Capítulo 3.
El día pareció eterno mientras esperábamos más noticias de Katsuki. No es que hubiera algo para escuchar, por supuesto. Estaba en un avión en el cielo, viniendo a toda velocidad hacia nosotros, con la misma fuerza instantánea con la que había desaparecido en primer lugar. Su padre todavía estaba prófugo, pero mis papás nos mantenían a Ochako, a Tenya y a mí lejos de las noticias y computadoras. (No sabían que Ochaok y yo habíamos descubierto cómo desactivar los controles parentales hacía años. Además, hola: IPhones).
Tenya y Ochako obtuvieron permiso de inmediato para quedarse a dormir. Los papás de Ochako ni siquiera se habían enterado de que habían encontrado a Katsuki, y se podía escuchar que el entusiasmo de Ochako disminuía con cada oración que intercambiaba con ellos: ''¡Lo encontraron...! No, no saben dónde está... No, ya limpié mi mitad del dormitorio... Ese es el desorden de Heather, no el mío... Bueno, sí. No, no sé. Gracias, adiós''.
A veces pienso que los padres de Ochako no les siguen los pasos a sus hijos. Son seis en total, y ella es la menor. ''Soy lo último después de lo último'', dice siempre que hablamos del tema. Creo que el problema más grande es que durante toda su vida tuvo que compartir el dormitorio con Heather, su hermana mayor, y Heather es prácticamente un tornado implacable. Ochako, en cambio, es una persona muy organizada y limpia, y verlas compartir la habitación es como mirar dos películas en una sola pantalla. Ochako desea con desesperación que su hermana se mue.
Los papás de Tenya estaban rebosantes de alegría porque iba a pasar la noche con nosotras.
- Solo con Ochako y Deku -dijo en el teléfono, a la vez que subía y bajaba las cejas hacia nosotras de manera sugestiva-. Queremos estar juntos y hablar... No, mami, es viernes. No hay escuela mañana... Bueno, listo. Listo. Adiós.
- Eres un chico con suerte -dije ni bien colgó-. Pasar la noche con dos chicas adorables como nosotras.
Tenya solo rio y se quitó el cabello de los ojos. Lo tenía cada vez más largo, y sospeché que representaba un dedo del medio metafórico dirigido hacia sus padres controladores. ¿Quién podía culparlo?
- Agua, agua por todos lados, ni una gota de alcohol para beber -se lamentó, y luego se dejó caer en la cama al lado de Ochako y suspiró.
Se empezó a sentir una energía nerviosa una vez que se puso el sol. Estaba atardeciendo cada vez más tarde ahora que la Navidad había pasado, y a las siete el cielo estaba oscuro. Nadie cenó en realidad. Cuando mi papá finalmente empujó la silla alejándose de la mesa y dijo: ''Bueno, ya terminé'', todos seguimos su ejemplo.
Hubo mucha comida cuando Katsuki despareció. De hecho, era tanta que no entraba en la cocina de su mamá, y la mayor parte terminó en nuestra casa. Eso no quería decir que nosotros estuviéramos comienzo. Las fuentes de comida no se ven apetitosas ni en los mejores tiempos, y además había muchísimas. Incluso a los siete años sabía que el poder curativo de las pastas tenía un límite. Los vecinos seguían trayendo alimentos y trataban de mirar detrás de nosotros y espiar el interior de nuestra casa y la de la mamá de Katsuki, como si lo hubiésemos escondido en un armario debajo de las escaleras. Les dims un poco de comida a los periodistas más amables. Ochako y yo nos pasamos una tarde comiendo un tazón entero de ensalada de frutas con cucharitas de té, y luego pasamos una noche entera sufriendo agonía estomacal. Pero no nos castigaron -esa indulgencia extraña estaba en pleno ejercicio- y por primera vez en mi vida, deseaba que lo hubieran hecho. Por lo menos, eso habría sido normal.
Cuando descubrieron, al día siguiente, que habían encontraron a Katsuki, algunos vecinos vinieron a tocarlos la puerta. ''No queríamos molestar a Maureen'', decían y luego nos ofrecían carne/cazuela de vegetales cremosos/gelatina con trozos de fruta que bailaban en el centro. Tenya miraba todo eso y sacudía la cabeza.
- ¿Por qué simplemente no traen alcohol? -preguntó en voz alta.
- ¡Exacto! -suspiró papá mientras trataba de hacer espacio en el refrigerador para la gelatina. Había pasado el sábado entero en nuestro patio trasero con Tenya, Ochako y conmigo, sin intenciones de irse de casa, por si algo llegaba a ocurrir. No sabíamos qué podría llegar a ser ese ''algo'', pero era mejor estar en casa que en cualquier otro lugar. (Bueno, sin contar el surf, pero no tenía forma de escaparme al océano con todos los periodistas colmando la calle).
- Puaj, cocktail de frutar -rezongó Ochako cuando abrió el refrigerador-. Ni siquiera puedo usar crema de coco sin sentir náuseas.
- Lo mismo digo -asentí y me serví algunos vegetales que nuestros vecinos de enfrente habían traído hacía una hora.
Sabía que en algún momento íbamos a terminar desechando la mayor parte de la comida, como lo habíamos hecho diez años atrás. Ver los platos acumulados me daba vuelta el estómago y me aferré a la mesada justo cuando escuché gritos de los camarógrafos.
- ¡Mamá! -exclamé, ya que ella parecía ser la persona a la que había que acudir. De repente, mis padres, Tenya, Ochako y yo nos estábamos precipitando hacia el porche. Las luces de las cámaras brillaban como rayos mientras una patrulla policial se dirigía de manera silenciosa e inquietante hacia la casa de Katsuki. Había dos siluetas en el asiento trasero, una mucho más alta que la otra. Vi el contorno del cabello de Maureen y me di cuenta, sintiendo náuseas, de que no reconocía a la otra persona en absoluto.
Y en ese instante, quería que todo se detuviera. Quería volver a la tarde anterior cuando estaba surfeando y quería que Ochako me contara algo emocionante como que había reprobado el examen de Matemáticas. Quería que los vecinos se ocuparan de sus propios asuntos y, para completar mi horror, me di cuenta de que quería que Katsuki regresará a Akita. Su desaparición había causado una herida tan grande que todavía no había cicatrizado, y yo no sabía si estaba lista para que se abriera otra vez. Si bien esos diez años habían sido terribles, al menos habían sido familiares. No estaba segura de estar preparada para cambiarlos por un conjunto de problemas y preocupaciones nuevas.
La puerta del acompañante del vehículo se abrió y salió Maureen, junto con el policía que iba en el asiento del conductor. Las cámaras se aproximaron como langostas electrónicas, y a mi lado vi que mamá se aferraba al brazo de papá. Ambos tenían lágrimas en los ojos. Los policías hicieron un gran esfuerzo para despejar el camino hasta la puerta de la casa de Katsuki, pero no pudieron detener la catarata de preguntas que los periodistas habían empezado a gritar:
- ¿Estás enfadado con tu padre?
- ¿Cómo fue el reencuentro con tu madre?
- ¿Sabes dónde puede estar tu padre?
- ¿Qué es lo primero que vas a hacer ahora que estás de nuevo en casa?
La puerta de Katsuki se abrió y salió del auto.
Era un extraño.
Más alto, más ancho, el cabello un poco oscuro, justo como había dicho mi mamá. Estaba mirando con enojo a las cámaras mientras Maureen lo rodeaba con el brazo. Desde el día en que Katsuki no había vuelto a su casa después de la escuela, Maureen se había vuelto más pequeña y frágil, pero ahora, junto a su hijo, se veía diminuta. Sentí el sabor de la sangre y me di cuenta de que me había estado mordiendo el labio con mucha fuerza. Ochako estaba llorando a mi lado y Tenya nos abrazó con firmeza a ambas. Él estaba temblando. Creo que todos estábamos temblando.
Cuando Katsuki levantó la cabeza y nos dirigió una mirada, emití un sonido gutural. No lo había visto en diez años, pero había contemplado su rostro cada noche en mis sueños, la carita de un niño de siete años que ahora me parecía demasiado joven, y cuando su mirada se encontró con la mía, supe que era él. Tenía el mismo entrecejo, los mismos ojos, la misma postura.
Me pregunto si alguien le acomodó la etiqueta de la camiseta pensé en voz alta, y antes de que alguien me preguntara de qué estaba hablando, Katsuki entró a su casa y la puerta se cerró detrás de él.
Y eso fue todo. Había vuelto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro