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The willow lad. KiriDeku

Pareja: KiriDeku

Palabras: 3274

Tema: Fantasía, Fluff, Ansgt(poquito)

Los paseos en el bosque siempre fueron sus favoritos de niño, aunque su padre no le dejaba adentrarse tanto como él deseaba, solía desear conocer todo lo que ese enigmático lugar tenía, pero su dulce progenitor nunca se lo había permitido, siempre diciendo que era peligroso, con el tiempo simplemente dejó se insistir, de todos modos no iba a obtener lo que quería, no importaba cuando insistiera en ello. Al crecer se marchó a la ciudad, con el objetivo de estudiar el nivel medio superior y superior, no creyó regresar a aquellas tierras, pero su padre había muerto.

Así es como después de su entierro, decidió caminar por las rutas que recordaba, era como rememorar los momentos con su padre. Llegó al límite permitido, la cuerda con banderines rojos seguía allí, marcando que ir más allá era peligroso, pero Kirishima ya era mayor, estaba seguro de que ir fuera de lo permitido estaría bien ese día. Mientras se adentraba en lo que siempre añoró conocer, se dio cuenta de que los árboles parecían más frondosos, algunos animales del bosque se detenían para verlo, como si estuviesen impresionados de ver un humano en sus tierras, mientras más profundo estaba, más lograba ver las maravillas del bosque, podía escuchar un riachuelo y algunos pájaros trinar, no comprendía la razón por la que su padre no le había permitido conocer aquel lugar.
Una melodiosa voz le hizo estar alerta, aquel que estuviera cantando parecía darlo todo de sí en su dulce voz, camino en su dirección, encontrando así a un muchacho de cabellos verdes que vestía una toga blanca y una corona de flores adornaba su cabeza, estaba sentado en el pasto verde, mantenía la posición de flor de loto, a pesar de tener los pies descalzos, las plantas de los mismo parecían estar limpias, los animales estaban a su alrededor, escuchaban atentamente lo que se les cantaba.

—El nacido en el dragón viene. Con el poder de la voz del antiguo arte nord— Una ardilla bajó del árbol y se posó sobre el hombro del joven— Creer, creer, el nacido en el dragón viene, es el fin del mal, de todos los enemigos— los animales parecían emocionados ante su canto, como si entendieran de lo que hablaba— Cuidado, cuidado, el nacido en el dragón viene, porque la oscuridad ha pasado, la leyenda aún crece— estiró sus manos para tocar la cabeza de un venado—Lo sabrás, lo sabrás, los dragones vienen.

Se sentía extraño estar espiándole, pero era demasiado hipnotizante, sin darse cuenta del momento en el que su subconsciente le traicionó, se vio a sí mismo acercándose sigilosamente al muchacho. Los animales entraron en alerta cuando estuvo demasiado cerca, corriendo todos para protegerse en los follajes del bosque.

—Los has asustado— el joven se puso de pie, haciendo que su esponjoso cabello se sacudiera tiernamente—¿Tu padre no te ha dicho que no debes estar en lo profundo del bosque? — preguntó con el entrecejo ligeramente fruncido.

—¿Cómo sabes eso? — por un momento tuvo miedo, no era posible que aquel lindo joven supiera de ello.

No obtuvo una respuesta, ese bello ser simplemente se sentó bajo la sombra del árbol frondoso y le miró con una dulce sonrisa —Lamento la muerte de tu padre, no te preocupes, yo creo que ya se reunió con tu madre.

Un desconocido no podía saber esas cosas, retrocedió sin dejar de mirar a aquel con corona de flores, tal vez frente a él estaba un demonio y eso era lo que su padre quería evitar, cuando consideró que estaba lo suficientemente lejos se giró para correr tan rápido como el terreno se lo permitía, una vez se vio del otro lado de la cuerda de banderines rojos, se sintió seguro, recuperó el aliento, no estaba seguro si aquello que sus ojos habían visto era real, tal vez la muerte de su padre sí lo había dejado mal, decidió que dormiría y a la mañana siguiente volvería al bosque, dispuesto a desmentir lo que parecía haber visto.

