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El susurro del mar Katsudeku

Pareja: Katsudeku

Palabras: 2818

Tema: Piratas.

Esta es parte 1.    

Gracias por la idea del titulo a @Smash_Deku

Y por el nombre mamalón del barco a 

—Es un niño— Inko se sintió feliz cuando le dijeron el sexo de su hijo, pero toda positividad se desvaneció al recordar el lugar donde vivían ahora.

—Comadrona, por favor guarde el secreto de que nuestro bebé es un varón— La mujer que limpiaba la sangre del pequeño cuerpo, entendió que Midoriya Inko temía que su hijo fuera obligado a formarse como un militar, ya que todos los hombres de su pueblo eran tomados para sacrificarse en nombre del rey.

—No le diré a nadie, pero el resto depende de usted.

(...)

El color favorito de Izuku era el azul rey, sus dos vestidos tenían ese color, no eran tan esponjosos y ostentosos como los de la realeza y clase alta, pero sin duda su mamá se esforzaba para que fueran bonitos.

—Izuku, cariño— dejó de lavar sus ropas para prestarle atención a su madre— El padre me dio una caja con verduras y...—dio una pausa mientras buscaba algo en el huacal de madera, hasta que sacó una pieza de carne atada. —también me dio carne, podremos comer carne después de años.

—Madre, ¿estás segura de que esto es gratis? — su preocupación era palpable.

—Claro, él solo quiere que en algún momento sirvas a la iglesia.

—¿Y si gracias eso, descubren que soy un hombre? — regresó a su tarea, tratando de disminuir su preocupación

—¿Cómo lo sabrían? — rodó los ojos ante la inocencia de su madre, era claro que no le creía a las monjas que relataban las violaciones que vivían por el padre de la parroquia. —No te preocupes Izuku, ya han pasado dieciocho años y nadie ha sospechado nada, tan sólo creen que eres una solterona.

—Claro, porque debo agradecer que un viejo asqueroso no me haya metido mano a los catorce años.

—Izuku

Sabía que a su madre no le gustaba cuando cuestionaba esas cosas, lo entendía a todo el mundo le aterra lo nuevo, pero no a Izuku, le gustaba saber cosas, su madre le había enseñado a leer en secreto, porque no se suponía que las mujeres de baja estofa supieran esas cosas, entraba a escondidas a la escuela para varones, robando libros y conociendo todo lo que sabía que nunca podría.

Dejó pasar aquello, no podía ponerse tan quisquilloso, no cuando el trabajo de su madre como costurera no era tan bien pagado, ni cuando su trabajo como sirvienta le daba para apenas un kilo de manzanas, después de todo no traería nada muy malo, ¿no es así?

(...)

Estaba amaneciendo cuando su patrona lo dejó regresar a casa para descansar al menos un poco, sus pies y manos le dolían, deseaba llegar a casa, dejarse caer en cualquier lado, cerrar los ojos y soñar con una vida mejor. Iba relajando sus hombros a medida que se acercaba a su casa, al menos hasta que vio a su madre llorando frente al padre del pueblo y algunos militares.

—¿Qué pasa, madre?

—Perdóname, Izuku.

Los hombres lo sujetaron de los brazos.

—Es hora de servir a tu rey y la iglesia, para regresar al buen camino a las ovejas descarriadas— aquello fue dicho con una voz que pretendía sonar misericordiosa, pero sus tripas se revolvieron.

—¿Cómo? — Quería ver a su madre, pero la mujer tapó su rostro con sus manos.

No obtuvo una respuesta, tan solo sintió como sus pies dejaron de tocar el suelo y era llevado a una carreta de carga tirada por caballos. No le estaban dejando ni despedirse de su madre, pero no sabía siquiera si la mujer se dejaría abrazar o algo, parecía más apenada que dolida. Ni siquiera trató de acercarse.

—Tu madre ha acumulado una deuda conmigo— escuchó decir al padre— desde que tu padre murió, me pidió comida, prometiendo que cuando cumplieras veinte, te convertirías en una monja, pero ha salido algo que te hará una fiel cierva de nuestra iglesia.

—¿Qué es eso?

—Ya te dije, llevarás a las ovejas negras al camino del bien— palmeó su cabeza— Deberías estar agradecida.

Parecía que no le darían más detalles sobre su destino, se dejó llevar hasta el puerto militar, allí le obligaron a subir a un barco junto a otras mujeres que parecían tan pobres como él. Tal vez ellas sabrían a dónde estaban yendo, antes de partir se le fue otorgado un collar con una cruz de madera, al igual que a otras dos chicas, una vez el navío zarpó, se dispuso a buscar a alguien que le diera información.

—Disculpe— se acercó a una mujer con un vestido rojo y cabello castaño— ¿A dónde nos llevan?

—¿No te dijeron nada? — frunció las cejas, al menos hasta que vio la cruz en su cuello— Oh cariño— su mirada transmitía lástima, eso le aterró—Vamos a la isla tortuga.

—¿Qué hay ahí? — su confusión eran genuina, la dama de rojo lo abrazó.

—Dios, a ustedes debieron dejarlas.

—Ochako— otra mujer se acercó, tenía un vestido verde y el cabello peinado en un moño— Te había perdido.

—Tsuyu, mírala, encontré a una virgen—dejó que viera a Izuku—No sabe qué es lo que haremos en la isla tortuga.

—¿No te dijeron? — la pelinegra parecía incrédula.

—El padre solo me dijo que iba a devolver ovejas descarriadas al camino del señor. — Ellas le miraron con compasión, Ochako frotó su hombro, con la intención de reconfortarle, aunque no sabía la razón.

—Somos prostitutas— parpadeó confundido, eso qué tenía que ver con lo que estaba pasando—La corona y la iglesia nos está enviando a la isla tortuga, por los piratas. —Al notar que no estaba entendiendo la situación, decidió ser más contundente—Tú también vas a prostituirte, los piratas usaran tu cuerpo tanto como quieran.

Se mareó, por la sorpresa o por los movimientos del barco en el agua, cual fuera la razón, realmente todo le daba vueltas.

—No puedo hacer eso, ni siquiera soy una mujer —Ellas soltaron una carcajada, pero Izuku hablaba en serio. —Lo que les digo es...

—¡Tenemos un colado! — todos miraron al militar que sacaba por los cabellos a un muchacho, no hubo un intercambio de palabras, tan sólo una bala en su cráneo y una patada para tirarlo por la borda.

—Pobre chico, de seguro quería convertirse en un pirata— escuchó susurrar a las mujeres.

No quería morir así, estaba seguro de que si rebelaba su sexo, tendría el mismo destino de aquel muchacho, decidió que lo mantendría en secreto, encontraría la forma de salir de eso, no estaba tan seguro en realidad, pero la esperanza es lo último que muere. Sintió un pequeño tiró en su vestido.

—Una vez que lleguemos a la isla Tortuga, pisarás la tierra de todos y de nadie— de las bolsas del interior de su falda, sacó una navaja—Toma, es para que te defiendas, dicen que son bestias que siempre huelen a alcohol, si algo no te gusta, pelea.

(...)

Tras una semana navegando, llegaron a la isla, fueron recibidas por una mujer de vestido pomposo y peinado duro.

—Sean bienvenidas— Abrió los brazos con una sonrisa aparentemente cálida—Este será su hogar y lugar de trabajo a partir de ahora.

Fueron guiadas hasta unas casitas de madera, estaban construidas en media luna, había algunos hombres de ropas gastadas, se veían ebrios, aunque todavía no estaba obscuro. Izuku se acercó a las mujeres que conoció en el barco, esperando sentirse menos asustado. La mujer les dijo que comenzarían esa noche, les dio tiempo de acomodarse en los cuartos con hamacas colgando.

—¿No se sienten asustadas? — Ochako le miró desde su hamaca—Es que le darán su cuerpo a hombres como estos.

—No es nuevo para nosotras, ya éramos prostitutas antes de venir aquí

Bueno, Izuku nunca había tenido acercamientos con ninguna persona, así debía ser, porque era necesario que nadie supiera lo que se escondía bajo su falda, no se imaginaba siendo tocado por un pirata mal oliente y borracho, sus ojos se llenaron de lágrimas y lloro todo lo que no pudo desde que lo alejaron de su madre.

Sus ojos terminaron hinchados y su nariz roja, las mujeres que compartían cuarto con él, le acariciaron la espalda con compasión, después todo, la cruz en su cuello les decía que lloraba porque sería tomada por un salvaje de la isla tortuga.

—Señoritas, es hora de comenzar su trabajo— La mujer del vestido elegante aplaudió mientras decía aquello, invitándolas a apresurarse—Recuérdenles a esos piratas lo que es correcto.

—Recuérdalo, si algo no te gusta, defiéndete— Ochako levantó sus pulgares y salió de la habitación junto a las otras mujeres, él las siguió, aunque no quisiera, seguía pensando cómo salir de aquello, podría escapar y tratar de robar prendas de algún hombre.

Siguió a hasta que salieron al exterior de la cabaña, algunos hombres se acercaron instantáneamente a ellas, otros las observaban de lejos, cazando con la mirada a las que más les gustaran, aprovechó que nadie lo había notado aún, sea alejó de ellas y corrió al otro lado de la isla, esperaba encontrar un lugar para ocultarse, luego vería cómo cambiar su apariencia, eso pensaba, al menos hasta que sintió un tirón en su muñeca, un hombre con un asqueroso olor a suciedad y alcohol, trataba de besarle el cuello, trató de alejarlo, comenzando un forcejeo.

—Quédate quieta, maldita puta— ya había sufrido acoso antes, pero nunca lo habían tratado de tocar, se sentía demasiado aterrado, los ojos atontados de su atacante se centraron en la cruz de su collar—Ah, eres una virgen— La sonrisa de dientes sucios le revolvió el estómago—No te preocupes yo sé cómo hacerlo.

Siguieron forcejeando hasta que el hombre se hartó, levantó al aire la botella de ron que sostenía en su otra mano y la estrelló contra su cabeza. Se sintió mareado, su visión se volvió borrosa y sintió un líquido tibio escurrir por su cara.

—¡Hey! — Fue lo último que escuchó antes de desmayarse.

(...)

Escuchaba un ruido de lejos, como de madera tallando metal, cada que su cerebro se activaba más, el sonido era más cercano y un dolor leve invadía su cabeza. Abrió sus ojos con parsimonia, un techo de madera le dio la bienvenida.

—Muy bien, estás despierta— sus ojos se dirigieron al lugar del que provenía la voz. —¿Te puedes levantar? — Izuku no estaba seguro de si era amabilidad, porque lo que decía salía tosco y molesto.

—No estoy segura— se impulsó hacia arriba, pudo sentarse en la cama, pero se mareó un poco.

Tardó un poco en recordar lo que había pasado, peor por la situación, dedujo que aquel que movía algo en su sartén en el fogón de carbón, era su salvador. Sabía que nada había pasado, porque su ropa interior seguía ahí, su corsé atado y la falda del vestido bien puesta, vaya que él sabía que esa mierda era difícil de quitar.

—Gracias.

—De nada.

¿Debería irse ya?, el hombre estaba siendo tosco, no parecía muy interesado en su estado, por lo que creyó que sólo lo salvó porque estaba de paso, se deslizó hasta la orilla de la cama, apoyando sus pies en el suelo terroso.

—Come— un plato se posicionó frente a sus ojos, era más una cascara de coco, pero parecía cumplir con la función—Vamos, que no cocino en vano, gasté algo de mis provisiones en esto, así que trágalo.

Tomó el cuenco y comenzó a sorber el caldo del estofado, algunos pedazos de carne flotaban allí, a su lado se sentó el pirata, con las piernas abiertas de par en par.

—¿Cuál es su nombre?

—Katsuki— sin más.

No había una chuchara para tomar los pedazos de carne, por lo que dedujo que debía pescarlos con la mano, tomó uno entre sus dedos y lo metió rápidamente en su boca, para evitar que cayera al suelo.

—Eres una puta virgen.

—No me llames puta.

—Pero es lo que eres, tienes que vender tu cuerpo a los hombres de la isla.

—No soy una puta, ni siquiera sabía que me traían a este lugar, el padre sólo me dijo que regresaríamos ovejas descarriadas al camino del señor, nadie me dijo que tendría que abrir mis piernas para eso—usó un tono de voz elevado, algo impropio de él, así no era como su madre lo había educado. —Además, no las llames putas, yo creo que merecen respeto.

Katsuki no le dijo nada, sólo la miró comer furiosamente su estofado, bueno, era la primera vez que una mujer le respondía.

—Es una lástima que no pelees como hablas.

—Pues lo siento, nunca había estado cerca de un hombre, en mi pueblo sólo hay mujeres, porque los hombres fueron reclutados para el ejército inglés.

Ahí estaba de nuevo, la fierecilla que se escondía bajo una apariencia preciosa, es una lástima que no sea exactamente su tipo.

—Hay miembros en mi tripulación que podrían hacer el favor de desvirgarte, sin desgarrarte.

—¿Tu tripulación? — lo miró de arriba hacia abajo, llevaba unos pantalones y camisa de tela sencilla, medianamente rotos y los pies descalzos.

—Claro, soy el capitán del "Muerte explosiva"

Infló el pecho con orgullo, su barco era el más grande de todos los piratas de la isla tortuga y él el capitán más temido de todos los mares.

—Declino tu oferta, mi virginidad está bien como está, de todos modos, no creo que nadie pueda tomarla.

—Si la iglesia y su majestad te trajeron para prostituirte, es lo que harás, no tienes una elección.

Izuku apretó el cuenco entre sus manos, se planteaba si debía decirle a ese hombre de voz rabiosa, que en realidad, no era una mujer. Parecía que el pirata no era un cabeza hueca, era posible que le ayudara a salir de la isla, o tal vez le pida algo a cambio y no tiene nada para darle.

—No soy una mujer— la confesión salió a prisa, sin terminar de pensar en las opciones.

—¿Estás tomándome el pelo? — la molestia era evidente.

—¡No! — se puso de pie rápidamente, dejó el cuenco en la cama, se apresuró a levantar las telas de su falda y posteriormente forcejeó con su ropa interior para mostrarle al hombre que no le mentía, fue allí cuando por primera vez, dejó que otro viera su pene.

—Mierda, tú sí que estás enfermo, ir por allí vestido de mujer.

—No soy un enfermo, simplemente mi madre no quería que me llevaran al ejército, ella sabía que si me llevaban moriría o simplemente no me volvería a ver, ella no quería eso— acomodó sus ropa y se sentó de nuevo—Ayúdame a salir de aquí, por favor.

—¿Por qué debería? — la sonrisa que le mostró, no hizo más que hacerle llorar. —Simplemente deja que lo descubran, te mataran y se acabarán tus problemas.

Sus palabras eran como dagas, llorando a mares y con el corazón asustado, salió de aquella cabaña. No quería morir, a saber lo que los piratas le harían una vez que supieran que no era una mujer. Cuando llegó al prostíbulo, corrió escaleras arriba, buscando el consuelo de las dulces mujeres que había conocido antes y así es como pasó la tarde, siendo apapachado por Ochako, apretadas en una sola hamaca.

Cuando cayó la noche, la dueña del lugar les obligó a salir, reprendió a Izuku al notar que la cruz seguía en su cuello y luego le golpeó, porque se supone que debía regresar desvirgada. No quería separarse de su amiga, pero ella ya había conseguido un cliente, él no quería verse envuelto, pensó que podría esconderse, pero no pudo.

—Izuku, mi pequeña niña, mira— la dueña se hizo a un lado para que pudiera ver a un hombre vestido en un traje de cuero que lucía costoso, su tenía quemaduras en tercer grado y sus ojos brillaban con travesura. —El capitán Dabi está dispuesto a tomarte hoy.

Lo decía como si aquello fuera un favor, sus manos comenzaron a temblar, no quería, comenzó a retroceder, esperando que no le persiguieran una vez que comenzara a correr.

—Niña insolente— iba a tomarla de la mano, pero alguien le ganó, la mano que le apresaba tenía anillos de piedras que él no conocía y el brazo estaba cubierto por una tela como el terciopelo en color negro.

—Lo siento, pero ella ya me ofreció a mí su virginidad.

—Capitán Katsuki— ella se veía un poco asustada— ella no me lo había dicho, pido su perdón.

—Creí que no te interesaban estas cosas— Dabi le dio una sonrisa chueca, no se veía sincera.

—No es de tu incumbencia.

Tiró de su brazo y le obligó a andar.

—No va a ser gratis, vas a trabajar como todos en mi tripulación. —Los ojos de Izuku se abrieron de par en par, apretó sus labios para tener un llanto silencioso. —Deja de llorar.

Izuku asintió mientas tallaba su rostro con su mano libre. Fue llevado a su cabaña, le obligó a dormirse, porque zarparían muy temprano.

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