⟨11⟩
Un ajuste de cuentas...
Nikolai Tarasov.
Paseé mi mano con delirio por la blanquecina piel de la muchacha, era tan hermosa que se me hacía imposible pensar que era hija de Park Jae-sang.
No se parecían en nada, ni siquiera en los ojos. Los suyos eran cafés más rasgados que de costumbre,salvajes pero dulces, los mismos que ocultaban miles de secretos.
Comprobé su cuerpo desnudo, y pude apreciar que no había señales ni marcas, algo que me indicó que mi hermano Viggo había cumplido su parte del trato. Le eché un rápido vistazo y este levantó sus manos.
—No será por ganas de matarla. Le hubiera dado la paliza de su vida, pero te lo prometí.
Su tono gracioso a ella no le hizo ni pizca. Levantó el rostro cual leona,
lanzándole un escupitajo que ni yo mismo creí que consiguiera darle, pero me equivoqué, ya que manchó su pantalón.
—Puta de mierda… —rabió.
Alcé una mano para detenerlo cuando ya se acercaba a nosotros y este paralizó su paso. Lo miré negando con la cabeza y, después, pedí que saliera de la habitación junto con el resto. Todos me contemplaron sin entenderlo, hasta que una mirada intimidatoria hizo que obedeciesen al instante. Cuando la puerta se cerró, volví mis ojos a la muchacha que aterrorizada por mi presencia me observaba con un miedo latente, lo que me demostró que todo ese carácter que acababa de sacar escupiéndole a Viggo, no era más que una simple barrera de defensa al sentirse sola y aterrada, cuando en realidad lo único que deseaba era echarse a llorar y esconderse de cualquiera de nosotros.
—¿Te han tocado? —Fue mi primera pregunta.
No contestó.
—Si no hablas conmigo, difícilmente saldrás con vida de esta sala, y creo
que vas a preferir que te torture yo, a que lo haga él. —Señalé la puerta.
—Mi padre los matará —murmuró con un hilo de voz.
—No lo creo,cielo.
Me levanté para quedar frente a ella. Tomé su mentón con mi mano, mientras se revolvía para apartar el contacto que estábamos teniendo, pero la sujeté con suficiente fuerza para que no pudiera hacerlo.
—Podemos hacerlo de dos maneras —permanecí en silencio unos segundos
—, mírame.
Mi tono duro hizo que la niña asustadiza volviera con más pánico del que ya tenía.
—Uno: hablas conmigo, me cuentas cuál es el código de la cuenta y te dejo volver a casa para que te acunes bajo los brazos de papá— Paso mi mano por sus muslos desnudos y sentí la suavidad de su piel— O, por el contrario, podemos hacerlo por las malas. Puedo llamar a uno de mis hombres que adora los coños jóvenes y mandarle a papito un vídeo en el que te viola hasta la saciedad, para después descuartizarte y meterte en una caja de regalo.
Me miró horrorizada.
—Créeme, Suk, no es nada comparado con lo que tu padre hace en esas reuniones en mansiones costosas.
—Mi padre no es una buena persona, pero jamás tocaría a una niña.
Reí irónico, soltando su mentón de malas maneras.
—No tienes idea —Me paré en la puerta de salida sin mirarla. Giré mi rostro antes de abrirla—. Piénsalo bien, no tendrás otra oportunidad conmigo. Quiero el código.
Cerré tan despacio que apenas se oyó el clic. Viggo esperaba con los brazos
cruzados, dándose pequeños golpes en la barbilla con su dedo índice, elevó sus destellantes ojos hacía mí, y yo negué con la cabeza para darle a entender que no tenía buena pinta.
—¿Quieres que prepare el arsenal?
—Es una cría —mencioné con enfado.
—A las niñatas como esa también se las puede torturar. Seguro que habla
antes —sentenció rudo.