(...)

Ya estaba despierto antes de que el sol se alzara en el cielo, buscaba algún arma o cosa que pudiera servirle como arma, ya que su padre era un hombre pacífico, nunca compró un arma, pero tenía un hacha que usaba para hacer leña, tomaría eso, la envolvió en una toalla y la metió en su mochila.

En la cuerda había un ave color azul, le miraba fijamente, como si estuviese esperando a que llegara, revoloteó a su alrededor al cruzar y parecía que quería que lo siguiera, así lo hizo, terminó frente al riachuelo que había escuchado el otro día. El pájaro se posó sobre una roca y trinó.

El agua se agitó un poco, una mujer de cabellos negros asomó la mitad de su cabeza, dejando ver sus ojos grises casi muertos, se volvió a sumergir, para luego emerger por completo, comenzó a tararear una canción que no conocía, pero le atraía, se sentía casi obligado a caminar hacia ella, avanzando así lentamente dentro del agua, la dama abrió sus brazos, esperando a que Kirishima llegara a ellos.

—Eijiro— el joven de ayer le tomó del brazo y lo jaló a la orilla—Despierta— chasqueó los dedos frente a su rostro—No sucumbas, Banshee sólo quiere un cuerpo más bajo el agua.

Parpadeó varias veces, enfocando así el rostro pecoso que le miraba preocupado, volvió la mirada al riachuelo, la mujer miraba enojada la escena, apretó sus puños y regresó al fondo del agua, esperando a que su fiel amigo le llevara a otro humano.

—El colorín azul es ayudante de la Banshee de este bosque— dirigió su mirada al joven—No sigas a ese pájaro, su trinar sólo va a llevarte a la muerte.

Siguió los pasos ajenos, yendo así al árbol donde se encontraron por primera vez.

—Me llamaste por mi nombre— le dijo—¿Cómo lo sabes? — preguntó.

—Mi nombre es Izuku— evadió su pregunta— Vamos Kirishima, siéntate.

Se sentó en el suelo y palmeó el lugar al lado suyo, el contrario no estaba seguro de aceptar, necesitaba respuestas, era claro que Izuku era real, tangible.

—No soy malo— dijo al fin— Sólo soy diferente a ti— le sonrió dulcemente, conmoviéndolo y haciendo que se sentara—No te preocupes Kirishima, tan sólo disfruta las maravillas que este bosque tiene —La mano de Izuku se dirigió a su cabello, lo acarició—Tu cabello negro también era hermoso.

De nuevo le decía cosas que no tenía forma de saber, sabía que Izuku no respondería sus preguntas, por lo que no insistió en saber, tan sólo se dejó acariciar por las preciosas manos, terminando con la cabeza recostada en sus piernas.
Ese encuentro con Izuku cambiaría todo.

(...)

Era invierno, el bosque estaba cubierto por la nieve, dando así una vista invernal preciosa, Incluso la corona floreada de Izuku había sido cambiada por una de ramas secas con copos de nieve adornándole.

—Siempre soy yo quien te viene a ver, mi casa está a las afueras de este bosque, deberías venir algún día— dijo mientras Izuku le abrazaba por el costado, en el tiempo que llevaban viéndose, habían logrado un lazo que nunca habían experimentado antes.

—Precisamente, está fuera de mis tierras— restregó su cara en el pecho ajeno— Eres muy cálido.

—Deberías intentarlo alguna vez, tú tampoco me has enseñado dónde vives— lo tomó de los hombros para posicionarlo frente suyo—Tenemos algo entre nosotros, pero no me muestras más que el bosque— lo atrajo a en un abrazo cuando vio una expresión dolida en el pecoso rostro.

—Este es mi hogar, Kirishima, no tengo más que mostrar— dijo en un tono quedo, volviendo a apoyarse en el pecho ajeno—No puedo ir contigo a tu casa, perdóname.

—Está bien, Izuku, me conformo con poder estar así contigo.

