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Capítulo 8: Alteración.

Mantenía la firmeza de su torre como lo primordial, avanzando por los pasillos de la cuarta planta sin que nadie los pudiera seguir. Intentaban pasar desapercibidos, y lo conseguían ante la angustia que se palpaba en el ambiente y los compañeros del trabajo.

Ante la extinción de la humanidad, era normal que se centraran en lo que hicieran y por ello podían adentrarse en una de las salas de investigación secundaria. Un espacio sin cámaras de seguridad activas, con luces de poca luminosidad y equipos antiguos que aún podían funcionar, pero que Coltán ya se aseguraba de que nada de lo que hicieran pudiera dar pistas a los demás.

Con la oscuridad presente en la sala, ambos tenían claro que su objetivo era examinar en los informes de la gema, todo lo que habían examinado durante estos largos meses antes de que saliera a la luz.

—Coltán —susurró Brecha, cerrando la puerta con suma cautela—, ¿está seguro de lo que dice?

—Y tanto —contestó, encendiendo el ordenador—. Miver incluso me lo aseguró, la gema no se puede modificar de ninguna forma, y se hicieron cientas de pruebas. Por ello quiero mirar en cada uno de los informes que se hicieron para saber qué pudo pasar exactamente.

—Pero sabe que eso sería culpar a alguien más, en caso de que se sospechara —susurró Brecha, acercándose con paciencia.

—Tienes buena fe en los demás, Brecha, pero yo no creo en ellos —respondió sin mirarla, buscando en los archivos.

—¿Por qué esa desconfianza? —preguntó, tragando saliva con dificultad—. O sea, sé que ahora mismo la decisión que han tomado esa arriesgada, pero los demás son muy amables.

—¿Amables? —preguntó, mirándola de reojo—. Rutilo has visto como es.

—Pero él tiene una situación muy complicada, ya sabe que perdió a una parte de su familia y se encierra en fumar constantemente, o incluso a algo peor.

Coltán soltó un largo suspiro al ver la pena en los ojos de Brecha. Dirigió la mirada en su equipo y negó con su cabeza, cruzando sus brazos.

—¿Y dices lo mismo de Cuprita?

Brecha abrió sus ojos con temor, apretando sus labios para luego negar con rapidez. Suspiró aliviado, ya que al menos tenía claro que Cuprita no era alguien del todo amigable aunque su amabilidad por fuera resultara encantadora. ¿Y cómo no hacerlo? La vez que tuvo la oportunidad de trabajar con ella, se encontró con una mujer que, a pesar de su pequeña altura, tenía una pasión enorme por su trabajo.

Al menos fue así durante un tiempo hasta que se pusieron con un proyecto en el que buscaba crear implantes bionanotecnológicos para que se fusionaran con el tejido de los tugnins.

—¿No es emocionante, Coltán? —preguntó Cuprita mientras miraba las muestras del microscopio en una pantalla—. Si lo conseguimos, esto sería una revolución en la biotecnología.

—Lo sé, Cuprita, pero tenemos un pequeño problema —murmuró sin levantar la mirada, ajustando el visor.

—Uhg, ¿y ahora qué?

—Los implantes muestran signos de rechazo de 23% de las pruebas, si seguimos sin resolverlo, podríamos causar un daño mayor a futuro —explicó, separándose del microscopio para mirarla con total seriedad.

La sonrisa de Cuprita era aún presente, mirándole con detenimiento para luego soltar una leve risa, observando en la pantalla.

—Es un margen aceptable, ya sabes que hay siempre efectos secundarios en la innovación —respondió despreocupada.

—¿Perdón? —preguntó desconcertado, mirándola—. Cuprita, hablamos de vidas.

La mujer, jefa del departamento de bioingeniería y proyectos de aplicación médica, alzó los hombros sin importancia. Le sonrió de nuevo, y juró que esos ojos le observaban con una intención que le ponía de los nervios.

—Venga, Coltán. Sabes que se deben tomar riesgos cuando la ciencia avanza.

El frío congeló su cuello por completo, entreabriendo su boca para intentar pronunciar algo, pero daba la sensación de que le habían retirado el aire en medio del laboratorio. Si ya sentía una tensión desde el principio del proyecto, ahora creía que le habían aumentado el peso.