Pero no era esa la intención que yo tenía. Quería que Suk confiara en mí, no solo para poder sacarle la información que necesitaba, sino para que llegase al punto de traicionar a su mismo padre.
—Las cosas no funcionan con todo igual, hermano.
Pasé por su lado viendo una mueca de desagrado en sus labios y me dirigí
hacia la entrada de la mansión, donde me senté en las escaleras que accedían al interior.
—¿Te la quieres follar? —preguntó Viggo tomando la misma posición que yo.
—¿Qué puta pregunta es esa?—lo miré fijamente.
— Te conozco, hermano. Se la hubieras entregado a Lucca ante la primera negación de la niña en darnos el código de su padre.
Giré mis ojos hacia él, a lo que movió los hombros con su habitual gracia,como si fuese un niño bueno, algo completamente equívoco de un Tarasov.
—No.
Mentí. Claro que había algo en ella, algo especial, más de lo que quería reconocer.
—Hagamos esto a mi manera. Sabes que ya no puedo fallarle a padre.
—Padre confía en ti, eso no lo dudes nunca —Sonreí.
—Tú siempre fuiste su orgullo.
Lo observé con atención. Era tan atractivo que quitaba el hipo a cualquier mujer o hombre que estuviese a su lado, y no entendía cómo era posible que tuviera aquel carácter tan vivaracho en algunas ocasiones, cuando ser narcotraficante le debería de llevar más de un quebradero de cabeza, y más en la posición en la que se encontraba él. Pero solo anhelaba demostrar a padre que era capaz de volver a pertenecer a la Bratvá.
—¿Alguna vez has tenido alguna fuerte atracción con ese fetiche loco que tienes? Me refiero al tercero en discordia—pregunté curioso.
Torció sus labios en otra mueca graciosa.
—Si te refieres a las mierdas esas —movió la mano en el aire haciendo círculos—, eso de las mariposas y no sé qué, no tengo ni puta idea. Pero, si. Natasha y yo conectamos con alguien la última vez.
—¿Eso quiere decir que te has enamorado?
Alzó sus ojos sorprendido.
—No exactamente —respondió sin sonar convincente. Juntó sus labios haciendo una mueca de «ya»…, y después se agarró las manos, dejando sus rodillas en medio de ellas.
—¿Ni un poquito? —comenté con gracia.
—Ni un…
No pudo terminar de hablar cuando escuchamos un montón de armas cargarse.
Viggo levantó la cabeza, y yo miré a la entrada de la mansión. No podía ser.
—Tienes una seguridad de mierda —anunció el nuevo visitante.
Sus ojos recayeron sobre mi, a la misma vez que negaba varias veces con su cabeza. Justo detrás de él estaba la persona a la que no me alegraba para nada de ver. El maldito hijo de puta se atrevió a venir hasta aquí.
—¿Qué mierda haces en mi casa? —preguntó Viggo sin moverse—. Vas a
morir —canturreó.
JungKook sacó un arma que se encontraba en su mano derecha detrás de su espalda y le apuntó. Los movimientos de las armas de los diez hombres que lo encañonaban volvieron a resonar. Estaba muy tranquilo para la situación en la que se encontraba. Eso me alertó, pero no me moví.
—Vete de mi casa, Daimon, si no quieres que te cosan a balas.
—Si me cosen a balas, tú recibirás alguna también —. Aseguró JungKook.
En un segundo oí cargarse más armas, miré a mi alrededor y los hombres de Jungkook salían por varios puntos de mi casa como una maldita plaga.
Viggo tomó el arma de uno de sus hombres de atrás avanzando a JungKook con rabia.
—¡Viggo! ¡Baja la puta pistola! —comenzaba a desesperarme visiblemente.
Me ignoró al mismo tiempo que sus pasos continuaron hasta colocarse a la misma altura que JungKook. Los dos de pie apuntandose mutuamente.
—¡No bajo una mierda! Voy a volarle los sesos a esta jodida rata.
—Dios, no seas tan rudo conmigo o podría terminar enamorándome de ti.
Lo está provocando, con los hombres de el por varias zonas es obvio que han escuchado nuestra conversación lo justo y necesario, por eso permanecía tan tranquilo. Tiene un plan y esto no pinta bien.
—Vamos, cariño, dispárame. ¿O prefieres que haga un trío contigo primero?
Vi a mi hermano vacilar ante las palabras de Jungkook, si no controlo esto ahora estoy seguro que lo matará pero ambos moriremos segundos después por los hombres de Jungkook.
—No eres mi tipo,pedazo de mierda—. Bufó Viggo tirando de la correa de su pistola.
En ese instante la cabeza de uno de nuestros guardias estalló a centímetros de mi cuerpo, salpicando mi rostro y parte de mi ropa con su sangre.
—¿Que carajos…?
El cuerpo pesado cayó inerte a mis pies mientras que otros dos disparos resonaron en la sala, sacudiendo los cuerpos de otros dos guardias.
—¡Bajen sus armas ahora! Maldición. ¡Tienen un maldito francotirador!
— Y una mierda, nosotros tenemos uno también.
— Objetivo eliminado, señor.
Anunció una voz en una radio proveniente de un pequeño dispositivo, ubicado en la cintura de Jungkook. Nos mira burlándose.
—Tenían.
Me estremecí cuando Viggo lo observó con el peligro escrito en su frente. JungKook hizo un gesto de aburrimiento, a la vez que yo me ponía delante de Viggo.
—Hermano, baja la puta pistola ahora— . Ordené con mis dientes apretados.
Achicó los ojos pegando su rostro a mí.
—¡Quita!
— ¡No!
Siento la mirilla de un cañón en mi sien presionando fuertemente en mi cabeza.
— Diles que bajen sus armas, ruso. Hazle caso a tu querido hermano antes que le atraviese una bala por su cráneo.
La voz de Jimin me hizo saber que era él quien me apuntaba.
Toqué el antebrazo de Viggo y este resopló como un toro. Tiró el arma al suelo lentamente y yo supliqué que no hiciera ninguna tontería. Yoongi la pateó con su pie y ésta derrapó junto a un sillón.
Escuché caer todas las armas de nuestros guardias, incluidos los cuchillos que llevaban en diferentes partes del cuerpo, a la vez que Viggo levantaba los brazos hacia el cielo sin intención de moverse del sitio.
Me di la vuelta hacia JungKook.
—¿Aún intentando engatusarme para tu beneficio, me has echado de menos?
—pregunté irónico.
—Ya sabes que no puedo vivir sin ti—. Bromeó,guiñandome un ojo.
—¿A qué se debe esta agradable visita? —pregunté.
JungKook me miró desde su posición, mientras Viggo colocaba sus brazos en jarra.
Jimin bajó el arma de mi cabeza y se acomodó en uno de mis sillones. Su amigo Yoongi negó con la cabeza, poniendo mala cara.
—¿Qué? —espetó—. Estoy cansado de tanto viaje.
—Tengo entendido que tienen algo que me pertenece— Anunció Jungkook.
Viggo me observó de reojo.
—Y ¿por qué has llegado a esa conclusión? —preguntó mi hermano con reticencia.
JungKook ladeó la cabeza, mirándolo juguetonamente.
—Porque el pedazo de mierda que tienes enfrente es muy inteligente.
—¿Qué se supone que no nos pertenece, asesino? —recalcó aquella última palabra con desdén.
—El jefe te está provocando, maldito—cizañó Lucca desde su posición.
Yoongi sacó la pistola de detrás de su pantalón, apuntó hacia Lucca y éste se tensó en su lugar abriendo los ojos.
—Controla esa lengua, Pavlov. Estoy apunto de cortarla.
—Lucca— lo llamo y me mira— Cállate.
Asintió mirando el suelo, le hice una seña a Yoongi para que entendiera que lo tenía bajo control. Vaciló pero accedió a guardar su arma.
—Quiero a la niña que secuestraron—. Demanda JungKook dejándonos perplejos.
Viggo soltó una gran carcajada que resonó en todo el salón.
—Estás de broma, maldito. ¿Por qué te daríamos a la niña, a ti? Puto loco.
Le devolví una mirada de disgusto ante su comentario, viendo su sonrisa de oreja a oreja. Giré mis ojos hacia JungKook y me percaté de su descontento.
— Mira ruso,intento contar hasta el puto diez para no clavar mi cuchillo en tu garganta— se acerca a mi hermano sigilosamente, Viggo no se mueve pero yo estoy atento a sus movimientos—. Mi antiguo terapeuta dijo una vez que eso ayudaría. La misma terapeuta a la que solía agachar sobre su escritorio cada mes hasta que goteaba sobre mi polla y me llamaba papi, así que… quizá se equivocaba. No me provoques.
Desvíó sus pasos hacia mí de manera intimidante, pero, antes de llegar, se paró procesando la información que tenía en su mente, supuse que para contarme más o menos a qué venía todo esto.
Dio otro paso más; yo no me moví del sitio.
—¿Dónde está?
—¿De que puede servirte a ti, Suk?
Apreté mis labios en una línea recta y el sonrió satisfecho. A esta altura le acababa de dar otra razón de cuánto me interesaba la cría. Ambos sabíamos que cuando uno le da mucha atención a un objetivo es por qué hay algo más detrás de toda esa misión. Podía remediar mi error todavía.
—Digamos que le dejé a Park la sorpresa de su mujer desnuda y atada en la cama de un hotel. ¿Creés que se alegre de verme?— Se rasca la barbilla con la punta de su arma—. Dime dónde está. —No era una petición, sino una orden.
—No mandas en mí, Jungkook no lo olvides —lo reté, irguiéndome en mi
posición—. ¿No tienes nada mejor que hacer? Aquí no estás en tu territorio y juegas con desventaja. Márchate.
No sabía qué era lo que me enfadaba más, si su pasotismo hacia mi persona o la manera en la que me estaba tratando en mi casa frente a mis hombres.
—¿Qué quieres tú de ella? —gruñó.
—Información.
—¿Sobre qué? —comenzaba a desesperarse, y estaba dejando ver ese estado en su voz.
—Un código para vaciar la cuenta de Park Jae-sang.
—Te lo conseguiré yo mismo. Deja que la vea y hable con ella, después me la llevaré.
No era un mal trato, dadas las circunstancias, ya que después de conocer a Suk en persona y ver el poco interés que su padre mostraba hacia ella, quizá mi teoría de que fuera un diamante en bruto no era tan acertada. Viggo y yo nos miramos y, al final, mi hermano habló:
—¿Con las mismas condiciones?
—Con las mismas condiciones —respondió serio.
—Primero el código, luego te la entregaré.
—De acuerdo—. Accedió de inmediato.
Dudé.
Me acerqué a él de la misma forma que un animal salvaje lo haría cuando se siente amenazado y lo miré desde mi posición, quedando hombro con hombro. Tenía muy claro que quizá le entrase por un oído y le saliese por otro, pero también quería marcar mi territorio y darle a entender que conmigo no intentara ir de listo.
—Puede que con esa cara bonita consigas lo que quieras —murmuré—, puede que seas el mejor asesino a nivel mundial, pero —hice una pausa, él no me miró, sino que sus ojos estaban fijos en Viggo—, si me traicionas, si juegas a dos bandas —lo miré intimidante—, me aseguraré de que termines suicidándote con tu propio rifle.
Pude apreciar una sonrisa traviesa a la misma vez que sus ojos brillaban en exceso. Arrugó la nariz al instante.
—¿Qué perfume usas? Huele a mierda. Deberías cambiarlo.
