mi vida soñada
capítulo diez
mi vida soñada (¡qué feliz estoy de ser semidiosa!)
Y volvía a estar metida en el asiento del copiloto de aquel descapotable— que Cara nunca admitiría que era una pasada—, sintiendo unas tremendas ganas de saltar al vacío, o tirar al dios de su asiento (aunque considerando que no se sacaba aun el carnet de conducir, se estrellaría también).
De alguna manera el viaje se estaba sintiendo eterno, mucho más largo que la ida. A lo mejor era el silencio incómodo que les rodeaba, o el viento despeinándola (lo que comenzaba a fastidiar a Cara mucho) o el dedo índice de Apolo marcando el ritmo imaginario de una canción en el volante.
En cuanto el coche arrancó y el Campamento Mestizo desapareció de sus vistas, ni Apolo ni Cara soltaron palabra. Estaba claro que la chica no iba a comenzar la conversación, pero le había sorprendido que Apolo no intentara siquiera soltar algún comentario fastidioso. ¿No tenía nada que decir? ¿Tal vez la razón por la que había decidido visitar a Meg y no a ella?
Era frustrante para una hija del amor, que estaba continuamente estudiando y entendiendo los sentimientos ajenos, no entender los suyos propios. Había sido un fin de semana de locos, y Cara tenía tanto en la cabeza que no sabía muy bien cómo soltarlo. Quería llorar, gritar, reír, apuñalarse y apuñalar a Apolo a la vez.
Y el piloto del descapotable, y protagonista principal de su crisis existencial, se encontraba recostado y silbando muy tranquilo.
No pudo evitar mirar el perfil de Apolo por un segundo, el cielo estaba algo nublado, y Cara sabía que ahí arriba haría un frío de muerte si no fuera por el calor que irradiaba el coche— y el dios—. Los ojos azules de Apolo conectaron un segundo con los de ella y le sonrió petulante cuando Cara volvió a girar la cabeza hacia otra dirección, dándose cuenta de que había sido pillada.
—¿Te gusta lo que miras?
Cara bufó, más molesta que avergonzada.
— Estás conduciendo lento a posta— le señaló con todo acusador. La respuesta de Apolo fue solo reírse
—¿Lo hago?
— Y tengo prisa— asintió la chica.
— Disfruta del momento, Carita. No todos los días disfrutas de un vuelo como este.
— Desgraciadamente ya he disfrutado dos veces de uno, y no quiero volverlo a repetir.
— Mentirosa.
Cara no respondió, bufando de nuevo. Claro que mentía, ¡no todos los días volabas a nivel de las nubes en un descapotable rojo! Era simple sentido común disfrutar del viaje.
— Disfruto del coche, no de tu compañía— acabó respondiendo, y Apolo frunció el ceño al notar la verdad en sus palabras.
— Mira, Cara...
— No quiero hablar.
Mentirosa. Apolo no tuvo que decirlo, Cara ya se lo gritó a sí misma en su interior. Era estúpido mentir al dios de la verdad, pero su orgullo era demasiado grande.
— No se que quieres que te diga— siguió Apolo, haciendo a la semidiosa fruncir el ceño—... lo siento.
— Lo siento— repitió Cara, cruzándose de brazos y girando su cuerpo levemente para mirarlo—. ¿Exactamente qué sientes?
— Eh...
El dios miró al frente, sin girarse hacia ella. El índice que marcaba un compás marcado ahora había aumentado la velocidad y era un movimiento arrítmico, demostrando su inquietud. Cara bufó notando sus nervios y volvió a fijar su vista en su lado del coche, casi dándole la espalda al conductor.
— No digas nada, entonces— respondió cortante.
— No quise desaparecer así como así. De verdad que quería volver, pero...
— Ya eras un dios de nuevo— terminó Cara por él, cortándole. Apolo la miró un segundo, volviendo la vista al frente—. ¿Querías volver? ¿Porque un dios querría salir de la comodidad de su templo?
— No es así...
— Oh, claro— ironizó la chica, riendo de forma falsa—. Querías volver porque echabas de menos las aventuras y la diversión...
— Ni siquiera me estás escuchando— protestó Apolo.
Cara le ignoró, sin dirigirle aun la mirada, siguiendo con sus comentarios sarcásticos.
—... Porque es taaaan divertido ir de misión como si fueras un semidiós más. Te entiendo, ojalá volver a ver a tus amigos morir.
Apolo puso el modo automático en un golpe furioso, alejando las manos del volante y mirándola. Cara sabía que había tocado un tema sensible, aquella misión de seis meses en las que ayudaron a Apolo no fue fácil, muchos amigos se unieron y aun así alguno se perdió. Uno de ellos murió.
— Sabes que eso no es lo que quería decir.
Cara lo miró, con una ceja alzada. Los ojos rojos chocaron con los azules, ambos mirándose con miles de emociones saliendo de ellos.
— Pero lo dijiste, ¿no? Echas de menos las aventuras emocionantes, poner tu vida en riesgo.
— ¿¡Quieres escucharme!?— Apolo exclamó exasperado.
—¡Di algo, entonces!
Apolo volvió a abrir la boca, seguramente para gritar, viendo como ambos habían elevado el tono. Pero el descapotable se movió bruscamente, descendiendo de repente. El dios suspiró, quitando el modo automático y haciendo el aterrizaje manualmente.
Cara también se tranquilizó un poco observando su calle bajo ellos. No tardaron más de cinco minutos en llegar al suelo, en completo silencio. La semidiosa bajó del coche y abrió ella misma el maletero, agarrando su mochila. Esta vez Apolo no la ayudó, simplemente se había bajado del coche y la miraba con las manos en los bolsillos de su vaquero.
—¿Podemos hablar tranquilos?— le preguntó rompiendo el silencio.
Cara se acercó a la puerta de su edificio, girándose hacia Apolo que seguía con la mirada en ella.
—¿Por qué quieres hablar?— ya ninguno levantaba la voz, hablaban casi en un susurro, sin ganas de pelear
— Quiero explicarte las cosas.
Las palabras "ya no me importa" casi se escaparon de sus labios, pero Cara cerró la boca en un suspiró. Era inútil volver a negar que no quería saber el por qué de todo, de verdad quería conocer la razón por la que tres años más tarde Apolo había decidido aparecer e insistir en dar una explicación. Le molestaba querer saberlo, sí, pero tampoco podía negar que deseaba cerrar aquella etapa de su vida.
Tal vez saber el motivo por el que Apolo desapareció— ya sea válido o una razón egoísta del dios— sería lo que Cara necesitaba para olvidarse de una vez de aquella misión.
Le permitió el paso sin decir una palabra, el gesto de sujetarle la puerta de la entrada que le hizo saber al dios que aceptaba una charla madura. Siguieron en silencio hasta llegar al piso de Cara y abrió la puerta de su apartamento, dejando a Apolo cerrarla tras ellos.
Su apartamento seguía igual que cuando se fue al principio del fin de semana, solo que ahora completamente cerrado y a oscuras. Encendió la luz de la sala principal y tiró su mochila en una esquina del sofá, tirándose en él para descansar un poco. Mientras tanto, Apolo se había quedado en la entrada, dándole una rápida mirada al pequeño apartamento.
— El día que vine no pude mirarlo mucho— comentó aun fijándose en la decoración—. Es... humilde.
Cara no pudo evitar reír con ironía.
— Suficiente para una universitaria viviendo sola. Pero lo siento por no haber conseguido un palacio de oro para vivir.
—¿Cómo te lo has comprado?
— Al ya no vivir en el Campamento Mestizo legalmente, me llegó la herencia que mi padre me dejó.
Apolo enseguida comprendió que no estaban hablando de Eros, sino de Paul Rowland, su padre mortal. Había sido un exitoso vendedor de arte, en subastas, que a los veintinueve años decidió salir de su lugar de nacimiento, un pequeño pueblo en la frontera entre Italia y Austria, para expandir su pequeña fama en Estados Unidos, lo cual al parecer funcionó, dada la loca cantidad de dinero que recibió Cara aquel mismo año.
No lo recuerda mucho, murió cuando ella tenía tres años, pero sí sabe como llegó a conocer a Eros. Ell mismo dios le había contado la historia, cuando ella tenía quince años y lo odiaba con toda su alma. El encuentro no salió bien que digamos, pero Cara al menos supo algo más de su padre.
Al parecer, Eros había decidido ayudar a una pareja enamorada que había tenido varios problemas por factores externos— una suegra que odiaba a su nuera—. Así que el dios del amor bajó al mundo mortal y se enfocó en ayudar en aquella trágica historia, con la casualidad de que la protagonista era socia de su padre; y el protagonista, un comprador bastante importante en el mundo del arte.
Un día en una subasta que cambiaría toda la trayectoria de la vida laboral de su padre, Eros apareció con la vista fija en su socia y el comprando, cuyos problemas personales comenzaban a dificultar aquella importante subasta. La cosa terminó en Eros y Paul conociéndose e intentando hacer de cupido en beneficio de sus propios intereses: Eros en nombre del amor y Paul en nombre del éxito
Se lo debieron pasar tan bien que volvieron a verse a partir de aquella noche, una quedada en un café que siguió con citas y acabó en Cara naciendo. Antes de que Eros tuviera que desaparecer de sus vidas— muy arrepentido de haber engañado a su esposa— y Paul muriendo tres años después.
— Podrías haberte comprado algo mejor— opinó el dios, sacándola de sus pensamientos
—¿Has venido a insultar mi casa o a explicarme las cosas?
— Ah, sí claro.
Apolo se adelantó, sentándose a un lado suyo del sofá, con cierta distancia. Cara lo miró en cuanto notó olas de nerviosismo salir del dios, así que alzando una ceja se apoyó en el brazo del sofá mirándolo directamente.
— Al volver a tener mi divinidad tuve que volver al Olimpo, mis responsabilidades se habían quedado estancadas por mucho más tiempo del que podían quedarse— Apolo comenzó a explicar.
— ¿Entonces fue porque tenías mucho trabajo?— Cara no era muy paciente, claro. El dios la miró mal—. Perdón, sí. Tomate tu tiempo.
— Al principio sí, todo en el templo estaba algo descontrolado. Volver a poner todo en su sitio me tomó trabajo, sobre todo con los otros dioses exigiendo cosas que debería haber hecho es mi ausencia... pero con el paso de los días comenzó a hacerse difícil volver a mi puesto.
—¿Qué significa eso?
— Zeus ya me había quitado los poderes otras dos veces, pero nunca tanto tiempo. Mi cuerpo no tuvo problemas en recibir los poderes, pero mi mente al parecer se había fracturado después de haberme acostumbrado tanto al cuerpo de Lester. Mis emociones y mi poder no conseguían unificarse del todo, y eso hizo difícil, no solo mi trabajo, sino que también afectó a mis relaciones.
—¿Relaciones?
Apolo la miró, suspirando.
— No podía controlar mis poderes, fue como volver a nacer y tener que aprender a ser un dios de nuevo.
La semidiosa frunció el ceño, sin llegar a entender muy bien la situación que Apolo le intentaba explicar.
— Ataqué a Ares cuando se puso un poco más pesado de lo habitual— siguió el dios—. Fue una tontería, los mismos comentarios estúpidos que hace siempre. Pero me enfadaron más de lo normal y acabé destrozando su templo entero: estuvo dos días en la enfermería, siendo restaurado por mis musas, ni siquiera le pude curar yo. Zeus decidió mantener en secreto mi nueva... incapacidad.
—¿Por eso nadie te vio durando todo aquel año?
— Era peligroso, Cara— respondió Apolo—. No era el descontrol de un dios recién nacido, seguía siendo un dios adulto y poderoso sin la capacidad de controlar aquel poder. Mi hermana se tuvo que encargar del carro solar por casi dos meses, se molestaba mucho porque decía que no podía descansar y que no la remuneraban por las horas extra.
Cara casi sonrió, imaginándose la divertida situación de Artemisa discutiendo con su mellizo.
— ¿Y cuando pudiste estabilizarte? Visitaste a Will y Meg, pero...
No a mi.
Apolo desvió la mirada de Cara, rascándose la nuca algo más incómodo.
— Tenía algo de miedo— Cara frunció el ceño, entre confundida y molesta—, de tu reacción.
— Lo hubiera entendido.
—¿Y entonces qué?— le respondió Apolo, copiando la expresión de la semidiosa—. Estabas enamorada de mi...
Cara se sonrojó de un momento a otro, despareciendo toda molestia y confusión, sustituyéndola por una completa vergüenza y un tartamudeo imparable.
— Y-yo no... ¡No estaba enamorada de ti, pedazo de egocéntrico!
Aun en la burbuja de seriedad en la que se habían enfrascado, Apolo no pudo evitar soltar una carcajada.
— Estabas enamorada de mi— repitió, ahora con una sonrisa más leve pero igual de divertida—. Y no podía volver a aparecer en tu vida.
Cara abrió la boca, toda vergüenza desapareciendo levemente. Se cruzó de brazos, entre ofendida e incomoda, y le quitó la mirada.
— Oye, tampoco tienes que ser tan cruel. Podrías haberme rechazado, en vez de simplemente no volver a aparecerte.
Apolo soltó una leve risa, negando con la cabeza.
— Si volvía a verte no te iba a rechazar.
— Dar falsas esperanzas es igual de cruel— rebatió Cara, apuntándole con el dedo índice.
El dios rió más abiertamente, alejando la mano de la chica de su cara.
— No iba a darte falsas esperanzas, seguramente te hubiera besado...
Lo dijo de manera tan casual, soltando las palabras de aquella frase como si nada, que Cara por un momento no llegó a procesar lo que había dicho. Cuando el significado le llegó al cerebro, lo miró con los ojos abiertos, jadeando.
—¿Qué?
— Pues eso— Apolo le sonreía con aquella dentadura brillante y perfecta, feliz de haberla sorprendido—. Siendo mortal me enamoré también, y cuando me diste aquel beso...
—¡No te lo di! Fue mutuo, nos dimos aquel beso.
— Lo que sea. Cuando me besaste, quise abandonar cualquier cosa, me daba igual volver a ser dios y no quería volver al Olimpo. Pero tuve que hacerlo y, al principio, no quise verte por miedo a que mis poderes se desestabilizaran al dejar salir mis emociones por ti. Pero al final supe que, aunque hubiera estado completamente sano, tampoco debía verte.
— No entiendo.
— Tenías dieciséis años, Cara— rió levemente Apolo.
La semidiosa lo miró en silencio, entendiendo poco a poco lo que el dios le estaba contando. Intentó que la vergüenza no le sobrepasara de nuevo, por lo que aspiró una buena cantidad de aire y asintió, sin creer que pudiese hablar correctamente.
Todo aquel tiempo, enfadada con Apolo por haberla abandonado, y en realidad era porque era demasiado pequeña para que el dios estuviera con ella.
La Cara de dieciséis años estaría rodando por el suelo de felicidad y nervios adolescentes. La Cara de diecinueve años no sabía muy bien como sentirse.
