Capítulo 4.
Antes que nada quería decirles muchísimas gracias, pensé que no llegaría a tanto en tan poco tiempo.
Pd: Se que quizá los primeros capítulos estén siendo aburridos, pero ya a partir del capítulo siguiente, nuestro querido Katsuki aparecerá<3
***
''Denle espacio a Katsuki''
Ese fue el mantra para la semana siguiente o, por lo menos, eso era lo único que decían mis papás. Siguiendo la recomendación de varios terapeutas, la madre de Katsuki, Rick, las mellizas y Katsuki decidieron recluirse. ''Es hora de que seamos una familia de nuevo''. Una noche, mi mamá leyó en voz alta uno de los e-mails grupales de Maureen mientras mi papá y yo levantábamos los platos luego de la cena. Habíamos recibido varios e-mails de ese estilo durante años -muchos mensajes que decían: ''Gracias por sus deseos y plegarias'' que Maureen había enviado a amigos y familiares-, pero este era el primero que tenía un punto final.
- Tal vez Katsuki no necesita espacio -dije mientras secaba una copa de vino e intentaba no dejar marcados los dedos por todo el vidrio-. Tal vez lo único que quiere es estar solo o quizá no quiere estar con su nueva y antigua familia. Nadie querría estar encerrado con Molly y Nora.
Eran las hermanastras de Katsuki. De vez en cuando las cuidaba a cambio de un poco de dinero que mis papás pensaban que estaba ahorrando para la universidad, pero que en realidad esperaba que me pagara un traje de surf y una tabla nueva.
- Según los terapeutas, necesitan un tiempo para conectar -contestó mi mamá, y deslizó suavemente el dedo por la pantalla para apagar el celular.
- Pasé mucho tiempo a solas con las mellizas -respondí-. Katsuki va a estar trepando por la chimenea en un día, si lo quieren forzar a conectar.
- ¡Nosotros necesitamos tiempo para conectar! -exclamó mi papá-. ¡Viernes de pizzas!
- Tengo que hacer cosas del trabajo -explicó mamá.
- Yo tengo que hacer cosas que no involucren a mis padres -añadí.
- ¡Pero si les encanta estar con nosotros! -me retó papá-. Somos cool. Tus amigos nos quieren.
Eso era, lamentablemente, verdad, Ochako y Tenya pensaban que mis papás eran geniales. Y lo eran. La mayor parte del tiempo. Pero en materia de restricciones y libertad personal, mis padres eran unos dictadores.
- En fin -dijo mi mamá después de ignorar mi comentario-, tenemos que ser pacientes. Estoy segura de que pronto todos vamos a tener la posibilidad de ver a Katsuki de nuevo. Solo necesita un poco de espacio
***
- ¿Espacio? - Ochako frunció el ceño cuando le conté lo que había hablando con mis padres. Estábamos en mi dormitorio la noche siguiente haciendo la tarea de Literatura. Era un trabajo en grupo y por suerte habíamos podido elegir a nuestros compañeros. Por supuesto, elegí a Ochako.
Organiza sus notitas de Post-it por color y tamaño. No te puede ir mal en un trabajo práctico con alguien así en el grupo.
- Espacio -repetí levanto una ceja.
- No creo que tenga mucho espacio encerrado con su propia familia -Ochako parecía dudar y noté que dirigió la mirada hacia la ventana de Katsuki, cuyos postigos permanecían cerrados-. Eso parece lo puesto a espacio.
- No todos tenemos cinco hermanos como tú -dije-. Y no está encerrado. No está en la cárcel.
- ¿Te gustaría estar encerrada con Maureen día y noche? -esta vez fue ella la que levantó la ceja.
Tenía razón. Maureen no era una persona llevadera. Sin embargo, era cruel burlarse de ella por eso.
- Pasó por un trauma horrible hace diez años -reprendí a Ochako-. Nadie sería agradable después de atravesar esa situación.
- Lo sé, lo sé -dijo-. Es solo que me pone nerviosa.
- Habló la que tiene los lápices ordenados por tamaño.
Ochako hizo una pausa, me arrojó un paquete de Post-it y rio cuando lo esquivé.
- Tienes suerte -exclamó-. Te podría haber arrojado un lápiz.
***
- Espacio -dijo Tenya pensativo cuando le conté lo que habían dicho mis padres-. ¿No tuvo suficiente durante diez años?
- No si estaba en Akita -contesté-. Tienden a amontonarse allí.
- Dicen que estuvo por todos lados -contestó Tenya-. Lo leí online.
- Sí, yo también leí lo mismo -refunfuñé.
Supuestamente, un primo de Maureen que vivía en un pueblo cercano había filtrado el e-mail de Maureen a la prensa. La historia de Katsuki ya no generaba tanto interés como unas semanas atrás, pero información nueva era información nueva.
- Lo llamaban Colin -continuó Tenya, como si yo no hubiese dicho nada. Estábamos sentados arriba de nuestras tablas en la arena, después de haber surfeando juntos. Faltaba más o menos una hora para que cayera el sol sobre el océano, lo que significaba que tenía treinta minutos para volver antes de que mis padres sospecharan algo.
- ¿Colin? -repetí y Tenya asintió con sabiduría-. Guau. Okay. ¿Por qué Colin?
- No tengo idea. Lo leí online. Pero no entiendo cómo quedarse dentro con Maureen y su nuevo marido, Ray...
- Rick.
- Como sea. No entiendo cómo eso ayudará a Katsuki. No pueden esconderlo de la misma forma que lo escondió su papá y creer que eso es progreso -Tenya se sacudió el cabello de los ojos. El viento siempre empezaba a correr al atardecer y ambos lo estábamos sufriendo.
>>Lo que él necesita es reintegrarse -continuó Tenya-. Sumergirse en la parte profunda de la escuela y sacarse ese peso de encima.
- Tal vez -dije-. Pero ¿piensas que nos quiere volver a ver?
Tenya me miró.
- ¿Por qué? ¿Tú no lo quieres ver a él?
- ¡Por supuesto que lo quiero ver! -protesté-. Se fue por diez años, sería lindo volver a verlo.
Pero la verdad era que había visto a Katsuki. La noche anterior, después de que Ochako se fuera y mis papás se acostaran (''¡Apaga las luces!'', me había ordenado mi mamá, lo que significaba que tenía alrededor de una antes de que me lo repitiera). Abrí el armario, me paré sobre un banquito tambaleante y tanteé el estante de arriba buscando una vieja caja de zapatos. Estaba escondida tan atrás que apenas podía tocarla, pero una vez que mis dedos rozaron la tapa, pude bajarla.
Tengo cosas escondidas por toda mi habitación. No me describiría como una persona escondidiza, pero si contara todos los lugares secretos que tengo, bueno, podrían describirme de esa manera. Cuanto más necesito esconder algo, más reservada me vuelvo. El dinero que gané cuidando niños está en el fondo del armario, en el bolsillo de un abrigo de invierno que usé exactamente una sola vez. Las revistas viejas de surf que compré en un negocio de libros usados están ocultas en la tercera gaveta de la cómoda, cubiertas con pilas de papel para impresora y bolígrafos usados.
La caja de zapatos es mi escondite más antiguo y tiene solo dos cosas, cosas que nadie conoce, ni siquiera Tenya u Ochako, ni siquiera mis padres.
La primera, es una copia de mi solicitud de inscripción a la universidad de Tokio.
Había estado pensando en inscribirme durante un tiempo, desde el penúltimo año de la secundaria, cuando alguien había mencionado que tenían uno de los mejores equipos de surf del país. Solo quedaba a una hora y media de donde vivíamos, así que no tendría que dejar a mis papás y mudarme a la otra punta del país. Era la distancia justa, iba a poder tener algo de espacio.
De hecho, era el mismo espacio que le estaba dando a Katsuki.
Tomé la inscripción una vez más y sentí la rugosidad del papel de las manos. Lo había impreso en la biblioteca pública para que fuera más real, un recordatorio tangible de que había solicitado la inscripción a la universidad. De esa forma se sentía mas real, más posible. Había planeado ir con Ochako a una universidad comunitaria, y después transferirnos a otra universidad luego de dos años, pero yo deseaba irme ahora. No quería esperar más.
El segundo secreto estaba en el fondo de la caja de zapatos, un trozo de papel doblado tantas veces que se había empezado a romper en los dobleces. A diferencia del papel de inscripción, esta nota era tan suave como el algodón, y deslicé cuidadosamente el dedo por el borde antes de abrirla.
Decía ¿TE GUSTA DEKU? ¿¿¿SÍ O NO??? La letra de Ochako era meticulosa y cuidada, como es ahora, y la palabra ''Sí'' estaba redondeada. Era lo único que me quedaba de Katsuki después de que lo secuestraran, lo único que era mío de verdad, y la había guardado durante diez años.
Solía mirarla durante horas, la guardaba en el bolsillo y la tomaba cuando estaba sola en mi habitación. Creía que si la tenía cerca, haría que Katsuki regresara, y ahora era la primera vez en diez años que la sostenía sabiendo qué parte del mundo estaba Katsuki.
Ese pensamiento me quitó la respiración.
Luego de guardar la caja en el estante y prepararme para ir a dormir, noté que podía ver el interior del dormitorio de Katsuki. El viento había corrido los postigos y había despejado una parte de la ventana, así que podía verlo sentado en la silla del escritorio con el perfil iluminado por una luz que provenía del otro lado de la habitación. Estaba sujetándose el labio con la mano, jugueteando de manera ausente, y de repente recordé que hacía lo mismo en segundo curso cuando estaba nervioso, en general cuando armábamos los equipos para jugar al fútbol (no era el mejor deportista).
Tenía el cabello un poco oscuro y largo que cuando era pequeño, con mechones de pelo recogido detrás de las orejas y se parecía a los surfistas con los que se juntaban Tenya y su hermano los fines de semana. El rostro era el mismo, solo que más grande, y su mirada era profunda.
Arrastrándome por el suelo (y sintiéndome una acosadora) logré apagar las luces antes de volver a la ventana en puntillas. Mi dormitorio estaba totalmente oscuro, así que no había posibilidad de que Katsuki me viera, pero de todas formas me encorvé debajo del alféizar. Me sentía como un hipopótamo en uno de esos documentales, cuando se sumergen en el agua y solo se les ven los ojos.
Katsuki estaba mirando una película. Eso lo mantenía concentrado. Con la computadora proyectaba la película en una tela blanca que había pegado arriba de la estantería, la misma estantería que Maureen había estado limpiando durante diez años. Era una película vieja, tal vez de los sesenta, y se escuchaba la música dramática a pesar de que tenía la ventana cerrada. Sea lo que fuere, Katsuki estaba cautivado. Podría haber estado parada en su habitación y él no se habría dado cuenta, pero igual me mantuve oculta.
De repente, el espacio que siempre no había separado parecía demasiado grande. Por primera vez en diez años, podía ver a Katsuki enfrente de mí, pero él todavía estaba muy lejos.
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