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⟨39⟩

Si hay vida tras la muerte 
espero que la siguiente mia, ahora sí, 
esté contigo...


JungKook


Llenando de aire mis pulmones, enderezo mis hombros, echo una mirada atrás a Aya, mi esclava solo por esta noche y sigo a la anciana a través de la multitud hacia mi mesa.   

Aya, tal como le indiqué en el hotel, se sienta en el piso a mis pies; la chica viene de callejones y caladas de heroína, y no es tanto lo que puedo hacer por ella más que ofrecerle una buena dosis a cambio de favores. 

Como envenenar un vino,por ejemplo.

No confío en Aya, pero la aterrorizo tanto que le llevaría mucho  traicionarme. Sospecho que algún día lo hará, pero hoy no es ese día. 

Sabe en la mierda que estamos metidos,incluso ella está diferente comparada con la seguridad que sostuvo en la mansión de Frédéric; se sienta más cerca, presionada contra mi pierna como un perro leal que quiere estar lo más cerca posible de su amante dueño. 

Demasiada esperanza Aya. Demasiada.

Fabricio Moretti sube al escenario; el sonido de sus zapatos de vestir taconeando contra  el piso hace eco a través del amplio espacio; el micrófono enganchado a la solapa de la chaqueta de su traje hace sonidos extraños mientras se roza con la tela; escucho el zumbido de luces eléctricas encima de los altos techos; el susurro suave de las  conversaciones; el crujido de las ropas; el tintineo de los vasos–mi cabeza está dando un poco de vueltas–la anticipación de esta noche acrecentándose en mi sangre con cada puto minuto que pasa.    

Tomo nota de cada invitado que ingresa a través de las puertas, archivando cada  uno en mi cabeza, garabateando anotaciones en los márgenes y frustrándome porque hasta ahora, no hay señal de ellos. 

Ninguna. Ni una jodida señal. 

“Y aquí viene ella",escucho susurrar a una mujer a mi lado en tono cantarín.   

Echo una mirada a la entrada sur – como lo hace todo el mundo en el salón–  mientras Frances Lockhart, más conocida para mí como Leslie, entra paseándose por el pasillo como si hubiera paparazis  tirándole fotos a su cara y hubiera una alfombra roja debajo de sus tacones de aguja; mis dos guardaespaldas con los que la envié la siguen bien de cerca, así como las trece chicas que compró la primera noche.   

—Es mejor que mi mesa no esté ocupada— dice en voz alta para que todo el que está cerca la escuche, sumida en su personaje de niña malcriada y poderosa—. Es mi mesa y no me voy a sentar en ningún otro lugar.

No esperaba verla esta noche”,dice otra voz femenina detrás de mí. 

Nadie lo hacía”,concuerda su acompañante

Probablemente le rogó a Papi que le enviara más dinero. Por lo menos, esto será interesante”

Después que un sirviente saca la silla para Leslie, ella se sienta y lo despide con un gesto de la mano.  

—Vete antes que te roces con alguna de mis chicas, ¡vete!— le espeta y el sirviente se apresura a irse. Leslie eleva la mirada notando los ojos en ella, hace una pausa para advertir el desagrado de ellos y entonces los abarca con una mirada de enojo; su boca se abre con un resoplido.  

—¿Hay algo que necesiten?—Pregunta burlonamente y todos apartan la mirada.      

Leslie gruñe, y tan rápido como los invitados desvían su atención, ella pierde  interés y se enfoca solo unos segundos en mis ojos para luego desviarlos inmediatamente a sus chicas.

—No, no—argumenta, señalándolas—. Te  quiero aquí – y tú, siéntate junto a ella– no, tú. Sí, te sientas al otro lado de ella.

Pocos pueden apartar sus ojos del espectáculo que está logrando Leslie, pero todos lo hacen de la manera menos invasiva; la miran disimuladamente con una mirada de disgusto; algunos incluso se muestran abiertamente ofendidos por el  hecho de que en medio de ellos se permita a una persona grosera y ruidosa como lo es "Frances" . Yo, por otro lado, espero la actuación más dramática de Leslie.

Me concentro en los sonidos, escaneo los rostros minuciosamente. 

Mentalmente, me preparo y me pongo de inmediato en personaje cuando una mujer de largo cabello negro oscuro se dirige hacia nuestra mesa como un fantasma que se desliza con gracia a través de una habitación. 

Enrosco mi mano derecha alrededor de la parte posterior del cuello de Aya, la atraigo hacia mí y meto mi lengua en su boca. Es poco común ver a un amo dando afecto a su esclava delante de todos pero con esto le estoy diciendo que no estoy para una conversación ni para soportar su presencia en mi mesa.

La mujer apenas se estremece, lo veo en sus ojos antes de que tenga oportunidad de ocultarlo pero se desvanece en un instante cuando un hombre, ni atractivo ni feo, pero algo en medio, entra al teatro  con seis guardaespaldas con máscaras y exudando algo que nadie más en el cuarto posee: rango.  

Es como si todo el mundo le conociera o al menos supiera de él, y él no necesitara actuar para hacer que toda persona en el teatro volviera su cabeza para mirar mientras él hace su camino hacia su mesa cerca del escenario.  

Y las miradas que él obtiene son opuestas al desagrado, ofensa o sorpresa; las caras mirándolo están llenas de respeto, admiración y miedo.    

Una vez que el hombre se sienta y sus guardaespaldas enmascarados toman sus posiciones  alrededor de él y cerca del escenario, el ruido de las conversaciones se eleva de nuevo, pero en un tono diferente. 




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La subasta comienza y todavía no hay señales de Maggi ni de Taehyung, y estoy llegando al punto en el que me siento lo  suficientemente desesperado. Supongo que tendré que intentar estabilizarme y prestar atención, pero cada vez que una nueva chica es subida en ese escenario, So-jung saca de mi cabeza casi todo el  rastro de ellos.

No es una sorpresa, Leslie, gana las dos primeras subastas. Tampoco me  sorprende que el hombre al que ahora sé que se llama,Iosif, no haya apostado aún, o haya mostrado alguna indicación de que  lo hará más tarde.  

Él es imposible de leer; no puedo decir si está interesado, aburrido o a punto de cagarse encima, él es una estatua.  

A las nueve en punto, Iosif eleva su paleta por primera vez y Leslie eleva la suya.    

Aquí vamos.  

Aya y yo nos miramos.   

Iosif – trescientos mil.   

Leslie – trescientos cincuenta mil.    

Iosif – cuatrocientos cincuenta mil.   

Una frustrada Leslie – cuatrocientos setenta y cinco mil.    

Iosif – Un millón  

Leslie tira su paleta en la mesa frente a ella.

—Un millón a la una— anuncia Fabricio—a las dos…    

—Un millón cien mil— dice Leslie sus pequeños hombros y su pecho generoso suben y bajan con alientos pesados y exasperados.    

—Un millón cien mil a la una…   

—Dos millones de dólares—. Señala Iosif.

Una ráfaga de murmullos excitados circula por el cuarto como una ola.   

 “¿Esa mujer está loca?” ,le dice un hombre a otro en la mesa a mi izquierda.   

 “Oh, esto es excitante”, dice tras de mí una mujer a otra, con una voz sensual.  

“Tal vez debería apostar así para obtener su atención”.   

Leslie sale disparada de su silla y mira a Iosif con furia; jadeos y susurros  agudos hieren mis oídos; miro hacia Fabricio que está parado en el escenario con las  manos unidas a su espalda y la puta sonrisa más grande.  

Jodido bastardo.   

—¿Para qué la necesitas?— Leslie reta a Iosif—. ¿Para qué necesitas a cualquiera  de ellas?

Siéntate Leslie, maldita sea. Solo siéntate.

Creo que dejé de respirar; pienso que todo el mundo en el salón dejó de hacerlo cuando, Iosif, como un demonio elevándose de las entrañas del infierno, se pone de pie  lentamente y cada cara en la multitud sigue sus movimientos sin titubear.  

Sin quitar sus ojos de Leslie le dice a Fabricio, con un pesado acento francés: 

—Cinco  millones de dólares.   

Los ojos se amplían, las bocas caen abiertas; los jadeos y los susurros agudos se intensifican y multiplican a mi alrededor.  

Ella toma una respiración profunda e intensa y simplemente me mira a través del gran espacio cerrado, la furia en la de Leslie y la mía negando.

Leslie da con sus palmas en la mesa; vuelve a mirar a Iosif con ira, y entonces  se sienta de golpe en su silla como una niña malcriada aceptando que la vencieron, pero sin decoro.

  

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Siento mi corazón latir en mis oídos; la  saliva se evapora de mi boca cuando la ronda de las "Crystal" comienza.

Una chica joven de cabello rubio camina delante de un comprador, probablemente ha pasado los últimos meses de su vida siendo entrenada para este preciso momento. Ella podría haber acabado de salir de la escuela secundaria; una joven estudiante recién comenzando, trabajando como camarera en algún lugar; o tal vez incluso todavía en la escuela cuando fue secuestrada. 

Todavía es joven; no puede ser mayor de diecinueve años. 

Apreté los dientes mientras una rabia silenciosa se deslizaba por mi pecho.

La cuarta chica es anunciada y todos los músculos de mi cuerpo se tensan.

Ella permanece de pie desnuda enfrente de la multitud, sus delgados brazos hacia abajo a los costados; no tiembla; nada acerca de su postura sugiere que esté tensa, asustada o enojada: es lo que sea que aquí le han dicho que quiere que sea, por dentro y por fuera.

Y aunque por un segundo pensé que se trataba de So-jung, no perdí mi mierda ni por un momento.

―Nuestra cuarta pieza para la oferta de esta noche ―anuncia Fabricio, hablando por el micrófono―, es una chica de clase B de Francia ―Clase B, denota que no es virgen, probablemente tuvo relaciones dos o tres veces―. Estuvo completamente entrenada y obediente en menos de tres meses; todos sus dientes han sido reemplazados con implantes. También le ha sido removida la marca de nacimiento. Sí, ¿cuál es su pregunta? ―Fabricio señala a un tal Trevor Chamberlain sentado dos asientos después de mí.

―¿La chica tiene alguna peca en la zona del pecho? ―opina Trevor, su voz suave rodando sobre el público como si también estuviera hablando en un micrófono.

Fabricio mira a la chica con las manos cruzadas a la espalda, responde clara y confiadamente: 

―Hay seis pecas en el área de su pecho, de color claro.

Algunas preguntas más vienen de otros compradores en la multitud, y luego un comprador levanta la paleta de color rojo para que pueda ir al escenario y examinar más a la chica.

Él estira un par de guantes de látex en sus manos, la chica se dobla y es obligada a poner su cabeza entre sus piernas y agarrar sus tobillos. El comprador pone sus dedos cubiertos dentro de la chica para sentir cuán apretada es, ella permanece impasible junto al buitre que espera a desmenuzarla.

La chica nunca se inmuta.

Tampoco yo.

La incesante agonía está destruyendo mi interior mientras que la novena chica es  mostrada en un pequeño pedestal, colocado delante de ella con un tremendo número,el precio de venta, así como también su información biográfica y física para que los compradores pudieran leer en detalle. 

La Clase A es traída al escenario. Clase A denota a una virgen y puede ser de cualquier edad, pero generalmente son menores. Estoy jodidamente nervioso.

La número diez es presentada como Shelby y juro por Dios que necesité todo mi esfuerzo para no lanzarme sobre el escenario. 

Su cabello marrón hasta la barbilla ahora caía en cascada hasta sus notables costillas. La marca de nacimiento debajo de su ojo izquierdo es más notable, piernas largas ligeramente magulladas, el resto de su cuerpo aún conserva su blanco puro que está haciendo a todos los hijos de puta sádicos salivar en esta sala.

Es como un lienzo en blanco para un pintor. Pensar en las marcas que podrían poner sobre ella me destroza.

Sus hermosos ojos marrones me llevaban a los recuerdos más profundos. Me transportaban a los más felices. 

Al igual que todas las esclavas, estaba desnuda, sus muñecas esposadas juntas delante de sí, una pierna encadenada a un grueso cable que atraviesa todo el largo de la pared.

Quería dedicarle una tranquila mirada, una de protección. 

Podía ver su terror. A pesar de la forma en que había entrelazado sus pequeños dedos, sus manos todavía temblaban. 

Recuerdo todo nuevamente sobre una niña que fue alejada de mí. Por un segundo siento que todavía estoy en Garden Barón.

Casi pierdo la compostura. Me siento a tan solo un respiro de mandar a la mierda el personaje; la sangre agolpándose en la cima de mi cabeza; siento mis manos doliendo por un arma, o lo que sea que pudiera usar para matar, para matarlos.

Pero no lo hago. 

Permanezco en calma, sin emociones, pareciendo inafectado por estar viendo a mi hermana, desnuda a punto de ser vendida.

Apretando los puños, resisto el desesperado impulso de ir por ella.

Resisto.

Resisto…


En el medio de mis pensamientos, Maggi es llevada al escenario, y todo lo demás en mi mente se desvanece.   

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