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el hijo de hermes



capítulo ocho
el hijo de hermes (mi hijo legalmente)



           A Oliver le había encantado el vídeo de Apolo, le comentaba cada parte a Cara: como le había gustado las bromas y comentarios que iba haciendo, las imágenes del campamento, o preguntas sobre las reglas de convivencia.

Cara recuerda ver aquel video. Se sonrojó como nunca al conocer por primera vez el rostro del dios del Sol. Salió de aquella sala con sus ojos rubíes brillando, tanto que hasta Luke lo notó, bromeando con ella todo el día. Pronto descubrió que, aunque el padre era muy guapo, sus hijos eran malos con ella: se burlaban de sus ojos y siempre menospreciaban su talento con el arco, creyéndose los mejores del Campamento.

Esa fue la primera vez que Cara odió a Apolo, al ver como sus hijos— copias de aquel bronceado surfero y carisma insoportable— la odiaban por alguna razón inexistente. Lo siguiente que hizo fue coger el primer arco que encontró, pelear con Michael Yew (que en paz descanse) y ganarle. Desde ese momento todo el Campamento Mestizo supo quién era, y su lado divino comenzó a ser un susurro secreto y discreto: nunca saliendo a la luz, por miedo a manifestarlo.

Por alguna razón, le daba miedo la forma en la que iba a reaccionar el Campamento al saber quién era Oliver. No quería que el chico sufriera lo que ella, miradas juzgadoras y malos tratos únicamente por ser familia de alguien. No quería que la gente viera a Luke en Oliver, como vieron a Eros en ella.

Por eso, le pidió a Quiron que hablara con los jefes de todas las cabañas, y que les comunicara la llegada de Oliver. Prefería que todos supieran la verdad antes, que en el momento en el que Hermes lo reconociera y lo presentaran como quien era: Oliver Castellan.

Mientras volvían a recorrer el campamento, pues Oliver quería volver a verlo ahora sabiendo todo, siguió escuchando a niño comentar sobre el vídeo de bienvenida. Media hora después, su paseo les llevó a la cabaña 11, ahora llena de los campistas, que esperaban el aviso para comer.

Cara entró con confianza, notando la mano de Oliver volver a agarrarse a su jersey, ahora más tímido ante la mirada de todos.

—¡Cara Rowland! Ya se comenzaba a oír el rumor de que habías vuelto

— ¿Todo bien, Cecil?

Chocó el puño con el jefe de la cabaña. Cecil Markowitz había tomado el puesto como capitán tras el primer año de universidad de Connor Stoll. Todos sabían que la cabaña de Hermes era la más desastrosa, porque en realidad ninguno de sus miembros tenía la capacidad mental de dirigir a los demás— como excepción, tal vez Luke o Chris Rodriguez—. Pero la gente se había alegrado cuando los hermanos Stoll dejaron de estar al mando, y en cambio, descubrieron que Cecil no era mucho mejor: siempre destruyendo cosas.

Aunque una mejor opción que los siguientes miembros más mayores: Julia Feingold y Alice Miyazawa, que desde que se conocieron encontraron a su pareja de travesuras. El descanso de los Stolls no fue por mucho con su llegada.

— Vaya, ¿nuevo campistas?— Cecil fijó sus ojos en el pequeño cuerpo tras Cara, aunque lo miraba de arriba a abajo, sabiendo ya quien era.

Casi ninguno de los campistas que lucharon en la primera guerra seguían en el Campamento, y quienes estaban, habían sido muy pequeños aun para comprender lo que ocurrió. Eso era lo que más miedo daba. Ningún campista sabía la verdad de Luke, solo lo conocían como el traidor, como Cronos. Y eso sería lo único que reconocerían en Oliver.

Aun así, nadie en la cabaña 11 mostró alguna mirada indiscreta, salvo dos risas femeninas se escucharon tras Cecil, con un tono burlón que hizo a Cara rodar los ojos.

— ¿Te mandaron a ti a salvar a un niño, Rowland?— Julia comenzó, dando codazos a Alice que le siguió el rollo.

— Nos preguntamos cómo lo hiciste, ¿has dejado al pobre chico traumado?

— Siempre con opiniones tan interesantes— respondió mordaz Cara, haciendo que las hijas de Hermes se volvieran a reír.

Empujó a Oliver hacia Cecil, que le pasó una mano por sus hombros con una sonrisa amable.

— Venga, chico, la comida va a ser dentro de poco.

— Oliver— murmuró el chico cohibido, Cecil únicamente le palmeó el hombro

—¡Perfecto, Oliver! Bienvenido a la Cabaña 11, puedes quedarte hasta que te apetezca, o hasta que te reclamen.

— No lo asustes— advirtió Cara, antes de fijar su vista en Oliver—. No hagas caso a nada que estos idiotas te digan, y cuidado con tus cosas.

— Pero...

Oliver intentó frenarla, queriendo que se quedara junto a él y no le abandonara con los hijos de Hermes, que lo miraban como si fuera una nueva presa. Cara no le hizo caso, sabiendo que en poco tiempo Hermes lo reconocería y, entonces, todos ellos se convertirían en hermanos.

— Nos vemos en la comida.

Salió de la cabaña, dirigiéndose a la suya mientras la campana de aviso para comer sonaba. Se adentró en la cabaña 21 y tiró su mochila, con lo básico para el fin de semana. Suspirando, se sentó en la cama, perfectamente estirada.

— Tendré que ponerme a limpiar— murmuró con disgusto, viendo mas pelusas y polvo acumulado en el suelo y muebles

Aun así, no hizo nada en ese momento. Y se quedó unos minutos disfrutando del silencio de su cabaña. Era ciertamente acogedora: con una única cama pequeña, y una mesita a su lado con una lampara y un libro viejo que no le acabó gustando, no había mucho más. Una estantería donde en algún momento Cara dejó todas sus pertenencias, un armario pequeño a su lado, y un escritorio vacío. Lo que más destacaba y lo que Cara más odiaba era la estatua en medio de la habitación cuadrada.

Eros era un pretencioso.

Su estatua de marfil llegaba hasta el techo, pero no media más de dos metros. Tenía el cuerpo cubierto en una túnica que solo cubría lo imprescindible y un arco y carcaj atado a los brazos. Cara se alegró que la estatua no estuviera desnuda, sino, aquel día en el que fue construida la Cabaña 21, no solamente hubiera arrancado la cabeza de la estatua, sino también sus partes intimas.

Tal y como lo recordaba de aquel flechazo que tiró al suelo la parte que faltaba de la estatua, la cabeza de Eros, con dos rubíes incrustados en vez de ojos, se encontraba apoyada a sus pies. A sus 14 años a Cara le pareció perfecta la idea de colocarla ahí, y nunca se movió.

Se levantó de la cama y le dio una pequeña patada a la cabeza, que por lo pesada que era, ni se movió. Aun así pudo ver los rubíes brillar con furia. Cara sonrió.

— Yo también te he echado de menos, papá

Salió de la cabaña, decidida a ir al comedor donde seguramente todos ya estaban sentados. Tampoco es que le apeteciera mucho sentarse y volver a convivir con los campistas, sobre todo con el hecho de que se había enfadado con Meg por haberle ocultado lo de Apolo.

Pero había dos personas que sí ansiaba ver.

Pudo reconocer de inmediato la cabellera azabache como el carbón, con la mirada aburrida mientras escuchaba a un niño de unos siete años hablarle con ilusión.

Desde hacía unos cuantos años la norma de sentarse con los de tu cabaña había sido dejada de lado, no es como si formalmente se hubiera eliminado, pero a nadie parecía importarle ya.

Cara sabía que a Nico Di Angelo le molestaba, no cuando se saltaba la norma para sentarse con su novio, sino cuando otros campistas la rompían para molestarlo.

Se acercó a paso firme haciendo notar al pequeño su llegada— Cara ni siquiera sabía quién era, tal vez uno nuevo—. El niño, en cuanto la vio y se fijó en sus ojos rojos, huyó de la mesa, haciendo que Nico soltara un suspiro de alivio.

