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Capítulo 24: ¿Qué escoges?

¡Diversión! Ese era su reino. Uno donde solo podían entrar los indicados como su familia, aunque casi nunca querían saber lo que hacía, y Adela ¡Su amiga inseparable!

Conocerla fue lo más curioso del mundo. Una desconocida que parecía tener intenciones hostiles, pero que se rindió y mostró su verdadero corazón. Mitzy obviamente sabía que Adela solo se ocultaba, como siempre hacía cuando le presentó a los demás guardias de su grandioso reinado.

Le mostró todo lo que tenía en su castillo. Pasillos enormes de colores chillones donde podía agarrar algunas gominolas en las paredes. ¡Era comestible! Pero cuidado de no tener luego un dolor de tripa importante.

Veía la confusión en sus ojos. Era normal, ¿quién no sentiría asombro y duda al entrar en un mundo como este? Uno que se alejaba a lo que era la "realidad" que ellos tanto decían. No. ¡Esta era la realidad! Una donde nada malo podía ocurrir.

—¡Yo la princesa Mitzy impediré que destroces mi hogar! ¡Me dejasteis inconsciente! ¡Pero no más!

Movió sus manos en dirección al suelo para que sus yoyos se activaran y se desplazaran hacia sus enemigos. A los osos hechos de peluche no les quedó otra que moverse.

—¡Ja! ¡Ahora veréis lo que es bueno!

La sonrisa estaba presente en su rostro, moviéndose hacia estos para acabar con la amenaza. Lo había visto —a duras penas— y sabía que Adela no podía con todo. Quería despertar y entrar a su mundo, pero no podía. No se lo permitían.

Justas fueron las ocasiones que salió de su mundo. Desconectaba de su realidad para verse en una habitación hecha de madera con sus pertenencias, o al menos era lo que decían sus padres. Siempre la llamaban para ir a comer o cenar, y hacía caso, disfrutando de su estancia con ellos para luego estar en su mundo.

Había sido siempre así desde que tenía memoria. Cuando conoció ese hermoso lugar y le enseñaron todo, diciéndole las palabras claras: Ella, era la princesa de ese reinado colorido y mágico.

Al principio no se lo creyó, y miró todo lo que la rodeaba para al final quedarse enamorada de un mundo donde todo iba a la perfección. Soldados con armaduras de colores rosados y azules sirviéndola como hacía Adela, aunque era la más leal y eficaz. No solo eso, tenía algo que la hacía distinta a los demás.

—Mit, ¿no te angustia estar tanto aquí? —Era la pregunta más recurrente que le hacía. Mitzy siempre le sonreía y negaba con su cabeza.

—¿Cómo me voy a cansar de algo tan maravilloso? Los demás no lo quieren ver ni entender, cosa que ellos mismos se lo pierden. —Señaló su cabeza—. Si lo vieran se les quedaría bien grabado y jamás querrían irse de aquí. ¡Cosa que ellos se lo pierden!

No comprendía porque suspiraba cansada o le hacía comentarios similares, pero hubo un punto en el que le pidió que frenara para que comprendiera las normas en su mundo. No era tan difícil, una vez se entraba, se debía disfrutar y relajarse.

¿Y si no lo hacían? ¿Y si querían destrozarlo?

Se les daba la medicina.

—¡No huyáis! —gritó Mitzy, viéndose la decisión en sus movimientos brutos, haciendo que los yoyos rebotaran en el suelo—. ¡Esto es lo que pasa cuando me enfadáis!

Uno de los yoyos rasgó la tela de los osos, haciéndole caer para soltar un rugido que intentaba intimidar a Mitzy, pero de poco sirvió. Solo hizo que se pusiera encima suya y la mirara ladeando la cabeza hacia la derecha.

—¿No entendéis? Si intentáis destrozar mi mundo con vuestro poder, ¡yo tengo que atacar! —contestó Mitzy con un rostro serio.

El oso que tenía debajo suyo seguía rugiendo. No comprendía el idioma, pero parecía estar hablando a su compañera, pero esta no reaccionaba, solo miraba con lágrimas de caramelo.

—¡Oye! No seas tan mala. —Mitzy le dio un golpe en su cabeza—. Tu amiga está triste, ¿por qué la gritas así? ¡Tienes que ser comprensiva!

El oso no hizo caso a sus palabras e intentó levantarse. Mitzy le dio otro golpe contra su cabeza que hizo temblar el suelo en ondas como si fuera el mar. El otro oso intentó mantener el equilibrio mientras escuchaba la risa infantil de Mitzy.

