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Capítulo 2: No digas que no te he avisado.

La cafetería se mostraba moderna y acogedora, con unos colores un poco más cálidos a diferencia de las demás plantas. Enormes ventanales las rodeaban, pudiendo ver todo lo que rodeaba el edificio, e incluso podía encontrarse a lo lejos la ciudad de Tuin.

Adela no perdió el tiempo en pedirse una bebida energética, a diferencia de Miver que solo pidió un café solo. En todo momento observó todo lo que la rodeaba, sintiendo mucha más paz al apenas haber Tugnins en la sala.

—Bien, son seis orze.

—No eran tan caro antes—murmuró Miver mientras contaba las monedas. Estas eran mezcladas por el oro y bronce, siendo una combinación de colores dorados y marrones junto al número que representaba su valor—. Cómo os aprovecháis.

—De algo hay que comer —contestó el contrario mientras cruzaba sus brazos.

—Sí, sí, ya, ya.

Dejó las monedas encima de la mesa, viendo como las contaba una por una hasta que su rostro mostró una clara confusión, apartando la única moneda que no correspondía con las demás, de hecho, era de un diseño muy distinto.

—¿Qué es esta moneda? —preguntó curioso.

Miver movió su mano con rapidez para cambiar la moneda a la que correspondía. Adela apenas pudo verlo, pero era negra con varios símbolos plateados que parecían simbolizar la Muerte.

—Me confundí —respondió sin importancia, guardando la moneda en su bolsillo para luego ver la sonrisa amable del contrario, ofreciéndole el café y la bebida energética.

Pronto se acercaron a una de las mesas metálicas, sentándose con calma para disfrutar de sus respectivas bebidas. Sonrió relajada y al dirigir su rostro a Miver, vio su rostro pensativo.

—Oye Miver, lo que ocurrió con ese señor... ¿Es normal? —preguntó Adela.

Miver la miró de reojo.

—Con él y con algunos de los jefes. —Le sonrió—: No confío mucho en ellos por cómo son y actúan contra Coltán.

—Pero le impulsaste a que sacara el proyecto de la gema, ¿por qué?

—Porque no podrán hacer nada para fastidiarla, es imposible —aseguró con una sonrisa victoriosa, dándole un sorbo al café—. Pueden intentar lo que sea, porque yo estaré atenta a cualquier movimiento, como acaba de pasar ahora.

—¿Lo dice por Sulfuro? —volvió a preguntar.

—Sí —mustió, desviando la mirada—. Debería estar... enfermo.

—Entiendo, pero a lo mejor se recuperó rápido... Aunque sea imposible ya que todos los Tugnins cuando enferman, tardan meses en recuperarse —murmuró Adela, frunciendo un poco el ceño.

—Supongo que tendrán suerte algunos —contestó Miver, para luego mirarla—. Pero basta de hablar del trabajo, me tiene aburrida. ¿Por qué no me hablas de ti? Me dijo tu tío que tienes una muy buena amiga.

—Ah, sí. Se llama Mitzy. Solemos ir a los bosques a jugar por ahí o pasamos rato jugando juegos de rol, algo que a ella le encanta. —Bajó la mirada, apenada.

—No lo dices muy animada.

—Eh... —Suspiró—. Mis padres no quieren que vaya con Mitzy aun sabiendo que es mi única amiga.

—¿Y eso?

—Bueno, aparte de que es una chica con algunos problemas, tienen miedo de los bosques y sus peligros.

Sus padres eran un poco severos en ese aspecto porque temían de la peligrosidad que había ahí fuera. Muchas veces su tío tenía que pasar horas convenciéndolos porque él vivía también en los bosques, alejado de Cael, pero fácil de llegar a pie.

—Los bosques nunca traen nada malo si no les haces nada —respondió Miver, estirando un poco la espalda—. Créeme que cuando digo esto es porque he visto cómo son cada uno de los animales. Si no les haces nada, no te harán nada.

—Lo sé, pero mis padres aun así se asustan —contestó, apartando la taza—. En sí, se preocupan demasiado por mí por mis problemas de espalda y mis temores.

—¿Acaso tienes claustrofobia?

—Eso y miedo a la oscuridad —admitió bajo un suspiro largo, «mi tío podría callarse la boca sobre mi vida», pensó sin mirarla.

Desde pequeña tuvo siempre una pequeña luz hasta que sus padres se la quitaron. Fue ahí cuando agarraba sus peluches, pero ninguno le hacía sentir aliviada. Daba igual la forma que tuvieran. Se quedaba en medio de la noche con los ojos bien abiertos, lo que preocupaba a todos.

—Adela, hija mía, no puedes estar así siempre —recordó la voz de su madre, Isa.

—Lo siento, pero déjame un último intento con este peluche —murmuró con timidez, agarrándolo con fuerza.

El peluche en cuestión era un muñeco que tenía el cabello castaño y ojos amarillos. Este tenía una máscara que cubría su boca. ¿Lo gracioso? Se le salían unos colmillos que le hacían ver como un perro.

—Está bien —susurró su madre con cansancio—. A ver si funciona...

Cuando cerró la luz, Adela se acostó en la cama y se encorvó. Intentó dormir como mejor pudo, pero no era posible ante los escalofríos que sentía, obligándola a apretar el peluche con más fuerza.

«M-Me ahogas».

Hasta que escuchó su voz masculina por primera vez.

—¿Adela? —La voz de Miver hizo que despertara de sus recuerdos. La miró y rio avergonzada, lo que hizo fruncir el ceño—: ¿Todo bien?

—Sí, dándole vueltas a unas cosas del pasado. —Suspiró—. Ese miedo es algo que llevo afrontando desde pequeña. Jamás pude hasta que conseguí un peluche que me ayudó a afrontarlo. Le llamo Colmillos.

—¿Es un perro?

—No, es un muñeco con una máscara que tiene largos colmillos. De ahí el nombre —respondió con timidez.

Miver ladeó un poco la cabeza.

—Algo me había comentado tu tío —admitió. Adela sintió una repentina tensión—. Veo que tienes bastantes miedos.

—Bueno, todo se liga en parte a mi problema de espalda. —Miró hacia su hombro derecho—. Es como que... me siento limitada, débil, incapaz de hacer algo. Al menos es lo que ocurre en las pesadillas.

Miver cruzó sus brazos con una sonrisa calmada.

—Mira, Adela, de pequeña fui como tú. Temía a todo, y más en donde nací. Las cosas no fueron fáciles en su momento. La gente no era tan buena y la fe que tenía en su momento se quebraba. Al final me ayudaron, pero aprendí a hacerme fuerte sola porque no siempre iba a tener a alguien a mi lado.

Adela apretó sus labios.

—Sé que tengo dieciocho años y debo ser más valiente. Lo intento, pero a veces es como si algo quisiera agarrarme desde la oscuridad.

—La oscuridad no es una enemiga... No aquí —aclaró Miver con firmeza—. Entiendo que tengas miedo, todos lo hacemos, pero no por ello hay que detenernos.

Adela la miró con atención.

—Tu no pareces alguien que se asuste fácilmente.

—Estos ojos han visto demasiado para que algo me asuste.

Cuando Adela iba hablar, sintió un pinchazo en su espalda que le hizo quejar de dolor. Miver se movió, atenta a si necesitaba algo

—Siquiera sentada puedo descansar —susurró Adela, negando con su cabeza.

Miver levantó su cabeza en dirección al ascensor, de pronto se mostró una sonrisa relajada.

—Creo que no deberás porqué preocuparte más —murmuró, mirándola de nuevo—. Tu tío está por llegar.

No comprendió sus palabras hasta que escuchó el zumbido del ascensor subiendo. El panel fue indicando cada planta hasta que llegó al sexto, abriéndose las puertas para ver a su tío, soltando un largo bostezo.

—¡Tío! —Como si sus energías se renovaran, se levantó, acercándose a él—. ¿¡Terminaste?!

—Sí, por fin, aunque fue raro porque Sulfuro vino diciendo que aprovechara las vacaciones. —Miró a Miver—. ¿Qué ha pasado en este tiempo?

—Aparte de enseñarle el edificio, nos encontramos con él. No hizo nada raro, tampoco es que se lo fuera a permitir.

—Ah, maldita sea... Por ello me miró y habló tan feliz —comentó Coltán, cerrando sus ojos mientras ponía la mano en su frente—. Me dijo que estaba mejor y que no debía preocuparme de nada. Estaba muy feliz, demasiado para ser verdad... ¿En serio no hizo nada?

—No, tranquilo.

—Está bien. —Rascó su cabello corto y oscuro y suspiró—. Pues nos tocará irnos... ¡Ah cierto! Si quieres, puedes venir a nuestra acampada, estás invitada.

—No, tranquilo—respondió con educación—,quiero descansar en mi hogar, sin pensar nada más que una larga siesta que me merezco.

—Está bien, pero si cambias de idea, ya sabes dónde encontrarme.

