puedo ser normal
capítulo trece
puedo ser normal (no puedo, no)
jake smith | mortal ! gryffindor ! estudiante de psicología !
Se levantó con el despertador pitándole los oídos. De mal humor apartó las sabanas a un lado y bufó, sintiendo ya el cansancio del día que se le avecinaba.
Hace unos días, esto hubiera sido el despertar de un martes completamente normal. Y «normal» ya era una palabra bastante extraña para definir algo de su vida. Pero era verdad, hubiera sido un martes ordinario, como una universitaria promedio: se levantaría cansada, preguntándose en qué momento decidió meterse en una carrera universitaria, desayunaría un café para no quedarse dormida, se vestiría y saldría de casa a paso rápido sabiendo que ya llegaba tarde a la primera hora. Las clases pasarían con una lentitud mortal hasta que alguno de sus amigos aparecería para llevarla a rastras a la cafetería, donde volvería a tomarse un café (o una cerveza, dependiendo del día) y se pasarían quejándose sobre ir a clase cuando, efectivamente, estaban saltándose clase.
Ahora, su martes parecía no haber cambiado en absoluto. Solo que se levantaba de un peor humor porque sus sueños de semidiós habían vuelto, tenía tan poca hambre que no desayunaba y llegaba a tiempo a clase sabiendo que, sentado en su sitio predilecto fuera de la mirada del profesor, un dios se encontraría sentado tan sonriente como el sol.
— Hola, Carita. ¿Qué tal dormiste?— Apolo apoyó la cabeza en su palma derecha, observándola desde abajo.
Nadie podría haber adivinado que ayer ella lo amenazó con traer a Eros al problema. Pero muchos pecaban de ese error, de pensar que Apolo era un simple dios tonto. En realidad, y lo que enfurecía más a Cara, era que Apolo no tenía nada de idiota y que podía llegar a ser tan astuto y cruel como el propio Hades. Probablemente debió llegar pronto a la conclusión de que, en el caso de que a Cara se le ocurriera contactar con su padre, este la ignoraría como si fuera cualquier otra semidiosa, y no su propia hija.
Así que siguió el plan B, surgido de la simple exasperación por el descontrol que su vida acababa de tener, le ignoró por el resto de la mañana. Y las Moiras saben qué tan difícil es ignorar al dios del Sol.
Pasadas las doce de la mañana, cuando su cabeza dolía por el esfuerzo extra que había tenido que hacer para prestar atención a las clases, Jake apareció por la puerta para salvarla. Se dirigió hacia su amigo sin darle ni un vistazo al rubio, que parecía haberse entretenido muy bien con las puntas de su pelo por las últimas tres horas.
— Siento que no hemos hablado desde hace años— el moreno se inclinó para darle un sonoro beso en la mejilla, mientras pasaba el brazo por sus hombros.
Cara recordó el viernes por la noche, cuando estaba felizmente borracha y a punto de llevarse a Jake a una esquina para darle unos cuantos besos, sabiendo lo mala idea que aquello hubiera sido para su amistad. Por cierta parte, agradecida por la repentina aparición de Hermes y la sorpresa agridulce de la existencia de Oliver Castellan. Aun así, no pudo estar más de acuerdo con su amigo, se sentía otra vida desde que había pasado el fin de semana en el Campamento Mestizo para dejar al hermano de su mejor amigo muerto. Ahora su ansiedad había vuelto y tenía a un dios persiguiéndola.
—¿Y Lina?— miró fuera del aula, buscando a su amiga
— He escapado de ella cuando se ha puesto muy acaramelada con el chico del bar, ¿lo recuerdas?— Cara vagamente recordaba a un chico de su edad, de tez oscura y excesivamente grande, con los brazos llenos de tatuajes enroscados en la cintura de avispa de su amiga—. Al parecer está en la facultad, ¿Rowan Townsend?
