ojos arden y lloran.
Trabajo sin descanso para aflojar la cuerda de las muñecas hasta el punto de que ellas también terminan extrañamente entumecidas.
Mis rodillas se abren y cierran, se abren y cierran, mientras trato de liberar mis tobillos, pero al igual que mis muñecas, sé que están atascadas así. Indefinidamente.
Grito contra mi mordaza, mi ira intensificándose porque no puedo decir las palabras que tan desesperadamente quiero que JungKook escuche.
Él me observa desde atrás de los barrotes de su celda, incapaz de hacer otra cosa que dejar que este tortuoso momento entre nosotros siga su curso.
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JungKook
Maggi está sacudiendo su cabeza; siento que quiere que deje de hablar.
Pero no puedo.
No tenía la necesidad de decirle la verdad, a pesar de que se la habría dicho, eventualmente. Y así no era exactamente como me imaginaba diciéndolo.
Pero esta es la mano que me repartieron, y es la mano que jugaré.
Será mi única oportunidad de decirle.
—Era mi deber saber todo sobre cada
persona que me rodeaba—digo finalmente, después de un momento—. Al principio quise tu cabeza tanto como los demás, iba a matarte yo mismo —levanto mis ojos, mirándola directamente ahora; los suyos están llenos de tristeza—, y después me importó lo que él sentía por ti.
Murmura algo a través de la mordaza en su boca.
—¿Quieres que te diga la verdad? —No sé por qué estoy preguntando porque tengo la intención de decírsela de todas formas; quizás solo necesito oírla decir que sí.
Empieza a sacudir su cabeza negando, pero cambia de dirección. Luce
aterrada, no por nuestra situación, sino de las cosas que le diré.
Asiento, en reconocimiento, y entonces miro hacia abajo a mis pies parcialmente ocultos bajo mis piernas.
—Te utilicé—empiezo—. Supe que Jung te querría con vida —digo—. Entonces te mantuve conmigo esperando que viniera por tí, pero no podía dejar que lo supieras.
La barbilla de Maggi se tensa; una expresión de confusión repta por sus
facciones, quizás pensó que iba a decir otra cosa; no sé decir si se siente
aliviada por mi confesión, o no. Pero entonces otra expresión comienza a
revelarse, y esta es una con la que estoy familiarizado: La punzada del
reconocimiento.
—Si, también te manipulé para que vinieras aquí—Su mirada penetrante nunca duda, y, aun así, sus ojos parecen nunca parpadear—. Sabía que cuánto más me ponía en tu contra en enviárte a esta misión, estaba consiguiendo todo lo contrario.
Al principio, ella solo me mira fijamente, pero entonces más lágrimas aparecen en las comisuras de sus ojos y se deslizan por su rostro implacablemente; la mordaza en su boca las atrapa, secándolas como si no
fueran nada.
—Te dejé creer que estabas tomando una decisión importante en enfrentar tu pasado, te dejé creer que podías demostrarles a todos que podías hacerlo—cierro la boca unos segundos y entonces continúo—, pero la verdad era que yo ya había tomado la decisión por tí.
—¿Por qué? —masculla Maggi, estoy seguro de haber entendido la
palabra correcta.
—Lo siento—digo suavemente—. Pero tenias que ser tú.
Aleja su mirada de mí, enojada.
—Mírame, Maggi.
Se niega.
—¡Mírame!
Ella cede, y gira sus ojos lentamente hacia mí otra vez, pero aún están
llenos de enojo y dolor.
—Tenías que ser tú—continúo—, y tenía que ser Taehyung.
—¿Por qué? —pregunta otra vez, esta vez con más acusación, con incredulidad.
Y me encuentro a mí mismo atrapado entre querer decirle la verdad como afirmé, y no esperar tener que decirle tanto así tan pronto.
—Ambos entraron forzados en esta
vida; ambos estaban en contra de ella, y solo querían una vida normal; igualmente los dos hicieron lo que tenían que hacer para sobrevivir; y ambos me siguieron, cuando podrían haber tomado otro camino, un camino menos transitado que llevará a la redención, y no a la muerte. Eres inocente en todo esto; todavía puedes ser salvada. —Miro más allá de ella por un momento, mi mente atrapada por mis pensamientos—. Tenía la esperanza de que tú podrías salvarlo… Esperaba que se salvarán entre sí.
—¿Por qué? —Su rostro se está volviendo rojo, sus lágrimas se han vuelto lágrimas de rabia—. ¿Por qué, JungKook? ¿Por qué?
Suspiro y respondo con la verdad.
—Por que pensé que, si te enviaba a tu pasado, quizás tus recuerdos te golpearían y querrías cambiar tu vida, dejar mi Orden, encontrar a alguien que te merece, y entonces yo… —aparto mis ojos de los suyos; esto es tan difícil de decir—… podría seguir con mi vida con la conciencia limpia.
Quería enviarte a otra dirección...quería que te enamoraras de Taehyung.
—¡ALTO! —grita a través de la mordaza; bien podría haber sido un ¡NO!
Pero de cualquier forma significa lo mismo.
—Solo quería… alejarte de mi. Quería salvarte de mi.
—¡ALTO!
Las lágrimas parecen desvanecerse de sus ojos como si fuera magia; ve a
través de mí, con frialdad, implacablemente, con ojos que expresan solo la más profunda de las traiciones, que contienen la más pesada de las preguntas.
La culpa, como sabía que lo haría, me destroza.
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