—¡Eso te pasa por no hacer caso! No puedes ser así de mala. Es tu amiga, ¿no? ¡Por eso fuisteis juntas a atacar mi reino! Pues déjame decirte algo claro, ¡dos es poco contra mí y mis fieles soldados! Puede que con Adela la hicierais daño, pero ¡la pillasteis de sorpresa! ¡Y eso es trampa! —Acercó su cabeza—. Y por esa regla, yo también hago trampas.

Movió el yoyo para arrancarle la oreja. Algodón y tela salió seguido de un rugido. Mitzy sonrió con dulzura.

—¡No pasa nada! Si te disculpas, luego podemos coser bien la oreja —aseguró, moviendo sus manos como una cría pequeña—. Al menos mi padre me dice que todo tiene solución, ¡grandes costureros hay en mi ciudad!

Giró su cabeza, viendo como el otro oso daba varios pasos hacia atrás. Mitzy guardó los yoyos en su chaqueta azul para poner sus manos en sus mejillas, mirándola con una sonrisa.

—¿Tú has aprendido? —preguntó en un tono infantil. El oso afirmó—. ¡Ves! ¡Tú amiga aprendió rápido!

—¡M-Maldita d-débil!

Parpadeos de realidad hicieron que la voz llegara a sus oídos y que su sonrisa desapareciera. Se quedó inmóvil en el sitio, observando el cuerpo del oso con una mirada seria, incluso una donde parecía verlo todo oscuro por unos segundos. Hasta que sonrió.

—Ah, tú eres un oso contaminado —pronunció apenada, poniéndose de pie, pero sin quitarse de encima—. A ti no te puedo llevar a los costureros. Los convertirías en osos como tú.

Dio una patada fuerte a la espalda del oso. Soltó un rugido mezclado con el grito de Cuprita. Mitzy cubrió su oído izquierdo y cerró su ojo del mismo lado en un gesto de incomodidad, para luego darse un golpe en ese lado. Su mundo se volvió estable, apareciendo esos colores que le encantaba.

—¡No grites! ¡Me duele más a mí que a ti! ¡Yo quería ser amable contigo! —chilló frustrada.

El oso se quedó mirándola, impactada por como en el lateral izquierdo de Mitzy caía un líquido rosado ante el golpe que se había dado. Intentó hacer algo, pero recibió otra patada, elevándola por los aires.

—¡No es divertido! ¡Yo quería que vierais este mundo!

Sacó los yoyos de su chaqueta y los movió hacia el oso, cortando sus brazos y piernas en el que salieron grandes cantidades de algodón junto a la tela que iba desprendiéndose por todos lados.

No paró de atacar. Se movió a un lado cuando el oso impactó contra el suelo. Vio como aún intentaba levantarse, mirándola con una rabia notoria en el que sus ojos se volvieron blancos, apareciendo cinco agujas alrededor.

—¡Te creó un títere! —gritó asombrada—. ¡Tú eres solo una mandada! ¡Qué mal!

A pesar de los cortes, el oso fue a por ella. Sus golpes eran lentos y débiles, por lo que podía moverse con total libertad, sintiendo lástima ante ese oso que luchaba aun sabiendo que había perdido.

Al último golpe esquivado, la agarró del brazo para tirarla contra el suelo. Cerrando sus ojos, le arrancó el brazo en un gesto bruto y rápido, escuchando sus rugidos de dolor.

—¡Lo siento! ¡De verdad! —Pequeñas lágrimas salían—. ¡Yo pensaba que podía daros la solución! ¡Una medicina!

Al abrir sus ojos, se encontró con la mirada hostil que la hizo alejar un poco. El oso se levantó, cayendo algodón por el brazo, aunque en verdad era la sangre de ese monstruo. Una vez más, realidad.

—Maldita n-niñata t-trastornada.

Se movió a pesar del dolor para atacar una vez más. Mitzy se quedó inmóvil hasta que se dio otro golpe más en su oreja izquierda, escuchando el sonido agudo y permanente en este, pero del que le permitía estar en su realidad.

—¡Ya no siento nada en ese lado! ¡Ya no podrás meterme en tu realidad falsa!

Esquivó su ataque, dándole una patada en su estómago. Algodón salió de la boca del oso, incapaz de frenar el otro puñetazo en su rostro que la tiró contra el suelo. Intentó levantarse por última vez, pero no pudo al ver a Mitzy caminar a saltos propios de un niño feliz, sujetando sus yoyos.

