un día algo largó.
Era una nueva mañana en los dormitorios de la Clase B. El sol apenas se asomaba y el fresco aire mañanero hacía de las suyas. En cierta habitación, nuestro pelinegro favorito se acababa de levantar por el sonido de su despertador. Soltó un ligero suspiro y se sentó al borde de su cama antes de tronar levemente su cuello y estirar su cuerpo con algo de pesadez.
Se levantó con un ligero salto y ordenó su cama. Tras eso, se dirigió al baño y se desvistió para tomar una ducha. Antes de entrar, se observó en el espejo, notando el ligero raspón en su frente, producto de su terquedad por no querer ir con Recovery Girl. Soltó un leve bufido y decidió entrar a la ducha para disfrutar del agua fría.
El agua fría cayó sobre su piel, arrancándole un leve escalofrío. Curioso... a pesar de su Don de fuego, prefería las temperaturas frescas, como si necesitara equilibrar el calor que corría por su cuerpo. No le dio más vueltas y tomó el shampoo, masajeando su cabello con calma antes de enjabonarse.
Cuando terminó, cerró la ducha y tomó la toalla que colgaba cerca, envolviéndola en su cintura. Mientras caminaba a la puerta, activó su Don, evaporando con facilidad los restos de agua sobre su piel. En cuanto salió, el vapor se disipó a su alrededor, dando la impresión de que, en vez de una ducha, había tomado un sauna.
Tras volver a su habitación, se vistió y se observó en el espejo, notando que todo estaba en orden, como ya era costumbre.
Abrió la puerta de su habitación y se encaminó directo a la sala recreativa. El recorrido fue simple, avanzó por el pasillo notando cómo la mayoría aún dormía. Era sábado, después de todo, y solo él tenía la costumbre de levantarse tan temprano en sus días libres.
Bueno... no era el único. Shiozaki también solía despertar a esta hora; le gustaba regar sus plantas y rezar por todos.
Mientras bajaba las escaleras, la vio de frente, caminando en dirección a su habitación tras haber terminado su rutina matutina.
Ibara: ¡Buenos días, Shinmon-san! —saludó con su habitual alegría.
Izuku: Buenos días, Shiozaki —la observó con tranquilidad antes de esbozar una ligera sonrisa —. Como siempre, parece que somos los únicos madrugadores... ¿El invernadero sigue funcionando bien? También noto que tus vides han crecido bastante rápido.
Ibara: Sí, la verdad es que cumple perfectamente su función —respondió con visible satisfacción—. En cuanto a mis vides, solo seguí tu consejo: sol, agua y un buen descanso sin estrés. Parece que realmente ayuda a su crecimiento.
Izuku asintió con aprobación.
Izuku: Te lo dije. Las plantas son como nosotros, necesitan estabilidad para desarrollarse bien.
Ibara: Exacto. Gracias por el consejo, de verdad. Ah, y recuerda desayunar algo, siempre te tiras en ese sofá toda la mañana sin hacer nada —le reprendió suavemente con una sonrisa antes de girarse y subir las escaleras rumbo a su habitación—.
Izuku: Supongo que tiene razón... —murmuró para sí mismo antes de cambiar de rumbo y dirigirse a la cocina.
Al llegar, todo parecía en orden. A pesar de que las locuras de Monoma parecían no tener fin, últimamente estaba más tranquilo, algo que Izuku agradecía. Sus gritos a veces superaban su paciencia.
Con algo de pesadez, caminó hasta el refrigerador para ver qué tenía disponible para el desayuno. Mientras se acercaba, estiró un poco su cuerpo y, al llegar, notó una pequeña nota pegada en la puerta. Al leerla, soltó un suspiro.
Izuku: ("Faltan bastantes cosas, así que dígnese alguno a reabastecer. Att: Monoma.")
Sin pensarlo mucho, quemó la nota entre sus dedos hasta reducirla a cenizas y dejó escapar otro suspiro. Su mirada se fijó en el reloj de la cocina: 7:37 a. m.
Si salgo ahora, puedo regresar aproximadamente a las 8:30, justo para que todos puedan desayunar en paz... después de que posiblemente golpeen a Monoma por no comprar él mismo lo que falta.
Con ese pensamiento, giró sobre sus talones y se dirigió a la salida de los dormitorios.
Al recorrer el campus, la tranquilidad de la mañana lo envolvió. Observó a algunos estudiantes conversar, entrenar o trotar como parte de un ejercicio ligero. Las mañanas... definitivamente eran su parte favorita del día.
Al llegar a la salida de la academia, caminó con calma por la acera, observando la ciudad. A pesar de que solía ser un completo caos debido a los constantes incidentes con villanos, esta vez decidió no prestarle demasiada atención.
Tras aproximadamente trece minutos de caminata, llegó a la tienda de siempre. Saludó con naturalidad a la dueña del local, quien le devolvió el saludo como si lo conociera de toda la vida.
Recorrió tranquilamente los pasillos de la tienda y soltó un suspiro al recordar que nunca revisó el refrigerador para saber con exactitud qué hacía falta. No iba a regresar con las manos vacías, así que tomó una canasta bastante grande y comenzó a llenarla con lo que generalmente escaseaba: tocino, huevos, harina, pescado, arroz, vegetales, frutas y otros productos esenciales.
Acomodó todo con tranquilidad, agradeciendo el tamaño de la canasta. Para alguien con su fuerza, cargarla no era un problema.
Mientras avanzaba por los pasillos, recordó que tanto Setsuna como Kamakiri disfrutaban de unas galletas con temática de dinosaurios, así que se dirigió al área de dulces, tarareando una melodía sin apresurarse.
Era temprano, aún había pocas personas en la tienda, lo cual agradecía bastante. Al llegar al pasillo, localizó las galletas de inmediato. Solo quedaba un paquete extragrande.
Izuku: Bien, tengo suerte. —susurro para si mismo—
Extendió la mano para tomarlo...
Justo en ese momento, sintió una presión firme rodear su muñeca.
Alzó la vista y se encontró con un hombre alto, de aproximadamente 1.85 m, con un físico musculoso y una sonrisa confiada en el rostro. Su mano era grande y áspera, y su agarre, exigente.
???: Hey, chico, yo las vi primero. Son mis favoritas —dijo con aparente enfado—.
Izuku: Yo las tomé primero. Te recomiendo soltar mi mano —respondió con calma—.
El agarre se intensificó.
Izuku: Uff... ¿es en serio?
???: Mira, tuviste mala suerte, eso es todo. Ahora suelta las galletas y lárgate —comentó con burla—.
No terminó de hablar cuando un dolor insufrible recorrió su muñeca. Su cuerpo perdió estabilidad y cayó de rodillas contra el suelo con un golpe seco.
¿La razón?
La mano del pelinegro se movio con rapidez, atrapando la muñeca del sujeto en una llave firme. Su agarre se apretó con cada segundo que pasaba, como un tornillo cerrándose lentamente.
El hombre intentó zafarse con pura fuerza bruta, pero pronto sintió cómo su muñeca se torcía en un ángulo peligroso. sintiendo como los dedos del sujeto frente a el comenzaron a hundirse en la piel debido a la fuerte presión del agarre.
Izuku: Agradece que solo estoy de paso... Te recomiendo ir al hospital más cercano. A veces no controlo mi fuerza.
Su tono era tranquilo, casi indiferente, como si no le diera demasiada importancia a lo que acababa de hacer.
Soltó la muñeca del tipo con un movimiento brusco y tomó las galletas sin inmutarse. Mientras el otro se retorcía de dolor en el suelo, él simplemente se dirigió al mostrador.
Allí tuvo una breve conversación con la dueña del local, quien ya lo conocía bien. Como de costumbre, mostró su credencial de la U.A. y llenó un recibo especial para que la academia se encargara del pago.
Con las bolsas en mano, salió de la tienda a un ritmo calmado, ignorando por completo el hecho de que casi le había roto la muñeca a alguien.
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Al llegar a los dormitorios, Izuku se encontró con una escena que ya esperaba.
Se quedó en la entrada, observando con calma cómo Monoma corría por su vida, intentando esquivar a sus furiosos compañeros.
Shishida, en su forma de bestia, lo perseguía a cuatro patas por todo el dormitorio, mientras Pony iba montada sobre él, disparando sus cuernos sin descanso. Monoma, con desesperación, intentaba hacerlos entrar en razón.
Izuku suspiró y esquivó con un manotazo un cuerno que volaba directo hacia él. La desviación hizo que el proyectil se clavara en el techo con un sonido seco.
