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Capítulo 20: Engaños.

Intentaba controlar su respiración, pero no le era posible si el temblor en sus piernas y brazos era presente como si viviera constantes terremotos. Su amiga intentaba calmarla, pero nada. Miver había llevado a los padres de Mitzy hacia el portal para luego crear una magia que protegiera la zona en el tiempo que estuvieran fuera.

Por mucho que intentara ver con buenos ojos a Miver, le era imposible ante todos los recuerdos de sus pesadillas. Esos seres vestidos de túnicas rojas, atormentándola y metiéndole ideas las cuales no quería creerse, ya que aun escuchaba la voz de Colmillos pidiéndole paciencia.

Había sido así desde su niñez, las veces que conversaba a su lado le decía lo mismo, la había advertido, pero pensaba que era un hecho imposible, un producto de su imaginación. Ahora solo se quedaba en silencio, cuestionando miles de opciones que había ignorado, difíciles de procesar.

«No puedo confiar en ellos, sólo en él. —Cerró sus ojos y apretó sus labios—. Lo hacen para asustarme».

Alzó un poco su cabeza, Miver estaba pateando el suelo con cierto nerviosismo. Se encontraba bajo la sombra de un árbol, evitando los primeros rayos del sol. Las miró por unos segundos y soltó un largo suspiro.

—Por mucho que os pida ir a Tuin, sé que no será posible que los salvéis porque ellos tienen planes distintos —empezó a explicar, yendo directo al grano—. Cuando entrasteis, maté a una gran cantidad de corruptos, pero cada vez me ponían las cosas más complicadas con la intervención de Rutilo y Sulfuro de por medio.

» Hay algo peor, mucho peor, y debo ir a por ellos, pero por desgracia tenéis que venir también vosotras, aun sin tener la experiencia. Si os dejo con otra misión, él se encargará de llevaros al mismo lugar y poneros bajo presión, torturándoos y matándoos.

El silencio en ese instante era tenso y terrorífico, intentaba mirar a otro lado, pero no le era posible. Quiso buscar la esperanza en la actitud de Miver, pero solo veía como controlaba el temblor de sus brazos o respiraba con dificultad.

«¿Y si... han venido aquí?», se preguntó, agarrando sus manos con fuerza, controlando sus lágrimas.

—Aun así, no tengáis miedo, de hecho, olvidaros de ese sentimiento —continuó Miver con firmeza, mirándolas con atención—. Lo que haremos ahora es poner en marcha vuestras habilidades. Sois órbitas aprendices, pero se puede mejorar mientras vamos de camino. Las clases que os daré serán intensivas, no queda de otra.

Pudo entender a qué se refería con esa categoría, apenas eran unas aprendices de su poder. Miró sus manos, apretando sus labios al recordar la voz delicada de Colmillos.

«Tenías tantísima razón...»

—U-Una pequeña duda —intervino Mitzy, levantando su mano con timidez—. Ellos... según has dicho, tienen los documentos, ¿no?

—Así es, pero de poco les servirá —contestó Miver, mirando a otro lado—. Se han corrompido, ¿entiendes? Tienen una mezcla de su raza original con el poder de la locura. Y lo que vi de Rutilo, han experimentado con sus cuerpos para ser algo muchísimo más fuerte.

—Pero tienen a mi tío —recordó Adela, encontrando la mirada firme de Miver—. ¿No lo van a...?

—Tu tío tiene la mente firme, Adela. ¿Cómo crees que aguantó allí con la locura envolviéndole? —preguntó, interrumpiéndole con una sonrisa—. Y no solo eso, tiene la oscuridad de su lado, como si la propia le protegiera. —Puso la mano en su barbilla—. Cosa que se podría deber en parte al Blatulion, ya que estos a veces desprenden la figura del propietario como si fuera un protector.

—¿Entonces eso significa que está a salvo?

—De forma temporal —aclaró, mirándola con firmeza—. Esa sombra, si quieres llamarlo así, le dará esa protección, pero no será para siempre porque no tiene la gema al lado. Así que, una vez más, contrarreloj.

El pánico la inundaba porque a partir de ahora debía estar atenta a todo lo que le enseñaran, aunque tuviera cierta consciencia de ello a diferencia de Mitzy. Tampoco le preocupaba mucho, sabía que iba ser capaz de comprenderlo en cuestión de minutos, y más por como miraba a Miver con una emoción clara reflejada en sus ojos.

—Bien, no podemos encerrarnos en desgracias —murmuró Miver, observando a Mitzy—. Dime que tenéis en vuestras fichas.

—¡Oh! ¡Oh! Pues a ver. —Mitzy puso las manos en sus caderas—. Adela debería tener una lanza de dos filos que contiene electricidad, pero que se pueden transformar en dos espadas medianas, ¡para clavárselas a alguien a sus espaldas! También tiene una gran velocidad como habilidad propia. Y yo tengo unos yoyos que tienen unas sierras en su interior, aparte de clonarme y tener una gran fuerza.

Miver cruzó sus brazos con interés, manteniendo una sonrisa confiada

—Bien, me gusta porque algunas habilidades las tengo vistas, otras son muy curiosas. —Soltó una pequeña carcajada—. De acuerdo, vamos a jugar un rato.

—¿J-Jugar?

—¡¿El qué?!

La emoción de Mitzy ponía tensa a Adela. No eran los juegos que se imaginaban en su habitación y quería decírselo, pero sabía que de poco iba servir por como era. Miró hacia Miver, mostraba una sonrisa confiada, dando varios pasos hacia un lado para poner las manos en los bolsillos de su chaqueta.

—Os tendréis que esconder de mí, pero si os encuentro, tendréis que hacerme frente para que no os toque —explicó Miver. Adela tragó con dificultad y Mitzy abrió la boca con asombro—. Tranquilas, no os haré daño, solo usaré mis capacidades. Nada de trucos con las lunas ni siquiera con mi espada.

Se quería negar, pero el grito ensordecedor de Mitzy hizo que se cubriera una oreja. No le quedaba otra.

—Genial. —Sonrió, para luego cerrar sus ojos—. Diez.

No perdió el tiempo en esconderse usando su velocidad. Tomó su tiempo en buscar un sitio donde esconderse, mirando entre todos los grandiosos árboles de su alrededor, incapaz de controlar el temblor de sus manos al tener recuerdos una vez más.

Su respiración se aceleraba al pensar en la iglesia de sus pesadillas mostraba pasillos eternos donde la oscuridad la buscaba como una bestia veloz, siempre lista para atraparla y arrancar cada parte de su cuerpo. Pedía auxilio y solo obtenía las risas crueles de los que la acechaban cada noche para torturala.

Daba igual que distinto camino tomara o si mejoraba en sus acciones, siempre los oía:

—Joven de la Galaxia Olvidada, ¿qué opción tienes ante nosotros? Solo sufrir como miles de ellos —habló uno de esos hombres de túnica roja—. Sigue llorando, chilla por ayuda. No tendrás ayuda, ni siquiera del que creías que era tu amigo

Sus piernas se acababan cansando por mucho que hiciera el esfuerzo. Impactaba contra el suelo, viendo la oscuridad tenebrosa adoptando diversos animales de grandiosos tamaños, abominaciones que la tenían retenida contra el suelo para que chillara con desespero ante el dolor y pidiendo ayuda una vez más.

—¿No lo entiendes, verdad? —preguntó esa voz de nuevo con malicia—. Tu amigo ha muerto a nuestras manos por traición.

Consumida por el pánico, regresó a la realidad con una respiración angustiada, cayendo de rodillas. Todo se volvía borroso, pero al menos sabía que estaba en su hogar al sentir la tierra húmeda en sus manos. Como mejor pudo, se levantó del suelo.

—Sigues viva, Adela. Lo sigues —se repitió, secándose las lágrimas—. Solo es un engaño, siempre lo hacen.

Dio unos pocos pasos hacia atrás hasta que chocó con algo gélido que le hizo abrir los ojos como nunca. Con rapidez, se apartó, viendo a Miver con las manos a punto de tocarla.

—Buena reacción —contestó, mirándola con detenimiento—. No tienes buena cara... aunque me imagino porqué debe de ser.

—Estoy bien, no me pasa nada.

—He visto gente salir de ahí con traumas irrecuperables, Adela. A mi no me mientes —aseguró Miver, cruzando sus brazos—. Sé que ese lugar es confuso para ti, pero te aseguro que nada de lo que digan es cierto. Solo buscan hacer daño constantemente para hacerse más fuertes.

—L-Lo sé, Colmillos me lo dijo —admitió, apretando sus labios con angustia—. Durante este tiempo me dijo miles de cosas, pero no le hice caso porqué pensé que era un simple sueño hasta que... dejé de verle y solo me encontré con ellos, intentando persuadirme.

—¿Por qué no me sorprende? —susurró Miver, soltando un largo suspiro y negando con su cabeza—. Lo habrás visto, pero a ellos se les da genial manipular. Te hacen ver como el mejor amigo que tendrás jamás, y luego te llevan hacia los lobos para que te torturen durante años. Menos mal que contigo no fue así.

Tragó en seco, manteniéndose en silencio, sin ni siquiera mirarla por el terror que aún sentía ante esas constantes pesadillas.

—Escucha, Adela —continuó Miver, manteniéndose en el sitio—. Superar algo así ya es un mérito, créeme. Una órbita aprendiz no aguantaría y que tú lo hagas demuestra tu resistencia. Lo de Sulfuro y los demás no será nada para ti.

—¿T-Tú crees? —preguntó, alzando un poco su rostro.

—Sí, y tu amiga también —aseguró Miver. Adela abrió los ojos de asombro—. Mitzy tiene algo que para ellos les es complicado controlar porque tiene una realidad alterada propia. Al menos es lo que me explicó Coltán las veces que juntas jugabais a algo.

—Cierto es que Mitzy parecía ver algo más que yo no, como si por un momento visualizara su mundo en vez de la realidad —admitió, aun sin atreverse a mirarla del todo.

—Y eso os vendrá bien contra ellos —contestó con una sonrisa confiada, pero Adela no podía sentirse igual—. Mira, sé que ahora te sientes traicionada, pero créeme que cuando antes aceptes la verdad, mejor será para ti.

Aun con ello, no podía aceptarlo tan rápido, no cuando recordaba sus palabras.

Perdóname, Adela. Yo... lo hice desde que esa mujer de notas musicales me atacó. Vi tantas cosas que no sé bien qué sentir, y si me acerqué... fue para saber que estaba bien y mal.

Tan genuinas, más cuando las lágrimas aparecían y agachaba su cabeza.

—¿Adela? —La voz de Miver la hizo reaccionar, viendo como estaba ahí de pie con una posición firme—. ¿Te ves capaz de seguir?

Se quedó en silencio unos segundos, recordando todo lo que acababa de vivir. ¿Iba a rendirse ahora que tenía todas las oportunidades? Aun si era débil, ¿iba a dejarlo todo atrás? ¿Iba a dejar a su tío abandonado?

—Mi tío está ahí con vida. Haré lo que sea para sacarlo de ahí y que salvemos mi hogar —aseguró, preparándose para los movimientos de Miver.

—Bien —contestó, sonriendo—. Entonces esquívame, si puedes.

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