Juntó sus fuerzas para hacer el último movimiento, pero los yoyos fueron movidos en un movimiento brusco y nada compasivo. Los ojos blancos del oso, desaparecieron y grandiosas cantidades de algodón salieron de su pecho y cabeza.

—¡Solo así descansarás en paz, osito!

«¿Q-Q-Qué acabo de ver?»

Sonrisas inocentes y palabras carentes de lógica se encontraban enfrente de Adela. Mitzy estaba enfrente del cuerpo muerto de Cuprita, manchada de sangre y contaminación. Desgarró cada parte de su monstruoso ser, ignorando que estaba torturando y acabando con la vida de alguien que había chillado de horror en su último aliento.

Y de fondo, Mitzy estaba llorando bajo una sonrisa amarga.

Las pulsaciones de su corazón se escuchaban en su cuello y garganta. Le era difícil respirar por mucho que quisiera. Eso, si bien era un alivio, no quitaba que tenían aún mucho por delante, y más ante la presencia de Brecha, que aún en su forma monstruosa, había dejado de atacar al ver lo que era capaz de hacer Mitzy.

El silencio en ese momento fue uno de los más tensos y largos. Adela intentaba levantarse y gritar a Mitzy para que atacara a Brecha, pero su voz no salía como quería. Se quedó ahí rendida en medio de la sala, quejándose en silencio al intentar hacer un movimiento, pero no era capaz.

Su visión se volvía más borrosa, pero al menos podía identificar como Mitzy caía de espaldas.

—¡Mit!

Al gritar, escupió sangre de su boca, impactando su cabeza hacia atrás ante el dolor y cansancio. Cerró sus ojos, pero no por mucho tiempo ante el olor químico que se hacía más fuerte. A duras penas los abrió para ver a Brecha, observándola en aquella forma monstruosa.

«Mátame, ¿a qué esperas?»

No hizo ni un solo gesto, solo existía esa sangre contaminada caer. Sus manos no la tocaban, en sí, no hacía nada más que mirarla, como si pensara sus acciones.

Frunció el ceño, y cuando quiso hacer algo, agarró a Mitzy y luego a ella para correr a gran velocidad como la de un perro que se movía la siguiente planta subterránea.

Apenas podía ver lo que ocurría, solo un dolor que fue aumentando hasta que al final frenaron, siendo llevada en una de las salas para dejarla en el suelo. Una vez ahí, Brecha empezó a agarrar muebles y moverlos de tal forma que creó un tipo de escudo a su alrededor. Al terminar, en uno de los huecos que había dejado, vio cómo se iba de la sala.

Cerró sus ojos y se tumbó boca arriba, intentando recuperarse, aunque sabía que no era fácil ante el dolor en todas las partes de su cuerpo. Temblaba, incluso si no quería, y la sangre caía sin descanso.

«¿D-Dónde está Miver?», era la pregunta más frecuente que tenía hasta que las lágrimas cayeron por sus mejillas, pero no por mucho tiempo al escuchar los pasos violentos desde la lejanía. Como mejor pudo, giró su cabeza para ver a uno de esos monstruos, pero este no parecía ser Brecha por cómo buscaba de un lado a otro, viéndose el reflejo de sus ojos rojizos.

El pánico la inundó, trató de cerrar su boca y ojos, pero antes de poder hacerlo, ese monstruo la pudo localizar, acercándose a gran velocidad, listo para matarla en apenas un gesto donde no podría sentir nada más.

O al menos eso creía, hasta que n rugido consumido por la rabia, hizo que la bestia fuera atacada por otra, impactando contra la pared que tenían al lado. Adela abrió sus ojos con asombro, viendo como esos dos monstruos se peleaban para sobrevivir. Identificó que Brecha era la que estaba atacando, mordiendo su cuello, rasgando su estómago, sacándole con todo lo que tenía.

En esa pelea llena de odio y sin compasión, vio como Brecha impactaba contra el suelo, soltando un quejido de dolor. Intentó detenerlo con sus brazos, pero estos fueron arrancados por la boca del contrario, escupiéndole a un lado para luego morder el pecho.

Una muerte llena de sufrimiento donde los gritos de Brecha sonaron en su parte más humana y monstruosa, quedando grabada en la mente de Adela antes de caer inconsciente.

—Debes despertar. ¡Adela!

El grito desde el interior de su cabeza hizo que abriera sus ojos, encontrándose con el exterior del campo donde las nubes estaban presentes, creando un ambiente tenebroso en el que solo parecía estar ella. Sintió la tierra seca en sus manos, y las pudo mover al igual que sus piernas.

Poco a poco trató de sentarse, respirando como mejor podía mientras intentaba analizar lo que había a su alrededor. En el campo que se encontraba, edificios de gran altura y amplitud se presentaban a su alrededor con ese mismo color deprimente con las ventanas cerradas. En algunas de ellas podía ver las figuras de sujetos que no mostraban su rostro, pero parecían estar juzgándola en silencio.

Como mejor pudo se levantó y dio una pequeña vuelta sobre sí misma para darse cuenta que no muy lejos, nueve torres cilíndricas se alzaban. Cada una de un distinto tamaño, como si quisiera representar un tipo de escalera inusual entre estas.

—¿Dónde me he metido?

Se analizó y vio que no tenía ni una sola herida. No le dolía nada, ni si quiera sentía incomodidad o dificultad en moverse o sentir. Era como si por un momento la hubieran curado.

—¡Adela!

Se giró de inmediato, encontrándose con la apariencia de Colmillos. Antes de que pudiera hacer nada, sintió como agarraba su mano, corriendo por las calles del misterioso lugar.

—¡C-Colmillos! ¿¡Q-Qué está...?!

De forma abrupta, giraron hacia una de las calles, adentrándose hacia el edificio intacto de colores grisáceos. Nada más entrar, Colmillos cerró la puerta, siendo inundados por la oscuridad.

—Estás a salvo, tranquila —respondió, mirando hacia la puerta con los ojos bien abiertos—. Escúchame, demasiadas cosas están pasando y no puedo salvarte de todo... Más o menos.

Adela frunció el ceño.

—Explícate, y ahora bien porque antes me dijiste que le diera un mensaje a Miver.

Vio cómo sus ojos se abrían, pero rápidamente los relajó.

—Sí. Lo hice, pero no es lo único. Aun si estoy en busca y captura por escapar de su prisión, quiero ayudarte, aunque sea demasiado arriesgado. Es dejar una señal, delatar mi posición y mi traición —admitió, soltando un suspiro tras su máscara—, pero a estas alturas me da igual si con ello puedo aportar mi grano de arena.

—Colmillos, aun si me ayudas, tengo mil dudas en mi cabeza. ¿Quién eres y qué está pasando?

Vio como rascaba su cabello con cierto nerviosismo. Un acto que apenas veía en él, al menos no cuando solía verle en algunos de sus sueños antes de que las pesadillas ocurrieran.

—Sabes por cómo me llaman y sabes que no estoy en un bando que sea sano del todo —contestó con una risa incómoda—. Me di cuenta tarde, muy tarde y por ello quiero buscar la forma de remediarlo.

—¿Y por qué conmigo?

—Porque en mi galaxia las cosas no es que vayan bien si el equilibrio está destrozado.

Adela tragó en seco, dando unos pocos pasos hacia atrás.

—¿C-Cómo?

—La galaxia Olvidada es de las pocas que resisten a diferencia de las demás. La esperanza desaparece, pero a lo mejor vosotros podéis hacer que reviva —contestó, viéndose por un momento en sus ojos amarillentos un brillo.

Uno que a Adela no le representaba la esperanza que él tanto hablaba.

—N-No lo sé, Colmillos —murmuró dudosa, intentando dar pasos hacia atrás, pero chocó contra una pared, lo que la hizo tragar saliva—. La vez que te vi parecías morir.

—Ya ves que no es así —contestó, para luego dar su mano izquierda—. Confía en mí, Adela. Te ayudaré con lo que tenga en mis manos. Sé... Pude ver a duras penas la situación en la que estabas. Quiero darte mi última ayuda antes de que me pillen.

Observó su mano y frunció el ceño para mirarle con un rostro más serio.

—¿Por qué la...?

https://youtu.be/A4eB0B-FGOg

[N.A: No me dejaba poner la original (No me extraña) así que avanzar la canción hasta el minuto 1 o escucharla toda. Una u otra me sirve :)]

Antes de que pudiera decir nada, el grito desgarrador a sus espaldas hizo que se girara, viendo como las paredes del lugar se movían violentamente para golpear distintas partes de su cuerpo, entre ellas la cabeza.

Sintió el peso y dolor una vez más, dándose cuenta que había regresado a la realidad que creía haber terminado. En medio de los muebles que hacían como escudo, pudo ver a duras penas como esa bestia estaba presente en la sala, moviéndose a cámara lenta, o al menos eso parecía.

Lágrimas caían al saber que no podía hacer nada. Tenía todo lo que había sufrido en esa batalla. ¿Cómo entonces pudo estar bien en ese sueño? ¿Cómo entonces pudo seguir adelante? La respuesta estaba enfrente cuando vio enfrente a Colmillos ofreciendo su mano.

