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⟨41⟩

Te metiste en mi oscuridad,
liberaste a mis demonios,
así que grita, sangra, ódiame, pero nunca te alejes, no huyas.



Maggi

El agudo ¡crack! del cuero golpeando la espalda de la sirvienta rompe el beso, y cuando lo hace, Taehyung está mirándome, sin pestañear, sus labios húmedos ligeramente separados tal como lo están los míos, lo suficientemente cerca que todavía puedo sentir su aliento en mi boca.

―Eres un mentiroso, Emerson Magnus.

Su mirada se aparta de mí para encontrar a Emilio en su trono; ambos lo miramos con curiosidad.

―Me dijiste que no querías a nadie ―dice Emilio y el alivio me invade en oleadas. 

Él sonríe, mirándome sólo brevemente―. Tus sentimientos por ella son intensos… el beso te traicionó.

Taehyung sonríe.

―Cree lo que quieras ―dice casualmente, enderezando la solapa de su chaqueta.

―Creemos que eres un buen mentiroso ―señala Fabricio Moretti apareciendo en el umbral de la puerta con el rostro desconfiado hacia nosotros―, pero tu capacidad para ocultar tus sentimientos es atroz. ―Su sonrisa se extiende; sus ojos oscuros se arrastran sobre Taehyung taimadamente, como si lo estuviera desmenuzando, tratando de descifrarlo y sabiendo que está haciendo un buen trabajo en eso.

Otro ¡crack! zumba a través del aire.

Fabricio me mira con frialdad, no dice nada, y se dirige directamente a Taehyung.

―Me intriga, Sr. Magnus. ―Su voz es vino tinto mezclado con arsénico, sus
ojos oscuros son estanques interminables de malevolencia y belleza, quieres alejar la mirada, pero no puedes.

―Llámame Emerson―dice Taehyung mientras sus manos se estrechan.

Tae sigue mirándolo fijamente, nunca parpadea; está tan malditamente calmado y calculando que me encuentro dando tumbos a través de mis pensamientos, pero fácilmente retengo la confianza y sumisión en mi rostro.

―Me complacería, Emerson, tener una reunión privada con usted. ―Gira solo su cabeza para mirarme y luego dice―: Bianca, dale tu vestido a esta esclava.

Bianca se desliza hacia mí rápidamente, despojándose de su vestido de encaje blanco y lo deja caer sobre mis pies. Sin embargo no lo recojo.

Espero, desnuda, con solo un collar de perlas alrededor de mi cuello, sumergiéndose entre mis tetas.

Fabricio no ha quitado ni por un segundo los ojos de mí, sabiendo. Sabiendo algo.

Taehyung asiente con la cabeza lo que significa que puedo proceder a cubrirme. Tomo el encaje blanco y lo deslizo por mi cuerpo.

Fabricio me mira, una de las comisuras de su boca se inclina hacia arriba.

—Me gusta oír la gratitud. —Me reprende y luego pasa los nudillos sobre mi pecho izquierdo.

—Gracias,señor— finjo una sonrisa agradecida.

―¿Por qué no me sigue? ―le dice Fabricio a Taehyung―. Por favor deje a su chica aquí. Me gustaría tener la oportunidad de hablar con usted en privado.

Tae asiente y entonces me mira. 

―Quédate aquí mientras hablo con él.

Asiento de mala gana, tímidamente, asegurándome que mi máscara de Li
siga estando firmemente en su lugar. 

Cuando él empieza a alejarse, camino a nuestros asientos tomo el maletín y corro detrás de él y le agarro la mano para un efecto añadido. Se detiene y se vuelve hacia mí.

―Señor. Por favor, no me deje sola… durante mucho ―susurro, pero no tan bajo como para que Fabricio no pueda oírme.

Taehyung se inclina, toma el maletín y presiona sus labios sobre los míos. Se aleja y abro mis ojos, mirando hacia él, fingiendo estar atemorizada.

―Nadie aquí le hará daño ―Le escucho decir a Fabricio, pero nunca aparto los ojos de Taehyung―. Señor Veselov ―llama en voz alta al hombre parado con una fusta en su mano derecha, la sirvienta desnuda está de pie mirando la pared, con los brazos levantados por encima de su cabeza, sus palmas presionadas planas contra la pintura blanca. Dos rayas inflamadas, rojas e hinchadas, yacen a lo largo de su espalda—. Necesito a Sheila por un momento, voy a recompensarlo más tarde con alguna de mis criadas, no se preocupe.