Cuprita se acercó, poniendo la mano en su hombro derecho.

—Coltán, de verdad que eres uno de los científicos más brillantes que he podido conocer en este tiempo, pero con una mentalidad tan idealista, jamás ascenderás y ni siquiera podrás conseguir que la innovación avance como muchos desean.

Sus ojos se abrieron aún más, sintiendo desde su interior como la torre parecía tambalearse. Antes de que fuera a peor, tomó el aire necesario para envolverse de valor.

—Cuprita, siendo jefa de este departamento, me decepciona. Hablamos de tugnins, hablamos de vida, hablamos de hacer las cosas bien.

Su voz se volvió más severa, pero eso no retiró la sonrisa de la mujer, de hecho, parecía haberse ensanchado aún más. Miró hacia la pantalla y alzó sus hombros.

—Díselo eso a Sulfuro porque ya le he presentado los resultados preliminares.

Escalofríos inundaban toda su espalda al recordar la actitud que tenía frente a él, y agradecía no haber tenido más proyectos a su lado, ya que su ambición y admiración por Sulfuro parecía cegarla más que otra cosa. No solo eso, también la compañía de Miver le era un alivio, porque las veces que Cuprita quería hablar, era interrumpida ante la presencia de su amiga.

Y tanto era el respiro que se podía tomar, a la vez que largas noches trabajando al lado suya con el proyecto de la gema.

—Coltán. —La voz de Brecha fue lo que le despertó, alzando su rostro—. Mejor no nos dejemos llevar por ese pasado, creo que ambos coincidimos en que Cuprita no es una mujer honesta, pero los demás saben que si se puede confiar un poco.

—Supongo que sí, Brecha, pero en esto prefiero hablarlo solo contigo —respondió, mirando hacia el ordenador para por fin encontrar los informes de la gema—. Bien, acércate. Necesito otros ojos para buscar el problema.

Con la atención directa hacia los informes, empezaron a buscar todo lo que tenían guardados en la base de datos. Empezaron con el primero de todos, un archivo donde explicaba todas las propiedades energéticas de la gema. Coltán tenía claro que esto no podía ser alterado porque había trabajado en esto junto a su equipo hace 18 meses atrás.

En las conclusiones se decía que la gema mantenía una frecuencia energética del 92% de las pruebas, respondía a los impulsos electromagnéticos sin alteraciones y no generaba residuos energéticos tóxicos. Era pura, autorregulada, no mostraba degradación energética y era una posible fuente de energía renovable sin riesgos.

—Leo esto y aun es algo que no me puedo creer —susurró Brecha, cruzando sus brazos con sus labios apretados.

Coltán no dijo nada y se centró en el segundo informe, la composición y estructura molecular de la gema. Este había estado a cargo Rutilo, con supervisión de análisis físico, hace 15 meses atrás. Según se decía, la gema era de lo que ya había supuesto con Miver antes: Estructura cristalina sin fracturas internas, propiedades piezoeléctricas, alta resistencia a temperaturas extremas y bordes negros que protegen la matriz central, absorbiendo radiaciones externas.

—Rutilo no pudo haber hecho nada —murmuró Brecha, captando su atención—. Recuerdo que lo hablé con él hace tiempo atrás y me admitió su pánico por la gema. Decía constantemente que este podía ser un problema mayor a futuro.

—Y al final no se equivocó tanto —murmuró Coltán, chasqueando la lengua—, pero ¿cómo? Es lo que aún me pregunto.

Continuaron con el tercer informe de pruebas biológicas y propiedades curativas, en esta Brecha había sido partícipe con su equipo de bioingeniería hace 12 meses. Según se decía, la gema era capaz de regenerar de forma acelerada los tejidos dañados en 87% de los casos, sin efectos secundarios porque la gema neutralizaba las sustancias nocivas y no habían signos de reanimación ni mutación en muestras muertas.

El silencio fue sepulcral ante este informe, siendo Coltán quien miraba a Brecha de reojo, encontrando el sudor caer por su frente y con ojos casi llorosos.

—No sé si lo hicimos mal o si...

—No creo que fuera eso, Brecha. No te pongas ese peso encima —le pidió Coltán en un tono calmado.