Cara negó, le ponía cara pero simplemente de haberlo visto con su amiga el viernes pasado. Aunque probablemente se habrían cruzado por los pasillos. De igual manera, sabía el protocolo que iban a seguir a partir de ahora. Lina desaparecería los primeros días, demasiado enamorada con su nueva conquista para tener tiempo con sus amigos; si salía bien, acabaría normalizándose por un tiempo y volverían a tener a la Lina de siempre (la que no se obsesiona con una persona). Claro, que desde que se conocían Cara nunca había visto que aquella opción se diera, en realidad solía ocurrir todo lo contrario: Lina llorando un fin de semana completo por lo injusto y terrible que era el amor, prometiendo vivir por y para siempre soltera y a la semana estar de nuevo con otro.
El ciclo de la dependencia, como Cara solía recordarle cada vez que su amiga le pedía consejos. Al principio intentó ser comprensiva y apoyó a Lina todas las veces que lloraba, ahora prefería darle golpes de verdades sabiendo que, de cualquier manera, Lina la ignoraría y seguiría con su círculo vicioso.
—¿Cuánto tiempo le das?— comenzando a caminar hacía la única clase que compartían juntos, Cara se burló. Intentó ignorar con todas sus fuerzas la presencia divina detrás de ellos.
— El chico es diferente— se encogió de hombros Jake, que parecía no notar nada. Desde abajo, Cara se enfocó su perfil, algo embelesada. Le sacaba por lo menos dos cabezas, perfecta altura para poder ver su mandíbula contraerse cada vez que hablaba y su nuez de Adán deslizarse con cierto atractivo.
Dioses, a veces odiaba ser más sensible a esas sensaciones.
— Aunque Lina siga comportándose como si...— Jake hizo una pausa, pensando en qué palabras escoger. Cara completó la frase por él.
— Como si llevaran cinco años saliendo y no un fin de semana.
— Él no parece seguirle el rollo. Se notaba que le gusta pero... parece más calmado.
Cara lo sopesó. No había visto al chico aun interactuando con su amiga, pero si Jake decía eso tenía que tener cierta verdad. Su amigo solía ser muy realista con esas cosas, serio incluso. Y tal vez eso era bueno, lo que Lina necesitaba no era a alguien tan intenso y enamoradizo como ella. Sino alguien que tuviera los pies en la tierra, y que se tomara las cosas con calma.
— Los opuestos se atraen— rió Cara, la famosa frase sonando como una simple broma, cuando en realidad no lo era.
— Ejem
Apolo debió haber perdido la paciencia. Pero Cara no pudo evitar sonreír. ¿Qué tan molesto podía ser para un dios— sobretodo para el dios del sol— ser ignorado por un mortal y una semidiosa? Por el brillo peligroso en los ojos de Apolo, Cara supo que mucho. Y su sonrisa se ensanchó.
— Oh, Mike— suspiró la semidiosa desinteresada, como si se acabara de dar cuenta que estaba detrás de ellos. Cuando, en realidad, llevaba notando su presencia desde que salieron de clase.
Jake miró a Apolo de arriba a abajo, antes de desviar la mirada a Cara, confuso. No tardó mucho en recomponerse porque elevó los labios en una sonrisa encantadora, Jake era encantador.
—¿Os conocéis?— preguntó, mientras le estiraba la mano que no se encontraba en el hombro de Cara. Apolo no compartió su sonrisa, pero sí le devolvió el apretón de manos, tenso. Porque Apolo no era nada encantador.
— Algo así— contestó Cara, antes de que Apolo pudiera decir cualquier cosa idiota— Compartimos la mayoría de las clases.
Jake asintió, no muy convencido. Por supuesto que no era nada creíble que de repente Cara le hablara de un chico de clases casi a mitad de curso. Aun así, no dijo nada, pero Cara notó la incomodidad que desprendía su amigo. Y otro sentimiento más, celos. Que no provenían de Jake, sino de Apolo.
— Oh, sí. Justo ayer me presentó a Lina— comentó distraídamente, aunque Cara podía saber con exactitud que no había nada de inocente en las palabras del dios—, ¿es vuestra amiga no? Fuimos a tomar algo después de clases.
La siguiente ola de emociones que Cara sintió llegar fue de Jake: confusión. Y más tarde, decepción.
—No me avisasteis.
— Sabes como es Lina— murmuró Cara en un tomo de disculpa. Sin poder evitarlo, agarrándole el brazo con suavidad—. Quiso irse enseguida, y dijo que estabas estudiando.
Desde que los tres se conocieron y se hicieron amigos, no era raro que Lina y Cara se hubieran hecho más cercanas. Eran ambas chicas, y Cara siempre había querido tener una amiga como Lina. De esas con las que puedes comentar cualquier cosa, compartir ropa y apoyarte cuando estuvieras triste. Además, Lina de por sí era una persona bastante intensa y, cuando te agarraba por banda, no había forma de que te soltara.
No es que dejaran de lado a Jake, pero Lina y Cara habían congeniado de una manera extraña y fuerte. Cara no lo admitiría, pero Lina le recordaba bastante a lo que fue su vida en la Cabaña de Afrodita.
Pero había notado que esa amistad femenina, algunas veces hacía sentir menos a Jake. Por eso ocurría a menudo que, cuando Lina llegaba con alguno de sus arrebatos (se le ocurría una idea y tenía que hacerse en el momento), Jake no solía estar presente.
Lo que torturó más a Cara fue no sentir ningún tipo de celos por parte de su amigo, simplemente tristeza. Y si pudiera leer la mente, sabría que a Jake normalmente se le pasaba por la cabeza la posibilidad de que no fuera tan apreciado en el trío de amigos. Cosa que no era así, era todo lo contrario para Cara.
Lina era todo emoción e intensidad, la persona perfecta para hacer una pijamada y reír hasta no poder del dolor. En cambio, Jake era tranquilidad y protección, poder pasear por el parque tranquilos, o ver una película y pasarte horas hablando de ella. Y cuando los tres estaban juntos, la combinación de la explosión y la calma de ambos acababa en tardes de juegos de cartas y peleas tontas sobre acusaciones de trampas o la elección de la cena.
Cara no había tenido muchos amigos en su vida. Y aunque quisiera a todas sus amistades, le gustaba la normalidad que Jake y Lina representaban.
Amaba a Nico Di Angelo, pero no se olvidaría nunca de que se hicieron tan cercanos por tener que sobrevivir al Laberinto de Dédalo con doce años y vivir por unos meses en el Inframundo, con nada más ni nada menos que Hades. Echaba de menos a todos los de las Cabañas 10 y 5, pero al final del día, el recordatorio de que eran sus tíos la hacían sentir extraña. O daría su vida por Meg McCaffrey, pero las pesadillas de que ya dio su vida por ella una vez a sus dieciséis años no se irían nunca.
No era mala por encontrar comodidad en Lina y Jake, ¿no? Solo eran personas que había conocido en clases, en la universidad. Por temas tan cotidianos y mundanos como la hora y el profesor que odian.
Se crío en el Campamento Mestizo, pero se sentía algo egoísta sabiendo que no quería que siguiera siendo su hogar. Le gustaba Chicago, le gustaba pensar en la idea de vivir hasta graduarse y poder tener una vida laboral. Encontrar el amor, que le rompan el corazón y volver a enamorarse. Casarse y tener hijos, morir con su marido cuando sus nietos hubieran crecido.
Esas cosas que nunca había pensado posibles cuando creció, y que vivirlas le ha dado algún tipo de esperanza.
Y por eso no quería que Jake siguiera mandando oleadas de inseguridad y tristeza.
— Podemos ver Harry Potter esta noche en mi apartamento— sugirió, el perfecto plan que ellos compartían para las noches en las que estaban tan agotados de estudiar que ni podían salir a beber algo— Si hace falta arrastraré a Lina de su nuevo novio para que estemos los tres.
Jake le sonrió a lo grande. Esa dentadura perfecta y atractiva sonriendo solo para ella. Cara suspiró con tranquilidad cuando el aura de su amigo cambió por completo.
Acordándose de repente de la presencia de Apolo, se giró hacia él. Abriendo la boca con algo de sorpresa y confusión.
— ¿Se ha ido?— cuestionó también extrañado Jake, buscando a su alrededor algún vistazo del pelo rubio de Apolo.
— Al parecer sí— murmuró Cara. Cuando se dio cuenta que lo que sentía era una pizca de decepción, agarró el brazo de Jake instándole a andar—: Pero mejor, es un pesado.
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