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Apenas llegue a casa, me lancé al sofá. Tome uno de los almohadones que mamá había colocado y me acurruqué en un costado, mientras daba mi mayor esfuerzo por no sollozar.
Sentí como mi celular sonaba, con ese tono característico de la llamada de Iwa-chan.
Sonó una vez.
Otra vez.
Y otra vez.
Y yo no respondía.
"No debo ser egoísta"
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