Terminaron abrazados en el suelo, con Izuku sentado en su regazo, con la cabeza acostada en su hombro, oliendo su cuello.

—Tu padre vino con tu madre cuando estaba embarazada— comenzó a contar— Los habitantes del pueblo le dijeron que tenía que pedir permiso para construir su casa a las afueras del bosque, les dijeron que si obtenían la bendición de la criatura del bosque, tendrían prosperidad. — Kirishima se preguntó qué edad tendría Izuku como para recordar eso— Yo estaba igual que como me encontraste aquella vez— la casi inmediata revelación le hizo soltar un jadeo— Les di mi permiso y bendición a cambio de visitas diarias con pequeñas ofrendas de comida, sin embargo no podrían traspasar el límite que les marqué, este bosque es peligroso, lleno de criaturas que podrían arrastrarte a la muerte si no tienes cuidado— Izuku se enderezó para ver el rostro de Kirishima— Al principio venían los dos, con rollos de arroz y aguas de fruta, así hasta que naciste, te presentaron ante mí, el pequeño Eijiro, así fue como me enteré de tu nombre, ¿sabes cómo murió tu madre? — preguntó.

—No, papá nunca me dijo, ella murió cuando era un niño pequeño.

Izuku suspiró—Ese día el sol brillaba, los pájaros trinaban alegremente y el bosque olía maravilloso, tu padre tenía algo importante qué hacer, yo estaba encargándome de asuntos en el bosque, creía que nadie vendría porque el señor Kirishima dijo que estaría ocupado, así es como la pobre mujer fue guiada por un ave azul —El rostro de Eijiro cambió a uno de sorpresa y horror— La Banshee cantó alegremente hipnotizándola, haciendo que ella se metiese al agua y le diera un abrazo mortal, la ahogó en el fondo, sin que esa pobre alma pudiera defenderse, simplemente extinguiendo la llama de su vida— sin darse cuenta las lágrimas bajaban por las mejillas de ambos, sólo que las de Izuku hacían brotar flores cuando caían al suelo— Escuché tus lloriqueos en el límite, fui allí para ver si tus padres me habían traído la ofrenda, sin embargo supe que algo estaba mal cuando te vi sólo, mirando a todos lados, pidiendo por tu madre. Tu padre llegaba con una canasta de galletas en ese momento, viendo que podía dejarte con él, busqué a tu madre, hasta llegar al riachuelo, donde en la orilla yacía un plato que antes contenía sopa. — Se quedó en silencio un momento, tomó el rostro ajeno entre sus manos y chocó sus frentes—Todos los días me arrepiento de no haber estado allí para tu madre, durante años la culpa me atormentó, verte me resultaba difícil, por eso cuando tu padre venía contigo, simplemente dejaba la ofrenda del otro lado de la cuerda y se marchaban, era lo mejor.

—No tienes la culpa— los brazos cálidos de Kirishima le apretaron con cariño—No fuiste tú quien la ahogó y mi amada madre no debió venir sola. — Izuku se dejó mimar, nunca se había sentido tan amado, en todo el tiempo que había estado vivo, los humanos sólo le buscaban para satisfacerse, pero ninguno había querido más que su magia. —¿Eres un hada o algo así? — preguntó.

—Soy un hada del bosque, sí— Asintió con una sonrisa alegre—Una más vieja que tú.

—No importa, el tiempo no te quita lo precioso que eres—las mejillas ajenas se tiñeron de rojo, siempre que Eijiro le decía algo lindo, sus mejillas se encendían como semáforos.

A pesar de que recién le compartía lo que era, Kirishima siempre supo que Izuku era mucho para ser un humano, esa aura de belleza pura no era digna de los de su especie, eso y otros factores le dijeron que era algo más. Aunque nunca iba a comprender por qué no dejaba el bosque, para él era sencillo, sólo debía poner sus pies fuera, podría cargarlo si se lo pidiera.

—Eijiro, hay algo que nuestra especie guarda, todos tenemos el anhelo de entregarla, pero pocos son aquellos que logran enamorarnos— La palabra enamorarnos resonó muy en lo profundo del pelirrojo—Mi virginidad.

Eijiro se ahogó con su propia saliva, esperaba muchas cosas, menos lo que el peliverde le había dicho, ¿Él siquiera era digno de algo que el hada estuvo guardando durante siglos?

—Yo no creo ser merecedor de ese honor— apoyó una de sus manos en la suave mejilla ajena.

—Eres merecedor, tú me has hecho sentir tan bien, feliz como nunca he sido en mi eternidad—recargó su rostro en la mano que le acariciaba—nadie más que tú, quiero que la tomes.

—Pero si lo hago, no habrá marcha atrás, estaré contigo hasta mi muerte, no pienso dejarte nunca más, porque así como tú te has enamorado, yo lo he hecho también.

No hubo necesidad de más palabras, Izuku tan solo abrió sus brazos, invitando a Eijiro, diciéndole que estaba bien que tomara su preciosa virginidad, para los humanos tal vez no era tan importante, pero para las hadas, es lo más preciado, que no debe ser desperdiciado en cualquier ser, pues a tomarla, se llevan algo más que sólo sexo.

Las caricias fueron tan dulces y cálidas que el frío del invierno no se sintió entre los cuerpos que se entregaban en el medio del bosque nevado. Incluso los animales parecían saber que no debían interrumpir aquella escena cargada de algo más que pasión.

Izuku reposaba su cabeza en el pecho de Eijiro, quien no podía dormir, de alguna forma se sentía demasiado emocionado por los recientes hechos. Acarició el suave cabello, probablemente el hada querría bañarse al despertar, el agua en el rio estaba congelada por el gélido clima, sería agradable que probara la tibia corriente de su ducha.

El plan era sencillo, tomarlo en brazos sin hacer que despertara y llevarlo hasta su casa, ni siquiera irían tan lejos, sólo a las afueras del bosque. Así lo hizo, incluso disfrutó cuando Izuku se acurrucó en sus brazos, como si allí fuera el mejor lugar para estar. Su casa estaba cálida por los calentadores eléctricos que había instalado antes del invierno, lo dejó en su cama, cubierto por el suave edredón de diseños invernales, estaba seguro que al otro día ambos podrían disfrutar un baño relajante en su bañera.

(...)

La vista que tenía frente a él era hermoso, sus rizos verdes despeinados le daban un toque angelical, acarició su mejilla, esperando que el toque gentil le despertara, pues ya había preparado el agua en la bañera. Los preciosos ojos color esmeralda se abrieron con parsimonia, al principio sonrió, pero luego se llenó de pánico al sentir las cobijas en su piel.

—Me sacaste del bosque— se levantó de golpe, intentó salir de la habitación, pero sus piernas se doblaron y cayó —¿Cuánto tiempo llevo fuera del bosque? — preguntó mientras se arrastraba, Kirishima se acercó a él para poder ayudarle.

—Alrededor de trece horas— dijo lo tomó en sus brazos—¿Por qué no quieres estar conmigo? —se sentía tan herido al ver a su amor tratando de marcharse del que podría ser su hogar.

—No mi precioso dragón, no es que no quiera estar contigo— tomó su rostro entre sus manos—Si dejo el bosque por más de veinticuatro horas, moriré.

—Sólo un baño, juntos y entonces te llevaré al bosque de nuevo.

Izuku aceptó, se dejó bañar como si fuera un muñeco de porcelana que se rompería ante el mínimo toque brusco, haber escuchado que podría morir, había sido suficiente para hacer que le tratara con suma delicadeza. Kirishima hizo lo prometido, lo llevó al bosque, se sentó con él entre sus piernas, recargando su espalda contra el árbol donde siempre se veían.

—Este árbol me mantiene aquí en el bosque, estoy unido a él, no puedo irme, perdóname por no poder estar contigo como te gustaría.

Le dolía el corazón, amaba tanto a Izuku que no le importaba tener que estar en el bosque con él por siempre, pero le gustaría mostrarle el mundo, andar con él de la mano por las calles de alguna bella ciudad, poder comer juntos y despertar cada mañana calentitos en una cama.

(...)

Kirishima le mintió a Izuku el tercer otoño de su relación, le dijo que tenía trabajo, pero en realidad sólo quería llorar, había sido transferido y ahora necesitaba cambiarse de país, no vería de nuevo a su hada hermosa, se preguntó si de verdad no habría nada qué hacer.

Fue ahí en medio de su llanto que vio el hacha que reposaba al lado de la chimenea, las palabras de Izuku resonaron en su cabeza, el árbol era el problema, si lo talaba, su amor sería libre y podría llevarlo con él. Decidido a resolver el problema, se puso una chaqueta y tomó el hacha con firmeza.

—Lo verás pronto, mi amor— prometió mientras caminaba hasta el bosque.


(...)


Izuku estaba ayudando a los ojos del bosque a armar sus madrigueras para invernar, se aseguraba también de que los animales tuvieran todos un hueco en el cual estar calentitos cuando el invierno comenzara, su ropa era color café y la corona en su cabeza era de hojas secas de tonos naranjas y amarillos, no importaba la estación, él siempre se veía precioso.

Sintió una punzada en su corazón, se recargó de las rojas de la cueva, esperando a que el dolor pasara, pero en lugar de ser calmado, un dolor agudo recorrió su cuerpo, comenzó a sudar y se dejó caer en el pasto, sintiendo como todo su cuerpo ardía y dolía como nunca, los animales se acercaron a él, asustados y preocupados por igual.

—Llévame al árbol, por favor— le rogó al oso, quien se acostó para que Izuku pudiera subir a él sin mucho esfuerzo. Una vez el hada se sostuvo de su pelaje, comenzó a correr en dirección al gran árbol antiguo, sin esperar que ya fuera muy tarde.

Izuku pudo ver de lejos al árbol, estaba de lado, apenas apoyado en los otros árboles, se sacudía con violencia, no sabía quién podía ser tan cruel como para talarlo, aquel que inconscientemente estaba acabando con su vida también. Grande fue su sorpresa cuando vio a Kirishima arremetiendo agresivamente contra el tronco, que apenas se sostenía.

—¡Detente! —Gritó, pero fue inútil, el árbol cayó estruendosamente, produciendo un viento que recorrió todo el bosque y un ruido que subió hasta el cielo. El oso llegó hasta donde estaba Kirishima, Izuku se deslizó hasta el suelo, donde comenzó a llorar desconsoladamente. —¿Por qué? — preguntó, débil y con el rostro contra el suelo.

—Ahora eres libre, el árbol que te detenía ya no está.

—No— Kirishima corrió a su lado cuando notó como su pies se hundían en el pasto—No entiendes lo que has hecho— lo recostó en sus piernas, asustado por lo que sucedía—No puedes tomar del bosque, lo que nunca fue destinado a dejar— atrajo su rostro con una de sus manos, para dejar un suave beso en sus labios—Te amo, mi precioso Dragón.

—No, Izuku— lo abrazó con fuerza—De todos, no puedes ser tú quien me deje. Te amo, mucho, eres mi fresca primavera, mi cálido verano, mi amoroso otoño y mi elegante invierno, no me dejes así, mi amor.

Lo apretó tan fuerte que le sacó un suave quejido, pero no importaba, pronto sintió sus brazos vacíos, frente a él había una preciosa flor verde, un crisantemo verde para ser exactos, esponjoso y precioso, como el cabello de Izuku, resaltaba entre todas las hojas secas, enmarcando su belleza y rareza como cuando estaba vivo. Algunas gotas comenzaron a caer sobre las hojas, oscureciendo los colores naranjos, no sabía si eran sus lágrimas o las gotas de lluvia que comenzaban a caer, como si el cielo llorara con él.

Pero como Izuku dijo, no puedes tomar del bosque, lo que nunca fue destinado a dejar.

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