Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

⟨18⟩


JungKook


Llegamos al aeropuerto de Eleftherios Venizelos. Yoongi y yo íbamos enfundados en un traje del servicio de limpieza del aeropuerto, cuando cruzamos la puerta hacia la salida, gracias a todo lo que Jimin nos había dejado antes de volver a Nonsan.

Conseguimos llegar al parking sin llamar la atención y, seguidamente, encontramos el coche que esperaba nuestra llegada.

Yoongi lo abrió para comprobar que el maletero estaba cargado de armas y todo lo necesario.

Nos cambiamos de ropa en el mismo
parking para hacernos pasar por simples pasajeros, donde, minutos después,Viggo aparecía en otro vehículo similar al nuestro. Saqué un mapa de las puertas de acceso privadas por donde Viggo se llevaría a Elena junto a sus hombres y, después, un avión les estaría esperando para regresar a Sans Soley en una pista privada del aeropuerto. 

—Bien, Adara saldrá por esta puerta —la señalé con un rotulador—, no sabemos con cuántos hombres contamos como seguridad, pero estoy más que seguro de que no serán cuatro, por lo tanto, nos ganan en mayoría. Tendrán que abrir bien los ojos, puede ser que en cada rincón la estén vigilando.

—Todo esto, sin contar con que Park pueda aparecer —añadió Yoongi.

—Si se da el caso de que esté, yo me encargaré de eso. Ustedes deben encargarse de tomar a Elena después de que Adara le entregue los papeles y salir lo más rápido posible de aquí. Ya saben el procedimiento a seguir, no quiero ni un puto fallo —sentencié.

Todos asintieron conforme al discurso, poniéndonos manos a la obra.

Quedaba una hora para que su avión aterrizara, y esa sería nuestra única
oportunidad.

Subimos por las escaleras, escondidos con distintas vestimentas para no ser
reconocidos por ningún hombre de los de Park. Tenía claro que sabía que su hija estaba viva, lo que no sabía era hasta qué punto tendría constancia de mis movimientos. Apunté a Elena con mi arma por la espalda, indicándole que comenzara a andar.

—Si haces algún gesto que no debas, te pego un tiro en una pierna en medio del aeropuerto,y lo que verás después, será cómo descuartizo a tu hija, ¿te ha quedado claro?

Asintió sin contestar bajo la atenta mirada de Yoongi y Viggo.

—¡Contesta! —grité.

—Sí.

Exhalé un fuerte suspiro cuando noté que mi poca paciencia estaba empezando a crisparme.

Llegamos hasta la puerta de embarque y nos sentamos en unas sillas más
alejados para no ser vistos. Por el momento conté a siete hombres en la puerta.

—Hay cuatro hombres en la principal de las salidas —murmuró Yoongi.

—Por ahí no van a irse —aseguré.

—Pero tenemos que tenerlo controlado. 

Los hombres de los Tarasov ya están
ello, pero no sé cómo piensas encargarte de esos siete. —Los señaló.

Miré a Elena, quien había estado hablando las últimas horas con Adara, la mujer que lleva los registros de las personas que asistirán al evento de Park en la isla Megalos. Quedaron en verse en el aeropuerto con la farsa de que su marido,Park, le indicó que ella tomaría dichos registros. 

Le insté con la mirada,esta se levantó y antes de dirigir sus pasos hacia ellos le advertí con tono rudo:

—No se te ocurra jugármela. —Me miró y negó—. Pasaré por delante de ti
en un minuto, ya sabes lo que tienes que hacer.

Asintió. 

—Por cierto, ¿aún conservas mi cinturón? Con el que te sujeté en la cama.

Me fulminó con la mirada destellos de rabia saliendo de ellos.

—Supongo que no— Me burlé.

Yoongi me contempló sin estar de acuerdo con mi plan número uno.

—Te espero en la puerta de los aseos.

Coloqué mi gorra de manera que no pudieran verse mis ojos, y ajusté mis
gafas de sol para pasar desapercibido.

Vi cómo Yoongi se estiraba su chaqueta de cuero seguidamente, se levantó y comenzó a caminar delante de mí,mientras que Viggo desaparecía por otra de las puertas en dirección a la planta donde estaba el coche.

Quedaban diez minutos.

Uno de los hombres de Adara saludó a Elena con cordialidad, observé cada gesto y movimiento de ellos detenidamente. En el momento que los registros estaban en manos de Elena pasé por al lado y la toqué de refilón al mismo instante en el que escuchaba cómo le decía a uno de los hombres de Adara.

—Creo que me ha robado la cartera, con la documentación.

El tipo se encaminó tras de mí, y con rapidez me metí dentro de los aseos. Hice como queme lavaba las manos cuando, acto seguido, se colocó detrás de mi cuerpo.

—Dame lo que le has robado.

Me giré haciéndome la víctima, como si estuviera asustado.

—N...no...nose de que habla.

Dió un paso mas adelante y, entonces, eché mi mano hacia atrás, tomé mi arma con silenciador del lavabo y le disparé dos veces. El hombre cayó al suelo fulminado, en el momento en el que Yoongi entraba y, sin perder tiempo, lo metió dentro de uno de los aseos.

—Nos quedan seis —informó.

Asentí. Saqué la cabeza por el umbral de la puerta cuando ya anunciaban que el vuelo acababa de llegar. Elena me vio, me escondí de nuevo y, al momento, dos de sus hombres entraban en los servicios. Cerré la puerta con disimulo cuando estuvieron dentro, y ambos se giraron sorprendidos.

—¿Buscas algo?

Yoongi apareció desde atrás, propinándole un fuerte golpe en la cabeza a uno de ellos, mientras que el otro, sorprendido, se abalanzaba sobre mí. El revuelo se armó entre golpes y forcejeos, hasta que conseguí recuperar mi arma, disparé al
atacante de Yoongi y este torció el cuello del mío.

—Tres.

—Tres —repetí.

Salí del baño sin que se percataran de ello; Yoongi hizo lo mismo con un poco
de distancia para que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando.

Vi que comenzaban a preguntarse dónde estaba el resto y, en ese momento,supe que se dieron cuenta de que algo sucedía. Tomé mi pinganillo.

—Se dirigen a la salida. Sospechan algo.

Elena se separó del grupo en el instante en el que entramos en el parking.

Ellos accedieron por las puertas privadas del aeropuerto, mientras que Yoongi y yo nos separamos para llegar antes. Viggo metió a Elena en el coche junto a sus hombres y se fueron antes de que Adara bajara del avión.

En silencio, caminamos hasta llegar a la salida por donde Adara aparecería
en breve. Comprobé que solo dos tipos la acompañaban, lo que quería decir que los hombres de Viggo se habían encargado del otro. Un coche la esperaba en la puerta y, antes de que salieran, una bala atravesó el pecho de otro de los acompañantes, dejando así a la mujer con un solo guardaespaldas.

Corrí todo lo que pude hasta alcanzarla, mientras el único hombre que quedaba, sacaba su arma buscando posibles francotiradores. Agarré a Adara por el cuello, presionándola contra mi cuerpo.

—¿Qué te parece si tú y yo damos un pequeño paseo?—susurré en su oído.

El tipo se giró a punta de pistola y Yoongi disparó en medio de su frente. Ahogué los gritos de Adara con mi mano y salimos del aeropuerto.


Una vez en el coche, mi teléfono vibró en el bolsillo de mi pantalón. 

Tenía la esperanza de oír la voz de Maggi pero la voz familiar de Jimin hizo que mi pecho se oprimiera.

—Daimon…

—¿Acaba de suceder?

—Si.

Mi respiración se detuvo.


______________________________________


Maggi

Lentamente me remuevo despertándome por el sonido de algo zumbando bajo e intenso, por encima de mí, acompañado por un sonido silbante rápido y constante. Mi vista borrosa, permitiendo solo una cantidad limitada de luz gris opaca que a la primer inclinación se distorsiona mientras alcanza a mis ojos. El aire se siente increíblemente húmedo, el reverso de mi camiseta y el área entre mis senos y debajo de mis axilas, están empapadas hasta el punto en que cuando la brisa extraña me golpea, me enfría hasta los huesos.

Mis manos están atadas detrás de mi espalda. Mis tobillos, rápidamente me doy cuenta, también están amarrados.

Fuerzo a mis ojos a que se abran el resto del camino y traten fuerte de enfocar mi visión. Estoy sentada en una silla en el centro de una enorme habitación oscura y polvorienta de lo que parece ser un antiguo almacén. 

Me rio en mi interior mientras ahora veo en mi mente la cara de Aleksei, como si estuviera dentro del almacén de vuelta en Newa Orleans. 

Uno recibe lo que da, supongo. La retribución por cada muerte que causé o de la que formé parte viene más pronto de lo que había esperado.

El aire extraño y el sonido silbante que veo sobre mi viene de un gran abanico industrial sobresaliendo de la pared cerca del alto techo. Las paredes están hechas de concreto, el techo de travesaños de metal tan estrecho se extiende de un extremo a otro, sostenido por altas columnas de concreto.

El lugar huele intensamente a disolvente, pegamento y químicos perjudiciales.

Mi garganta está dolorosamente seca. Mi primer instinto es pedir agua, pero al igual que con la eliminación de la soga alrededor de mis muñecas y tobillos, sé que nada de lo que pida me será dado.

Miro hacia abajo cuando siento la parte superior de mis pies ardiendo y veo que la piel en mis dedos está lesionada, indicando que en algún momento debí ser arrastrada. 

Ruidosas pisadas, como firmes suelas planas, hacen eco a través del espacio enorme mientras Stephens hace su camino hacia mí.

Rio bajo mi aliento ante la ridiculez de la situación.

—¿Qué, puedo preguntar, es tan divertido? —dijo Stephens con su voz profunda, teñida con su propia diversión. 

Sonrío con absoluto descaro hacia el mientras se para sobre mí con sus manos cruzadas tras su espalda.

—¿Pensé que tú y ese jodido enfermo con el que trabajas me querían muerta? —Reí. 