—Pero maldita sea, nos encargábamos de esto y nos aseguramos muchísimas veces de que no hiciera esa reanimación. ¿Cómo es posible que ahora sí? —preguntó, cruzando sus brazos.

Coltán puso los dedos en su entrecejo, sintiendo un leve dolor de cabeza.

—Centrémonos en los demás informes —le pidió en un susurro.

El cuarto informe estaba bajo la autoridad de Cuprita junto a su equipo de ingeniería energética, hace 9 meses. En estos confirmaban que la gema tenía mayor eficiencia energética que cualquier otra fuente conocida, se integraba bien en los exoesqueletos experimentales y respondía positivamente a impulsos cerebrales. Era muy compatible con la tecnología sin efectos nocivos, de energía estable, regulada y sin anomalías en circuitos ni interfaces biológicas.

Y Coltán pudo asegurarlo en un último informe hace 6 meses con los del comité de seguridad energética. No había anomalías en los registros, emisiones energéticas predecibles y controlables, sin inestabilidad bajo condiciones normales de presión y temperatura y sin alteraciones fuera de los parámetros de prueba.

—¿Cómo es posible? —susurró Brecha, poniendo las manos en su rostro.

Coltán frunció el ceño, soltando un largo suspiro para luego la mano en su frente. El dolor iba a más.

—La gema se colapsó de un momento a otro, pero no tiene sentido porque era energía pura —murmuró, soltando un largo suspiro—. Ahí fuera he visto ese cambio y era horrible, de un momento para otro, pero no lo comprendo.

—¿Por qué lo mencionas?

—Porque Miver me aseguró que era imposible alterarla o que se corrompiera, es...

—¿Y si ella hizo algo?

Coltán abrió los ojos en demasía, mirándola directamente. Brecha tragó saliva con dificultad, incapaz de mantener el contacto visual.

—No haría algo así, me motivó a que presentara el proyecto y en todo momento me apoyó, incluso evitó que se hicieran decisiones arriesgadas porque ya sabes como son aquí —contestó, frunciendo el ceño.

—B-Bueno, pero ese control...

—Ese control era por un bien necesario, Brecha. ¿Cómo puedes...?

—Mira, Coltán —interrumpió, soltando un largo suspiro y cerrando sus ojos con fuerza—, entiendo tu cariño por ella, pero ¿sabes cómo era su forma de actuar en el trabajo? ¿¡Y–Y la de conflictos que tenía con Sulfuro y Cuprita?! Con nosotros y Rutilo era más amable, incluso paciente, pero con ellos no toleraba nada, incluso parecía burlarse con esa sonrisa que tenía siempre.

—Porque sabes cómo son ellos, Brecha —murmuró, y antes de seguir, el dolor de su cabeza fue a más, gruñendo de dolor para poner la mano en su frente.

Su compañera se acercó, asegurándose de que no fuera nada grave. Se mantuvo al lado, viendo si necesitaba algo de agua para mojar su rostro, aunque pronto se dio cuenta que eso no serviría de mucho ante el cansancio que poseía encima.

—Coltán, creo que es mejor que intentes reposar un poco —le pidió Brecha, apretando sus labios—. Al vivir todo eso, te sometes a una gran presión e intentar pensar en algo tan complejo como esto, no será posible sin la mente un poco descansada o despejada.

—¿Y dónde voy a descansar, sino?

—Déjame llevarte a un sitio se ha hecho aquí como pequeño refugio en el tiempo que estamos buscando la solución —le respondió, agarrando de su brazo con cuidado para acompañarle—. Está un poco lejos, pero merecerá la pena.

—¿Y tú qué harás? —preguntó, viendo como Brecha tragaba saliva con dificultad.

—Intentaré hablar con Cuprita —susurró, apretando sus labios—. No sé porqué, algo me dice que a lo mejor ella, al supervisar los experimentos de los exoesqueletos y almacenamiento de energía, pudo hacer algo más.

Coltán afirmó con dificultad, dejándose guiar. En el trayecto, su visión parecía oscurecerse cada vez más, incapaz de observar lo que había bajo sus pies. Hubo un punto en el que, derrotado, cayó dormido sin importar donde fuera.

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