La hija de Eros tomó asiento a su lado.

—¿Ahora qué?— gruñó el chico

— Vaya bienvenida.

Nico abrió sus ojos y enseguida se giró a mirarla, con una gran sonrisa.

—¡Cara! ¿Qué haces aquí?

El hijo de Hades seguía igual que aquel niño escuálido que alguna vez fue. Era bajo, al menos más que Cara, y seguía con aquel tono blanco enfermizo. Aunque hubiese mejorado mucho, sus atributos de hijo de la muerte no lo soltaban, pero se notaba más sano: sus brazos ganando músculo, sus pómulos rellenos y con muchas menos ojeras. Aunque seguía manteniendo esos ojos oscuros que parecían tragarse tu vida.

— Sí, bueno— se encogió de hombros Cara, aceptando el abrazo de su mejor amigo—. No lo había planeado, realmente.

— Aunque tendrías que habernos avisado igualmente, inútil— una voz más grave se unió a la conversación, sentándose delante de ellos.

Cara lo miró con burla.

— Y yo que pensaba que Nico había roto por fin contigo y no tendría que soportarte más.

Will Solace rió con fuerza, llamando la atención de las demás mesas. Nico y Cara se encogieron de hombros, siempre tan escandaloso...

El chico era la representación de «tal palo tal astilla». No había manera de que alguien se pareciera tanto a Apolo, pero Will existía para demostrarlo. No solo en cuanto a físico, que hasta llegaba a asustaba, sino también en personalidad. Esas fueron las razones por las que Cara y Will no se soportaron por muchos años, o en realidad, la razón por la que Cara no le soportó.

Tuvo que forzar su amistad el hecho de que comenzara a salir con su mejor amigo, y aun así, muchas veces intentó convencer a Nico de presentarle a muchos otros chicos: cualquiera que no fuera Will. Pero acabaron formando una dinámica curiosa, y Cara aguantó su enemistad al darse cuenta de lo estúpidamente enamorados que estaban. Y para Cara no había nada mejor que una buena pareja homosexual.

— Will tiene razón, podrías habernos avisado— apuntó Nico, alejando la posible riña entre los otros dos

— Hasta ayer no sabía que vendría. No es como que esté aquí por gusto

La pareja se miró, incomoda. Cara sabía que ellos estaban al tanto de la llegada de Oliver, eran los capitanes de sus correspondientes cabañas, así que se habían enterado por Quiron de la novedad de aquel día. Fue Will el que se atrevió a hablar, con una voz más suave

—¿Y qué tal te encuentras con todo esto?

Cara se encogió de hombros, mirando levemente a Oliver, que reía con fuerza entre Julia y Alice.

— No he tenido mucho tiempo para pensarlo... es raro— Nico le puso una mano en el hombro—. Son tan iguales

— Sí— Will coincidió. Él llegó a conocer a Luke como el semidios, a diferencia de Nico que solo supo de Cronos—. ¿Cómo lo encontraste?

— Hermes se apareció, me pidió que fuera a por él y lo adoptara... al parecer estaba en un orfanato de Chicago.

—¿Adoptar?— Nico levantó una ceja, antes de dejar salir una sonrisa burlona—. ¿Me estás diciendo que lo has adoptado?

— Es falso— aclaró mirando mal a su amigo, que no había abandonado la sonrisa—. Ni siquiera tengo edad

Pero Nico no lo dejó pasar, y parecía que a Will también le daba mucha gracia

— Aw, Cara. ¡Eres madre ahora!

— No.

— Sí— rió Will, siguiendo a su novio—. Tú como madre, ni siquiera lo había imaginado. ¿Qué tal lo llevas por ahora?

— Pues horrible, es un niñato molesto, siempre tan impertinente... y— frenó sus quejas al sentir como los dos chicos intentaban no reírse con fuera—. Oh, venga. Callaos.

—¡La maternidad es dura, Care!— asintió con solemnidad Nico, como si entendiera sus sufrimiento

Will no pudo contener la carcajada, y acabaron ambos riéndose de Cara. La chica rodó los ojos molesta, pero tampoco abandonó la leve sonrisa que se formaba en sus labios: los había echado de menos.

Después de tanto tiempo, ya casi ni recordaba como Nico y ella habían llegado a congeniar tanto.

Acababa de huir de Cronos, y la única manera posible había sido el Laberinto de Dédalo: al final el debate era simple, morir a manos de Cronos o por el destino de un laberinto mortal.

Cara no se lo pensó mucho y con 12 años se vio inmersa en la locura del laberinto. Aun no sabe ni cómo sobrevivió: estaba cansada de los entrenamientos de Cronos, tampoco es que hubiera dormido mucho por el miedo constante de estar rodeada de monstruos, y sus poderes estaban desbordados.

Pero pudo aguantar dos meses ahí dentro, pérdida y encontrando alguna salida, cualquiera. Lo único que sabía era que los peligros del laberinto eran una mejor opción que volver a encontrarse bajo el poder de Cronos. Fue un tiempo en donde la incertidumbre y el arrepentimiento eran la única motivación de Cara: había abandonado a Luke, por lo que ahora debía salir de una vez y ayudar al otro lado, para al menos derrotar a Cronos.

Encontrarse a Nico Di Angelo fue una sorpresa. El chico tenía su edad pero su estado físico era deplorable: le costó convencerlo de que unidos iban a conseguir salir antes, el chico era verdaderamente orgulloso y borde. Pero pronto formaron un duo dinámico: hijo de Hades e hija de Eros.

A partir de ahí se convirtieron en buenos amigos, ¿cómo no hacerlo? Ambos eran solo dos niños que acababan de perder a la persona que más amaban, se encontraban solo, y encima, ambos eran dos semidioses con padres divinos indeseados— por no decir repudiados—. Encontraron en el otro una persona en la que confiar y apoyarse, aunque seguía estando la cuestión de que Nico era una persona difícil de comprender, y Cara era demasiado cotilla.

Pero oye, cualquier amistad necesita vivir un tiempo en el Inframundo para fortalecer sus debilidades. Y Cara tuvo la suerte de que— aunque Hades no la apreciaba para nada— Perséfone veía en ella a su querido y antiguo amigo Eros. Así que fue bien acogida en el Infierno, hasta que tuvieron que hacer algo por la guerra que se avecinaba y consiguieron convencer al dios de la muerte de que ayudara.

—¡Héroes!— Quiron alzó las manos, cortando el murmullo de los campistas—. Antes de que inicie la comida, por favor, denle una bienvenida al nuevo campista: Oliver Castellan

El susurro que se esparció fue leve, pero aun así se notaba en el aire el tono incrédulo de todos. Cara apretó el puño, esperando que nadie mostrara mucho el descontento— estaba preparada para pegar a unos cuantos, de todas maneras—. Por suerte, los murmullos no aumentaron, siendo cortados por una luz amarilla brillante.

Levantado entre sus hermanos, Oliver no prestaba atención al reconocimiento en los ojos de los campistas; en cambio, su cabeza estaba alzada hacia el símbolo de un zapato con un ala, que serpenteaba como si hiciera el movimiento de volar. La cabaña 11 sonrió, mirando con ilusión al nuevo miembro.

— Entonces— Quiron volvió a alzar la voz—, salve Oliver Castellan. Hijo de Hermes, dios de los mensajeros, viajeros y ladrones. De los caminos y mercantes. Mensajero de los dioses.

Un «salve» en coro lo siguieron, y Cara conectó su mirada con los ojos confundidos de Oliver. Le respondió con una sonrisa tranquilizadora, notando los hombros del niños destensarse mientras recibía un jalón por parte de Cecil, su nuevo jefe de cabaña, y a el duo de bromistas descolocarle la mata de pelo rubia.

Cara suspiró, dejando la tensión de lado. No sabría lo que pasaría en un futuro, y cómo le contaría toda la verdad a Oliver. Pero mientras, sabía que sus hermanos lo iban a cuidar de la mejor manera.

Solo esperaba que nadie se le adelantada, y que Oliver no se enterara de su hermano por otra persona.

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