El hombre asiente y la sirvienta se para atenta frente a Fabricio―. Ve por dos guardias y mantenlos fuera de esta habitación. Nadie entra o sale si no es de nuestro personal. 

―Sí, señor―dice la sirvienta, y luego se apresura a tomar su vestido y sale por la puerta;Madame se retira con ellos dejándome sola en una habitación enorme con un fondo de lobos hambrientos.

Me quedo en silencio. Mi corazón está en mi garganta cuando los chirridos de unas sillas arrastrándose se escuchan a mis espaldas.

«Nadie aquí le hará daño»

 ¿De alguna manera hemos sido puestos al descubierto?

Necesito mi cuchillo. 

¡Mierda! 

Necesito el arma de alguien. El pánico me ahoga desde adentro y siento mis ojos buscando un arma en las proximidades aunque sin llegar a mover realmente mis ojos; en la superficie estoy tan obediente como siempre lo estuve.

Sólo después que mis músculos comienzan a relajarse y suavizarse, escucho un conjunto de pasos detrás de mí.

—Deberíamos empezar— dice Emilio colocándose a mi lado, su mano aprieta mi muslo bajo la tela del vestido.  Se inclina hacia mi garganta, pasa sus labios por mi carne y entonces dice contra mi oído—. No creo que tú amo se ponga celoso, ¿o sí?.

Doy un paso queriendo alejarme y es cuando me doy cuenta que otros hombres están rodeándome.

—¿A dónde crees que vas? 

Uno de ellos se interpuso tomándome de la barbilla. Su mirada era como una daga, me perforaba. Era grande y ancho, más alto que JungKook, aproximadamente del tamaño de un jugador de baloncesto profesional. Tenía el pelo rubio y corto, mostrando un cuero cabelludo rosa, y tenía una fea cicatriz detrás de la oreja derecha.

Soltándome con brusquedad, se quitó el saco de un tirón.

Mi columna se mantuvo recta. Mi barbilla en alto. Mi largo cabello besaba mi espalda, y mis pechos contradecían la aceleración de mis latidos llenos de vehemencia.

No los miré mientras ellos me miraban. No les di la satisfacción de romperme con solo una mirada.

Uno de ellos envolvió su mano en mi cabello y me obligó a arrodillarme.

Escupió mientras gritaba palabras en un idioma que no entendía.

Mantuve el odio incandescente lejos de mostrarse en mis ojos azules. Dejé que me sacudiera de un lado a otro.

Ordené a mis músculos que se volvieran los de una muñeca de trapo con sumisión y que no me pusiera de pie para destruirlo.

La paciencia era una virtud.

La paciencia era un regalo.

Comenzaron a desabrocharse los botones, sujetando sus asquerosas pollas frente a mi. 

Emilio se apartó, tomando asiento en un sofá en algún rincón.

«Nos gusta observar»

Un hombre, a quien le salían pelos negros de las fosas nasales de su nariz torcida se inclinó para lamer mi mejilla.

La bilis subió hasta mi garganta.

—Abre la boca.

No lo hice.

Mis músculos se bloquearon. Mis ojos se enfocaron en un lugar que no podían arruinar. Mis oídos resonaron con su desagradable burla.

— ¿No te gustamos?— Me giró para enfrentarlo, me miró de arriba abajo con una mirada lasciva. — ¿Demasiado buena para nosotros, puta? 

Los demás hablaron mientras yo miraba profundamente sus ojos negros. Era más alto, su cabello castaño con las puntas quemadas–lo he visto antes–no puedo ubicar su cara, con esta distancia, veo suficiente de él para saber que me es familiar. Batallando para ubicar su cara con alguien de mi pasado una inyección de dolor candente atraviesa el hueso de mi cara y veo un destello de luz gris. Mis manos suben rápidamente para cubrirme la nariz; las lágrimas arden  alrededor de mis párpados.

Solo cuando puedo abrir los ojos de nuevo, me doy cuenta de que fue un objeto lo que aterrizó ardientemente en mi cara. La sangre gotea de una fosa nasal; la lamo para alejarla de mi labio superior.   

—Abre la boca—. Repite el hombre con los dientes apretados.

—No—. Obligo a las lágrimas a salir, y al menos trato de parecer asustada, porque si muestro el más mínimo desafío, él  probablemente me mate en el acto.

Me da una palmada en el culo y tira de mi cabello hacía atrás.

No miré por encima del hombro.

Me escupió.

Su horrible saliva se escurría por mis omóplatos, pegándose a mi largo cabello.

Ni siquiera me estremecí.

— Puta— siseó. — Tú me reconoces. Me respetas.

No dije nada. 

—Tráela aquí— dice un hombre que hasta el momento permaneció sentado.

Me arrastran de mi cabello hasta él.

El hombre se levanta de su silla, sus ojos café me inspeccionan por un instante y luego se desliza hacia un escritorio abriendo uno de los cajones. No hay sonido cuando mueve su mano por el contenido y luego se acerca de nuevo.

Un destello de plata envía pánico a través de mí cuando él levanta un cuchillo, la punta de la hoja presiona la comisura de mi boca.

—Abrela. Y ésta es la última vez que vamos a lo pedirlo.

No me muevo.

¿No debería estar rogando por mi vida?  

No, me doy cuenta en el momento más crucial: eso definitivamente me matará. 

Levanto la cabeza y la barbilla, aprieto la mandíbula y lo miro directamente a los ojos de mierda y eso logra exactamente lo que yo espero que hiciera: Eso lo deja boquiabierto.  

—Adelante—digo con valentía—. Me estarías haciendo un favor. 

Puedo escuchar mi corazón latiendo en  mis oídos. Y puedo escuchar la voz de Jimin en mi cabeza: "Si vas a Italia...solo conseguirás que te maten” y  la voz de Yoongi: "Esto no se trata de probarte a ti misma, rubia…”   

El hombre me sonríe, y aunque se siente resbaladizo y peligroso, mantengo mi expresión fija, desafiándolo a herirme si quiere hacerlo.

Ladeo mi rostro, mostrando mi cicatriz y luego agrego:

—Si no has notado, ya he pasado por eso.

Se muerde suavemente en el labio inferior, y sus ojos café se pasean sobre mí como un hombre saboreando mentalmente a su presa sexual antes de comérsela. Sonríe con intriga, y mueve su lengua lentamente entre sus labios.

—¿Presumes que te gusta el dolor?

Sonrío con suficiencia. —No, esta es la prueba de que no soy fácil de matar.

Intentando ignorar la sensación en mis tripas, me giro hacia Emilio, está mirándome otra vez con esa enervante sonrisa suya, está planeando algo. 

Atrévete, imbécil. Lo que sea que es, estoy lista para ti.

Alejo la mirada de Emilio justo mientras el hombre de ojos café se coloca detrás de mi con el filo en mi garganta.

Bien, tal vez estoy un poco asustada. 

¡Mierda! ¡No esperaba que este momento llegara tan pronto!   

Concéntrate, Maggi… calma y concentración.

Apuesto a que JungKook nunca anticipó que Fabricio tendría un hermano maniático con intenciones de sacarnos la mierda fuera.

¿Y si estámos haciendo todo esto y ella no está aquí? 

Algo me dice ―o me recuerda―que llevar a So-jung a casa, a JungKook, nunca iba a pasar. Odio más que nadie aquí, pensar que renunciar a ella es la única opción.

Pero es eso lo que empiezo a sentir. Ella no está aquí. O quizás nunca estuvo aquí. 

So-jung está muerta.

No, me niego a renunciar a ella. No lo haré. Nadie se preocupó por mí lo 
suficiente para buscarme cuando desaparecí. Mis tíos ni siquiera sabían lo que me hacían, donde vivía, pensaban que simplemente me había mudado con mi novio. Pero estuve sola por años. No tenía nadie que viera por mí. 

So-jung se merece algo mejor.

¿Cuál sería el siguiente movimiento de JungKook?

Se siente extraño estar en una misión y no oír su voz en un audífono, no tenerlo aquí para decirme qué hacer, qué piezas mover a través del tablero de ajedrez. 

El calor del cuerpo del hombre me saca de mis pensamientos, está presionándome desde atrás y eso me agobia; una mano  se mueve a lo largo de mi cadera, la otra aleja el cabello de mi cuello.

—No eres cómo las demás— dice—su aliento en mi cuello— Deja de jugar a la esclava obediente.

Apreté mi labio inferior cuando unos grotescos dedos tocaban lugares donde no era bienvenido.

Su invasión me recordó momentos en Barón, las mansiones donde las consecuencias eran peores.

No era nada, nada, comparado con esto.

Respira.

Sólo respira.

Se puso a prueba cada centímetro de mi personaje.

Mis manos querían curvarse en puños, pero lo impedí.

Mi corazón quería galopar, pero lo callé para mantenerlo lento.

Cuando la mano del hombre se desliza entre mis piernas, se dispara el plan –que  ni siquiera sabía que tenía– para salir de esto. 

—¿Qué quieres de mí?—Pregunto sin rodeos.   

—Todavía no estoy seguro—me rodea de nuevo, evaluándome—. Si eres un fraude: nada. Si eres quién creo que eres : lo quiero todo.

Eso definitivamente capta mi atención.

—No sé a qué te refieres—miento.

—Oh, vamos—se burla— Creés que no se quién eres, me crees tan estúpido—tapa mi boca con su mano —. Me gustaría que esto fuera mi polla, pero esto funcionara de todas formas.

No tuve tiempo para respirar. Empujó una gran bota contra mi tobillo, forzándome a abrir las piernas. Capturó mi peso por completo, y colocó la culata del mango del 
cuchillo contra mi entrada.

¡Esto no debía suceder!

No puedo romperme ahora, no puedo romper el personaje, pero no dejaré que me viole con un cuchillo. 

¡Tengo que hacer algo! 

Miro a Emilio, sus ojos apenas ocultando su inquietud, y siento como si sus pensamientos no fueran muy diferentes de los míos.

Y entonces me decido.

Mi codo golpea la cara del hombre antes que pueda reaccionar. Ambos caemos al suelo pero rápidamente me subo encima de él, mis piernas a horcajadas sobre su cintura; mis manos  alrededor de su garganta, mis pulgares presionando contra su tráquea; mi cara torcida de rabia: mostrando los dientes y mis ojos turbulentos con toda la locura que puedo  convocar. 

—¡Maldita puta!— La voz de Emilio es como un látigo; sus manos agarran mis brazos desde atrás, tratando de alejarme de él—¿Qué mierda está mal contigo?

Agarro la garganta del hombre debajo de mí con más fuerza, y la aplasto contra su rostro tenso, pero por desgracia, él es mucho más grande, mucho más fuerte que yo, y puedo sentir que los papeles se invierten con rapidez.    

Dos segundos más tarde, estoy volando a través de la corta distancia, y con un ruido sordo golpeo el piso con mi espalda.    

Antes de que note que él viene hacia mí, la sirvienta está delante de él con el cuchillo entre nosotros, tratando de detenerlo.

—¡Déjela! No le haga daño...—. Pero él no escucha, agarra el brazo de Bianca y la empuja a un lado antes de caer sobre mí como una sombra imponente y asesina.

En sus ojos… veo que me va matar; mi plan 'brillante' fue el peor plan que nunca había puesto en marcha.    

Sin embargo, levanto mi barbilla desafiante retándolo a hacer lo peor.

Una sonrisa baila en mis labios. 

—Hazlo —desafío— ¡Hazlo!

El silencio es dueño de la sala por un momento. Nadie habla, ni siquiera Emilio.

Y aquí es donde me doy cuenta. Emilio solo era un señuelo, sin meditarlo ni proponérlo, descubrí quién realmente es el hermano de Fabricio.

Se agacha frente a mí, apoyando sus brazos sobre sus piernas; él inclina la cabeza hacia un lado, y luego el otro, estudiándome como si no  estuviera decidido si soy la cosa más intrigante que alguna vez haya encontrado, o la  más estúpida.    

—¿Es eso lo que quieres?—se burla de mí—¿Qué te mate?

—No me importa lo que hagas—le contesto—simplemente no iba a dejar que me toques de esa forma.

Un indicio de una sonrisa aparece
alrededor de sus ojos.   

—Joaquín...—Levanta la mano y silencia a Emilio.

—No la voy a matar—dice, y me sorprende—. Tengo un plan mucho mejor para ella.

Inclinándose, me clava los nudillos bajo la barbilla. Aprieta demasiado fuerte arqueando mi garganta, me observa unos cuantos segundos sin importarle que hiciera un gesto de dolor.

—Ahora jugaremos mi juego.

Y lo último que veo es un puño que atraviesa la oscuridad hacia mí.

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