—Esta es una pequeña exageración, ¿no lo crees? —Sonreí con suficiencia hacia él.

Stephens sonríe escalofriantemente y lo comparo inmediatamente con la mirada que vi en la cara de JungKook después de que ató a Aleskie a esa silla de dentista. 

En lugar de responder, el vio a su derecha mientras otro hombre se acerca con una silla. Las piernas golpeando brevemente el concreto mientras la silla es colocada en el piso haciendo eco a través del pequeño espacio que nos separa. Stephens se sienta, alisando casualmente su fino traje negro, estirando cuidadosamente la solapa y después quitando polvo invisible de su pierna.

—¿En serio? —dije, sacudiendo la cabeza—. Déjame adivinar, Choi todavía quiere su espectáculo erótico. No lo tuvo con su escolta en su oficina en el restaurante, por cierto estoy contenta de que ese pedazo de mierda esté muerto. ¿Era amigo tuyo? —sonreí de forma burlona más claramente.

Los ojos de Stephens sonrieron. Cruza una pierna por encima y coloca las manos cuidadosamente en su regazo. Es increíblemente desconcertante lo relajado e indiferente por mis palabras que parece. Pero no le dejare saber que me molesta en cualquier caso.

—Confía en mí, Beth, Maggi o como sea que te llamen, si dependiera de mí, te habría matado en esa casa en lugar de traerte aquí.

—Por supuesto —me burlé—, sólo eres el lacayo, sentado a los pies de Choi
esperando por su próxima mamada. 

El techo apareció en mi visión en un instante en que mi cabello era jalado desde atrás, mi cuello es forzado tan lejos hacia atrás que corta mi corriente de aire. Otro hombre se para detrás de mí, mirando abajo hacia mis ojos ensanchados. Trato de tragar, pero no puedo. Me empiezo a ahogar y en cambio jadeo.

—Libérala —escucho decir a Stephens.

Mi cabeza es forzada hacia adelante, mientras el hombre se va; el peso de mi cuerpo provoca que la silla se agite y se tambalee brevemente y después se estabiliza a sí misma. Estoy aliviada de que puedo respirar de nuevo.

Levanto mi cabeza y miro el resplandor de Stephens sentado solo a sesenta centímetros frente a mí. Comencé a mirar la habitación, buscando una salida, buscando un plan que sé que probablemente nunca se materialice. Incluso si puedo salir de esta habitación, no sé cómo lograr 
quitarme estas ataduras. La que está alrededor de mis muñecas es tan ajustada que se siente como si la circulación de la sangre ha sido cortada de mis manos.

La que está alrededor de mis tobillos está casi tan ajustada, pero por un momento más siento que no puedo moverme, mis tobillos moliendo contra la madera de la pata de las sillas. 

Pero no voy a ningún lado. Excepto tal vez muy pronto al Infierno.

No tengo miedo de Stephens. No tengo miedo de lo que me va a hacer. No tengo miedo de ser torturada. Sólo me asusta qué tanto durará.

—¿Por qué sólo no terminas con esto? —arremetí contra él, con evidente odio y venganza en mi voz—. No me importa lo que me vas a hacer, o lo que Choi me va a hacer, así que solo hazlo.

—Oh, pero no estás aquí debido a Choi. —Stephens destelló una sonrisa 
escalofriante—. Y no, no quiero acabar de una vez. —Se inclina hacia adelante en la silla, empujando su mandíbula de forma cuadrada más lejos en mi vista. Puedo oler su loción de afeitarse—. Espero que no hables por lo menos unos días porque estoy muy ansioso de pasar este tiempo contigo.

Tragué mi miedo de saber lo que sus palabras significan, que él va a torturarme por un largo tiempo. Trato de enfrentarlo, esperando que no detecte la más mínima pizca de preocupación en mi cara.

—¿Qué posiblemente podría saber que necesites para hacerme hablar en absoluto? —Sonreí con suficiencia—. ¿Y qué clase de loción de afeitarse es esa? Huele como si fueras un contenedor de basura entre los muslos de un drogadicto.

Los ojos como dardo de Stephens detrás de mí, apenas estrechándose en una forma que me dice que detuvo al hombre de apretar mi cuello otra vez, o tal vez de golpearme en toda la cara. El ignora mi insulto.

Stephens se aleja y descansa su espalda contra la silla de nuevo. Y no dice nada. Odio eso. Prefiero que diga un monologo cursi a mi alrededor a que no diga nada en absoluto. Y creo que sabe lo mucho que me molesta. Esa expresión petulante en sus ojos me lo dice.

—Está bien, entonces si no estoy aquí por Choi, ¿entonces porque estoy aquí?

Otro par de pisadas se mueven a través de la habitación detrás de mí. Trato de ver hacia atrás, pero solo puedo estirar mi cuello alrededor hasta ahora.

Finalmente, la figura camina alrededor y en mi vista.

—Estas aquí por mí —dijo Taehyung dejando caer una colilla de cigarrillo en el piso y apagándola con su bota negra de cuero.

Oh mierda.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro