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1915. Katsudeku

Pareja: Katsudeku

Palabras: 1987

Tema:Tragedia.

Hice algunas investigaciones, para que esto fuera coherente, hubo migración japonesa en 1887, toda la historia es planteada en los tiempos después de la revolución mexicana, me inspiré gracias al fanart de Kaphn_a

Mil novecientos quince, ese número se quedará en mi mente por siempre, fue el año en que los ojitos de valle dejaron de mirarme. Mi madre ya me había dicho que la vida sería dura, le creí, me lo decía mientras me pegaba con su chancla, todo por haberle dicho que me casaría con mi niño de mejillas estrelladas, apenas tenía cuatro años, pero de todos modos mi madre prefirió golpearme para hacerme recapacitar sobre mis palabras. Lo que ella no sabía, era que había criado un hijo necio, si bien, nunca podría hacerlo mi esposo, no dejaría que Izuku Midoriya se marchara de mi lado, estaba tan seguro como que mi nombre era Katsuki Bakugou

En mi camino a estar con el amor de mi vida, la revolución me acercó a mí pedazo de cielo, su padre fue convocado para levantarse en armas, lamentablemente no regresaría jamás, tal vez sonará horrible, pero la muerte del viejo, sirvió para que mi lirio de agua verde, buscara el cálido lugar que mi pecho reservaba para él, sin miedos, la fuente ya no estaba. Pero como diría la vieja loca que me parió, la vida no era fácil.

El diecinueve de diciembre acudí a la casa de mi sol, tan sólo llevaba mi guitarra y mi corazón enamorado, comencé a tocar la guitarra con los ojos cerrados, dejando que mis sentimientos dirigieran mis acciones e Izuku pudiera sentirlo a través de su ventana.

—Amorcito corazón, yo tengo tentación, de un beso, que se prenda en el calor, de nuestro gran amor, mi amor—conservé los ojos cerrados—Yo quiero ser, un solo ser, un ser contigo, te quiero ver, en el querer, para soñar, en la dulce sensación de un beso mordelón quisiera, amorcito corazón, decirte mi pasión por ti— Escuché la ventana abrirse—Compañeros en el bien y el mal, ni los años nos podrán pesar, amorcito corazón serás mi amor, en la dulce sensación de un beso mordelón quisiera, amorcito corazón, decirte mi pasión por ti— abrí los ojos con lentitud, enfocando a mi dulce amor, me miraba con los ojos brillantes de amor— Mi niño hermoso— tiré un beso acompañado de una sonrisa galante, la obscuridad de la noche no me permitía apreciar el rojo de sus mejillas, era obvio que ahora era como una fresa, él se sonroja siempre que le canto.

—Te he dicho que no hagas eso— dice con voz melosa— Si alguien sabe de lo nuestro, no nos irá bien— sus ojos bailan un poco, parece inseguro— Voy a abrirte, mamá no está, fue a visitar a mi tía a Soconusco.

Sin poder decirle nada más, mi precioso niño de mejillas estrelladas, desapareció tras sus cortinas, me paré frente a su portón de madera, esperando ansioso su llegada, con las manos picando por tocarlo. Cuando por fin la luz del interior de la casa iluminó la calle empedrada, abrí los brazos, esperando a que Izuku saliera, quería apresarlo lo más pronto posible. Como esperaba, aquel que me quitaba el sueño, soltó un grito agudo al ser tomado de la cintura y besado de improviso.

—Mi amor hermoso, si quieres mantener lo nuestro oculto bajo tus sábanas y los montes de las orillas de la ciudad, recomiendo que dejes de gritar cada que te tomo—el menor le miraba con un poco de molestia, rodando los ojos, acepté ser llevado al interior de la casa, no podía evitar el observar la forma en la que caminaba, como las curvas de sus piernas se marcaban en el pantalón, bendito sea Emiliano Zapata, sin ese revolucionario, probablemente nunca habría tenido el privilegio de ver a mi hombre con pantalones ajustados, él siente mi mirada en su cuerpo, pero no me dice nada, tan sólo sonríe tímidamente, dirige una de sus manos hacia atrás, estirando su palma hacia mí, quería que tomara su mano, lo hice, yo sabía que era una invitación, así lo hicimos la primera vez, tan sólo el silencio, dejando que nuestros cuerpos demostraran todo lo que nosotros queríamos decir.

Nos amamos profundamente ese diecinueve, incluso si nuestros cuerpos estaban cansados, no dejamos de conectarnos una y otra vez. La mañana nos trajo sonrisas cómplices, el corazón contento y para Izuku, un dolor de caderas medianamente soportable.

—Ojitos de valle— peiné el cabello suave—Vámonos juntos, vivamos felices, amándonos.

—Ay mi sueño—me abrazó con fuerza, mordió uno de mis pectorales y soltó un suspiro tembloroso—Nunca podremos ser felices aquí, te amo mi bello sueño, pero tengo miedo.

—Lo sé, lo entiendo—Besé su coronilla—Podemos vivir nuestro amor tras la puerta de nuestro hogar, yo trabajaré para proveer la casa, tú sólo tienes que esperarme con una sonrisa brillante, si alguien pregunta, diremos que somos hermanos.

Sentí como su cuerpo temblaba suavemente, no sabía si estaba llorando o sus miedos lo estaban dominando.

—Odio la idea de tener que ocultar que te amo— le escuché decir con una voz queda— Sé que es la única forma en la que podremos estar juntos— movió su cabeza, para que yo pudiera ver su rostro— Acepto, quiero vivir nuestro amor.

No podía con la alegría, apreté su cuerpo entre mis brazos, lo escuché soltar un suave quejido, pero ni así lo quise soltar, llené su rostro de besos y tal vez otros lugares más.

—Tan sólo deja que le dé una visita a mi viejo, él sabe que bajaría la luna por ti, me dejará la casa donde creció— pronto el rostro de Izuku se iluminó como el sol, por un momento creí ver en sus ojos, lo que imaginaba de vivir una vida juntos—Prepara tus cosas, no esperaremos ni un sólo día más— parpadeó algo confundido.

—Pero mi madre.

—Más vale pedir perdón, que pedir permiso— dije, la sonrisa de Izuku mostraba rendición, sabía que pelear conmigo no tenía sentido, si yo decía que algo se iba a hacer, se hacía y punto.

—Más te vale que cuando regrese, tus maletas estén listas— me levanté a prisa, tomando mi ropa del suelo y poniéndomela como podía, cuando salí de la casa, lo pude escuchar decir "cochino, no te bañaste", pero ya habría tiempo para eso, en ese momento lo que deseaba, era tener las llaves de nuestro hogar en mi manos.

Mi padre estaba sentado fuera de la casa, fumaba un cigarro mientras miraba el cielo tranquilo, parecía ya saber lo que le venía a pedir, no era difícil de adivinar, mi traje de charro estaba desarreglado y mi cabello de por sí revuelto, estaba todo enredado, me dio una sonrisa paternal, rebuscó en la bolsa de su pantalón y me entendió las llaves de su casa.

—Si tu madre me pregunta, diré que te fuiste a perseguir tus sueños de cantante, eso la hará enojar menos— asentí de acuerdo—Sé feliz muchacho, pero que la dicha no nuble el juicio de la realidad.

—No se preocupe apa'— tomé las llaves y las apreté— Nadie me va a quitar la felicidad, no importa que tan duro sea lo que venga, ni que tanto apriete el hambre, mientras Izuku esté a mi lado, sentiré que lo tengo todo.

—Del amor no se come, este es el año del hambre— soltó un resoplido— Pero creo que eso no te importa, corre por tus cosas antes de que venga tu madre.

—Espero que algún día nos visite.

Guardé mis cosas tan rápido como pude, se me quemaban las habas por volver al lado de mi niño hermoso, salgo a prisa, agitando mi mano como despedida para mi padre, siento el dolor de caballo azotando mi cuerpo, pero me urge llegar a la casa de mi amor, siento mis vellos erizarse ante la anticipación del futuro que se viene, la gente me mira raro, algunos militares también, usualmente temería que intenten arrestarme sólo porque sí, pero ellos no parecen tan interesados en mí.

Sin embargo, nada me había preparado para lo que venía.

A la distancia pude apreciar como el portón estaba abierto de par en par, algunas personas estaban mirando al interior, como tanteando si podían entrar para robar las cosas del interior. Me acerqué con pánico.

—Izuku—Grité, la gente se alejó del lugar— Izuku— volví a gritar.

—Ni se desgañote joven— me giré para mirar a la vecina. —Los militares se llevaron al niño Izuku— sus ojos cansados me miraron con pena— Alguien lo acusó de ser — movió sus ojos de arriba hacia abajo, al momento entendí a lo que se refería— Tal parece que alguien lo vio besando a un hombre ayer, que luego metió a su casa— miró la posición del sol— Eso ya hace una hora.

Sentí al mundo caer sobre mí, no sabía dónde pudieron llevarlo, ellos tenían diversos lugares donde se propasaban con cualquier persona, tan sólo corrí al primer lugar que vino en mente, un pequeño terreno con escombros de una casa, allí habían fusilado a una persona una vez, estaba seguro que allí estaría, no estaba seguro de qué hacer, tal vez ambos termináramos muriendo

Oh, pobre iluso de mí, quería seguir pensando con el corazón, pero la vida me tenía preparada una patada que desconectaría mi razón.

No había ruido a medida que me acercaba al lugar, tal vez me había equivocado de lugar, o eso creía, hasta que vi su cuerpo tendido en el medio del lugar, mis ojos se llenaron de lágrimas, mis piernas comenzaron a temblar como gelatinas, corrí y derrapé, no tenía pantalones, ni ropa interior, pude ver que habían abusado de él, era lo que ellos decían "si tanto te gustan los penes, pues toma", había un charco de sangre a su alrededor, pude ver el gran agujero en su pecho, sin duda usaron una escopeta recortada para hacerle el máximo daño posible, me quité la chaqueta y la enredé en su cintura para cubrirlo, lo cargué en mis brazos y a cada paso que daba, mi corazón quemaba mi pecho, bajé la mirada para observar su rostro, tan pasivo, tan precioso incluso después de haber sido azotado por la muerte. Yo nunca lloraba, pero ese día mi llanto salía con gritos de dolor, no quería soltar e cuerpo de Izuku, quería mantenerlo contra mi pecho por siempre, pero mi padre me convenció de dejarlo ir.

No voy a mentir, me quería ir con él, pero mi padre me dijo que viviera por él, es claro que nunca pude amar a otro igual que lo amé a él, mejor dicho, nunca pude amar de nuevo. El día de hoy estoy frente a su ofrenda, con la única foto que tengo de él, si lo que nuestros predecesores creían era cierto, espero que él esté hoy aquí, sentado a mi lado, recargado en mi hombro, listo y feliz por verme sostener mi guitarra para él.

—Te vi sin que me vieras, te hable sin que me oyeras, y toda mi amargura, se ahogó, dentro de mí— inevitablemente, mis ojos se inundaron de lágrimas—Me duele hasta la vida, saber que me olvidaste, pensar que mil desprecios, merezca yo de ti—No estaba seguro de que él me haya olvidado ya, los muertos tienen memoria, pero estaba seguro de él debe despreciarme, por no haberlo protegido como lo prometí—Y sin embargo sigues, unido a mi existencia, y si vivo cien años, cien años pienso en ti— mi voz se quiebra, las lágrimas pican mis ojos, dejo de tocar para poder tallarme los ojos. —Te extraño tanto, mi amor, mi precioso lirio de agua verde, anhelo volver a unir las pecas de tu rostro para formar una constelación, añoro volver a perderme en tus ojos de valle, quiero irme donde tú estás.

Llámenme loco, pero siento como si él estuviese a mi lado, palmeando mi espalda, haciéndome saber que me ama y que deje de llorar.

Espero que pronto nos encontremos, ansío que podamos amarnos en la vida eterna de la muerte

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