Ignore su comentario.
—Tenemos un trato, chacal. Ahora largo de mi casa.
Se tocó el pecho fingiendo estar ofendido por mis palabras.
—Que descortés.
Jimin se levantó del sillón y lo observé agacharse pero no pude ver para que. El resto de los hombres de JungKook comienzan a desaparecer muy despacio por los lugares que seguramente son por los que habían ingresado.
—¿Ahora que? ¿Puedo marcharme?— Preguntó Lucca esperanzado.
Semioculto tras una columna lo observé y asentí. Este esbozó una sonrisa que se borró de un plumazo de su cara cuando miró hacia la entrada.
Observo a JungKook, aún de pie en la puerta con su pistola apuntando en dirección a Lucca. Vi como apretaba su mandíbula tanto que pensé que se le romperían todos los dientes.
Sabía cuál era la rabia de JungKook con Lucca. Al principio pensé que lo dejaría pasar después de tanto tiempo.
—¿Te gustó violar a una niña de doce años? —preguntó con frialdad.
Viggo busca su arma pero ya no se encontraba en el suelo.
Maldito Jimin.
Ambos nos miramos, anticipando lo que estaba por suceder.
Lucca no contestó.
—¿Qué sentiste? ¿Te gustaría que un demente se follara a tu pequeña hermana de diez años?
—Ei, tranquilo… Ju...Juro que no la tocaré—dijo desesperado.
— JungKook tenemos un trato—. Le recordé, si de algo servía.
—El trato es con ustedes,no con él.
Los ojos de Lucca brillaban más de la cuenta, sentí su necesidad por ponerse a llorar en cualquier momento.
—Está en nuestro equipo. Es de los nuestros.
—Él se metió con uno de los míos primero.
Todos nos miramos confundidos.
De pronto, Lucca se ve como si hubiera sido abofeteado en la cara. Sus oscuros ojos se amplían y su respiración comienza a acelerarse.
— Ahora entiendo ¿Todo esto es por esa…esa rubia?
—Lucca, cállate—. Ordenó Viggo.
—No iba a ponerle un dedo encima—. Explica—. Sólo quise asustarla. Al fin y al cabo era una puta más del montón.
Sonríe y mira detrás de él a nada en particular.
En silencio JungKook camina hacia él.
—No lo mates. Dime qué quieres que haga con él y lo haré, JungKook—. Le rogué, más por su familia que por mi. Era parte del negocio y que lo matara alguien ajeno a nuestro círculo desataría un infierno.
—De rodillas—. Demanda JungKook, su pistola, apuntando directo a la polla de Lucca.
Lucca nos mira,sus ojos moviéndose de un lado a otro entre nosotros. Comienza a descender lentamente hasta apoyar sus rodillas al frío y duro suelo.
—Abre la boca—. Dice con una voz tranquila y oscura.
—¡No… e… espera un maldito minuto!—. Su cuerpo está temblando y su barbilla tiritando.
—Abre.
No lo hace.
JungKook mete el cañón de su arma forzando a Lucca a abrirla. La mete tan profundamente que sus ojos giran cerrándose tan fuerte que un centenar de grietas profundas se forman alrededor de las esquinas de ellos.
Su cabeza se esfuerza por verme detrás de él; el miedo a lo desconocido saturando cada pensamiento.
—Sabes Nikolai… Hay tres maneras de hacer las cosas—. JungKook tira de la correa de su arma hacia atrás—. Bien. Mal… Y como yo las hago.
Y disparó.
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¡Pequeña maratón de Jezabel!
En parte por no subir nada está semana y por otra parte por pasar las 1k visualizaciones.
Estoy muy agradecida. Y me encanta leer sus comentarios.
Espero que estos capítulos sean de su agrado.
Por favor déjame tu voto en esta maratón 🙏
¡Nos leemos pronto!
Ciao|•
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