—Sin problema —respondió, mirando a Adela con calma para sonreírle—. Y tú disfruta de la acampada.

Antes de irse, miró por última vez a Miver. No entendía como podía ser tan bella y brillante como una noche tranquila en los bosques. ¡Y con tantísima experiencia encima! Deseaba saber más cuando el tiempo le diera la oportunidad.

Mientras salían, vio la tensión en los hombros de su tío. Comprendía su angustia, encontrarse con esa gema era un milagro que no se creía y debía mantenerla bajo cuidados constantes, dentro de una cápsula que tenía que rellenar de agua fría.

Prestó atención a sus gestos, ajustando sus gafas redondeadas con un rostro firme. Daba miedo con tan solo verle, pero sabía que solo era una actitud que adoptaba en su trabajo. A fuera, sus hombros se relajaban y mostraba un rostro más alegre y cariñoso.

«No sé cómo sigues trabajando en un lugar que te quita las energías y la felicidad».

Una vez dentro del coche, Coltán retiró sus gafas y puso los dedos en sus ojos, masajeándolos para al final soltar un suspiro.

—Sulfuro me habló por unos minutos —explicó en un murmullo—. Aun sigue molesto por haber hecho algo así a espaldas de todos y ponerme en riesgo. Tendría que haber contado con su ayuda para poder sacar algo tan novedoso a Tuin.

—E-Entiendo —murmuró Adela, mirándole con atención.

—Si no lo hice es porque Miver me lo pidió —admitió, quitando la mano en su rostro para ponerla en su barbilla, recostándose en el asiento—. Sabía muy bien cómo actuaba la gema, supo leerla y me aconsejó todo lo que pudo. Para que entiendas, la gema es... mágica, ¿entiendes? Se acopla a la gran mayoría de las cosas y aporta propiedades curativas o mitigan los efectos negativos.

—¿T-Tanto?

—Sí, es una gema muy interesante que no hemos hecho caso hasta ahora —respondió. Se quedó en silencio unos segundos, sintiendo un escalofrío en su espalda—. Y hay que ir con cuidado, por ello, tras varios proyectos, hemos conseguido llevarla a la ciudad. En principio solo se ha aplicado en la tecnología más moderna, unos móviles... —Suspiró—. Que por desgracia tu madre ha querido participar como voluntaria ya que hicieron una propaganda muy estúpida.

—¿Cuál? —preguntó Adela, frunciendo el ceño.

—Los primeros voluntarios tendrán el dispositivo móvil en sus manos sin tener que pagar nada, pero tendrán que dar una reseña —explicó, con la mano en su rostro—. La gema se adapta y acopla a muchas cosas, en el caso de los móviles, evita el sobrecalentamiento, más ligereza a la hora de utilizar las aplicaciones y más duración en la batería. Es un tanto absurdo cómo puede llegar a durar dos semanas aun utilizándose las aplicaciones.

—¿E-En serio?

Coltán afirmó muy seguro.

—Ya te digo que esa gema no es normal —aclaró mirando hacia el volante del coche—. Cuando la vi estaba perdido, pero cuando se lo dije a Miver, supo leerla como si la conociera de toda la vida ... Aun así, quiso que me llevara el mérito.

—¿Por qué?

—No lo sé, Adela —respondió, rascando su hombro derecho—. Esa mujer es un genio, no sé porque está a mi lado.

Adela sonrió con picardía, mirando a otro lado con sus ojos.

—Puede que le hayas caído bien y seáis muuuy bueeenos amiiigos —exageró sin mirarle.

Coltán frunció un poco el ceño.

—No seas como tu padre, no quiero tener ninguna pareja. Ya perdí ese tren —aclaró Coltán, buscando las llaves para encender el coche.

—Tío, no digas eso. Eres mayor, sí, pero nunca es tarde para ello —aclaró Adela, mirándole.

Coltán soltó otro suspiro. Encontró las llaves, arrancó el coche y puso la música de la radio.

—Suficiente tengo con mi vida para tener a alguien que posiblemente no me entienda —murmuró, mirando hacia la carretera.

—Yo no hablo de alguien nuevo a quien conocer —aclaró, sonriendo.

Coltán frunció un poco el ceño, pero luego desvió sus ojos hacia otro lado.

—Miver es demasiado mujer para mí —susurró.

Adela chasqueó la lengua.

—Si te cierras tanto en banda al final vas a estar solo. —Le miró cruzando los brazos. Coltán la miró con una ligera risa—. ¡Es verdad!

—El amor es algo que no le tengo prisa, Adela. Ya lo verás cuando seas mayor —comentó, sin quitar ojo a la carretera. Estaban saliendo del parque industrial.

Adela soltó una leve risa y siguió mirando hacia la ventana. ¿Enamorarse? Dudaba que algún chico mostrara interés por cómo era. Admitía ser un poco infantil, sobre todo al lado de Mitzy, pero no solo eso, ¿cómo reaccionaría si supiera que tenía problemas de espalda o que escuchaba en ocasiones una voz en su cabeza?

Sabía que nadie iba a tomarla en serio, a excepción de su amiga.

—Así que Colmillos —recordó la voz de Mitzy, cruzando sus brazos y mirándola con interés—. Me dijiste que tenías un peluche de él, ¿no?

—S-Sí. —Adela, con cuidado, lo sacó de la mochila—. Este es.

Mitzy lo miró con atención. No era muy normal que llevara una falda a cuadros rojos y blancos con una cremallera y dos cinturones. Tampoco era muy común ver que este tuviera una chaqueta que llegaba hasta la mitad de su estómago, viéndose lo que parecían ser marcas en la zona de su pecho.

—No sabía que te iban chicos rudos —murmuró Mitzy, alzando la ceja.

—¡N-No es eso! ¡Tonta! —respondió Adela, viéndose el sonrojo en su rostro—. Aparte, es un peluche, no tiene nada que ver una cosa con otra.

—¿Es de alguien reconocido el peluche? —preguntó de nuevo.

—No me he fijado en ello —susurró, guardando el peluche en la mochila.

—Oh bueno. —Cruzó sus brazos y miró hacia su habitación. Para Mitzy ver la decoración llena de estrellas y dibujos que tenía colgados le permitía pensar—. Bueno, si eso te alivia a dormir y hacer frente a tus temores, no lo veo del todo mal. Eso significa que Colmillos es alguien bueno.

No era el mejor consejo ni similar al que sus padres le decían, pero le era suficiente. Que su mejor amiga, y la única, no la considerara como una loca, era un alivio.

«Aunque capaz ella lo interprete como parte de un juego —pensó, mordiendo sus labios con angustia—. Teniendo en cuenta que se la pasa jugando juegos sacados de su cabeza...»

Se estaban acercando a Tuin. Conocía bien esas calles de colores triste y organización rectangular, con apenas árboles o parques donde los pequeños se la pasan correteando. Le disgustaba la ciudad y si se quedaba aquí, era porque las oportunidades estaban más cerca.

—¿Estás bien? —preguntó Coltán en un tono tranquilo.

—Dándole vueltas a... mi familia y espalda —admitió en un murmullo.

—Sé que estás molesta con tus padres por el tema de siempre, pero entiende su preocupación por ti.

—Lo sé, tío, pero llevan desde que son una enana con el mismo tema. Desde que nací, tuve ese problema porque el embarazo de mi madre no fue del todo bien —recordó Adela, apretando sus labios—. Me es irónico que los culpables tengan que aconsejarme.

—Lo sé, Adela, pero la vida es así de injusta a veces —murmuró, frenando cada vez más al estar en una zona transitada—. Era, si mal no recuerdo, cifosis y escoliosis, ¿no?

—Desviación ligera. —Le miró—. Me han pedido que siga con la rehabilitación... pero cada año siento que estoy estancada —recordó, cruzando sus brazos y mirando hacia enfrente—. He probado de todo desde los diez años.

Coltán soltó un suspiro y apretó un poco sus labios.

—Dame solo tiempo y juro que buscaré esa solución —susurró Coltán.

Adela lo escuchó de sobras, mirándole de reojo, quedándose en silencio y mirar la calle que lograba reconocer al ser su casa. Suspiro y trató de mejorar su rostro.

«Adela»

Pero la voz de Colmillos se la retiró.

«No ahora».

«Eh... Es importante —aclaró con la voz temblorosa—. Ni siquiera debería decirlo. Es traicionarlos, pero te tengo mucho cariño durante este tiempo que he hablado contigo y necesito decirlo».

Adela rodó sus ojos a un lado.

«¿Qué es?»

«Sal ahora de la ciudad».

«Es lo que voy hacer cuando haga la maleta», respondió, frunciendo el ceño.

«S-Sí, pero no hay tiempo, Adela. Hazlo ahora... Está aquí».

No comprendió sus palabras, aunque no hizo caso cuando su tío aparcó el coche. Negó con su cabeza y salió, intentando ignorar sus palabras, pero era complicado ante su voz angustiada.

«No... No me ignores, Adela. Es por tu bien».

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