Observó la marca en el techo y, sin inmutarse, murmuró:
Izuku: Seguro la Kaichō se encargará de eso...
Como si la hubiera invocado, una voz firme resonó en la habitación.
Kendo: ¿Encargarme de qué, exactamente? —preguntó con un tono cansado, siguiendo la mirada de Izuku hasta el techo. En cuanto vio el cuerno incrustado, soltó un suspiro pesado—. No lo haré...
Cuando bajó la vista de nuevo, el pelinegro ya había desaparecido de la escena. Un leve tic apareció en su frente.
Kendo: Cobarde... —murmuró resignada antes de ir a buscar la escalera para arreglar el desastre.
Mientras tanto, Izuku llegó a la cocina y acomodó los platos sobre la mesa. Con movimientos pausados, dejó los cubiertos a un lado y luego se inclinó sobre el refrigerador, asegurándose de que todo estuviera bien guardado.
En ese momento, el sonido de los pasos apresurados de Pony y Shishida atrajo su atención. Levantó la mirada justo cuando la rubia pasó corriendo cerca de él. En un movimiento rápido, la atrapó con una mano y la alzó sin esfuerzo, cargándola sobre su hombro como si fuera un costal.
Pony parpadeó confundida al verse en el aire, pero su desconcierto duró poco.
Pony: ¡Good morning, Shinmon-san! —lo saludó con su habitual entusiasmo—. Aún tenemos que hacer sufrir a Monoma. ¡Tenemos hambre porque fue un descuidado!
Izuku ni siquiera reaccionó a la oscura sonrisa de la chica.
Izuku: Buenos días, Pony —respondió con calma, ignorando por completo los gritos de súplica del rubio—. Descuiden, ya fui a la tienda, así que con un solo golpe será suficiente.
la chica parpadeó sorprendida.
Pony: ¿En serio?
Izuku asintió, y la rubia sonrió feliz antes de bajarse de su hombro. En cuanto vio los platos servidos en la mesa, sus ojos brillaron de emoción.
Pony: ¡Comida! —exclamó antes de correr a tomar asiento, sintiendo un alivio inmediato al notar que el frutero tampoco estaba vacío.
Shishida, que había escuchado la conversación, bajó el ritmo de su persecución. Se acercó a Monoma con pasos tranquilos, pues el rubio al notar el cambio en su andar había bajado la guardia.
¡PAM!
El coscorrón resonó con fuerza en toda la sala. Monoma cayó al suelo de inmediato, con lágrimas cómicas en los ojos, mientras Shishida simplemente caminaba hasta la cocina y tomaba el segundo plato de desayuno como si nada.
Izuku, por su parte, revisó la hora antes de salir de la cocina.
9:07 AM.
El idiota de la tienda le había hecho perder algo de tiempo, pero nada grave.
Se dirigió de vuelta a la sala común, caminando con la misma calma de siempre. En cuanto llegó, se dejó caer sobre uno de los sillones, elevó los pies y los apoyó en la mesa. Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, disfrutando del momento de tranquilidad.
Sabía que no duraría mucho. En cualquier momento, el resto de sus compañeros bajarían... y con ellos, el caos del día comenzaría.
Los dormitorios de la Clase B siempre tenían un ambiente animado en las mañanas, pero los primeros en bajar solían ser los mismos de siempre. Izuku estaba recostado en el sillón con total tranquilidad, las piernas estiradas sobre la mesa y la cabeza recargada en el respaldo. La luz matinal se filtraba por las ventanas, iluminando suavemente la sala común mientras los sonidos de pasos comenzaban a llenar el ambiente.
El primero en aparecer fue Tetsutetsu, con su característico ánimo enérgico.
Tetsutetsu: ¡Shinmon! ¿Qué tal, hermano? —Se estiró con fuerza, tronándose los nudillos—. Hoy es un buen día para entrenar, ¿te animas?
Izuku: Paso, no tengo ganas de partirle la cara a nadie tan temprano.
Tetsutetsu soltó una carcajada, dándole un leve golpe en el hombro antes de caminar hacia la cocina. Justo detrás de él llegó Kuroiro, silencioso como siempre, apenas levantando una mano en un gesto de saludo.
Kuroiro: Las sombras son más tranquilas en la mañana...
Izuku: Lo que digas, emo.
—Kuroiro se quedó quieto un segundo antes de asentir con aprobación y seguir su camino hacia la cocina. A su lado, Fukidashi apareció con su habitual energía.
Fukidashi: ¡BOMBA MATUTINA! —Levantó los brazos con dramatismo—. Shinmon, hermano, dime que hoy sí te unes a la salida en grupo.
Izuku: Lo siento, no tengo ánimos para soportar multitudes.
Fukidashi: ¡BOOM! Sabía que dirías eso... pero tenía que intentarlo.
Los saludos siguieron llegando, algunos más efusivos, otros simplemente con un asentimiento o un gesto de reconocimiento. Shiozaki pasó con su elegancia habitual, dedicándole una sonrisa tranquila antes de seguir su camino, mientras que Awase le dio una palmada en el hombro en un gesto cómplice.
En medio de todo esto, Setsuna y Kamakiri salieron de la cocina, cada uno con un paquete de galletas de dinosaurio en la mano. Masticaban con gusto, como si hubieran encontrado un tesoro perdido.
Setsuna: Oye, Shinmon, ¿fuiste tú el que fue por las compras?
Kamakiri: Pony dijo que fuiste tú... aunque no te tocaba.
Izuku: No era la gran cosa. Además, si esperaba a que Monoma lo hiciera, seguiríamos comiendo aire.
Los dos rieron con aprobación. Setsuna se dejó caer en el sillón junto a él con las piernas cruzadas, mientras Kamakiri se apoyaba en el respaldo con una expresión relajada.
Setsuna: Hacía tiempo que no comía estas galletas, hermano. Ya nos hacían falta.
Kamakiri: Sí, buen detalle.
Izuku solo hizo un gesto de asentimiento sin mucho interés. Poco a poco, los demás fueron llenando la sala común, cada uno encontrando su lugar, hablando sobre lo que harían en el día. Algunos planeaban entrenar, otros estudiar, y los más relajados simplemente descansar. A lo largo de las conversaciones, varios intentaron invitar a Izuku a algún plan, pero él rechazó cada oferta con respuestas cortas y directas.
Finalmente, Kendo llegó a la sala y, sin preguntar, se dejó caer a su lado en el sillón, acomodándose bajo su brazo izquierdo como si fuera lo más normal del mundo.
Izuku: ¿Fue tan difícil sacar el cuerno?
Kendo: Más molesto que difícil. —Soltó un suspiro pesado—. Estaba bien incrustado. Tuve que agrandar mi mano un poco para sacarlo con más fuerza. También deberíamos avisarle a Cementos por el agujero que quedó.
Izuku: No es nada grave. Mientras no se caiga el techo, todo bien.
Hubo un corto silencio entre los dos, en el que la pelinaranja pareció analizar algo. Luego, habló con un tono más serio.
Kendo: Últimamente la Clase B está empezando a destacar más... Ya no nos ven como los de "segunda opción". —realizo una ligera pausa antes d continuar—. Debo de agradecerte por eso.
Izuku: No es solo mi logro. —Se acomodó un poco en el sillón—. Yo solo llamé la atención, pero los demás están haciendo todo lo posible por mantener ese lugar.
Kendo lo miró de reojo, con una sonrisa ligera en los labios.
Kendo: Tienes razón... pero sin alguien que abra el camino, a veces nadie se atreve a caminar.
Izuku no respondió de inmediato. Solo cerró los ojos por un momento, disfrutando de la relativa tranquilidad antes de que el día terminara de arrancar por completo.
La conversación entre Kendo e Izuku había quedado en una pausa cómoda, sin necesidad de más palabras. Sin embargo, la pelinaranja tenía algo en mente, y después de un momento de duda, decidió decirlo.
Kendo: Oye, necesito comprar unas pesas nuevas para mi entrenamiento. ¿Quieres acompañarme?
El silencio que siguió fue breve, pero lo suficiente como para que ella supiera que la respuesta sería un "no" rotundo. Izuku nunca aceptaba este tipo de cosas. Ni siquiera con ella, a pesar de ser los dos quienes llevaban la clase.
Para su sorpresa, el pelinegro la miró por un instante, como si estuviera analizándola. Luego, simplemente asintió.
Izuku: Bien no veo por que no.
Kendo: ...