Los segundos sonaban con una lentitud que la iban matando por dentro. Cada vez que hacía ese sonido tan característico, hacia que cada parte de su cuerpo fuera desapareciendo en un dolor agonizante que luego se volvía en humo. Adela solo podía ver esa mano como la única salvación, pero a la vez creía ver unos colores que no correspondían con él.

En medio de ese sufrimiento, sólo pudo agachar la cabeza en señal de derrota, alzando su mano izquierda.

Y agarrarla como si fuera lo único que la salvaría.

—Bien, Adela.

Levantó su cabeza con rapidez porque había algo que no iba bien. Ese tono...

La figura desapareció y con ello se presentó a esa bestia inhumana tratando de matarla. Si no pudo, fue porque Adela había soltado la electricidad de sus manos en un grito lleno de rabia, envolviendo de su poder a ese monstruo que salió contra la pared.

Se levantó del suelo como si nada. Todas las heridas dejaron de existir y con una fuerza que no podía comprender cuando movía su mano izquierda en gestos rápidos, apareciendo la electricidad en esa zona.

Levantó su mirada, viendo como ese monstruo se recuperaba del ataque. En el momento que se recompuso, este dio varios pasos hacia atrás.

—Ahora me tienes miedo, ¿eh?

La rabia se notaba en las palabras de Adela, por ello mismo no dudó en moverse para atacarle con sus puños. Este, como mejor pudo, se hizo a un lado, rompiendo la pared de la sala donde estaban para intentar escapar. Pero no se lo permitió, oh no. Esta vez iba a usarlo todo, aun si moría en el intento, y por ello cargó de electricidad toda la segunda planta subterránea. Techo y paredes estaban cargadas, impidiendo que ese monstruo se moviera.

Cuando se giró hacia ella, vio como este abría la boca con dificultad, pero no habló, como si este jamás hubiera tenido la capacidad de hablar y solo reflejaba sus emociones en movimientos o emociones.

Aun así, supo bien el porqué había abierto su boca y porqué había reaccionado de esa forma.

—Porque contigo... Contigo voy a poner a prueba varias cosas.

Vio el pánico en sus gestos desesperados, pero en vez de huir, intentó dañarla. Adela se movió con habilidad y velocidad, esquivando cada uno de sus ataques. Cuando logró tirarla hacia atrás, juntó las manos para sobrecargar la electricidad, desplegándola en horizontal para que apareciera la lanza y así, romperla en dos. Nada más hacerlo, el brillo azulado apareció en esta para que dos espadas curvas aparecieran en sus manos.

Las miró con intriga, para luego sonreír con malicia y fijarse en el monstruo. No dijo nada, no era necesario al moverse en su dirección con aquellas dos espadas.

Gestos bruscos y violentos que el monstruo no se esperaba. Tampoco era que lo esperara la propia Adela, que se guiaba por lo que le pedía su propia mente. Atacar sin parar, usar todo lo que tenía...

Y divertirse.

Sus cortes empezaron a alcanzarle, destrozando sus brazos para que se alejara de la sala, pero de poco servía cuando Adela activaba la electricidad para dejarle encerrado como si fuera una jaula en el que en animal era él, y ella el cazador. Caminó con lentitud con las dos espadas ensangrentadas, viendo el pánico en la bestia. Trató de traspasar la caja, pero el mero hecho de intentarlo no solo le dejó con una descarga horrible, sino que borró una parte de su cuerpo.

Eso... no era algo que Adela hiciera.

Sin perder más tiempo, corrió en su dirección para cortar sus piernas en un gesto rápido y brutal. Le daba igual si la sangre la manchaba, le daba igual si esa contaminación le alcanzaba. ¡Empezó a reírse como nunca! Y con ello, atacar con todo lo que tenía, quitando pieza por pieza hasta que solo quedó el cuerpo y cabeza del monstruo.

Su forma iba desapareciendo, revelando que en ese cuerpo se encontraba Lignito, el guardaespaldas de Sulfuro, pero eso para ella no le tomaba importancia. Fue una vez más, clavando ambas espadas en sus hombros en un gesto violento en el que la sangre les manchó a ambos.

Lo miró con detenimiento, sonriéndole sin parar.

—Sé que intentabas decirle a Coltán ese día, —Hizo más fuerza en sus hombros, soltando una leve risa—. ¿Cómo puedes intentar traicionar a Sulfuro? Después de todo, es el que te dio sentido a tu mísera vida.

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