En secreto, guardé el uniforme femenino en mi bolso, yendo con el uniforme original. No quería que mi madre se enterara de mi gran idea. Así que salí de casa con mi secreto entre mis pertenencias, sin que sospecharan.

Cuando llegué, no fui notada de inmediato. Que falta de respeto.

Aunque no tardó mucho en aparecer el gran susodicho de esta historia. Iwa-chan me observó en el comedor del instituto, estuvo así por más de 20 minutos. Después de un rato, se acercó a mí cautelosamente.

—Ehm...¡Hola!—Que animado Iwa, ¿por qué solo eres así con las mujeres?—Eres nueva, ¿cierto? ¿Cómo te llamas?

—Me llamo...— Maldita sea, ¡Tooru!eres una máquina en el voleibol, ¡ y no se te ocurrió ponerte un nombre! No sé por qué te llaman rey—. Tooko.

Tu sonreíste, y me miraste con ternura, como si fuese la cosa mas linda del mundo.

¡Iwa-chan! ¡¿Por qué?!

Me sentí frustrado, Iwa-chan. Hay muchas cosas que no se de ti, y que otras personas si lo saben.

Ese día no fue para nada agradable, exceptuandolo por tu sonrisa. Hacia un buen tiempo que no te veía sonreír, Iwa-chan.