Parpadeó un par de veces, desconcertada. ¿Eso había sido un sí? Ella hablaba de salir en ese instante, pero él parecía haberlo entendido de otra forma aun así no desaprovecharía la oportunidad sin esperar mucho se levanto del sofá y se dirigió a su habitación para cambiarse.
El Soltó un suspiro, resignado, cuando sintió varias miradas divertidas sobre el.
Monoma: Bueno, bueno... esto sí que es inesperado.
Fukidashi: ¡BOOM! el lobo solitario aceptó una salida...
Tetsutetsu: Je, Shinmon, parece que hoy es tu día de suerte.
El solo cruzo cruzó los brazos y los miró con seriedad.
Izuku: No digan ni una sola palabra.
Algunos se aguantaron la risa, mientras otros como Setsuna y Kamakiri soltaron una carcajada baja.
Unos minutos después, Kendo bajó las escaleras con ropa más cómoda para salir. Llevaba unos jeans ajustados, una sudadera gris y zapatillas deportivas. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, como de costumbre.
Izuku se levantó del sofá sin decir nada y juntos salieron de los dormitorios.
Los ojos de todos los siguieron con atención.
Monoma: ...Interesante.
Pero no hicieron más comentarios.
El aire matutino estaba fresco, con una ligera brisa que hacía más llevadero el camino. La academia ya estaba en movimiento, con estudiantes y profesores transitando por los pasillos y jardines.
Kendo caminaba con las manos en los bolsillos de su sudadera, mirando de vez en cuando al pelinegro a su lado. No era común verlo aceptar este tipo de planes. De hecho, era casi imposible.
Kendo: No me esperaba que aceptaras.
Izuku: Yo tampoco.
Ella rió un poco, sacudiendo la cabeza.
Kendo: Bueno, al menos agradezco la compañía. No es tan divertido ir sola a comprar pesas.
Izuku: Depende... si es para no cargar todo el peso tú sola, entonces lo entiendo.
—Kendo bufó y le dio un leve golpe en el brazo con el hombro.
Kendo: No soy tan débil como para necesitar ayuda con unas simples pesas.
Izuku: No dije eso.
—El ambiente entre ellos era relajado, con un intercambio de palabras que fluía sin esfuerzo. Sin embargo, esa tranquilidad se rompió un poco cuando salieron de la academia y empezaron a caminar por las calles cercanas.
Varias personas mayores los miraban con cierta curiosidad, con sonrisas suaves y cómplices en los labios.
Kendo sintió esos ojos sobre ellos y comenzó a ponerse nerviosa.
Kendo: Oye... ¿por qué siento que nos están observando de una forma rara?
Izuku miró a su alrededor con calma.
Izuku: Quizás porque parecemos una pareja.
La pelinaranja sintió su cara calentarse de inmediato.
Kendo: ¡No digas cosas raras!
Izuku solo levantó una ceja, sin inmutarse.
Izuku: No lo dije yo... son ellos los que nos ven así.
Kendo resopló, mirando a otro lado con una ligera mueca de fastidio. Algunas señoras que pasaban cerca les sonrieron con ternura, como si estuvieran viendo a sus propios nietos.
Señora 1: Qué bonita pareja.
Señora 2: Juventud enamorada... qué lindo.
Kendo casi tropieza.
Kendo: No es eso... —murmuró, sintiendo que el calor en sus mejillas aumentaba.
Izuku no dijo nada, pero una sonrisa media se formó en su rostro mientras se dirigían a la estación del metro.
Al llegar a la estación del metro, el ambiente era más tranquilo de lo habitual. Apenas había algunas personas esperando en el andén, lo que les permitió moverse sin problemas.
Kendo se sentó en uno de los asientos disponibles, pero Izuku prefirió quedarse de pie, apoyándose en una de las barras metálicas.
Kendo: ¿No prefieres sentarte?
Izuku: Estoy bien así.
Ella suspiró. Ya se había acostumbrado a que el pelinegro hiciera las cosas a su manera.
Kendo: Entonces, dime... nunca has hablado mucho sobre tu Don.
Izuku la miró con curiosidad antes de responder.
Izuku: Pirokinesis de segunda y tercera generación.
Kendo: Eso suena... interesante. ¿Qué significa exactamente?
Izuku: Puedo generar llamas y controlarlas a voluntad, incluso si no han sido creadas por mi Don.
Kendo asintió, procesando la información.
Kendo: Eso explica por qué eres tan fuerte en combate. ¿Te afecta el uso excesivo?
Izuku: Si me excedo, mi temperatura corporal puede aumentar demasiado. Pero ya sé cómo controlarlo, de hecho creo que mi propio cuerpo desarrollo cierta adaptabilidad debido a mi don así que soporto muy bien el fuego, no suelo sobrecalentarme.
Kendo sonrió, apoyando los codos sobre sus rodillas.
Kendo: Suena como un Don con mucho potencial. Seguro que si estuvieras en la Clase A, ya tendrías un montón de ojos puestos en ti.
Izuku no respondió de inmediato. Miró hacia la ventana del vagón, viendo el paisaje urbano pasar.
Izuku: No me interesa eso.
Kendo sonrió de medio lado.
Kendo: Sí, lo sé.
La conversación se desvaneció en un silencio cómodo mientras el metro seguía su camino.
Finalmente, la voz robótica anunció su estación y ambos bajaron.
El centro comercial estaba relativamente concurrido, pero no al punto de ser molesto. Kendo caminaba con paso firme, guiando a Izuku hasta la tienda de equipamiento deportivo.
Kendo: Bien, veamos qué encontramos.
Entraron a la tienda, donde varias filas de pesas y otros equipos de entrenamiento estaban organizados con precisión. Kendo empezó a revisar los diferentes modelos, evaluando peso, material y comodidad de agarre.
Izuku se cruzó de brazos, observando en silencio.
Kendo: ¿Cuál crees que sea mejor?
Levantó dos pesas distintas, una en cada mano.
Izuku: Depende de lo que busques... Si quieres mejorar resistencia, opta por algo más ligero con más repeticiones. Si buscas aumentar fuerza, elige algo más pesado y baja el número de repeticiones.
Kendo asintió, pensativa.
Kendo: Entonces... esta.
Tomó un par de pesas de mayor peso y las colocó en el mostrador para pagar.
Izuku observó la transacción sin mucho interés, pero cuando salieron de la tienda, Kendo lo miró con curiosidad.
Kendo: Eres bastante conocedor del tema, ¿entrenas mucho fuera de la academia?
Izuku: Lo suficiente.
Kendo rodó los ojos. Esa respuesta vaga era típica de él.
Kendo: Un día me tienes que mostrar tu rutina.
Izuku: Si quieres.
Ella se sorprendió un poco. No esperaba que accediera tan fácilmente.
Kendo: ¿Eso fue un sí?
Izuku le lanzó una mirada de reojo.
Izuku: No dije que no.
Kendo sonrió divertida.
Kendo: Bien, entonces lo tomaré como un sí.
Izuku no respondió, pero tampoco la corrigió.
Después de un rato caminando por el centro comercial, el hambre empezó a hacerse notar.
Kendo: Vamos a comer algo.
Sin esperar respuesta, se dirigió a una cafetería cercana.
Izuku la siguió sin oponerse.
Kendo pidió algo ligero, que combinara con su café negro, mientras que Izuku optó por un buen plato de katsudon.
Kendo: Eso se ve bastante contundente.
Izuku: Lo es.
Comieron en silencio por unos momentos, disfrutando de la tranquilidad del lugar.
Cuando terminaron, Kendo se recostó ligeramente en la silla, con una sonrisa relajada.
Kendo: Fue un buen día.
Izuku, aún con su expresión serena, dejó escapar una sonrisa media.
Izuku: Sí... lo fue.
Después de un rato, decidieron regresar a la academia. Izuku termino por llevar la bolsa donde estaban las pesas, y kendo caminaba a su lado con las manos en los bolsillos teniendo una sonrisa cómplice en su rostro.
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¡Hasta aquí el capítulo de hoy! Espero que les haya gustado. Sé que le tienen mucho cariño a esta historia, así que decidí dedicarle mi atención. Luego continuaré con Un chaman Heroico, y de vez en cuando tal vez actualice Estoy cansado. Espero que hayan disfrutado del capítulo y de cómo va avanzando la historia. Si es así, recuerden dejar su estrellita y comentar, saben que me encanta leer sus opiniones. Sin más que decir, me despido. ¡Bye Bye!.
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