¿Se sentía feliz? Para nada. Era más bien un alivio, quitar una de sus tantas preocupaciones de sus hombros, después de tantos años. ¿Se sentía triste? Algo. Tanto tiempo sufriendo de un desamor trágico no fue lo único que Cara tuvo que superar tras la misión. Apolo había sido un gran amigo y confidente, que desapareciera la hizo sentir insuficiente por mucho tiempo. ¿Estaba enfadada? Mucho. No podía creer que Apolo hubiese desaparecido por simplemente ser tan egoísta de pensar que no podría contenerse de sus emociones. Incluso cuando los sentimientos que Apolo tenía por ella no eran malos— ¡se había enamorado de Cara, por todos los dioses!—, el hecho de que fuera tan cobarde de no volver a su vida por un sentimiento tan egoísta como aquel la hacía hervir de rabia.
¿Es que, entonces, Apolo solo podía estar a su lado si era de manera romántica? Los miles de pensamiento en la mente de Cara acabaron en la idea de que Apolo no había podido seguir siendo su amigo, porque era menor y no podía ser su amante.
Estar con ella por un interés, era el resumen al que llegaba Cara.
Eso no era la definición de amor, estar con una persona solo cuando puedes.
Antes de comenzar a expandir sus sentimientos románticos, Cara había considerado a Apolo un amigo. Incluso si Apolo hubiera llegado a rechazarla de la manera más cruel del mundo, la semidiosa se hubiera tragado su decepción romántica y hubiera seguido siendo la amiga que el dios necesitaba. Porque lo amaba, daba igual el qué.
Apolo no había podido hacer eso.
De vuelta a su vida divina, su único pensamiento había sido la atracción que sentía por Cara. Y al darse cuenta que no podía sentirse atraído por ella dada su edad, decidió desaparecer.
¿Y ahora volvía? ¿Por qué Cara ya tenía edad suficiente? ¿Por qué Apolo pensaba que ya podía tenerla?
—¿Cara?— Apolo la volvió a llamar, confundido por no haber recibido respuesta alguna.
La semidiosa se levantó del sofá, caminando a paso rápido hasta la puerta y abriéndola.
— Me has dado la explicación, gracias. Ahora puedes irte.
Apolo se levantó del sofá, acercándose a ella aun con una expresión confundida, ahora incrédula también. Se puso delante de ella, pero no mostró intención alguna de salir por la puerta.
—¿Qué te pasa ahora? Te he dicho la verdad
— Y lo aprecio
— Pero quieres que me vaya— el tono de Apolo se escuchaba confundido, buscando los ojos de Cara que se negaban a mirarlo.
— Solo quería la explicación.
— ¡Y te la he dado!
— Pues el tema ya está zanjado. Vete, Apolo.
El dios soltó un gemido frustrado, sin moverse del sitio. La agarró del hombro, instándola a que conectaran miradas.
— ¿Y no me vas a decir nada sobre lo que te he dicho?
— ¿Qué te tendría que decir?
—¡Te he dicho que estoy enamorado de ti!— exclamó Apolo, subiendo la voz en un tono necesitado.
Cara aspiró profundamente, tomando valor para mirarle. Aun siendo alta, tuvo que subir la cabeza para ver los ojos brillantes del dios.
— Pues yo no.
—¿Q-qué?
La semidiosa se escapó del agarre en sus hombros, cruzándose de brazos.
—¿Qué esperabas, Apolo? Han pasado tres años, ya no soy una adolescente y mucho menos sigo enamorada.
— Solo han sido tres años— murmuró Apolo, alejándose también de ella.
— Tres años para un mortal es mucho más tiempo que para un dios, deberías saberlo— esta vez el dios no le respondió, así que Cara suspiró de nuevo, intentando tranquilizarse—. Mi vida ha cambiado por completo, no puedes esperar que después de todo este tiempo hubiera seguido sintiendo algo por ti.
Apolo soltó una carcajada seca.
— Pues lo hacía.
— No deberías haberlo hecho.
(n/a) jeje, cap largo por haber tardado tanto en actualizar. espero que os haya gustado!!!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro